PROCESO CONSTITUYENTE
Vosotras, el pueblo de Chile
El movimiento feminista jugó un papel central en la revuelta que estalló en octubre de 2019. Sus aprendizajes y demandas han confluido en un gran abanico de propuestas para que la futura Constitución sea feminista
Constanza Núñez Donald / Mª Eugenia R. Palop 15/05/2021
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Este 15 y 16 de mayo, el pueblo chileno acudirá a las urnas en una oportunidad histórica de redefinir el concepto de pueblo soberano: 14,7 millones de personas están llamadas a elegir una asamblea cuya misión será la de redactar una constitución que reemplace la heredada de Pinochet (1980). La composición de esta Convención Constitucional será paritaria y reservará parte de sus 155 escaños a representantes de los pueblos originarios de Chile.
Por primera vez en la historia, las mujeres tendrán la posibilidad de formar parte de un proceso constituyente en condiciones de igualdad. Un proceso que ha sido posible gracias a una demanda social que trasladó a las calles, con protestas masivas duramente reprimidas, décadas de impugnación al sistema neoliberal impuesto durante la dictadura militar.
La redacción de esta nueva constitución tiene especial interés para las feministas de todo el mundo, porque nos deja un legado de aprendizajes, perspectivas de futuro y desafíos en, al menos, tres dimensiones:
1) Las imágenes de las marchas del 8M en los últimos años en Chile y del denominado “mayo feminista” de 2018 han dado la vuelta al mundo. El tsunami del movimiento feminista chileno fue visible no solo por su enorme poder de convocatoria, sino por su capacidad de emocionar y transformarse en un símbolo de protesta global. El himno Un violador en tu camino, del colectivo Lastesis, llevó al terreno de lo performativo el clamor de muchos años de denuncia jurídica, política y social.
El movimiento feminista en Chile fue un eje central de la revuelta que estalló en octubre de 2019 y un motor para su transversalidad, porque las mujeres no solo han aportado la dimensión discursiva de impugnación, sino que han puesto sus cuerpos en la protesta social. Por la centralidad del cuerpo, las mujeres han sufrido de manera diferenciada la violencia policial (violencia sexual). Pero sus cuerpos han sido también el lugar de la autoorganización que levantó asambleas, cabildos, núcleos de resistencia y espacios de cuidados y reflexión en todo el país, sosteniendo los tejidos sociales en la revuelta.
Perfomance, impugnación y autoorganización nos confirmaron que no hay revolución sin piernas. El lema “Nunca más sin nosotras” se confirmó e hizo posible la revolución.
2) Las feministas en Chile han avanzado hacia algo que muchas veces ha sido difícil para el movimiento: vincular las demandas de redistribución con las demandas de reconocimiento. El feminismo en las calles logró articular de manera exitosa, al menos en el plano discursivo, la relación entre las aberraciones del modelo neoliberal heredado de la dictadura y las condiciones de vida de las mujeres en Chile.
La revuelta social chilena es el resultado de la confluencia de diferentes movimientos que cuestionan el modelo y aspiran a un nuevo pacto social (estudiantes, ecologistas, pensionistas). En ese magma, las feministas lograron posicionar sus demandas como una crítica integral a la precarización de la vida: no es posible desligar la lucha por los recursos (agua, energía) y por los servicios públicos (sanidad, educación) de la lucha contra la desigualdad estructural que viven las mujeres. Se cuestiona, de este modo, un sistema completo en el que confluyen la dominación económica, patriarcal, colonial y ecocida.
Como explica Yanira Zúñiga, las feministas en Chile han apostado por sustituir la narrativa totalizante del mercado “por un modelo alternativo que reconozca el valor de lo comunitario y proteja la diversidad cultural, reivindique el rol del Estado en la articulación de una sociedad más justa y permita afrontar la crisis ecológica”.
De esta manera, “los talleres ocultos del capital”, como los denomina Nancy Fraser, han marcado los ejes de crítica del movimiento feminista, permitiendo la confluencia en una demanda por un Estado social, feminista, cuidador y ecológico. Si esta estrategia prospera, quizás el lema “El neoliberalismo nace y muere en Chile, compañeras” se haga realidad.
3) La revuelta social chilena ha canalizado la crisis hacia el desarrollo de un proceso constituyente, un gran ejercicio colectivo de resiliencia política, que ha renovado las esperanzas en la capacidad transformadora del Derecho. Como indica Albert Noguera en La ideología de la soberanía, esto se produce cuando los colectivos han presentado sus reivindicaciones de dignidad y fundamentan las formas organizativas de lo colectivo como argumentos constitucionales. Todos los aprendizajes y demandas feministas han confluido en que las mujeres chilenas hayan avanzado también un gran abanico de propuestas para feminizar la Constitución: es decir, para que esta sea feminista.
Además de exigir el reconocimiento de derechos específicos para las mujeres (los derechos sexuales y reproductivos o el derecho a una vida libre de violencia), este proceso revela cómo la perspectiva feminista puede transformar la estructura económica y política a través de una nueva carta constitucional. Por ejemplo, con la inclusión del principio de paridad como una exigencia del concepto de democracia; el reconocimiento del cuidado como un principio de organización social, de corresponsabilidad social y estatal; y la atención a los bienes comunes como elementos fundamentales para el sostenimiento de la vida y la ecodependencia como criterio orientador de nuestra relación con la naturaleza.
La articulación de redes y el desarrollo de negociaciones eficaces serán centrales en el posicionamiento de la agenda feminista en la Convención Constitucional
Estos tres nodos se sitúan en un escenario especialmente complejo. Las esperanzas transformadoras del proceso constituyente chileno se tensionan en un contexto de crisis política, económica y social agudizada por la pandemia, que también ha golpeado más a las mujeres. Además, en un contexto de violaciones de derechos y persecución de la protesta, lo que obstaculiza el acompañamiento del proceso desde la organización social. Finalmente, debemos sumar los riesgos y amenazas que, en todo el mundo, enfrentan los avances del feminismo: la extrema derecha y los grupos conservadores o extremistas religiosos.
En esta situación, como alertaba recientemente Lorena Fries, directora de Corporación Humanas, es probable que algunas de las demandas elevadas por el movimiento feminista no lleguen a recogerse en la Constitución. Frente a las resistencias mencionadas, la articulación de redes y el desarrollo de negociaciones eficaces serán centrales en el posicionamiento de la agenda feminista en la Convención Constitucional y en la deliberación pública nacional. Afortunadamente, las feministas tenemos experiencia en generar alianzas y nunca hemos renunciado a la deliberación. Si las mujeres son capaces de llevar sus experiencias, vivencias y aprendizajes al debate constitucional, esas alianzas serán más fuertes que las resistencias.
Agradecemos a todas aquellas que han puesto su intelecto, sus cuerpos y sus afectos para lograr este hito histórico. A vosotras –el pueblo, las feministas– os acompañamos en el camino. En Chile tenemos que vencer al “juez que nos juzga por nacer”. Desde diferentes lugares del mundo, vamos a recoger vuestro testimonio y seguir construyendo en común.
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Constanza Núñez Donald es jurista chilena, doctoranda Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Carlos III de Madrid
Mª Eugenia R. Palop es eurodiputada y vicepresidenta de la Comisión de Derechos de las Mujeres del Parlamento Europeo
Este 15 y 16 de mayo, el pueblo chileno acudirá a las urnas en una oportunidad histórica de redefinir el concepto de pueblo soberano: 14,7 millones de personas están llamadas a elegir una asamblea cuya misión será la de redactar una constitución que reemplace la heredada de Pinochet (1980). La composición de esta...
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