Adelanto editorial
Ficción, ciencia y política
Prólogo a ‘Cuarto de derrota’, volumen de ensayos narrativos de Víctor Sombra
Ignacio Echevarría 10/01/2021
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Buena parte de las piezas reunidas en este volumen fueron publicadas originalmente en CTXT (Contexto y Acción), más en concreto en el marco de “El Ministerio”, como titulamos irónicamente una especie de sección o apartado cultural que desde el año 2017 el escritor Gonzalo Torné y yo venimos coordinando para esa revista. El Ministerio surgió con el propósito declarado de desmarcarse de lo que cabe entender, muy genéricamente, como periodismo cultural, ensayando fórmulas que obviaran los moldes convencionales del reseñismo, del columnismo, de la entrevista ligada a campañas de promoción, etc. También se proponía aglutinar firmas poco consabidas, voces nuevas, perspectivas inesperadas. Objetivos todos ellos demasiado ambiciosos, sin duda, para los recursos de los que disponíamos y seguimos disponiendo. Pese a lo cual, de momento al menos, continuamos perseverando en nuestro empeño, animados por los escasos pero prometedores logros obtenidos en pronto hará cuatro años, logros entre los que se cuentan, en posición bastante destacada, las colaboraciones que desde muy pronto nos brindó Víctor Sombra.
Recuerdo bien la sorpresa y la excitación que me produjo la primera de esas colaboraciones, “La librera de Erfurt”, incluida en este volumen. De pronto llegaba a nuestras manos, apenas emprendida nuestra andadura, un texto que cumplía óptimamente con muchos de los requisitos a que Gonzalo y yo aspirábamos en nuestros momentos de mayor optimismo: una pieza inclasificable, mezcla de crónica, reportaje, relato y artículo de fondo, que interpelaba al lector por sorpresa, invitándole a revisar críticamente prejuicios bien consolidados, tópicos al uso. La trayectoria profesional de una librera de la vieja RDA, en los años anteriores a la caída del Muro, era empleada por el autor para sembrar dudas razonables sobre la supuesta superioridad del modelo de distribución y consumo de libros en el Occidente capitalista en comparación con la consabida escasez y las constricciones que hacían que las librerías de la Alemania del Este exhibieran sus mostradores semivacíos. Todo ello con información de primera mano, y en un tono a la vez irónico y sereno, en absoluto concluyente.
Las siguientes entregas de Víctor Sombra para el Ministerio no decepcionaron la expectativa alentada por la primera. Al contrario, la excedieron, con planteamientos siempre insólitos y cada vez más atrevidos, tanto en su forma como en sus ideas. El lector de este libro va a tener ocasión de constatar por sí mismo la variedad de recursos que su autor pone en juego en sus sucesivas piezas, la elasticidad de su discurso, su insólita capacidad de atar cabos a veces muy alejados entre sí, de combinar registros.
Quien haya seguido la breve, discreta y en varios aspectos anómala trayectoria de Víctor Sombra como novelista sabrá ya de su afición a experimentar con los mecanismos narrativos, a barajar códigos genéricos (a partir de una indisimulada predilección por el noir y el thriller); sabrá también de la solvencia con que maneja saberes muy específicos, de su voluntad de interpelar a la conciencia del lector sin ofender nunca su inteligencia.
Pese a la autonomía de cada una de las diez piezas que componen Cuarto de derrota, concebidas todas en momentos y circunstancias distintas, con propósitos siempre diferentes, el conjunto queda lejos de ser la tradicional carpeta en que un autor reúne su más o menos heterogénea producción como articulista y conferenciante. Víctor Sombra se ha preocupado de dotarlo de una particular cohesión y consistencia, por virtud no sólo de su ordenamiento sino también de un muy intencionado envoltorio, entendiendo por tal cosa los extraños dispositivos activados a modo de prólogo y de coda final. El éxito de su operación es incontestable: el editor de Cuarto de derrota estaría en su pleno derecho si se resolviera a presentar este libro como una colección de relatos, como un ensayo o incluso como una novela, una vez asumida por parte de todos la condición problemática que desde hace ya mucho aflige a toda etiqueta genérica.
Por mi parte, la mejor forma que se me ocurre de aludir al particularísimo estatuto de este libro es echando mano de una fórmula robada a las artes plásticas y brillantemente adoptada por Luis Magrinyà para uno de sus libros: la de “instalación narrativa”. Me quedo, sobre todo, con el primer término: “instalación”. Estaría dispuesto a aceptar, sin demasiado convencimiento, que en lugar de “narrativa” se dijera que se trata de una “instalación ensayística”, fórmula bastante menos convincente, debido a la equívoca polisemia del término ensayo. Da igual. Lo relevante aquí es el juego de relaciones que se establece entre las distintas piezas, el espacio crítico que determinan, el hecho de que –como debe ocurrir toda vez que un libro reivindica su carácter unitario– los alcances de cada pieza por separado se enriquezcan y se compliquen por virtud de su pertenencia al conjunto.
En el “espacio crítico” que estas piezas conforman reconozco cuatro aspectos que lo singularizan y que, sumados, constituyen para mí no sólo el principal atractivo de este libro sino también de la trayectoria entera de su autor, que Cuarto de derrota contribuye a enriquecer de manera a mi juicio muy significativa. Los cuatro obedecen a la posición relativamente desplazada en que Víctor Sombra desarrolla su trabajo como escritor, diríase que desentendido de no pocas de las servidumbres comúnmente asociadas a esta profesión.
La marca común de cuanto escribe Sombra es su carácter de averiguaciones. No es extraño, pues, que se sienta tan atraído por los moldes de la novela negra y del relato detectivesco
El primero de estos aspectos sería el de su distancia, su lejanía respecto al medio literario español. No conozco personalmente a Sombra, y apenas sé nada acerca de su formación y de su trayectoria personal. En la nota biográfica que se daba al frente de su segunda novela (Aquiescencia, Caballo de Troya, 2012), se decía que “trabajó diez años en la venta de maquinaria de precisión en mercados de los cinco continentes antes de ser contratado por Naciones Unidas y pasar luego a prestar servicios de consultoría para una hedge fund en Suiza”, razón por la que reside en Ginebra, como se desprende claramente de muchos pasajes de este libro. Un currículo bastante inesperado para un novelista, y que vale la pena destacar para dejar clara esa posición excéntrica que señalo respecto al medio literario y los más convencionales circuitos de consagración. Excéntrica desde el punto de vista geográfico, sin duda; pero excéntrica también desde el punto de vista de la pertenencia, más o menos natural o adquirida, a ese medio.
Esta relativa excentricidad abona sin duda la libertad con que Sombra se sirve de los patrones narrativos más al uso, la particularidad de su conducta como narrador y como ensayista. Como ya he apuntado antes, Sombra problematiza las convenciones genéricas tanto como ideológicas, y de ello se derivan libros en que el lector se siente impelido a redefinir sus propios hábitos en cuanto tal. Se le abren de este modo nuevas perspectivas, en relación tanto a los asuntos abordados como a su propia condición de lector moldeado por esas mismas convenciones. La marca común de cuanto escribe Sombra es su carácter de averiguaciones, en el más amplio sentido. No es extraño, pues, que se sienta tan atraído por los moldes de la novela negra y del relato detectivesco.
Sin obviar el papel que en su conducta como narrador y como ensayista desempeña el gusto por la experimentación y por el juego, lo que mueve a Sombra a emprender sus averiguaciones suele ser un decidido propósito de movilizar la conciencia del lector como ciudadano, como partícipe más o menos activo de la polis. La dimensión política de su escritura es evidente, y en absoluto añadida, sino sustancial a sus procedimientos. Problematizar la ideología dominante conlleva problematizar los cauces discursivos en que esta se expresa y se impone. Toda escritura políticamente díscola, emancipada, es una escritura de vanguardia, por cuanto atenta contra el orden del discurso establecido y aspira a abrir en él brechas que lo transformen. Desde este punto de vista, Víctor Sombra es uno de los escritores españoles que mejor ha leído a Belén Gopegui (no por casualidad citada en varias ocasiones en este libro) y que más provecho ha sacado de su ejemplo y de su magisterio. Como ella, ha asumido que toda convención literaria es una convención ideológica, y actúa en consecuencia.
Por último, no puede dejar de subrayarse la rareza –por así llamarla– que supone la familiaridad que Víctor Sombra demuestra tener con el pensamiento y el lenguaje científicos, y la manera en que se sirve de ellos. Es este un aspecto en el que me gustaría profundizar en mejor ocasión, pues admite ser relacionado con una idea a mi juicio insuficientemente atendida: la de que el desarrollo de la novela moderna es solidario del desarrollo del discurso científico. Es más, que la emancipación, en los siglos XVI y XVII, de la prosa narrativa con respecto al verso, su hegemonía creciente como herramienta literaria, es indisociable de la paralela evolución de la prosa científica, al menos hasta el momento en que la ciencia, habiendo conquistado la suficiente autonomía, formalizó un lenguaje cada vez más alejado de la palabra.
En la coda a este libro, su autor vuelca algunas ideas muy sugerentes respecto a la dinámica entre ficción y conocimiento, y sobre todo respecto a la necesidad de integrar en un curso común distintas fuentes de información. “Hoy hablaríamos de la confluencia de ficción, ciencia y política”, escribe Sombra.
Y bien, para cuando llegue a allí, el lector de este libro se hallará en óptimas condiciones de entender de qué modo esa confluencia es posible, y por qué nos es tan necesaria. Me parece una razón más que suficiente para emprender la aventura que viene a continuación.
Buena parte de las piezas reunidas en este volumen fueron publicadas originalmente en CTXT (Contexto y Acción), más en concreto en el marco de “El Ministerio”, como titulamos irónicamente una especie de sección o apartado cultural que desde el año 2017 el escritor Gonzalo Torné y yo venimos coordinando...
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Ignacio Echevarría
Es editor, crítico literario y articulista.
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