Cultura en movimiento
Repensar Madrid como paisaje colectivo
Apuntes sobre la candidatura del eje Prado-Retiro a la lista de Patrimonio de la Humanidad
Carlos García de la Vega 2/04/2021
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Una de las cosas que aprendí cuando trabajé como asistencia técnica de una institución pública a principios de los 2000 es que los políticos que ocupan puestos de responsabilidad en cultura tienen una tendencia ciertamente morbosa a destruir lo anterior para intentar dejar ellos su impronta. Como si el siguiente no fuese a hacer lo mismo, en una especie de sísifo de la gestión cultural constante. Todo el que trabaja en este campo sabe que los programas culturales necesitan tiempo, continuidad y coherencia y que cuanto más se desarrollan, más solera, relevancia e influencia adquieren. También aprendí que esta tendencia dolorosamente creativa de los políticos de cultura no solo se da entre responsables de distinto signo político. Bajo el mismo presidente, la misma consejera, el mismo viceconsejero, todos del mismo partido, un cambio en la dirección general dio lugar a que el programa para el que yo estaba contratado desapareciera, justo cuando empezaba a ser reconocido por la ciudadanía.
Medialab-Prado surgió como proyecto durante el mandato de Álvarez del Manzano, y aunque en principio, muy acorde al espíritu de la época, era un centro en el que se pretendía trabajar la hibridación de lo digital y lo tecnológico con la creación cultural, a raíz del traslado al entorno del Paseo del Prado, sus gestores fueron escorando el perfil del centro hacia un laboratorio de lo común, hacia un punto de encuentro y participación de ciudadanos en proyectos culturales, entendidos en sentido amplio. Hay que tener en cuenta que este proyecto no se cuestionó con Gallardón. Con Ana Botella, aunque hubo negociaciones para cederlo a Telefónica tras la millonaria remodelación con dinero público, fue su propia corporación la que nombró como director al recién destituido Marcos García. Es ahora, durante el mandato de Martínez-Almeida, cuando un proyecto nacido, criado y hecho adulto bajo políticas del Partido Popular ha encontrado su casi segura defunción. Alguien tendría que haberle recordado a Andrea Levy que este proyecto siempre ha sido de los suyos, por más que Carmena no lo tocara.
Alguien tendría que haberle recordado a Andrea Levy que este proyecto siempre ha sido de los suyos, por más que Carmena no lo tocara
Del mismo modo, el proyecto de la candidatura “Paseo del Prado y el Buen Retiro, Paisaje de las Artes y las Ciencia” a la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco fue impulsado por la corporación de Ana Botella y ha sido apoyado por la Comunidad de Madrid –todos estos años en manos del PP–. Detrás de su coordinación siempre ha estado la misma persona, la miembro de honor del Comité Científico Internacional de Paisajes Culturales de Icomos ( Consejo Internacional de Monumentos y Sitios) Internacional y vicepresidenta de Icomos España, Mónica Luengo. La candidatura de Madrid, conocida como “Paisaje de la luz”, quedó pendiente de evaluación por el Comité de Patrimonio Mundial en la reunión que se iba a celebrar en 2020, pospuesta a causa de la pandemia, y se espera que durante 2021 se celebren en China las reuniones correspondientes a este año y el anterior.
Mónica Luengo comenta por teléfono que, según las normas de la Unesco, modificar algún aspecto de la candidatura presentada mientras está pendiente de dictamen del Comité está expresamente prohibido. También advierte de que, en caso de que se le concediera la distinción patrimonial, todos y cada uno de los elementos de la candidatura tendrían que ser protegidos y preservados tal cual por el Estado, como consecuencia de su inclusión en la lista.
A pesar de la incertidumbre sobre el futuro de la candidatura por la decisión de Levy y el traslado de las dependencias de Medialab a Matadero hace unos días, Luengo cuenta con mucha pasión por qué cree en esta candidatura. “Lo que ahora es el Paseo del Prado no pertenecía a la ciudad, pero los madrileños lo escogieron como lugar de ocio y recreo fuera –pero cerca– de los límites de la Villa. Era un lugar paisajístico, natural, y fue en el reinado de Felipe II cuando se realizaron ciertas intervenciones urbanísticas para incorporarlo a la ciudad”. Un siglo después, Carlos III quiso revitalizar políticamente el país haciendo alarde de avances científicos, o como diría Pablo Casado, parapetándose en la ciencia. A lo largo del Salón del Prado estableció el Real Observatorio Astronómico, el Real Jardín Botánico y, en el edificio que ahora alberga al Museo del Prado, el Real Gabinete de Historia Natural, “con una biblioteca a pie de calle”, señala Luengo, “a disposición de todos los madrileños”. Por una vez, el progreso no traía destrucción, sino una especie de jugada maestra por la que los bosques del arroyo Abroñigal –por donde ahora discurre la M-30– perdieron su condición agreste para recuperarla simbólicamente gracias a las instituciones científicas más punteras del momento.
La Convención de Patrimonio de la Unesco de 1972 define en su primer artículo el concepto de patrimonio cultural –este refleja con bastante certeza todas las características del eje Prado-Retiro–. El concepto de paisaje cultural se empieza a conceptualizar específicamente en 1992 y se incorpora a las Directrices básicas para la aplicación de la Convención (las que están actualmente en vigor son de 2005). En este desarrollo, la tercera categoría de paisaje cultural hace referencia a los paisajes culturales asociativos, en los que las comunidades dan sentido a la configuración definitiva del propio paisaje. Según Mónica Luengo, esta es la mayor baza de la candidatura, por su enfoque innovador. Con su transversalidad entre cultura institucional y asociativa, Medialab-Prado aportaba valor específico a un proyecto natural, histórico y monumental.
Marcos García perteneció, por su cargo como director de Medialab-Prado, al Consejo Cívico de la candidatura y favoreció en todo lo posible el desarrollo de la misma. De hecho, cuando el evaluador de la Unesco vino a Madrid a reunirse con todos los agentes del Consejo Cívico, la reunión se celebró en el espacio de Medialab. Según García, en la narrativa de la Milla de Oro de los Museos se pierde el elemento fundamental que vertebra el proyecto y que devolvía a la memoria colectiva el Paseo del Prado como salón de las ciencias. Parece claro que el paradigma colaborativo y acumulativo de las disciplinas científicas –siempre que no haya una lucha encarnizada por las patentes, como está ocurriendo con el tema de las vacunas contra la covid– se aleja de la visión de la cultura convertida en un catálogo de genios aislados, de artistas-estrellas pop, que sustenta en general las políticas museísticas de las grandes instituciones y la forma hegemónica de entender la historiografía del arte.
El paradigma científico, acumulativo y transversal refleja la forma de entender la cultura que ha venido trabajando Medialab-Prado a lo largo de estos últimos años. Es por ello que, para complementar a las tres instituciones museísticas más importantes del Estado y al conjunto del Parque del Retiro, la candidatura de Mónica Luengo apostaba por fijarse en la atención que la Unesco había prestado en otros sitios y paisajes culturales a las comunidades humanas que preservaban su propio patrimonio. Su reinterpretación, interesantísima, consiste en considerar que los colectivos asociativos no solo conservan el patrimonio del eje Prado-Retiro, sino que lo generan en tiempo real con la mediación de Medialab-Prado.
El paradigma científico, acumulativo y transversal refleja la forma de entender la cultura que ha venido trabajando Medialab-Prado a lo largo de estos últimos años
El exdirector de Medialab rápidamente se dio cuenta de que, si el proyecto de Luengo iba a reivindicar la Ilustración como momento clave para la consideración de Madrid como Patrimonio de la Humanidad, entre los proyectos del centro había uno que estaba en directa relación con uno de los mayores hitos del Siglo de las Luces: la Enciclopedia. Se trataba de Wikiesfera, de Patricia Horrillo.
Wikipedia democratizó el concepto de enciclopedia, no solo por su gratuidad y accesibilidad universal, sino porque cualquier usuario puede ser editor de la misma. Lejos quedan los tiempos en los que hablar de Wikipedia era caer en el tópico de los datos poco fiables. El proceso de edición se ha vuelto mucho más estricto y académico. Patricia Horrillo entendió en 2011 que el movimiento 15M debía quedar documentado antes de que la efervescencia del mismo se desvaneciera en la institucionalización política. Puso en marcha 15mpedia.org y, a pesar de que no había casi requisitos de edición, se sorprendió de que muy poca gente participaba. Creó un grupo de análisis para descubrir cuáles eran los motivos por los que la gente era reticente a aportar en entornos Wiki, y descubrió que principalmente se basaba en la autopercepción de falta de legitimidad y de sensación de autoridad. Su siguiente paso fue la transformación del grupo de análisis en grupo de trabajo, Wikiesfera, y Medialab-Prado ha sido su sede todos estos años. Allí se reunían semanalmente –en la actual configuración en Matadero no tienen hueco en el calendario– para hablar sobre Wikipedia, abordar problemas comunes, aportar soluciones y trabajar colaborativamente. Poco a poco el proyecto se fue orientando hacia la brecha de género, centrando sus esfuerzos en documentar y aportar a la memoria digital nombres de mujeres relevantes que no tenían espacio en la enciclopedia digital. En estos años han creado más de dos mil artículos, han editado más de siete mil ya existentes, tratando de eliminar el sesgo patriarcal, han subido más mil setecientas imágenes al repositorio visual y sus aportaciones han obtenido doscientas ochenta y seis millones de visitas.
Una de las herramientas de trabajo de Wikiesfera son las maratones de edición, las editatonas, en las que con un tema común, participantes e invitadas se reúnen física o virtualmente para trabajar colaborativamente en artículos relacionados. En una editatona sobre mujeres poetas invitaron a Mónica Luengo y surgió la posibilidad de colaboración con la candidatura. Del mismo modo que hay una brecha de género, existía una evidente carencia de documentación patrimonial sobre todos los elementos que se habían perdido del eje Prado-Retiro. En torno al proyecto, se creó otro grupo de trabajo que ha ido documentando toda la historia desaparecida en el perímetro del paisaje cultural. Gracias a su labor ahora está digitalmente accesible y, de alguna manera, recuperada. La actividad lúdica “Paisaje de la luz”, organizada por el Ayuntamiento y recientemente reactivada tras el destrozo que Filomena ocasionó al Retiro, propone un paseo por el paisaje cultural visitando tanto lugares conservados como, muy poéticamente, lugares perdidos que se evocan y se hacen imaginar a los paseantes.
A pesar de las ridiculizaciones de algunos concejales rasos del Partido Popular, que solo demuestran prepotencia e ignorancia, que Mónica Luengo haya encajado Medialab-Prado en un proyecto patrimonial de enfoque vanguardista, que engarza pasado, presente y futuro, y que trenza todas las manifestaciones posibles de cultura, incluida la ciencia, como una única cosa viva, habla de la pertinencia y vigencia de la misión del centro cultural. En estos tiempos de exacerbada individualidad, de megalomanía trumpista, de golpes de efecto sin recorrido intelectual, reconcilia saber que se puede trabajar colaborativamente y reimaginar una ciudad que, a pesar de mucha gente maravillosa, unos pocos se empeñan en convertir en irrespirable.
Una de las cosas que aprendí cuando trabajé como asistencia técnica de una institución pública a principios de los 2000 es que los políticos que ocupan puestos de responsabilidad en cultura tienen una tendencia ciertamente morbosa a destruir lo anterior para intentar dejar ellos su impronta. Como si el siguiente...
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Carlos García de la Vega
Carlos García de la Vega (Málaga, 1977) es gestor cultural y musicólogo. Desde siempre se ha dedicado a hacer posible que la música suceda y a repensar la forma de contar su historia. En CTXT también le interesan los temas LGTBI+ y de la gestión cultural de lo común.
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