Interpretación
Poseerte el personaje
Un día conocí a Toni Cantó. Hace casi veinte años. Estábamos grabando ‘Café express’. ¿Qué mueve a un actor a embarcarse en una trayectoria política que le ha hecho transitar por cuatro partidos?
Antonio de la Torre 2/04/2021
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De todas las preguntas que me han hecho a lo largo de mi carrera, hay una que –aunque suele repetirse– no deja de sorprenderme: ¿Le ha costado mucho salirse del personaje?
Supongo que tal cuestión se debe a la enorme influencia que tuvo Stanislavsky y el famoso método de interpretación, o por cómo cambió radicalmente la forma de actuar en el Hollywood de los 70, con Robert de Niro, Al Pacino, Dustin Hoffman, o Meryl Streep, por poner algunos ejemplos de actores que bucearon, y nos sumergieron con ellos, en el fascinante mundo del Actor’s Studio.
A mi entender, lo que el famoso método propone es tender un puente entre tus experiencias personales y aquellas que le ocurren al personaje, para que así el actor las pueda sentir verdadera y sinceramente y, por tanto, mostrarlas. De hecho –por ahondar en esta cuestión–, yo siempre insisto, a quien me quiere escuchar, en la obviedad de que no se puede contar lo que no se conoce. Introduzco estos argumentos para llegar a la siguiente cuestión: ¿hasta qué punto un actor puede llegar a creerse su personaje?
A lo largo de mi vida he oído una sucesión de anécdotas –aparentemente verídicas– y/o leyendas urbanas de actores que se meten en sus personajes hasta el punto de quedar atrapados por él. Aparte de las –evidentemente morbosas– de actores que –supuestamente– hicieron realmente el amor en escena, recuerdo, por ejemplo, aquella de que Bela Lugosi descansaba en un ataúd entre escena y escena; u otra que aseguraba que Daniel Day-Lewis se pasó meses postrado en una silla de ruedas para rodar Mi pie izquierdo, o cuando Robert de Niro se buscó un trabajo de taxista en Nueva York en turnos de doce horas durante meses para entender a su personaje en Taxi Driver...
Sirva esto a modo de preámbulo de lo que me ha llevado a escribir estas líneas: ¿qué mueve a un actor, a Toni Cantó, a embarcarse en una trayectoria política que le ha hecho transitar en tiempo récord por cuatro partidos políticos? ¿Por qué ese desdecirse continuamente, y, en definitiva, andar un camino que más bien parece un acto de seguir y seguir, así sin más?
Recuerdo que mi profesora, Cristina Rota, nos contó en una ocasión que un actor no podía llegar a un personaje si no entendía antes su ideología. En una película titulada El Reino, mi trabajo consistía en interpretar a un corrupto. Para preparar al personaje tuve la ocasión de verme con políticos en activo, retirados, algunos metidos en una espiral de juicios, e incluso otros que casualmente tuvieron que abandonar la política durante el proceso de producción y exhibición de la película. A todos les entendí, me trataron bien y les agradezco que compartieran conmigo su visión del mundo, su ideología. Esa era “su verdad”. La realidad es un punto de vista, suele decir mi querido amigo, el director uruguayo Álvaro Brechner. En algún caso, asistí hechizado a cómo se creían sus mentiras, a cómo el personaje les había poseído. Incluso diría que sin fisuras.
Un día conocí a Toni Cantó. Hace casi veinte años. Estábamos grabando para un par de canales autonómicos Café express, una serie que muy poca gente vio y que fue idéntico y anterior formato de la luego exitosa Cámara café. La mayoría de las vidas, como la mía, cuentan más fracasos que éxitos. Recuerdo perfectamente que Cantó apareció humilde y sensible para hacer un cameo –aclaro para quien no lo sepa: una colaboración especial gratuita de un actor consagrado o alguien muy conocido–. Al acabar, todos quisimos abrazarle en agradecimiento y nunca más le vi.
Todos tenemos una mochila en la vida –con dolores que pesan y contradicciones– con la que hay que caminar. Ignoro qué mueve a Toni Cantó a seguir, qué le trajo aquí, por qué tanto vaivén, a qué se debe esa huida hacia adelante, ese sin sentido...
Supongo que él, y sólo él, se ha dado cuenta de lo más obvio: que ya no hay vuelta atrás.
De todas las preguntas que me han hecho a lo largo de mi carrera, hay una que –aunque suele repetirse– no deja de sorprenderme: ¿Le ha costado mucho salirse del personaje?
Supongo que tal cuestión se debe a la enorme influencia que tuvo Stanislavsky y el famoso método de interpretación, o por cómo cambió...
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Antonio de la Torre
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