Repaso crítico
2020: cronología de 12 meses para (no) olvidar
El año que nos deja ha estado marcado por la covid 19. Esta pandemia debería de servirnos como catarsis para un viraje hacia políticas destinadas a reducir la huella ecológica y redistribuir los beneficios de los multimillonarios
Juan Bordera 23/12/2020
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“La vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás,
pero tiene que ser vivida hacia delante”, Søren Kierkegaard.
Los traumas pueden servir a veces para golpearnos de repente y provocar una revelación, una catarsis, que nos haga cambiar. Por ejemplo –y por desgracia–, seguro que ahora entendemos mejor que cuanta más presión ejercemos sobre los ecosistemas y más especies extinguimos, más patógenos se acercan a nuestro sistema inmunitario. Así que me he propuesto hacer un breve anuario de lo que considero más significativo de este año, que probablemente no deberíamos maldecir tanto. Si no aprovechamos su potencial catártico, quizá más adelante tal vez lo añoremos. Pido disculpas por adelantado, es una selección parcial hecha por un activista climático.
En enero comenzamos en Australia con la temporada de incendios más grave jamás registrada, y ya empezábamos a oír noticias de un virus que parecía ser como aquel primer SARS o el MERS, algo que no debía preocupar al todopoderoso –y algo ingenuo– Occidente. El 31 de enero dos turistas chinos dieron positivo en Roma y las alarmas comenzaron a encenderse, pero hasta el 23 de febrero, cuando ya eran más de cien los contagiados oficiales, el gobierno italiano no movió ficha. Sin embargo, será marzo el mes que anotaremos en los cuadernos de historia por estos lares. El mes en el que se inició la verdadera pesadilla: la de las cuarentenas, los confinamientos y los miles de muertos. El mes en el que casi todos los gobiernos actuaron tarde, mal o peor. El mes de los aplausos emocionales y la irrupción de los policías de balcón. El mes en el que medio mundo estuvimos mirando una pantalla con el estómago encogido –y en parte así seguimos–. El mes que ha puesto en cuestión a la globalización. El mes en el que algunos políticos, como Boris Johnson, hablaban de inmunidad de grupo y de que, para salvar la economía, vendrían tiempos difíciles, y vinieron, tanto que él mismo –el borrego que, siguiendo las órdenes del capital de no detener la economía, abanderó la propuesta de la inmunidad de rebaño– se infectó, como muchos otros de sus compatriotas y tuvo que parar, pero ahora nos encontramos con una mutación justo en ese país. Aunque mejor no adelantemos acontecimientos, que todavía quedan meses para eso.
En abril tuvimos un hecho absolutamente histórico que pasó, lógicamente, un poco desapercibido mientras proseguía la sucesión de desastres: un tipo concreto de barril de petróleo, los contratos a futuro del West Texas, se vendió en negativo los últimos días del mes. Es decir, te llevabas el barril y unos treinta y tantos dólares en el negocio. Esto venía provocado por la caída de la demanda y la incapacidad de almacenamiento. Si quieren enterarse bien de las implicaciones, lean, lean. Este hecho, junto con los precios bajos provocados por el shock, han sido la estocada mortal al fracking –aunque nadie descarta que vuelva de entre los muertos si repuntan mucho los precios–, ese negocio ruinoso que se ha sostenido solo porque el sistema monetario es una estafa tan enorme, que vía inflación pagamos todo el mundo la cantidad de billetes que decida imprimir la Reserva Federal estadounidense para financiar sus burbujas –por ejemplo, las que emite de metano–. El fracking si algo hace bien son burbujas.
Hablando de metano, en junio –además del ascenso esperanzador de los partidos verdes en las municipales francesas–, un servidor relató en este mismo medio un hecho ocurrido en el Ártico que es para ponerse a temblar de miedo: 38º en el Ártico ruso, rompiendo todos los registros anteriores y algunas mandíbulas de boquiabiertos climatólogos. Ya saben, el típico verano en el norte de Siberia, región de sol y playa donde las haya (se rumorea que esta será su nueva campaña para atraer turismo en estos tiempos del Antropoceno). Allí el metano –ese gas cuyo potencial de calentamiento es 20 veces superior al del CO2– se libera no por la fractura de la tierra en busca de combustibles, sino directamente del permafrost. Que como los peces de hielo de un buen güisqui on the rocks, se derrite con el calorcito siberiano provocado por el derroche de esos mismos combustibles y sus emisiones.
Algunos avispados diréis, ¿y mayo qué, te lo saltas? Bueno, de mayo podemos decir –en la pieza destacada antes está detallado– que en la misma zona ocurrió el segundo mayor vertido de la historia rusa, cuando el derretimiento de esa capa de hielo llena de gases, virus y materia orgánica que es el permafrost debilitó los soportes de un tanque, derramando 20.000 toneladas de diesel al río Ambarnaya, y evidenciando que si se derrite el permafrost, hasta lo más sólido que hayamos construido será inestable. También sentimos la muerte de George Floyd y apoyamos el empujón a las reivindicaciones del Black Lives Matter.
En julio estuvimos algo más tranquilos, y con cifras más bajas de fallecidos, bajamos algo la guardia, tomamos las playas y las olas, no queriendo ver que vendría otra ola después que no nos iba a gustar tanto. En agosto, otro Borbón cumplía con la tradición familiar y se daba a la fuga después de robar a manos llenas. Ya decía Talleyrand allá por 1797: “Es costumbre real el robar, pero los Borbones exageran”. Le deseo unas felices navidades en Abu Dabi, y si ha de volver, que sea para ser juzgado por los cientos de millones en comisiones que se llevó, entre otras del petróleo saudí, y que algunos llevamos años denunciando aún a riesgo de ser sospechosos de injurias a la corona, la Corinna, y al inviolable. Al menos lo hicimos sin rapear, eso sí.
En septiembre, además del conflicto provocado por Azerbaiyán –que acabaron ganando con apoyo turco– en Armenia, la campaña presidencial en el corazón del imperio aceleraba y se vio alterada por unas declaraciones históricas y ridículas. El mismo tipo que había instado a tratar con desinfectante el virus –por cierto, negó en público que fuera para tanto cuando en privado estaba atemorizado desde febrero– declaró, en medio del incendio más grave de la historia del estado de California, respecto al cambio climático: “No creo que la ciencia sepa, realmente”. Claro, Donald, la ciencia no, pero tú seguro que sí, campeón.
Cuando llegó octubre, el efecto catarsis ya había comenzado a hacer verdadero efecto. Fue el mes en el que, tras 40 años, se enterró la constitución de Pinochet en Chile, y en Bolivia el partido de Evo volvió al poder, demostrando que de fraude nada, y que de intento de golpe de Estado, todo. Y entonces llegó noviembre. Ese mes en el que, por poco, salvamos el match point y evitamos cuatro años más de un tipo ciertamente demente a los mandos del país más poderoso del mundo. La bola en la red cayó del lado que tocaba y, aunque Biden no es ninguna maravilla, ya está dando algún paso en la dirección correcta, que es mucho más de lo que se puede esperar del magnate naranja. Esto está provocando que otros países antes escépticos, como la Rusia de Putin, muevan ficha. Desgraciadamente también hemos visto como Marruecos sigue haciendo de las suyas con uno de los pueblos más abandonados a su suerte del mundo, el saharaui.
Y por fin llegó diciembre. Un mes en el que están pasando muchas cosas:
El día 7, comenzaron a cotizar los futuros sobre el agua en Wall Street. Quizá más adelante lamentemos pero que muy mucho este fatídico día. Un día antes, The Guardian publicaba una carta, firmada por algunos de nuestros científicos más ejemplares, alertando del rumbo de colisión que lleva nuestra sociedad respecto al caos climático. Argentina dio un paso histórico en la legislación respecto al aborto, y la prohibición de este ha sido el motivo de numerosas protestas en Polonia, especialmente en este último trimestre. El Brexit parece que se acerca al escenario más duro y encima lo hace acompañado de la difusión de una mutación del virus que parece ser, si no más mortal, sí más contagiosa, lo que ha provocado que se cierre en muchos países el espacio aéreo con el Reino Unido. Y de momento, hasta aquí puedo leer.
Recapitulando: en defensa de este año que por fin acaba hay que decir que la covid se apellida 19 por algo. La asociaremos siempre a 2020, pero se originó en el año anterior. Despidamos lo mejor posible este año, apoyemos un viraje hacia políticas que por fin tengan en cuenta que el castigado medio ambiente es finito, y con el ojo puesto en reducir la huella ecológica y redistribuir la monstruosa cantidad de beneficios que están cosechando los multimillonarios en tiempos de pandemia. Hay potencial para efectuar transformaciones que ya no pueden esperar más, pero se han de cargar en las espaldas anchas de los que más tienen.
“La vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás,
pero tiene que ser vivida hacia delante”, Søren Kierkegaard.
Los traumas pueden servir a veces para golpearnos de...
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Juan Bordera
Es guionista, periodista y activista en Extinction Rebellion y València en Transició. Es coautor del libro El otoño de la civilización (Escritos Contextatarios, 2022). Desde 2023 es diputado por Compromís a las Cortes Valencianas.
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