NECESIDAD DE REFORMAS
Dos modestas proposiciones para salvar la monarquía
Como abolir la institución es casi imposible –porque no toca–, propongo suprimir la familia real y cambiar el nombre de la dinastía
Miguel Izu 14/04/2021
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Particularmente, soy republicano, por diversas razones entre las cuales se encuentra que pienso que la monarquía es una institución bastante ridícula. No obstante, a lo largo de mi vida he tenido que jurar o prometer lealtad al rey (al de entonces, Juan Carlos I) en cuatro ocasiones. Por supuesto, era por imperativo legal, porque nadie jura lealtad al rey en sus momentos de ocio y por pura afición; solo cuando la ley te lo impone como requisito para acceder a algún cargo o empleo. Como quiero ser fiel a ese cuádruple juramento (aunque sospecho que la lealtad no era recíproca, yo no he necesitado refugiarme en los Emiratos Árabes Unidos y mi contraparte sí), y como veo que la mayoría de mis conciudadanos son monárquicos, ya que votan a partidos tan monárquicos como el PSOE, haré caso omiso de mis convicciones y formularé un par de sugerencias para apuntalar la institución monárquica, que está pasando por duros momentos. Parece que a nadie se le han ocurrido todavía.
La primera. Suprimamos la familia real. La monarquía es difícil de suprimir, habría que reformar la Constitución, y ya sabemos que por diversas razones la Constitución española es irreformable. En España, las constituciones se suelen abolir en bloque, aprovechando alguna conmoción, una revolución, una guerra, o que se te muera el caudillo. Pero la familia real es fácil de abolir. La Constitución solo alude a la familia real para decir que la tiene que sostener el rey con la asignación que recibe cada año, pero no le concede ningún papel constitucional ni regula su composición. El rey sí tiene unas funciones, y la reina consorte o el consorte de la reina, y el príncipe heredero, pero el resto de la parentela del jefe del Estado resulta constitucionalmente irrelevante. Se puede prescindir de padres, hermanos, cuñados, primos, y prescindir de todos ellos solo requiere derogar o modificar un real decreto, algo que puede hacer el Gobierno en cualquier de los Consejos de Ministros que celebra semanalmente. Es el Real Decreto 1368/1987, de 6 de noviembre (modificado por Real Decreto 470/2014, de 13 de junio), que establece el Régimen de títulos, tratamientos y honores de la familia real y de los regentes. Es la única regulación que tiene la familia real. En esa norma es donde aparecen los infantes de España, y los hijos de los infantes que son grandes de España, y los condes de Barcelona (Juan de Borbón y Battemberg y María de las Mercedes de Borbón y Orleans, que tuvieron ese título vitalicio), y los mal llamados reyes “eméritos”, en realidad reyes honoríficos, Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia, y demás parientes con título de la casa real y tratamiento de alteza (la hermana y el cuñado de Juan Carlos de Borbón). Con la derogación de ese real decreto, desaparecería la familia real (infantes, “eméritos”, y demás), y desaparecería uno de los principales problemas que tiene hoy la monarquía. El rey seguiría teniendo parientes, pero como tienen parientes los presidentes de la república, o los primeros ministros, o los ministros, o los concejales de cualquier pueblo, parientes que son un asunto privado y que, de ordinario, no tienen ninguna trascendencia política. Allá ellos cuándo o dónde se vacunen, no le importa a nadie.
Se puede prescindir de padres, hermanos, cuñados, primos, y prescindir de todos ellos solo requiere derogar o modificar un real decreto
La segunda. Cambiemos de dinastía. Acabemos con los Borbones. A ver, no digo guillotinarlos, que en esta época es una cosa que queda fea, ni echar a Felipe VI de su trabajo, lo cual exigiría reforma o abolición de la Constitución, que ya hemos dicho que, de momento, no toca. Pero hagamos como sus primos, los Windsor. Antiguamente, desde Jorge I, en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda reinaba la dinastía de Hannover, a la que pertenecía la reina Victoria, que contrajo matrimonio con Alberto de Sajonia-Coburgo y Gotha. El hijo de ambos, Eduardo VII, fue el primer monarca británico de la dinastía Sajonia-Coburgo y Gotha, por eso de que eran los padres los que tradicionalmente transmitían los apellidos. Jorge V, el siguiente de la dinastía, en 1917 pensó que todo aquello sonaba demasiado alemán. Era una época en que lo alemán no estaba precisamente de moda, ya que el Reino Unido estaba en guerra con el Imperio alemán, una guerra que se llamó la Gran Guerra y, luego, I Guerra Mundial, y que produjo más o menos un millón de británicos muertos. La cosa empeoró cuando unos aviones alemanes de un modelo llamado Gotha G.IV se dedicaron a bombardear Londres. Así que Jorge V le cambió el nombre a la dinastía y la rebautizó como Windsor, tomando la denominación de una de sus residencias, el castillo de Windsor. Algo similar podría hacer ahora el rey Felipe VI. Puede sacudirse la pesada herencia de los Borbones, tanto la del Borbón y Borbón que es su padre como la de Fernando VII o Isabel II, entre otros antepasados de infausta memoria. Podría adoptar algún otro apellido, como Zarzuela, por su vivienda, o Marivent, por el palacio donde van de vacaciones, o algo más simbólico, como Democracia, o España. O hacer un guiño al feminismo y adoptar Ortiz como apellido.
En fin, no vaya a desaparecer la monarquía por falta de iniciativas, por esa costumbre tan española de ir dejando las cosas para más adelante…
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Miguel Izu es escritor, doctor en Derecho y licenciado en Ciencias Políticas y Sociología.
Particularmente, soy republicano, por diversas razones entre las cuales se encuentra que pienso que la monarquía es una institución bastante ridícula. No obstante, a lo largo de mi vida he tenido que jurar o prometer lealtad al rey (al de entonces, Juan Carlos I) en cuatro ocasiones. Por supuesto, era por...
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