Ni los duros confinamientos ni las limitaciones de movilidad que se llevan aplicando un año debido a la crisis del coronavirus han bastado para frenar la emisión de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Por el contrario, la concentración de los gases que provocan el calentamiento global volvió a marcar máximos históricos durante 2020. Y esto, para España, son noticias especialmente malas: la temperatura media en nuestro país fue 1,7ºC más alta que la registrada en tiempos preindustriales, un valor que se sitúa por encima del objetivo de 1,5ºC que marcaban los acuerdos del clima de París.

Así lo advierte el reciente informe anual que publica la Agencia Estatal de Meteorología desde hace un par de ejercicios para valorar la evolución del clima en nuestro país seis años después de que se firmara el conocido pacto internacional. El resto de resultados son tan claros como poco alentadores: 2020 fue el año más cálido en Europa y España –igualado con 2017– desde que hay registros. En la última década, los récords de días cálidos en nuestro país han sido 11 veces más frecuentes que los días fríos, y una parte sustancial del aumento registrado desde la época preindustrial, unos 1,3ºC, se ha producido en los últimos sesenta años.

Lejos de los fenómenos exóticos o abstractos, los efectos del aumento de temperatura son palpables y trágicos en el día a día de la población, tal y como reconoce el informe: según cifras del Instituto de Salud Carlos III, 1.800 personas mueren al año en España a causa del exceso de calor que se da en verano. Solo durante 2020 hubo tres olas de calor en el país, mientras que “durante los últimos 30 años, el número real de récords diarios de temperaturas altas es mucho mayor que el que cabría esperar en un clima que no se estuviese calentando, y lo contrario ocurre con el número de récords diarios de temperaturas bajas”. 

Junto a esto, explica la AEMET, “se producen episodios de lluvias torrenciales muy intensos, como el asociado a la borrasca Gloria en enero de 2020, que dejó la mayor cantidad de precipitaciones sobre el conjunto del Mediterráneo español considerando tres días seguidos”.

En el caso de Europa, las cifras recopiladas en el informe son aún más preocupantes: en 2020, la temperatura media fue 0,4 grados más alta que en 2019, un año en el que ya se había batido el récord de calor. Respecto de la época preindustrial, el continente registra un aumento de temperatura de cerca de 2,2ºC, el doble que en el resto del planeta.

En los últimos días, el Congreso de los Diputados ha aprobado definitivamente la Ley de Cambio Climático y Transición Energética diez años después de que entrara por primera vez en las Cortes. El objetivo principal es que España pueda cumplir, en el año 2050, las metas marcadas en el Acuerdo de París. Esto incluye, entre otras cosas, eliminar por completo la emisión de gases de efecto invernadero para mediados de siglo, con un objetivo intermedio en 2030 que pasa por reducir un 23% las emisiones del país respecto de las cifras de 1990.

Frente a esto, varias organizaciones sociales y climáticas han asegurando en los últimos días que España debería reducir sus emisiones un 55% –más del doble de lo que establece la norma– en el año 2030 si se quieren cumplir las metas científicas recogidas en los acuerdos internacionales. Según estas organizaciones, la tardanza y la laxitud de la nueva ley contrastan con una emergencia climática incompatible con objetivos intermedios o revisables. Sin ir más lejos, siete de los diez años más cálidos registrados en la historia de España se concentran, precisamente, en la década que ha estado empantanada la legislación climática.

En este sentido, el informe de la Agencia Estatal de Meteorología señala que, de continuar con una emisión de gases de efecto invernadero intermedia, para finales de siglo se registraría en España “un aumento de la temperatura de unos 2°C”. De la misma forma, los modelos climáticos estiman que un escenario de emisiones altas llevaría a un aumento de la temperatura de hasta 5ºC en el año 2100.