Contra la ofensiva neocon
Citius, altius, fortius
Para nosotras la diversidad no es un derecho. El patriarcado nos uniforma y así nos quiere. ¿No sería mucho más transformador superar la división de sexos en el deporte e ir a categorías mixtas en función de las condiciones físicas?
Mónica Oltra 6/04/2021
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A raíz de la publicación de un vídeo en el que contestaba a una pregunta parlamentaria de Vox sobre la participación de mujeres trans en competiciones deportivas –en realidad la pregunta decía “hombres que se hacen pasar por mujeres”– mi cuenta de twitter se volvió a llenar, una vez más, de descalificaciones e increpaciones que curiosamente no venían del ámbito de la extrema derecha sino de un parte del feminismo. Así es que he preferido elegir un espacio más amable para compartir alguna reflexión con los caracteres que un debate sereno y complejo requiere.
“Citius, altius, fortius”: más rápido, más alto, más fuerte, es una de las frases con la que se inauguraron los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna. Con esta frase se condensaban las cualidades exigibles para triunfar en unos Juegos dominados por hombres. En 1900 solo un 2% de participantes fueron mujeres y no fue hasta 2012 que todos los países tuvieron representantes femeninas en las Olimpiadas. En el siglo y cuarto de historia de estos Juegos se han producido muchos cambios, entre otros, la incorporación de decenas de disciplinas deportivas de lo más diversas. En muchas de estas disciplinas, ni la altura, ni la rapidez, ni la fuerza son garantía de éxito deportivo. Sin embargo, el argumento que se esgrime para excluir a las mujeres trans de las competiciones femeninas es que son más altas, fuertes y rápidas por la acción y efectos hormonales de la testosterona.
El problema de esta posición de una parte del feminismo es que a mi juicio analiza la situación sin la debida perspectiva de género o, mejor dicho, lo hace desde una perspectiva masculina porque parte de los dogmas preconcebidos por el patriarcado. Este punto de partida genera toda una serie de conclusiones que provocan un fortalecimiento del patriarcado y colocan a las mujeres en una situación de inferioridad al mismo tiempo que se niega nuestra individualidad.
Afirmaciones que quiero analizar:
– Ellos son físicamente superiores.
Hay mujeres más altas que otras mujeres y también que muchos hombres. Las hay más fuertes, menos, más flexibles o menos, más veloces que hombres y más lentas que otras mujeres. Es lo que tiene la individualidad que se expresa colectivamente como diversidad. Argumentar que los percentiles de hombres y mujeres de talla o peso son mayores en los hombres, cuando se trata de medianías, es obviar que las personas que practican deporte de élite han superado con creces las características de promedio. Ningún hombre de la medianía le ganará una carrera a una deportista de élite porque las condiciones físicas de partida son muy diferentes. Obviamente se dirá que a condiciones físicas superiores a la media ellos seguirán teniendo más masa muscular que ellas por más extraordinarias que sean. Vale. ¿Y la respuesta a esto desde el feminismo debe ser expulsar a mujeres a la sección masculina de su disciplina?, me pregunto.
Argumentar que los percentiles de talla o peso son mayores en los hombres, cuando se trata de medianías, obvia que en el deporte de élite se superan con creces las características de promedio
No pondré el ejemplo de una mujer trans, porque para quien parte de la idea, como Vox, de que son hombres que se hacen pasar por mujeres, no sería un ejemplo válido, sino que citaré a la atleta sudafricana Caster Semenya.
Una mujer nacida biológicamente mujer que desde su nacimiento produce más testosterona de la que es habitual. Esta disfunción hormonal que seguramente le impactará negativamente en su salud y en su vida, en la disciplina deportiva que practica le otorga unas condiciones físicas favorables.
Semenya ha sido expulsada de la competición femenina y si quiere competir debe hacerlo en la sección masculina. ¿Cómo encajamos esto desde el feminismo, sobre todo en aquel feminismo que basa la condición de mujer en el sexo biológico? ¿No es contradictorio? ¿Y si asumimos que no es el sexo biológico el que determina la condición de mujer sino el nivel hormonal, cómo se puede sostener que las mujeres u hombres trans, con niveles hormonales en el rango de su sexo o género sentido, siguen siendo del sexo biológico con el que nacieron? ¿A qué sección expulsamos a los hombres en estas circunstancias que generen testosterona por encima de la media y por lo tanto pueden tener ventaja sobre otros hombres en algunas disciplinas deportivas? ¿O aquellos que una disfunción en la generación de hormona de crecimiento les otorga una altura que, por ejemplo, en una disciplina como el baloncesto les da una ventaja inalcanzable para sus compañeros? ¿No es en el fondo una discriminación por razón de sexo o género que a las mujeres se las expulse de su sección y a los hombres, no? Los hombres trans, que aunque no lo parezca también existen, ¿deben competir en las secciones femeninas? Si a las mujeres se les expulsa a la sección masculina, al piso de arriba, ¿no estamos perpetuando la idea de que ellos son superiores? Si además ellos no tienen otro piso de arriba ¿Por qué pueden competir aún teniendo niveles hormonales superiores a la media? ¿Acaso la desventaja de sus compañeros no es digna de ser paliada?
De hecho, en disciplinas muy masculinizadas en origen ellos sí que se han ocupado de asegurarse unas condiciones mínimas de igualdad partiendo de las base que los hombres son diversos entre sí. Por ejemplo, en el boxeo o las artes marciales existen categorías. Tiene todo el sentido porque que un hombre de 50 kilos compita en boxeo contra uno de 100 kilos no parece equitativo. Ellos se han ocupado de poder competir sean como sean. Más altos o más bajos, más fuertes o menos.
Sin embargo, en los deportes feminizados estas categorías no se dan. En natación sincronizada no existen categorías de manera que cuando se observa a los equipos todas tienen una altura y complexión similar.
Para nosotras la diversidad no es un derecho. El patriarcado nos uniforma y así nos quiere. De una determinada altura –no demasiada, que tampoco es cuestión de ser más altas que ellos– y delgadas, pulverizando los parámetros de salud cuando se calcula el índice de masa corporal. ¿No deberíamos desde el feminismo ocuparnos de esta cuestión? ¿No deberíamos exigir categorías que no nos uniformen? Es más, ¿no sería mucho más transformador superar la división de sexos en el deporte e ir a categorías mixtas en función de las condiciones físicas? Me refiero a regular determinadas condiciones de altura, peso y condiciones físicas en las disciplinas individuales, y en las colectivas o de equipo a equipos mixtos y paritarios, igualmente teniendo en cuenta parámetros de condiciones físicas. ¿No sería más transformador y rompedor del statu quo?
En disciplinas muy masculinizadas ellos sí que se han ocupado de asegurarse unas condiciones mínimas de igualdad partiendo de las base que los hombres son diversos entre sí
De hecho, de esto sabe mucho el deporte adaptado. No es casualidad que en este ámbito se den muchos más equipos mixtos, porque se adaptan las secciones y disciplinas a las condiciones físicas de las personas con diversidad funcional. ¿Y si aplicamos estas reglas a todo el deporte? ¿Y si adaptamos para todas las personas? Porque todas tenemos capacidades diferentes, no sólo las personas con diversidad funcional. Y de paso ¿por qué no reivindicamos desde el feminismo que las pruebas olímpicas se celebren todas en un mismo evento y acabamos de una vez con las Paraolimpiadas, cuyo prefijo a estas alturas del siglo XXI duele? Unas Olimpiadas únicas e inclusivas en que las pruebas se van alternando según disciplinas y adaptaciones.
– Las mujeres se frustran cuando una mujer trans gana reiteradamente las competiciones.
Esta afirmación además de seguir perpetuando un estereotipo femenino de quejicas, volubles y con una evidente falta de tolerancia a la frustración, obvia que a lo largo de la historia ha habido deportistas con una extraordinaria condición física y destreza que han sido imbatibles y seguramente han truncado posibilidades de éxito a deportistas de su generación que, aún siendo grandes, no lo eran tanto. A Ullrich o Pantani, grandes ciclistas, les tocó en suerte compartir su generación con Induráin. Serguéi Bubka fue imbatible más de una década. Nadia Comaneci, Steffi Graf, lo fueron en sus disciplinas también. Que sería frustrante para sus rivales, nadie lo duda. Lo cierto es que ha habido muchas personas que han roto moldes, pulverizado récords y frustrado las posibilidades de éxito de otras.
Es la dialéctica de la competición basada en el triunfo, en ganar a los demás, en ser el mejor o la mejor. Quizá sería más útil desde el feminismo cuestionar la propia dialéctica que prima la competitividad, ganar, machacar y a veces humillar, y reivindicar una dialéctica que primara más la superación propia, la cooperación, el éxito colectivo frente al individual. Evidenciar la cantidad de juguetes rotos, hombre y mujeres, que ha generado esta feroz presión por ganar, esas reglas de juego fálicas que han empujado a muchas personas deportistas de élite a quebrarse el cuerpo, doparse y a la infelicidad. ¿No deberíamos cuestionar de raíz esta manera de ser los mejores? Estoy convencida de que eso sí sería verdaderamente transformador.
– La testosterona es la fuente absoluta de ventajas.
Focalizar toda ventaja deportiva en la testosterona asume sin cuestionamientos el paradigma masculino de “más veloz, más fuerte, más alto”. Con ello se obvia que existen muchas disciplinas deportivas en las que un más alto nivel de testosterona es irrelevante o incluso contraproducente. No haré yo una guerra contra el borrado de los estrógenos, pero resulta como poco perturbador que aquellas que claman contra el borrado de las mujeres lo hagan con discursos que borran los estrógenos, porque al parecer la única hormona valiosa para el éxito deportivo es la testosterona. Existen numerosos estudios sobre la influencia de las hormonas en la actividad física. Un mayor nivel de estrógenos proporciona mayor flexibilidad, por ejemplo.
No cabe duda que la flexibilidad es fundamental para el éxito en determinadas disciplinas. Pero claro, no forma parte del aforismo en latín porque en esto las mujeres somos mejores que ellos y el patriarcado otorga valor a aquello que dominan ellos. Tanto es así que si bien todas las disciplinas olímpicas masculinas tienen su equivalente en femenino siguen perviviendo disciplinas únicamente de mujeres como la gimnasia rítmica o la natación sincronizada.
Quizá sería más útil desde el feminismo cuestionar la propia dialéctica que prima la competitividad y reivindicar una dialéctica que primara más la superación propia, la cooperación
¿No sería mucho más transformador cuestionar que sigan existiendo deportes en su versión únicamente femenina? Porque de la misma manera que creo que hoy en día avanzamos más en igualdad si los hombres estudian para ser técnico de cuidados auxiliares de enfermería o atención a las personas en situación de dependencia, trasladado al deporte, opino que avanzamos más en igualdad con un hombre practicando gimnasia rítmica que con una mujer practicando halterofilia. ¿No debería el feminismo dedicarse a promover estos cambios desde el cuestionamiento de lo establecido, en vez que desde el cuestionamiento de la participación de mujeres trans en la sección que les pertenece por su identidad de género?
Con el ataque a otras mujeres se consigue que otro estereotipo patriarcal se refuerce: ellas, las de las peleas de gatas, que compiten entre iguales, se critican, son ladinas y traicioneras con las de su género. ¡Ya iremos los hombres a poner paz! Sinceramente creo que sería mucho más transformador pelear por añadir al lema “más rápido, más alto, más fuerte” otros atributos en los que nosotras dominamos: más ligera, más flexible, más ágil… Y sobre todo ser conscientes y expresar que pocos deportes se escapan al hecho de que la fortaleza mental e inteligencia determinan más el éxito que otras consideraciones físicas. No pondré ejemplos de deportistas que con condiciones físicas inmejorables fracasan por una deficiente fortaleza mental y, al contrario, más modestos en lo físico que suplen esa carencia con inteligencia.
En resumen, me parece que el movimiento feminista tiene un campo muy amplio para cuestionar el sistema patriarcal dentro del deporte. Sin embargo, también soy consciente de que una parte del feminismo institucionalizado y con altavoz ha decidido que la cuestión es señalar un chivo expiatorio. No es algo aislado. La ofensiva neoconservadora que se da a nivel global, en otros debates también estimula la guerra entre los desheredados. La dialéctica es la misma. En el plano económico, el pobre contra el más pobre, que además suele ser migrante. En el plano del feminismo, las jodidas contra las más jodidas, que son las mujeres trans.
Lo entiendo desde el parámetro de que la ofensiva neocon se está convirtiendo en hegemónica en un nivel global y el pensamiento feminista no está a salvo de esta ofensiva. Pero sí creo que deberíamos reflexionar colectivamente, compartir, debatir desde la sororidad y con un objetivo fundamental que es preguntarnos siempre: ¿esta propuesta avanza en la igualdad?
Como he expuesto, desde mi punto de vista muchas propuestas que ahora mismo se lanzan desde parte del feminismo no contribuyen a avanzar en igualdad sino que refuerzan el paradigma patriarcal y neocon. Creo que el problema es que se ha renunciado al objetivo de gran angular que ha caracterizado siempre el pensamiento de las mujeres feministas y se ha sustituido por el teleobjetivo, el objetivo del depredador que focaliza en un detalle obviando el contexto. Ahora la presa son las mujeres trans. Después, quién.
Porque no olvidemos que el teleobjetivo como renuncia a la panorámica, siempre necesitará una presa. Y me temo que seremos también mujeres. Mujeres que nos salgamos de lo que el patriarcado espera de nosotras o, mejor dicho, que nos salgamos del papel que nos tiene reservado. Hay quien contrapone a esta visión excluyente del feminismo el transfeminismo. Sinceramente creo que es seguir en la trampa del foco cerrado, porque, como digo, ahora son las mujeres trans, pero después vendrán otras exclusiones. Frente a esto creo que necesitamos recuperar otro prefijo griego, de conjunto, inclusivo, donde todas las personas, seamos como seamos, encontremos nuestro lugar en el mundo. Un panfeminismo que no deje a nadie atrás.
Post data: Mientras escribo esto pasan por delante de mi casa innumerables grupos de ciclistas como todos los domingos. Siempre son grupos de hombres. Salen con amigos o conocidos, hacen deporte y recuperan las calorías perdidas en contundentes almuerzos en bares que encuentran en la ruta.
En las raras ocasiones en que en el grupo va una mujer, también van los niños. En ese caso es una salida en familia más que una salida para hacer deporte o socializar. Cuando los veo me pregunto: ¿dónde están los niños y niñas en ese momento, quién está haciendo la comida para la vuelta o quién está limpiando o lavando lo que las jornadas laborales impidieron? Este fenómeno como tantos otros habla del desigual reparto del tiempo en nuestra sociedad.
Cierto es que no es deporte de élite ni competición, sino el deporte próximo, el que revela la relación con nuestro cuerpo, lo que ocurre al lado de casa cada día. Está tan cerca que no necesitamos teleobjetivo para verlo, ni para percibir que de esos espacios sí estamos borradas. ¿No deberíamos ocuparnos de esto?, me pregunto.
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Mónica Oltra es vicepresidenta de la Comunidad Valenciana y consejera de Igualdad y Políticas Inclusivas.
A raíz de la publicación de un vídeo en el que contestaba a una pregunta parlamentaria de Vox sobre la participación de mujeres trans en competiciones deportivas –en realidad la pregunta decía “hombres que se hacen pasar por mujeres”– mi cuenta de twitter se volvió a llenar, una vez más, de descalificaciones e...
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Mónica Oltra
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