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Adriana Royo se hizo conocida en 2018 con la publicación de su primer libro, Falos y falacias. La terapeuta y sexóloga catalana elaboró todo un manifiesto en contra del autoengaño y la paradoja narcisista de la seducción en tiempos de Instagram y de Tinder. Recientemente ha editado su segundo libro: Ética del despiadado, un ensayo en el que reflexiona acerca de los mecanismos de poder y de culpa que se instauran en nuestras relaciones de pareja, de amistad o familiares. El libro supone una excelente revisión del concepto malsano de amor, nuestro miedo al abandono, la desconexión emocional o las tácticas de sumisión que empleamos para no entrar en conflicto con el otro y perder así el vínculo. Hablamos con ella sobre el poder de la vulnerabilidad, heridas emocionales o la nueva sociedad que puede surgir del coronavirus.
¿Por qué decidió escribir este libro?
Todo depende de lo que entendamos por despiadado. Respecto a tu primera pregunta, y sin ánimo de dar la chapa, es una idea que tengo desde hace cinco años por un tema personal. Quería expresar cómo me siento sin herir al otro, sin miedo a mi rabia. Poco a poco empezaron a venirme pacientes, comencé a fijarme en cómo funcionaba un poco la dinámica, y me empezaron a interesar mucho los conceptos que, en una sociedad en la que he crecido, que nos guste o no es cristiana, qué valores tienen las palabras sacrificio, responsabilidad, víctima tirano, culpa, rabia u odio. O la palabra egoísmo... Lo que yo quería ver era los dos lados: el de víctima y el de perpetrador.
Actualmente, el autocuidado se confunde con el egoísmo. No está bien visto.
Sí. Desde un punto de vista neoliberal está como mal visto. Pero en el mundo en el que vivimos yo necesito cierto egoísmo, no como moral, sino como fuerza para el cuidado. El otro día hablaba con una mujer que se había sacrificado por su marido, sus hijos, porque ella es buena, y yo le preguntaba qué era lo que hacía por ella. Me decía que iba a ser egoísta si hacía cosas por ella. Era una mujer que no se cuidaba en absoluto. En su caso, el egoísmo era una fuerza; en el de un señor de un Wall Street, quizás no. También depende mucho del concepto de cada uno. Por eso lo llamo ética: para que cada uno se pregunte dónde está su límite.
Creo que creamos nuestra identidad odiando a otras personas, pero en el fondo, ese odio representa partes de nosotros que no nos gustan
En muchas ocasiones ha hablado de que estamos ante un nuevo medievo. ¿Por qué?
Pan y circo. Espectáculo. Vamos a entretener a la plebe mientras nosotros hacemos otras cosas. Todo está como denso, sucio y todos estamos con valores de la época medieval. Estamos volviendo a esa época del pasado, pero en versión tecnológica. Y ahora hay un señor feudal, hay un derecho de pernada casi (risas), y una cámara que lo observa todo. Me parece un paralelismo bastante acertado. Hay libros interesantes al respecto.
¿Quiénes serían para usted los nuevos señores feudales?
No soy de la vertiente conspiranoica. No te voy a hablar de una élite, de un 1% de millonarios que de golpe hacen todo esto para instaurar un nuevo orden mundial. Pero yo me fijaría más en que ahora ha cambiado todo. Es la guerra silenciosa. No podemos decir que hay un Hitler y poner nuestro odio allí, porque ya no se puede. Ahora todo tiene más relación con el biopoder, el Big Data, los servidores sirena. Creo que todos somos responsables de este virus. Hemos llegado a un nivel de consumo y de falta de conexión con la naturaleza que nos ha hecho responsables.
Samuel P. Huntington escribía que el odio define cualquier tipo de estructura política y social. A menos que no odiemos a alguien, nunca podremos definir una identidad.
Hay una parte de los cero a los siete en la que es instintiva. Nuestro carácter se está formando. A partir de los seis, siete años, los niños también empiezan a poner límites después de la fase anal. Cuando nos enfadamos con alguien, podemos ver dónde está nuestra identidad y dónde tenemos nosotros este límite. Yo hablaría más de rabia que de odio. Pero el odio y la rabia están muy juntos. Creo que creamos nuestra identidad odiando a otras personas, pero en el fondo, ese odio representa partes de nosotros que no nos gustan. El odio forma nuestro carácter. Por carácter me refiero al ego. Pero odio esa palabra.
Nos metemos ya en la famosa sombra de Carl Jung.
Sí. La proyección de toda la vida. ¿Que es necesaria? También. Necesitamos un inconsciente. Solo con el consciente reventaríamos. Por eso el inconsciente se despliega en sueños a modo de símbolos. Porque no podríamos soportarlo. Tendríamos que nacer ciegos de nosotros mismos, y por eso el odio nos ayuda bastante a definir nuestra identidad. Para vivir en sociedad.
Con el odio sucede lo mismo que con el amor: en el enamoramiento nos enamoramos del nosotros mismos a través del otro, y en el odio nos odiamos también a través del otro
Maravilloso resumen. El odio proviene cuando ves que la otra persona no es como tú creías que era. Sientes que te está decepcionando y te preguntas qué está pasando.Tendemos a que las parejas tapen ese vacío, así que cuando exigimos y no recibimos, montamos el drama. Nuestro niño se enfada porque no obtenemos lo que queremos del otro. Muchas veces nos relacionamos desde esas carencias, y no tiene por qué ser algo negativo. Carencias vamos a tener siempre y tenemos que aprender a vivir con ello, porque todos tenemos heridas. También el problema viene cuando luchamos y estamos en tensión contra esa herida constantemente. Ahí es cuando odiamos, chantajeamos, manipulamos y sacamos nuestra parte más oscura.
¿El despiadado en su libro es ético o vulnerable?
El despiadado con ética es vulnerable. El despiadado inconsciente, ignorante de sí mismo, al que lo mueve una herida de la que no es consciente, es despiadado. También puede ser una víctima despiadada o convertirse en un tirano despiadado, porque no es consciente de su propia impotencia. Ejercer poder sobre los demás para compensar la sensación de insuficiencia que se tiene, me parece despiadado. En cambio, ejercer poder desde una vulnerabilidad, me parece bonito.
En el libro también está reflejado el eterno conflicto entre libertad y responsabilidad.
Correcto. La libertad es jodida y nos asusta más de lo que pensamos. Requiere una responsabilidad afectiva no solo con el otro, sino con nosotros mismos. Yo hablo con personas y estoy viendo que el concepto de libertad es de autoexplotación. Yo vendo mi cuerpo porque soy libre de hacerlo. Yo estoy en redes y tengo una depresión de la hostia, pero soy mi propio jefe. Pensamos que somos libres siendo nuestros propios jefes y teniendo todas las plataformas disponibles. Pero, la realidad es que si no lo consigues, eres un puto fracasado. Te sientes insuficiente para el sistema. Y a esto le llamamos libertad actualmente.
Siempre va a haber este punto mercantilista con el feminismo y las nuevas masculinidades
Lo de ser empresarios de nosotros mismos lo veo mucho con el tema de OnlyFans, que se puede relacionar perfectamente con el tema de su libro. Muchas chicas creen que se muestran porque quieren, pero en realidad lo único que hacen es repetir patrones de de género.
Parecerá muy cliché lo que voy a decir. Pero lo único que se busca es atención. Necesitas sentir que perteneces a algún lugar y que la gente te valide. Luego está la parte económica: ¿eres más libre porque así ganas más dinero? Lo entiendo: te pasas ocho horas fregando suelos pudiendo estar aquí y vender tu cuerpo por 500 euros. Necesitas el argumento de decir que eres libre y vendes tu cuerpo, pero al final es porque quieres el último bolso de Chanel. Todos consumimos muchísimo y eso nos tapa el vacío del que hablo. Todos estamos involucrados en este sistema. No digas que eres libre.
Muchas veces reivindica el poder de la vulnerabilidad. Ahora, con las nuevas masculinidades, se habla mucho de la vulnerabilidad masculina. No sé cómo lo veras usted como terapeuta: si es algo que está sucediendo de verdad o, como piensan otros, es para hacer dinero.
Ambas. Me da rabia cómo se vende: salen cursos, terapeutas: hombres que dicen que eran machistas hasta que pasó un acontecimiento relevante en sus vidas y se hicieron feministas, y me parece un horror. Un horror porque siempre va a haber este punto mercantilista con el feminismo y las nuevas masculinidades. Por otro lado, somos personas, y todos tenemos heridas, como te decía antes. Heridas que muchas veces no queremos mirar. Una vez empiezas a hacerlo y exploras esa vulnerabilidad, a ese niño interno herido, la vulnerabilidad es maravillosa, lejos de si eres hombre o mujer. Ya no tiene que ver con eso. Si has sufrido humillaciones y acoso porque eres homosexual, me parece necesario que se trabaje explicitamente lo masculino. Pero como mujer yo también tengo un lado masculino, así que vamos a hablar de la vulnerabilidad del ser humano, de esa vulnerabilidad de la que tienes que estar alerta, porque si no abusan de ti. Por eso el odio nos pone en alerta, porque nos da una sensación de falso poder. Crees que te van a atacar o a hacer daño. Entonces, si a mi me hicieron daño de pequeño, que era vulnerable, ¿me voy a poner yo vulnerable de adulto? Mira lo que me pasó. Ni de coña. Me pondré un sistema de defensa de la hostia, llámalo chantaje o manipulación, para que no me suceda más esto.
Odiamos a alguien y callamos, somos siervos. Incluso somos siervos voluntarios y callamos. Incluso cuando no hay una relación laboral de por medio somos serviles. ¿Por qué cree que sucede?
Miedo al rechazo. Es muy básico. Si dejas de ser tan servil y levantas la cabeza, puedes crear un conflicto. Por un lado, tenemos el miedo al conflicto y a que nos rechacen; por el otro, el miedo a que nos juzguen, a que nos echen, a que haya un tipo de cambio. Y no es malo, porque también necesitamos comodidad, rutina y hábitos. Pero hay que arriesgarse a desafiar los límites del otro, desafiar tus propios límites también, para tener el derecho a decir no. Nos da miedo porque nos quedamos solos y a no saber gestionar los conflictos que podemos llegar a provocar.
Todo se está adaptando a lo que nosotros queremos. Estamos perdiendo la oportunidad de conocer a otras personas con gustos y experiencias distintas
Con el coronavirus hemos pasado de la biopolítica a la tecnopolítica. Todo el mundo habla de una nueva era, pero mi impresión es que cuando esto pase, la gente va a hacer lo mismo de siempre. ¿Qué opina?
Eso no va a pasar. Está claro que hay una chinización del mundo. En tiempos de caos te puedo citar a Naomi Klein y La doctrina del shock: momentos perfectos para implantar nuevas formas de control. Estamos yendo hacia una sociedad de control y vigilancia tremenda. Y es lo que hay. Y también hacia una antinaturaleza, aislamiento y desconexión brutales. Nos estamos acostumbrando a no vernos tanto. Esto no va a seguir igual: va a evolucionar hacia un “voy a salir a la calle y si la mascarilla está así me van a multar, y no voy a poder escapar porque va a haber una cámara vigilándome”; y con los datos que tienen de los servidores sirena, más el tema del algoritmo, la manipulación de la política… estoy obsesionada con Boston Dynamics. ¿Los conoces?
No los conozco.
Hacen robótica. En el momento en que la robótica y los muñecos se junten, que está empezando a suceder, pasará como en Japón. En Japón tú vas a un hotel y hay robots. Las personas quedan para darse abrazos y cuesta ocho pavos. Yo estuve allí y era como, vale: esto va a pasar y va a ser así. Desde hace tiempo, la sociedad va hacia un lugar bastante frío y artificial.
La libertad con la tecnología es una ilusión.
Estamos perdiendo la capacidad de disentir. Ya no hay un diálogo entre dos personas y menos en las redes sociales. Todo se está adaptando a lo que nosotros queremos. Estamos perdiendo la oportunidad de conocer a otras personas con gustos y experiencias distintas para poder decir: “un momento, quizás esté equivocado”. No se van a mover nuestras creencias tanto. Nos aterra el cambio y cambiar nuestras creencias. Lo veo mucho en parejas. Estemos abiertos a que todo cambie, a que todo mute o a que todo muera. En la muerte también existe el dolor; aceptémoslo. Cuanto más nos alejemos de esto, menos querremos mirar al otro; porque muchas veces, si tú y yo nos relacionamos y hay algo que me desestabiliza, eso me permitirá amarte más a ti y a mí misma, puesto que me permitirá ver cosas de mí que no sabía. Hay un punto, como decía Kandinski, en el que el desequilibrio conduce a la creación, y no solo a la artística, sino a ver nuevas partes de ti. Tú no te vas a conocer nunca: todos tenemos montones de identidades distintas. Yo quiero amar para conocer estas identidades. Yo quiero amar para que me desestabilicen.
Adriana Royo se hizo conocida en 2018 con la publicación de su primer libro, Falos y falacias. La terapeuta y sexóloga catalana elaboró todo un manifiesto en contra del autoengaño y la paradoja narcisista de la seducción en tiempos de Instagram y de Tinder. Recientemente ha editado su segundo libro:...
Autor >
Alejandro Zambudio
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