Diario itinerante
En favor del populismo
Las narrativas de la extrema derecha son de terror y odio. Pero nadie parece haber logrado tejer historias alternativas desde la izquierda
Andy Robinson 10/02/2021
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Thomas Frank, autor de Qué pasó con Kansas, acuña el término coalition of the aghast (coalición de los espantados) en un nuevo artículo en Le Monde diplomatique para describir a las clases acomodadas demócratas y republicanas en Estados Unidos que se mostraban permanentemente horrorizados ante la popularidad de Trump. Ahora se reencuentran en una colectiva admiración por Joe Biden en los centros creativamente gentrificados y en las afueras arboladas de las ciudades estadounidenses. Frank comenta que incluso en su distrito de Kansas City, el más rico del estado, un inexpugnable baluarte republicano hasta hace dos días, los ejecutivos, abogados y otros profesionales con salarios de siete dígitos se declaran todos demócratas.
Frank defiende la creación de un nuevo populismo de izquierdas. E insiste en usar el término populismo. “A principios del siglo XX, los populistas en el medio oeste eran el equivalente de los socialistas en Europa”, dijo en una entrevista con la comentarista (de nombre sugerente) Krystal Ball. Eugene Debs, el líder populista de los Great Plains, de hecho, era socialista. Frank aconseja –aunque duda de que Biden le haga caso– que no se repita el error que cometió Obama al fichar a un equipo de tecnócratas con doctorados por Harvard para combatir el populismo de la derecha (entonces el Tea Party). No solo porque la percepción de una élite demócrata tecnócrata en coalición con Wall Street y Silicon Valley es uno de las armas más potentes de la derecha trumpista, sino porque no hace falta tener un doctorado de Yale o Harvard como Barack Obama para ser un político competente. La mejor metáfora de la convivencia de la falsa meritocracia demócrata y la plutocracia del siglo XXI es, tal vez, la nueva mansión de la pareja Obama –precio 11,5 millones de dólares– en Martha’s Vineyard. Para ayudarle a comprar la próxima, todos los medios en España se han peleado por entrevistar a Obama –aunque sea por email– para publicitar la edición española del nuevo libro del expresidente y así facilitar aún más los ingresos millonarios a la antigua pareja de la esperanza. (Pronto harán lo mismo con la nueva edición española del libro de Kamala Harris...).
¿Cómo se debe responder al éxito del populismo de extrema derecha en EE.UU. y en España? Por supuesto, no hay que hacer concesión alguna al racismo, los muros, ni el negacionismo. Pero no se puede permitir que sean ellos los que ataquen con más convicción a Zuckerberg, Gates o Brian Chesky (fundador de Airbnb, patrimonio 3.000 millones de dólares) y al resto de la “oligarquía tech”.
La diferencia es la historia que se cuenta. “Trump es un tipo listo. Entiende cuál es la narrativa que va a ser contagiosa”, me dijo Robert Shiller, premio Nobel de Economía que ya utiliza técnicas de epidemiología y de crítica literaria –deconstrucción de textos– para analizar la sociedad, durante una entrevista.
Resultó sorprendente oírselo decir a un catedrático de Yale en un país cuya clase intelectual y profesional –tanto demócrata como republicana– considera que Trump y sus 70 millones de votantes son, en el mejor de los casos, ignorantes. Shiller señala que Trump “escucha las historias que tienen resonancia y las reproduce”. Por supuesto, las narrativas trumpistas son de terror y odio. Pero nadie parece haber logrado tejer historias alternativas.
Esto, pese a que, en sociedades de desigualdad medieval, en las que una plutocracia global disfruta alegremente de las millonarias plusvalías de la pandemia, una narrativa clásica sobre la maldad de los ricos y la necesidad de asaltar el palacio, seguramente resultaría más contagiosa que la de los asaltantes del Capitolio.
Una narrativa de clase y rebelión cumpliría con uno de los requisitos de Schiller: “Se sabe por el análisis del folclore que las narrativas más contagiosas tienen la misma estructura que las de hace milenios, aunque las narrativas sufren más mutaciones que los virus”.
Ante la ausencia de una buena narrativa de la izquierda (los libros de los Obama y de Kamala Harris no van a servir), los gurús conservadores como Steve Bannon o el filósofo místico del bolsonarismo Olavo de Carvalho tienen el monopolio narrativo. Tejen (spin es la palabra que usa Shiller) sus historias con mucha imaginación. Son ya los únicos spin doctors que cuentan.
Es una pena porque sobra material para una narrativa contagiosa que, además, podría basarse en la realidad. Por ejemplo, los diez hombres más ricos del mundo, ya principalmente tech, cuyo patrimonio se ha incrementado en 500.000 millones de dólares durante la pandemia, según Oxfam. O los cuatro billones de dólares que se han embolsados un millar de multimillonarios a escala mundial mientras 500 millones de personas caían en la pobreza. En otros tiempos se habría tejido una historia con la estructura narrativa de un Espartaco o un David y Goliat. Pero nadie, y menos Joe Biden, parece ser capaz.
Thomas Frank, autor de Qué pasó con Kansas, acuña el término coalition of the aghast (coalición de los espantados) en un nuevo artículo en Le Monde diplomatique para describir a las clases acomodadas demócratas y...
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Andy Robinson
Es corresponsal volante de ‘La Vanguardia’ y colaborador de Ctxt desde su fundación. Además, pertenece al Consejo Editorial de este medio. Su último libro es ‘Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina’ (Arpa 2020)
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