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ÉTICA

Experimentación con animales: por qué el sistema actual es injusto y qué hacer al respecto

Es necesaria una ley que obligue a la instalación de un sistema de vigilancia en los laboratorios donde se investiga con animales

Eze Paez 19/04/2021

<p>Un perro en las instalaciones de Vivotecnia en el vídeo publicado por Cruelty Free International.</p>

Un perro en las instalaciones de Vivotecnia en el vídeo publicado por Cruelty Free International.

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La experimentación biomédica con animales vuelve a ser objeto de debate. Hace unos días la organización Cruelty Free International hizo pública una investigación encubierta en los laboratorios de Vivotecnia en Madrid. En ella documentaba prácticas rutinarias sumamente crueles hacia los animales no humanos sometidos a experimentación. Prácticas que, más allá del juicio moral que nos merezcan, son muy probablemente contrarias a la legislación europea y española en materia de bienestar animal. Centenares de activistas se movilizaron, exigiendo el cierre del laboratorio, una investigación oficial y que los animales sean acogidos por quienes puedan darles una vida feliz libre de sufrimientos hasta el fin de sus días. Exigiendo, en fin, nada más que el cumplimiento de la ley.

Sin embargo, la mayoría de quienes se concentraron frente a los laboratorios de Vivotecnia no cree que cumplir con la ley sea suficiente para justificar el actual sistema de experimentación biomédica con animales. Esto es porque dicho sistema no toma en serio los intereses en no morir, no sufrir y disfrutar de sus vidas de los animales no humanos que están sujetos a experimentación. No se trata de poner en duda que quienes llevan a cabo esos experimentos tengan una preocupación genuina por esos animales. No es necesario dudarlo. Se trata de denunciar que, pese a esa preocupación, se considera injustificadamente que el bienestar animal importa mucho menos que el humano. Se trata de denunciar la situación de dominación política, jurídica y social que sufren los animales, hallándose por entero a nuestra merced.

Tengo la convicción de que la preocupación ética por los animales se sigue necesariamente de una posición ilustrada

Quiero explicar por qué creo que, dada la situación actual, la experimentación con animales con fines biomédicos no está éticamente justificada, incluso admitiendo que a día de hoy es técnicamente imposible prescindir de modelos animales. También me gustaría hacer una propuesta política para el corto plazo. Qué hacer ahora, más allá de atender a las víctimas de Vivotecnia, y mientras no es posible alcanzar el objetivo de una sociedad donde todos, humanos y no humanos, seamos ciudadanos libres e iguales.

Tengo la convicción de que la preocupación ética por los animales se sigue necesariamente de una posición ilustrada. La misma visión del mundo de la que se sigue la defensa de la ciencia. Confianza en la capacidad de la razón para descubrir el funcionamiento de la naturaleza. Compasión universal, el compromiso de usar nuestros conocimientos para procurar la felicidad de todos los individuos, superando los prejuicios que la humanidad arrastra de épocas más oscuras.

1. Los intereses de los animales no humanos importan

Se estima que hay alrededor de 192 millones de animales sometidos a experimentación biomédica. Ello sin contar invertebrados. Es cierto que tanto su número como los daños que sufren palidecen en comparación con los billones de animales bajo explotación en la industria alimentaria (contando, aquí sí, animales marinos e invertebrados). Ciento noventa y dos millones no deja de ser, sin embargo, un número considerable. El problema ético fundamental al que debemos enfrentarnos es: ¿importan sus intereses?

Hay dos respuestas tradicionales a esta pregunta. “No, en absoluto” y “Sí, pero mucho menos que intereses humanos similares”. Estas dos respuestas asumen que la discriminación por razón de especie, el llamado “especismo”, está justificado. Esto es, que es éticamente correcto desfavorecer a un individuo por el mero hecho de no pertenecer a la especie humana. Es un hecho que tenemos actitudes especistas. Lo que debemos hacer, sin embargo, es preguntarnos si dichas actitudes están justificadas o si, por el contrario, el especismo no es más que discriminación arbitraria más, como el sexismo, el racismo, la homofobia o la transfobia.

Un argumento usual para defender el especismo es el siguiente. Los seres humanos poseen supuestamente ciertas capacidades psicológicas complejas, como la racionalidad, el lenguaje, o la autonomía, mientras que los animales no. Ello justificaría no tener en cuenta sus intereses o darles un peso menor.

Puede verse enseguida por qué este argumento no funciona. Pensemos. Algunos seres humanos tampoco poseen tales capacidades complejas. Esto es un hecho. Sin embargo, no creemos que ello les haga merecedores de menor consideración moral o política. Bien al contrario, creemos que merecen un cuidado especial y criticamos a quienes los discriminan. De hecho tenemos un término para condenar la discriminación basada en carecer de ciertas capacidades físicas o psicológicas: capacitismo. Ahora bien, entonces, so pena de contradecirnos, no podemos usar este fundamento para sostener que los animales importan menos que los humanos, o nada en absoluto.

El consenso científico es que todos los vertebrados, y algunos invertebrados, son sintientes, es decir, tienen la capacidad para tener experiencias positivas (de disfrute) y negativas (de sufrimiento)

Hay otra manera de mostrar cómo este argumento no funciona. Deliberar de forma ética quiere decir, al menos, decidir de forma razonada según el impacto positivo o negativo de nuestras acciones en los demás. Ello sugiere que desde un punto de vista ético debemos tener en cuenta a todos aquellos que puedan ser afectados de forma positiva o negativa por nuestras decisiones. Asumir un criterio más restrictivo supondría aseverar que existen individuos que no merecen ser tenidos en cuenta, aunque nuestras decisiones individuales o colectivas puedan causarles un daño o un beneficio.

Suele llamarse sintiencia a la capacidad para tener experiencias positivas (de disfrute) y negativas (de sufrimiento). Poseer sintiencia –ser un individuo sintiente– es, por lo tanto, suficiente para poder ser afectado para bien o para mal por lo que nos ocurre. Si un individuo es sintiente, importa desde un punto de vista ético. El consenso científico es que todos los vertebrados, y algunos invertebrados, son sintientes. Ello incluye a los 192 millones de animales sujetos anualmente a experimentación. No tener en cuenta sus intereses básicos, sin discriminación alguna, carece de toda justificación.

2. El actual sistema de experimentación animal es injusto

Supongamos que rechazamos el especismo y sostenemos que los intereses de los animales no humanos importan tanto como intereses humanos similares. A partir de aquí hay dos alternativas.

La primera parte de la convicción ética de que no está justificado dañar a individuos sin su consentimiento, por muy buenas que sean las consecuencias esperables en términos de progreso de la biomedicina. Así, sólo está justificado experimentar con voluntarios humanos. Nunca con seres humanos que no hayan accedido a someterse a experimentos de manera voluntaria. Nunca con animales no humanos, pues carecen de la capacidad para comprender la situación a la que deberían consentir y, por lo tanto, para prestar válidamente su consentimiento a ella. Según esta posición el actual sistema es injusto y deberíamos dejar de experimentar con animales inmediatamente.

La segunda posición admite que, dadas ciertas condiciones, algunas instancias de experimentación con individuos que no pueden prestar su consentimiento, como los animales, están justificadas. Ahora bien, se trata de un conjunto de requisitos muy exigentes que, avanzo, no se cumplen.

El primer requisito consiste en que los beneficios que se espera obtener de la experimentación compensen el sufrimiento y la muerte que se causará a los individuos sometidos no voluntariamente a esos experimentos. Ello ya descarta toda experimentación con fines triviales. Ahora bien, sería ridículo negar que muchos de los fines perseguidos en la investigación biomédica no son triviales, sino de la mayor importancia. Se trata, al fin y al cabo, de lograr que nuestras vidas sean más largas y de mayor calidad. Para determinar si estos experimentos son o no justos debe ponderarse el fin biomédico específico perseguido con los intereses no humanos en juego, a los que debe darse el mismo peso que a intereses humanos similares.

Ni siquiera admitiendo que hay condiciones en las que es permisible experimentar en individuos incapaces de prestar su consentimiento puede justificarse el sistema actual de experimentación con animales

Tratándose de animales no humanos, sin embargo, debemos cuidarnos mucho de impedir que nuestros prejuicios sesguen nuestra reflexión. Así, para comprobar si se cumple este requisito, deberíamos formularnos la siguiente pregunta. Si no fuera posible experimentar con animales para alcanzar los objetivos pretendidos y fuera técnicamente necesario hacerlo con seres humanos con capacidades cognitivas similares, ¿creeríamos que está justificado causarles esos daños contra su voluntad? Si nuestra respuesta es negativa, entonces es muy probable que no sea posible justificar éticamente los daños que los animales recibirían en caso de que los sometiéramos a experimentación.

Supongamos que ciertos experimentos con fines biomédicos cumplen con esta condición. Aún debería darse un segundo requisito para que estuvieran justificados. Estos experimentos deben existir en el marco de una práctica de experimentación biomédica que esté, a su vez, justificada. Para ello es necesario, en primer lugar, que se trate de una práctica diseñada para que, en general, los animales no humanos sean considerados beneficiarios potenciales de las investigaciones en pie de igualdad con los seres humanos. Un sistema de experimentación biomédica orientado a beneficiar exclusiva o mayoritariamente a los seres humanos es injusto. En segundo lugar, es necesario que haya una inversión adecuada en el desarrollo de métodos de experimentación alternativos. Ello es porque, incluso cuando está justificado, experimentar con un individuo sintiente es profundamente indeseable. Si es esperable que la necesidad técnica de hacerlo se reduzca o desaparezca en caso de que invirtamos recursos en investigar tales métodos alternativos, entonces es prioritario hacerlo.

Ahora bien, es un hecho que tales condiciones no se cumplen actualmente. Nuestra práctica de experimentación con animales está diseñada para favorecer principalmente a los seres humanos. Asimismo, no existen inversiones suficientes en métodos alternativos. Ni siquiera admitiendo que hay condiciones en las que es permisible experimentar en individuos incapaces de prestar su consentimiento puede justificarse el sistema actual de experimentación con animales. 

3. Qué hacer al respecto

Creo que es obligación ética de todos, incluidos los profesionales de la investigación biomédica, trabajar por la superación del actual sistema de experimentación con animales. No es razonable sostener que el avance científico deba estar libre de restricciones éticas. Sabemos demasiado sobre las limitaciones de los seres humanos, y sobre los fracasos del pasado siglo, como para ser tan ingenuos. Por supuesto, como sociedad estamos en desacuerdo sobre cuál es el modelo ideal que perseguir. Los que yo he propuesto aquí son aquellos compatibles con la convicción de que debemos extender nuestra consideración ética a todos los individuos capaces de sufrir y disfrutar de sus vidas, con independencia de su especie.

Quienes compartimos esa convicción, ¿qué podemos hacer al respecto? Hay dos peligros. Uno es que la movilización de los activistas se reduzca a lograr el cierre de Vivotecnia y el rescate de los animales usados en ese laboratorio. La injusticia es general, no específica de ese centro; y no el resultado de malas prácticas, sino del diseño del sistema. Otro es marcarse como objetivo último la sustitución de dicho sistema, pero renunciar mientras tanto a ganar posiciones dentro del mismo que permitan fortalecer la capacidad del movimiento por los derechos de los animales para cambiar nuestras instituciones.

Mientras el objetivo último no sea alcanzable es necesario identificar demandas políticas concretas actualmente realizables y en torno a las cuales sea posible organizarse. Como decía, debe tratarse de demandas que permitan avanzar posiciones: en la capacidad de fiscalización del sistema de experimentación con animales; en la reducción de los daños que se les infligen; y en la promoción de métodos alternativos de experimentación.

Quiero acabar precisamente con una propuesta tal de reclamo político concreto. La presión de los activistas ha logrado que el Ministerio de Consumo esté preparando una nueva regulación que obliga a la instalación de sistemas de videovigilancia en los mataderos. Organicémonos ahora para lograr una reforma legislativa que obligue a la instalación de un sistema similar en los laboratorios donde se experimenta con animales. Una normativa que –y ello es crucial– permita la revisión de las grabaciones por parte de las organizaciones que defienden los derechos de los animales. Logremos que las investigaciones encubiertas sean cosa del pasado y que sea la ley misma la que introduzca nuestros ojos en cada laboratorio.

La experimentación biomédica con animales vuelve a ser objeto de debate. Hace unos días la organización Cruelty Free International hizo pública una investigación encubierta en...

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Autor >

Eze Paez

Es investigador Beatriu de Pinós en el grupo Law & Philosophy de la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona).

 

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