LA VITA NUOVA
Exilio vs. exilio
Cada vez que alguien compara el exilio de 2017 con el de 1939, muere un gatito, uno anarquista, socialista, comunista, republicano, federalista, catalanista. Y nace un león con dientes de sable. Ese bicho será, me temo, la campaña electoral cat
Guillem Martínez 28/01/2021
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1- En las Coplas a la muerte de su padre, Manrique habla, como su nombre indica, de la muerte de su padre. Pero en la vida nada es lo que parece ni, mucho menos, lo que su nombre indica. Para hablar de su padre Manrique utiliza datos y modas de cuando su abuelo, no de cuando su padre. La razón es que el abuelo, la época de los abuelos, es donde se establece la perplejidad biográfica. Y, con ella, la curiosidad, el magnetismo. Lo que explica que los abuelos, seres sobredimensionados, son importantes. Ofrecen una época –falsa, no vivida por el nieto– que, por lo que sea, el nieto utiliza para su imaginario, las interpretaciones de la vida y su sentido. La muerte de las humanidades –están, en fin, pajarito,– impide ver estos secretos. Y otros aún mayores. La primera y principal consecuencia de la muerte de las humanidades es, en definitiva, la muerte de las humanidades.
2- Hola, soy el punto 2. De vida corta, nací para explicarles que, si el autor está fino, hoy finalizará en pleno punto 1, un punto muy importante en esta historia. Por lo demás, ya me estoy muriendo. Les ruego que pasen, por tanto, al punto tres, no sin antes oír mis últimas palabras, que no son otras que las que siempre dicen los moribundos interesantes: “El tesoro está en...aaargh”.
3- En efecto, los políticos que han culminado este proceso en la cárcel o en el exilio son presos políticos y políticos exiliados. La prueba del algodón que confirma esas dos condiciones ha sido la imposibilidad de ninguna extradición a partir de los cargos, remitidos a Europa, por la Justicia. Lo que indica que los cargos eran inexportables, y solo se explican en una cultura local, antes que en ningún código legal.
La prueba de la magnitud del exilio del 39 es, precisamente, la facilidad con la que es posible raptarlo
4- El exilio es una palabra muy digna en castellano y en cat. Alude, por su frecuencia, a una tradición de compromiso ante conceptos fundamentales, iniciada con la huelga japonesa de Fernando VII y continuada, sin grandes novedades estilísticas, en los exilios de 1823, 1874, 1923 y 1939, el más numeroso, el más trascendente. Y el más efectivo. El exilio de 1939, en fin, no volvió, o volvió demasiado tarde. Por otra parte, el exilio del 39 fue una metáfora inaudita de algo tan salvaje que sufrió intentos de rapto por parte de la derecha esp. El primero, a mediados de los setenta, a partir del concepto exilio-interior, ese neologismo trilero de Laín Entralgo, que nunca jamás se produjo en la realidad intelectual de Esp. Salvo Dionisio Ridruejo, y algún anónimo –los hubo–, ningún falangista, en fin, sufrió en silencio el exilio o las almorranas. El segundo intento de rapto fue en los ochenta y a partir de la idea de que el exilio cultural tuvo contacto fluido y normalizado con la cultura del interior. No lo tuvo en absoluto. Era literalmente imposible. Era exilio del 39, esa región del Holocausto. La prueba de la magnitud del exilio del 39 es, precisamente, la facilidad con la que es posible raptarlo. Ilustra la desaparición de un sustrato cultural, de varias culturas, que no pueden defenderse, por tanto, ante el rapto. Aún hoy, por lo visto.
5- Hay aún, por cierto, otro exilio, me temo, por formular. Ya que estamos, se trata del exilio de –pongamos– 2012. Predocs, postdocs, docentes y profesionales precarios, la inteligencia huida por una decisión económica. Es decir, política. Por la desaparición del Bienestar, un cambio radical en la democracia. Se dice rápido.
Gracias al nexo de ese exilio con el del 39, se dota al procesismo de una naturaleza de la que carece
6- El exilio de 2017 no creo que se ubique en toda esta tradición de modernidad, inteligencia y progreso huido por piernas. Hablamos, al fin y al cabo, de políticos responsables del exilio de 2012. Y que, posteriormente, mintieron a su sociedad a lo largo de cualquier etapa del procés, incluso las actuales. Por todo lo alto. Hablamos de políticos que, desde su exilio, han mantenido contactos con extremas derechas europeas –en el interior, los ha habido con fascismos locales–, y han modulado, a través del fake y el esencialismo, lo que hoy es la actual derecha cat. Una derecha neoliberal, iliberal, racista, clasista, supremacista. Por definición, algo que necesita la ruptura de la unidad social antes que la ruptura política.
7- Desde el exilio de 2017 –y desde los medios que cortan el bacalao en Cat, una sociedad que vive el urdacismo a tutiplén–, se reivindica el palabro exilio. Pero también se intenta unir ese exilio al de 1939, como hicieron otras derechas en los setenta, para limpiarse. Lo que me parece una deshonestidad intelectual parecida a la que creó el concepto exilio-interior. Gracias al nexo –artificial, premeditado– de ese exilio con el del 39, se dota al procesismo de una naturaleza de la que carece. Y que facilita lo que hoy es su objetivo político. Sigue sin ser la indepe. Es, simplemente, mantenerse en el poder. Y experimentar, para ello, con una reformulación de la identidad nacional. En la línea de la Lega, u otra derecha trumpista.
8- Make América, o Cat, o las Hurdes, great again, presupone ubicar el momento en el que, cualquiera de esos entes fue grande anteriormente, y redibujarlo, dotarlo de un nuevo sentido. En los USA es la Revolución Americana, en Vox, la Reconquista, En el caso Cat, está suponiendo olvidar y neutralizar todas las tensiones históricas de sus últimos 500 años, y reducirlas a una. Y dotar a esa única tensión de componentes y estéticas que dibujan una continuidad, a través del tiempo, hasta llegar a la nueva derecha creada. Radicalmente nueva. Al eliminar la mayoría de piezas del puzzle, se fija una derecha trumpista como un objeto neutro y anclado en una tradición local, incluso –vía el pack exilio del 39– avanzada y puntera. No es así.
9- Me parece que la postura democrática ante el exilio de 2017 es abogar por cambios que posibiliten la excarcelación de presos y la vuelta de exiliados. Pasa por una –improbable– reforma profunda de la Justicia y de las policías. Pero también pasa porque –también improbable– los políticos liberados y retornados desaparezcan de la política, por su alta toxicidad, y den explicaciones. Y no en su canal de tele favorito. Y no un día o dos, sino, tal vez, toda la vida. Que hablen de lo que han prometido y no han hecho, y de lo que han hecho efectivamente, como crear una derecha excluyente y, a la vez, apropiarse del exilio del 39. Cada vez que alguien compara el exilio de 2017 con el de 1939, muere un gatito. Un gatito anarquista, socialista, comunista, trotskista, republicano, federalista, catalanista –una suma de contrarios asociados en un proyecto, algo opuesto a lo acaecido en 2017; 2017 fue la negación de todo ello y, más importante aún, sigue siéndolo–. Y nace una bestia solo parecida a un gatito: un león con dientes de sable. Ese bicho, y su inclusión en un exilio que no le corresponde, será fundamental en esta campaña electoral cat. Será, me temo, la campaña electoral cat.
Los abuelos han sido importantes en la Cat del procesismo. Han mentido mucho, o se les ha reinterpretado demasiado, diría
10- El exilio, así, a palo seco, no presupone ninguna categoría ética. Para entender el exilio de 2017, y las categorías y reinterpretaciones en las que se ha podido mover, ahí va este objet trouvé en el magnífico Aquí no hem vingut a estudiar / Aquí no hemos venido a estudiar –L’Arpa, 2020–, de Enric Juliana, un libro que habla de la necesidad, para las izquierdas, de no confundir el dogma con la realidad, lo percibido con lo estudiado, lo que parece con lo que es. Y, para el caso, el exilio de 1939 con el tocino. En la página 114, se alude brevemente –el fragmento no pertenece al cuerpo estricto del libro– a un pastelero de un pequeño pueblo de Girona, profundamente católico y cercano al carlismo. En la Guerra Civil ocultó a un par de curas y a un militar –algo meritorio–. No quería ir al frente –algo más que respetable hoy–, por lo que cuando se le pidió el ingreso al Ejército Republicano, optó por el exilio –algo en nada censurable–. Desde Francia, una cosa llevó a otra, acabó en la Zona Nacional y en la prisión de Burgos, el topos en el que Juliana reconstruye el debate intelectual más sólido y trascendente de la oposición franquista. El pastelero, por cierto, no era ningún preso, sino carcelero. Fue proveedor de la cárcel para las Ligas 1938-40. Compraba la comida, que luego sería el rancho escaso. Cuando volvió a su pueblo, lo hizo “con un uniforme falangista en la maleta”. Según cuentan en Amer, su pueblo, trajo un par de uniformes más. Uno para cada hijo, que con el tiempo serían, respectivamente, el padre y el tío de Carles Puigdemont, expresi de la Gene exiliado. El abuelo exiliado en la Guerra Civil y sus hijos uniformados vivirían, a partir de los setenta, el exilio-interior ese, y el acercamiento, desde el carlismo –una de las corrientes unificadas en el Movimiento– al catalanismo, se supone. En todo caso, el del pastelero no fue un caso aislado. El catalanismo conservador, desde 1975, vivió incorporaciones totalmente imprevisibles en 1939. Lo que no es necesariamente malo, siempre que ello no suponga una reformulación del pasado, en la que el pulpo sea animal de compañía. Siempre, en fin, que el abuelo no se incorpore al mito y lo explique.
11- El punto 13 se entiende a la luz del punto 1.
12- Nadie es culpable de su padre o de su abuelo. Ni siquiera se es culpable de otras vidas vividas en la propia biografía. En el contexto de una guerra civil se pueden establecer algunos criterios certeros para valorar las dimensiones éticas. Más cuando esa guerra es contra el fascismo. Pero la gama de grises es, sigue siendo, inaudita, incomprensible y de difícil valoración. En una no-guerra-civil la cosa es más sencilla, afortunadamente. Y puede ser descrita con mayor facilidad. O, al menos debería. El primer paso es no confundir categorías. No confundir un exilio con otro sería algo básico. No justificar abuelos que no fueron justificables todo el rato.
13- Los abuelos han sido importantes en la Cat del procesismo. Han mentido mucho, o se les ha reinterpretado demasiado, diría. Lo que se ha traducido en un relato mítico asfixiante, rampante, falso, en el que el pasado depurado coincide con el presente pretendido, más que con el pasado y el presente reales.
14- Algo normal, si cedemos la palabra a los abuelos /punto 1. Manrique lo hizo. Pero para hacer poesía, no historia o política, esos objetos solo permeables a la poesía en tramos fatídicos.
1- En las Coplas a la muerte de su padre, Manrique habla, como su nombre indica, de la muerte de su padre. Pero en la vida nada es lo que parece ni, mucho menos, lo que su nombre indica. Para hablar de su padre Manrique utiliza datos y modas de cuando su abuelo, no de cuando su padre. La...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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