teoría de la crisis
La izquierda española y Gramsci a los 130 años de su nacimiento
El autor nos legó esa sensibilidad por la dimensión cultural, política e ideológica de la vida social, que permite comprender cómo las clases dirigentes del capitalismo avanzado preparan su próxima ofensiva
Eddy Sánchez Iglesias 27/01/2021
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Gramsci es en buena medida un teórico de la crisis. En consecuencia, una coyuntura de crisis como la que vivimos parece el terreno abonado para un interés acrecentado por el teórico y político comunista italiano cuando se cumple el 130 aniversario de su natalicio.
Nacido el 22 de enero de 1891 en Ales, Cerdeña, Antonio Gramsci realiza aportaciones que la izquierda española debería tener en cuenta. Veamos esta idea a través del repaso de sus concepciones más conocidas.
El Bloque Histórico y el papel central de la ideología
El potencial político que tiene Gramsci pasa por el valor heurístico de sus escritos –especialmente los Quaderni del Carcere– en el estudio de la historia, que en él es una historia total. En ello juega un papel decisivo la categoría de Bloque Histórico, la cual constituye su principal aportación teórica a la concepción de la historia.
Si algo caracteriza a la izquierda española desde la Transición a hoy es la poca relevancia que otorga al papel de la ideología, importancia que nuestro autor recalca a través de la categoría de bloque histórico. Gramsci desarrolla la idea en diversos pasajes de los Quaderni del Carcere, donde escribe, por ejemplo: “La concepción del bloque histórico en el cual precisamente las fuerzas materiales son el contenido y las ideologías la forma”.
El dominio se basa en la coacción y siempre está presente, mientras la hegemonía se mueve en el terreno de la ideología, y busca asegurar el consenso
En ningún momento, niega Gramsci, la primacía de la base material, pero subraya la trascendencia del momento supraestructural y, en particular, de la ideología, sin el cual no existe el estructural, formando una unidad que expresa muy bien la categoría de bloque histórico. En consecuencia, a las supraestructuras dedicará su atención, para poner de relieve que un sistema de dominación de clase es inconcebible sin la función que juegan en la sociedad civil y en la política, las ideologías y los intelectuales.
La hegemonía, o como dominar desde el sentido común
La clase dominante necesita de los medios de la supraestructura para asegurar su dominación tanto en el ámbito de la sociedad civil como en el de la política, entrando en juego su distinción entre dominio y dirección. Así, el dominio se basa en la coacción y siempre está presente, mientras la hegemonía se mueve en el terreno de la ideología, y busca asegurar el consenso. De esta forma, si el concepto de bloque histórico es central para entender su concepción de la historia, la categoría de hegemonía lo sería para comprender su concepto de Filosofía de la praxis.
Con hegemonía se refiere al momento “de la dirección política, del consenso, en la vida y en el desarrollo de la actividad del Estado y la Sociedad civil”. Con la hegemonía la clase dominante se convierte en dirigente, es decir, logra imponer su visión del mundo, sus intereses, sus valores, en el conjunto de la sociedad y con ello reforzar su dominación.
La ideología es el principal medio para conseguir la hegemonía, es “la obra maestra política por medio de la cual una determinada clase logra presentar y hacer aceptar las condiciones de su existencia y de su desarrollo de clase como principio universal, como concepción del mundo, como religión […], abrazando así, desde las elaboraciones más depuradas hasta otras más simples, y con el objetivo de que se hagan sentido común”. La ideología proporciona por tanto “el cimiento más íntimo a la sociedad civil y de ahí al Estado”.
Añadir que la hegemonía se alcanza mediante una serie de instituciones, entre las que ocupa un lugar destacado la Iglesia, consagrando una atención especial al sistema educativo, la prensa, la cultura y lo que hoy llamamos mass media, descritos por el pensador Sardo como “fortines, trincheras, que protegen la fortaleza principal”, según el lenguaje militar que tanto utiliza. Representan un papel capital en su celebrada teorización sobre la guerra de posiciones y la de movimientos, que manejó para distinguir el planteamiento de la lucha en Occidente por contraste con Rusia.
El papel de los intelectuales como constructores del consentimiento
Conceptos como hegemonía o su particular visión que tiene del papel de la ideología, lleva a nuestro autor a señalar la particular relevancia que tienen los intelectuales, que según César Rendueles, para Gramsci no son los productores culturales o espirituales clásicos –músicos, novelistas, religiosos, filósofos, artistas– sino los grupos profesionales como ingenieros, economistas, publicistas o especialistas en la organización del trabajo.
Los intelectuales tradicionales –novelistas, poetas, filósofos– se habían convertido en elementos marginales casi decorativos que, en todo caso, acompañaban a los intelectuales orgánicos. Por eso podían verse a sí mismos como jueces imparciales independientes de las clases dominantes y pensar que su capacidad crítica estaba al servicio del conjunto de la sociedad, siendo esta ilusión de neutralidad, continúa Rendueles, un residuo histórico.
Para Gramsci los intelectuales tradicionales carecían de utilidad política en el sentido de que eran incapaces de alterar o consolidar el sentido común dominante
Así, para Gramsci los intelectuales tradicionales carecían de utilidad política en el sentido de que eran incapaces de alterar o consolidar el sentido común dominante, defendiendo que la construcción de hegemonía se producía en otros lugares, que probablemente hoy en día se encuentren en las estrategias de management y recursos humanos; o la publicidad; o las prácticas de psicologización cotidiana, las cuales constituyen un formidable dispositivo de construcción de consentimiento. Si analizamos las estrategias culturales desarrolladas por la izquierda actual en España, no nos será muy difícil apreciar el desfase que presenta con la realidad, siendo una necesidad actualizar las concepciones sobre la ideología y la cultura que tenemos desde la izquierda, dónde la herencia gramsciana nos aporta horizontes que merecen ser desarrollados.
La política se juega en la coyuntura
Hay que recalcar algo muy importante en Gramsci y que viene recogido en la expresión bloque histórico, o sea, la historicidad. Ciertamente, hay determinaciones generales, como, por ejemplo, que los seres humanos contraen relaciones de producción que se basan en la explotación. Pero, quedarse en esto es reducirse a generalidades, hay que concretar, dando prioridad al análisis de la coyuntura concreta de cada momento; y esto es lo que hace Gramsci al no limitarse con hablar de bloque histórico sino que analiza su configuración concreta, tomando diversos ejemplos, señalando cual es la clase dominante, cuales sus aliados subordinados, cuales las clases subalternas o dominadas. Así, podríamos identificar hoy en día como clase dirigente del bloque histórico a la élite financiera, cuya hegemonía se sustenta en la ideología de la clase media y el emprendimiento, capaz de generar un sentido común con el que crea un poderoso mecanismo de identificación social a través de una ideología tecnocrática, que de manera eficaz, transmite a través de conceptos como el de la modernización o digitalización.
Gramsci, al dar importancia al análisis de la coyuntura, identifica cuál es la línea de acción principal en cada momento, y esa línea se concreta en los Cuadernos de la Cárcel (1929-1937) con la expresión tomada de Lenin: “Hay que terminar con la idea del asalto para reemplazarla por la del asedio”, viraje táctico al cual la izquierda contemporánea no prestamos la atención que merece.
Gramsci y la izquierda española
Para Gramsci el fascismo no es una anomalía histórica, sino la respuesta reaccionaria con la que las clases dirigentes inician la reestructuración autoritaria de la sociedad italiana
Antonio Gramsci conoció de primera mano las democracias fallidas que, a principios del siglo XX, habían convertido Europa en un matadero y habían llevado al poder al fascismo. Sin embargo, para nuestro autor el fascismo no es una anomalía histórica, sino la respuesta reaccionaria con la que las clases dirigentes inician el proceso de reestructuración autoritaria de la sociedad italiana, donde la coerción no es la premisa principal, sino la capacidad de los grupos dominantes para generar consentimiento y persuasión, construyendo la hegemonía que permite liderar a los grupos aliados o subordinados, articulando la burguesía un bloque dominante a través del discurso nacionalista.
Dominada por una concepción idealizada del Estado y economicista en su programa, la izquierda española parecemos otorgar a la técnica administrativa y al cambio tecnológico un papel destacado en la transformación social, sin reparar en aquello que precisamente Gramsci nos legó, esa sensibilidad por la dimensión cultural, política e ideológica de la vida social, que permite comprender cómo las clases dirigentes de los países del capitalismo avanzado preparan su próxima ofensiva.
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Eddy Sánchez Iglesias es director de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM).
Gramsci es en buena medida un teórico de la crisis. En consecuencia, una coyuntura de crisis como la que vivimos parece el terreno abonado para un interés acrecentado por el teórico y político comunista italiano cuando se cumple el 130 aniversario de su natalicio.
Nacido el 22 de enero de 1891 en Ales,...
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