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Para hablar de parto y nacimiento respetado en nuestro país, hay que poner el foco primero en la denuncia de la violencia obstétrica. Porque lamentablemente está más institucionalizada y normalizada en los hospitales de todo el territorio nacional que el parto respetuoso.
En los últimos tres años, he mantenido muchas conversaciones sobre partos, embarazos, nacimientos, pospartos, lactancias, y he hecho muchas veces la misma pregunta: ¿tuviste un buen parto? La respuesta suele ser, cuando no hay complicaciones dignas de mención –cesáreas de urgencia, prematuros, ingresos en neonatos, etc–, “dentro de lo que cabe, sí” o “tuve suerte con quién me atendió”. Si sigo indagando, se suele desplegar todo un abanico de malas prácticas y violencias que la Organización Mundial de la Salud denuncia y desaconseja. No es casualidad que tengamos uno de los índices de cesáreas más altos del mundo: la OMS establece el 10-15% como recomendable y, en el caso de nuestro país, nos encontramos con casi un 22% en los hospitales públicos, dato que se eleva en los privados con la práctica de los partos programados. El propio Ministerio de Sanidad establece una guía de atención sanitaria al parto normal que en muchos hospitales sirve para calzar mesas.
Las mujeres, en uno de los momentos de mayor vulnerabilidad de nuestras vidas, somos sometidas a diferentes niveles de violencia que van desde la desinformación y la negación de la toma de decisiones a vejaciones, castigos y maltrato palmario en los paritorios. La desapropiación de las mujeres de un proceso fisiológico que requiere atención y apoyo sanitario, pero no es una enfermedad, está a la orden del día en la inmensa mayoría de los hospitales del país. Hay excepciones, por supuesto, pero son sobre todo individuales de matronas que se parten el cobre y se acaban desgastando cual quijotas contra los molinos de una salud ginecológica marcada por la influencia de los “ginesauriOs”. Hay también hospitales que tienen incorporada la política y los protocolos de parto natural. Si eres afortunada y en tu ciudad hay uno de ellos –y el sistema sanitario de tu comunidad permite la elección libre de hospital donde dar a luz–, tu plan de parto será tenido en cuenta y disfrutarás de algunos privilegios (¿o eran derechos?) sobre otras mujeres de otras comunidades autónomas. Porque cuando el derecho no es de todas, se convierte en privilegio. Aparece incluso el concepto de “turismo obstétrico”, mujeres que se intentan organizar familiarmente para irse a dar a luz por la puerta de urgencias (inevitablemente te tienen que atender si llegas de parto inminente) en esos hospitales donde buscan su ansiado parto respetado. No creo que exista ninguna otra atención sanitaria en la que haya tanta variabilidad en cuanto a la calidad de la atención y al cumplimiento de estándares internacionales. Y aquí, si introducimos la mirada de género, podremos tener la respuesta al porqué.
La OMS establece el 10-15% como recomendable y, en el caso de nuestro país, nos encontramos con casi un 22% en los hospitales públicos
Cuando sigues indagando, encuentras o sospechas que muchas depresiones postparto están relacionadas con el trauma asociado al parto y que es silenciado y no atendido porque “bueno, ya pasó todo y la niña o el niño y tú estáis bien”. En muchas ocasiones, las mujeres desconocen haber sido violentadas en sus partos porque simplemente no tienen conciencia de sus derechos a ser respetadas y bien tratadas durante el nacimiento de sus hijos e hijas. Malestares físicos y emocionales en madres y bebés son tapados con medicación y falta de conexión con su origen.
Otra respuesta habitual cuando relato que tuve una cesárea humanizada, en la que pude hacer piel con piel y estar acompañada por mi pareja, es “ya, pero eso aquí no se puede” (ahora resido en otra comunidad autónoma distinta de la que nació mi hija), como si los derechos y la salud de las mujeres entendieran de geografía y prácticas culturales como la gastronomía.
A todo esto, normalmente las mujeres en general y las feministas en particular somos bastante ajenas, como si con nosotras no fuera, hasta que te pasa por el cuerpo como una apisonadora. Mención aparte merece el trabajo realizado de denuncia, información y apoyo que realiza la organización “El parto es nuestro” (EPEN), con grupos de apoyo autogestionados en muchas ciudades de España. Han realizado y siguen realizando importantes campañas de denuncias de malas praxis, vulneración de derechos y despliegue de prácticas desaconsejadas o simplemente prohibidas en muchos países de nuestro entorno.
Estas prácticas son ocultadas a las mujeres a las que se le practican y no figuran en el informe del parto –hoja clínica en el que se recogen todas las intervenciones y situaciones que ocurren durante el parto en el hospital y a la que se deberían tener acceso–. Una de estas prácticas, por poner un ejemplo actual en el que EPEN está realizando una potente campaña, es la de administrar un cóctel químico a las embarazadas que buscan la sedación, formado por haloperidol (neuroléptico muy potente utilizado para frenar un cuadro psicótico agudo) y dolantina (opiáceo utilizado para aliviar el dolor agudo). Este uso se considera una práctica obsoleta y no recomendada para el fin que se utiliza: mantener a la mujer parturienta tranquila y sin posibilidad de moverse. El movimiento libre durante el parto es una de las formas naturales de manejar el dolor y favorecer el avance del parto natural. Y lo peor de todo ello es que, en la mayoría de los casos, no se informa adecuadamente a la mujer a la que se le administra.
Otra práctica muy frecuente en las consultas de obstetricia cuando se acerca la fecha estipulada para el parto es la realización de la maniobra Hamilton: mecánico para inducir el parto por medio de la separación de las membranas que rodean al bebé del cuello uterino cuando el embarazo está a término. Esta maniobra tiene consecuencias, como todas, pero puede ser una buena opción si el embarazo se alarga más de las semanas que se consideran saludables (esto es otro aspecto sobre el que cabe mucho debate) en lugar de la inducción química. El problema es que hay hospitales donde se realiza sistemáticamente cuando se acerca la fecha probable del parto sin avisar a las mujeres ni informar de la práctica y sus riesgos. En el mejor de los casos, se les dice que les van a “dar una ayudita”, relegando a la mujer embarazada a un estatus de minoría de edad que redunda en la desapropiación del cuerpo y del proceso natural del parto.
Una buena alternativa para intentar evitar algunas de estas prácticas es realizar un plan de parto. Es un documento que el Ministerio de Sanidad reconoce con categoría de consentimiento informado y que está contemplado en la Ley 41/2002 de 14 de noviembre, que regula la autonomía del paciente. Este documento debe registrarse de manera previa en el hospital en el que se tenga previsto el parto y el personal que asista a la mujer debe estar informado del mismo. De nuevo yo tuve suerte y todas las personas que me atendieron durante mi parto dieron muestras de conocerlo, pero son múltiples los relatos de mujeres que han sido miradas con suspicacia al intentar hacerlo valer o simplemente les han negado el registro. Muchas incluso tienen la terrible sospecha de haber sido peor tratadas o ridiculizadas por haber cometido el pecado capital de querer saber más –o saber algo– que el personal sanitario.
Da la sensación de que las opciones son acudir al parto como una corderita asustada para que te saquen a la cría con el menor estropicio y daño posible, o bien tener un parto marcado por el miedo –está demostrado que el cortisol generado por el estrés paraliza el parto– y la desconfianza a ser agredida en cualquier momento mientras estás totalmente indefensa. Hay algunas pocas afortunadas que tienen la posibilidad de tener cerca un hospital con una política de parto respetado, sea este público o privado. Pero también hay mujeres que, debido a estas situaciones, deciden dar a luz en casa para garantizar que sus deseos, sus tiempos y sus derechos y los de sus bebés sean garantizados. Esto último constituye una práctica que en nuestro país puede llegar a ser penada, tanto la mujer como las matronas que la asistan, dejándolas en una inseguridad jurídica a ambas.
Si estás embarazada o planeas estarlo, mi recomendación es lee, infórmate, rodéate de mujeres que estén empoderadas en esto de parir de forma respetada, busca grupos en tu ciudad o barrio que estén conectados para defenderse/defenderte de la violencia obstétrica que tenemos tan normalizada e institucionalizada y toma las decisiones que puedas de manera previa para evitarte tener que responder que tu parto y el nacimiento de tu hijo/a dependió de la suerte.
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Cuentas que se pueden seguir para saber más:
https://www.instagram.com/elpartoesnuestro/?hl=es
https://www.instagram.com/comadronaenlaola/?hl=es
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Mamen Romero Gallego es psicóloga especialista en género.
Para hablar de parto y nacimiento respetado en nuestro país, hay que poner el foco primero en la denuncia de la violencia obstétrica. Porque lamentablemente está más institucionalizada y normalizada en los hospitales de todo el territorio nacional que el parto respetuoso.
En los últimos tres años, he...
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Mamen Romero Gallego
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