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El relato

La masacre de Gaza: el trasfondo político

Como presidente saliente al borde de la cárcel, es fácil pensar que Netanyahu apostó a que sólo un resurgimiento del conflicto latente podría devolverle el control de la situación

Miguel Álvarez-Peralta 25/05/2021

<p>Benjamin Netanyahu en una rueda de prensa junto al secretario de Defensa estadounidense en Washington. / <strong>Staff Sgt. Jack Sanders</strong></p>

Benjamin Netanyahu en una rueda de prensa junto al secretario de Defensa estadounidense en Washington. / Staff Sgt. Jack Sanders

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Charlando sobre Palestina en la Facultad, compruebo hasta qué punto, incluso entre profesores interesados, saben cuántas escuelas ha derribado Israel, pero no recuerdan cómo empezó este bombardeo hace doce días. Conocen datos de fallecidos, heridos, edificios, pero no un relato que permita entender la lógica del conflicto. La ausencia de narrativa reduce su posibilidad de posicionamiento, e impide captar el fondo político del asunto.

Preguntados por Gaza, los periodistas en ciernes se ubican, como tantos medios de información, en una cauta equidistancia. “Unos y otros tiran bombas”, “veo mal que Israel derribe el edificio de la prensa, pero entiendo que tengan que defenderse de Hamas”. Víctimas de la falta de relato, no caen en el fanatismo hooligan de Toni Cantó, pero sí se refugian en la simetría. Esta ausencia deja un campo abierto a la arabofobia y a la propaganda sionista.

La importancia del relato

¿Tanto importa saber cómo empezó la escalada? Cuando pedimos a dos niños que dejen de pelearse, por ejemplo, y ambos responden que el otro pegó primero, los adultos no solemos aceptar ese argumento. Evitamos entrar ahí por tres motivos: admitimos nuestra incapacidad para indagar y establecer ese hecho; nos negamos a aceptar que pueda haber agresividad gratuita en un niño; y en consecuencia, elegimos enseñarles que lo importante es focalizar en la solución, que adquieran habilidades para rebajar y resolver conflictos en vez de jugar a hacer de jueces. Pero una riña entre dos niños no es un conflicto internacional.

Que los medios de masas no se interesen por el origen de un conflicto favorece los intereses del polo agresor

Que los medios de masas no se interesen por el origen de un conflicto, en cambio, favorece los intereses del polo agresor. En este caso, la falta de relato es la condición de posibilidad para la estrategia de Israel: esgrimir su derecho a la legítima defensa contra los cohetes de Hamas. Establecer un origen ayuda a entender qué beneficio obtiene cada parte en el conflicto, para poder posicionarse más allá de prejuicios, o de un ingenuo “todos son lo mismo, haya paz”. Los periodistas debemos siempre preguntarnos, ¿realmente ejerce Israel su legítima defensa? Si este es el relato correcto, ¿por qué comenzó Hamas las recientes hostilidades? ¿Qué ocurrió antes y qué motivación política hay de fondo? ¿Podemos quedarnos en la versión oficial, sin contexto, sabiendo que las FF.AA. de Israel tienen un cierto historial de haber engañado al mundo con operaciones de falsa bandera, desde la histórica Operación Susannah hasta el más reciente caso de los disturbios de Metzada?

Está de moda entre los apóstoles de la corrección política criticar el uso periodístico del “relato” y ensalzar la utilización estricta de los hechos. “Dato mata relato”, dicen. Pero lo cierto es que, si esos hechos no quedan hilados por una narrativa coherente y comprensible, además de ajustada a los hechos, nos arriesgamos a descontextualizar el dato aislado. Relatar es la tarea clave del periodismo en un conflicto. Los datos no hilvanados por una trama tampoco reflejan la realidad, se pierden en el viento como cuentas de un collar roto.

Los hechos

Estos son algunos de los sucesos clave previos a la declaración de guerra de los que poco han hablado los medios españoles:

  • El pasado 23 de marzo hubo elecciones en Israel por cuarta vez en dos años. Netanyahu, que llegó por primera vez a la presidencia hace 25 años, busca mantenerse en el gobierno mientras enfrenta un juicio por crímenes de corrupción como fraude y soborno.
  • Su partido conservador de derechas perdió un 12% de escaños y casi trescientos mil votos. A sus exsocios del ultraortodoxo Shas (‘La Guarda Sefardí’) también les ha abandonado un 10% de sus votantes. Sus potenciales socios sionistas y militaristas de Kajol Lavan perdieron aún más, pese a estrenar coalición.
  • Este revés electoral provocó que Netanyahu no lograse formar gobierno dentro del plazo, que terminaba el pasado 4 de mayo. Una semana antes de que estallara la guerra.
  • El 5 de mayo, el presidente de la república encargó formar gobierno a Yair Lapid, líder del partido de oposición Hay Futuro, que se define como de centro y laicista, lo que en el arco parlamentario israelí es casi tanto como decir progresista.
  • Lapid tiene hasta el 2 de junio para formar gobierno. Netanyahu se resiste explícitamente a perder la presidencia que le protege de la posible pena de cárcel. Si Lapid no consigue la investidura, los israelíes volverán a votar por quinta vez en sólo dos años.

En este escenario, como presidente saliente al borde de la cárcel, es fácil pensar que Netanyahu apostase a que sólo un resurgimiento del conflicto latente podría devolverle el control de la situación. Efectivamente, la situación de guerra ha dificultado enormemente formar coalición contra él. Cualquier pacto de investidura que le excluya podría leerse como traición a la patria en tiempos de guerra. Ante la amenaza terrorista, el líder exige unidad y cierre de filas, en un país militarizado y ultranacionalista como Israel. Pero en el momento de la investidura no había guerra todavía, más allá de los frecuentes roces y la tensión habitual en Palestina, que nunca es poca.

Los palestinos se manifiestan frecuentemente en defensa de sus hogares porque desde hace años las leyes israelíes avalan bajo diversos supuestos el desalojo de familias palestinas y la ocupación de sus viviendas por parte de colonos, en un goteo constante que disputa el terreno calle a calle, cuadra a cuadra.

En los tres días siguientes al fracaso de la investidura, el ejército tomó el barrio de Sheik Jarrah, en Jerusalén Este, para avanzar la colonización, disolviendo brutalmente las protestas ciudadanas contra esos desahucios y acelerando los desalojos extrajudiciales de familias palestinas. Las autoridades oficialistas fueron explícitamente a provocar a los líderes vecinales de Jerusalén Este, se convocó una marcha de ultraderecha para atravesar el barrio palestino (finalmente desviada a última hora), y las intervenciones militares adquirieron un nivel de violencia insoportable en pleno mes de Ramadán palestino, justo en la víspera de la noche más sagrada, Laylat al-Qadr. La diputada demócrata estadounidense Ocasio-Cortez fue una de las voces internacionales que reaccionó de manera inmediata aquellos días, pero no fue la única.

El mismo 5 de mayo, previendo hacia donde se movían los acontecimientos, la Unión Europea condenó los desalojos para tratar de atajar a tiempo la escalada de provocaciones, y pidió a Israel que detuviera la construcción ilegal de viviendas para desconectar Jerusalén Este de la zona sagrada de Belén. El 6 de mayo continuaron las protestas de los palestinos y las provocaciones militares interrumpiendo la celebración del Ramadán.

En el diario israelí Haaretz, el periodista Nir Hasson acusaba a las autoridades israelíes de conceder aquellos días “libertad sin restricciones a la policía en las calles, donde el viernes actuaron como si los hubieran enviado para avivar las llamas, no para apagarlas”.

Ocupar Al-Aqsa, el detonante perfecto

El 7 de mayo los musulmanes estaban llamados a reunirse en la mezquita de Al-Aqsa, el tercer lugar más sagrado del mundo islámico. Celebrarían Ramadán y expresarían también su rechazo a las provocaciones, desalojos y ocupaciones en curso. Netanyahu vio aquí la oportunidad definitiva de detonar el conflicto y alterar el curso de la historia.

El ejército entró a fuego en la mezquita mientras estaba llena de miles de musulmanes provenientes de todo Israel y Cisjordania, bombardeando el interior de la mezquita con granadas y gases lacrimógenos, interrumpiendo las oraciones. Jordania, país encargado de custodiar los sitios cristianos y musulmanes en Jerusalén, describió el ataque como “una barbaridad”. Más de 205 palestinos y 17 antidisturbios israelíes resultaron heridos. La compañía Facebook bloqueó las imágenes sobre este ataque en la red Instagram, alegando que pensaron por error que Al Aqsa era un grupo terrorista.

Al día siguiente, Netanyahu, que ya ni siquiera estaba encargado de intentar formar gobierno, rechazó en un discurso televisado la posición de Naciones Unidas, afirmando su derecho a construir y ocupar donde decida, en contra del derecho internacional. Mantuvo las tropas ocupando la mezquita de Al Aqsa en una provocación sin precedentes al conjunto del mundo árabe e islámico. Al conjunto del mundo, en realidad.

El candidato Lapid, mientras negociaba contrarreloj su nuevo gobierno, aseguró que la escalada de tensión no podía ser excusa para mantener a Netanyahu en el poder

Creo no equivocarme si afirmo que tenía más miedo a la prisión que a una nueva guerra con Palestina. El candidato Lapid, mientras negociaba contrarreloj su nuevo gobierno, aseguró que la escalada de tensión no podía ser excusa para mantener a Netanyahu en el poder: “Al revés. Esta es la razón exacta por la que debe ser reemplazado cuanto antes”. Hamas, el grupo islámico radical que gobierna Gaza desde las elecciones de 2006, dio dos ultimátum a Israel: si no sacaba al ejército de la mezquita sagrada antes de 48 horas, comenzarían a lanzar cohetes. El resto es ya más conocido.

Israel mantuvo militarmente ocupada la mezquita hasta el lunes 10 por la noche, y Hamás cumplió su amenaza. La respuesta de la aviación y artillería israelí ha sido la brutal destrucción de Gaza que hemos visto durante once días, mientras Hamas lanzaba cerca de 4000 cohetes contra la famosa Cúpula de Hierro israelí. Más de 240 palestinos muertos, unos 2.000 heridos y 75.000 desplazados. La cifra oficial en Israel, que asciende a 12 fallecidos y 200 personas heridas, evidencia la previsible asimetría del conflicto, y por qué no le interesa a Palestina iniciarlo.

¿Cómo nos cuentan el conflicto?

Mientras diarios internacionales de referencia como The Guardian titulaban “La policía israelí asalta la mezquita de al-Aqsa antes de la marcha del Día de Jerusalén”, aquí nuestros medios han titulado en general con fórmulas como “enfrentamientos en la Explanada de las Mezquitas”, “violentos disturbios en la mezquita”, “choques con la policía tras el rezo”, etc. El dato sin relato, sin origen, sin dirección. El dato que desorienta. Mientras medios como BBC informaban en directo sobre los sucesos de Sheij Jarrah que estaban en el origen de las protestas, aquí eso sencillamente no constituyó noticia en el momento. Tan solo, y en contadas ocasiones, se comentó a posteriori, pero nunca en titulares, ni en televisión.

Mientras no salgamos de las versiones basadas en datos “secos”, sin mojarnos en reconstruir contexto, sin señalar estrategias políticas criminales, flaco favor haremos tanto al pueblo palestino que sigue padeciendo la ocupación y la vulneración sistemática de derechos, como al propio pueblo israelí que trata de deshacerse por las urnas de un régimen militarizado y corrupto que desde hace 25 años viene articulando una ideología nacional basada en el miedo, el apartheid y la guerra permanente.

¿Qué derecho tiene un gobierno saliente a iniciar una guerra? Si Netanyahu puede, cuando debiera abandonar ya el despacho, decretar la ocupación militar durante días de un lugar sagrado en pleno Ramadán, desoyendo las condenas internacionales. ¿Qué opciones le quedan al gobierno de Gaza para proteger los derechos de su población que están siendo vulnerados ante los ojos de todo el mundo?

Hay muchos ejemplos de prensa internacional e israelí que sí analizaron y condenaron el enroque. Louis Fishman, profesor del Brooklyn College, escribía que el genial “truco de magia” de Netanyahu había sido ocultar a los israelíes la represión de su Estado contra sus vecinos. “Pero hasta el castillo de naipes mejor construido finalmente comienza a desmoronarse, y eso es exactamente lo que está pasando. El inexpugnable Netanyahuismo, la gran obra de un maestro del ilusionismo, se está viniendo abajo”.

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Finalmente, la presión externa e interna ha hecho efecto y se ha firmado un alto el fuego, esperemos que duradero y respetado por ambas partes sin trucos. Netanyahu hizo lo posible por esquivarlo y alargar el bombardeo. Prometió “continuar por todo el tiempo que sea necesario hasta restaurar la tranquilidad de toda la ciudadanía israelí”, pero finalmente no pudo y su estrategia comenzó a derrumbarse. El propio establishment israelí le abandona en su enloquecida huida personal de la justicia. Seguiremos con atención la evolución.

Sin embargo, sorprende el contraste entre cómo en el caso de Trump la reacción mediática internacional fue unánime al condenar su intento de aferrarse al despacho oval, pero apenas hay críticas hoy al intento de Netanyahu para alargar artificialmente su mandato iniciando una guerra a sus 71 años. La presión internacional es clave en la resolución de este conflicto enquistado, pero el primer paso para que exista es que la ciudadanía del mundo esté informada más allá de la última cifra de muertos y cohetes, de la última declaración oficial. Que tenga el relato, además de los datos.

Charlando sobre Palestina en la Facultad, compruebo hasta qué punto, incluso entre profesores interesados, saben cuántas escuelas ha derribado Israel, pero no recuerdan cómo empezó este bombardeo hace doce días. Conocen datos de fallecidos, heridos, edificios, pero no un relato que permita entender la lógica del...

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Autor >

Miguel Álvarez-Peralta

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