1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.347 Conseguido 91% Faltan 15.800€

En primera persona

Conversación en la estación

Crónica de la madre de un joven rockero detenido una noche en La Habana por llevar el pelo largo

Inés Casal (El Estornudo) 4/07/2021

<p>Calabozo.</p>

Calabozo.

Ichigo121212

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Es una mañana soleada de la primavera cubana de 2005. Estoy preparando el almuerzo de mi pequeño nieto, mientras no dejo de pensar en mi hijo. La noche anterior no durmió en la casa, y aunque no es común que esto suceda, comprendo que tiene edad suficiente para pasar una velada con una novia o con amigos; pero me molesta y me preocupa que no me llame. Trato de apartar de mi mente los pensamientos alarmistas, mientras me repito las palabras de mi madre: “Hija, las malas noticias vuelan”.

A pesar de la insistencia de colegas, de amigos y de familiares, que consideraban que yo tenía salud, ánimo y energía para seguir al frente de un aula, hace unos pocos meses no dudé en pedir mi jubilación, con 56 años de edad y luego de 34 de labor ininterrumpida como profesora universitaria. Para la mayoría de mis colegas lo hice para ayudar a mi hija con el cuidado de su primer hijo, y claro que fue ese el principal motivo de mi retiro de las aulas universitarias, aunque debo añadir que, en los últimos años, ya no me sentía tan bien en mi trabajo. Adoraba dar clases, me sentía feliz en mi Facultad, rodeada de queridos compañeros, de amigos entrañables, de excelentes alumnos, pero había tareas que no me agradaban tanto.

Apenas falta un poco más de un año para que logre permutar mi casa de Santos Suárez, medio reparada y ampliada, por un pequeño y cómodo apartamento de dos cuartos en pleno Vedado. Increíblemente, logré este cambio, sin tener que “dar un vuelto”, como se dice cuando tienes que pagar por salir de una casa de viga y losa, de los años treinta, en el municipio 10 de Octubre, por un apartamento en un edificio de los años cincuenta, en el municipio Plaza de la Revolución. Supongo que las estrellas se alinearon a mi favor. Lo que sí tuve que hacer fue “agradecer” a varios funcionarios de la vivienda que me ayudaron a vencer todos los obstáculos que me encontré durante el proceso.

Pero, por ahora, viajo diariamente desde Santos Suárez al Vedado, en donde vive mi hija con su esposo y sus suegros, para compartir con ellos la educación de mi primer nieto. Embarazada de su segundo hijo, que llegará en pocos meses, ella está ahora, mientras preparo el almuerzo y pienso en la ausencia de noticias sobre mi hijo, en su labor de docente universitaria.

Con el sonido del timbre del teléfono y la voz de mi hijo al otro lado, mis pensamientos negativos pasan a un segundo plano y llega la constancia de que ha pasado una noche entera en un calabozo de la Unidad Provincial de la PNR, sita en Zapata y C, apenas a dos kilómetros de donde me encuentro. La causa es demasiado pueril para ser creíble: pasaba por la esquina de 23 y G, con un pequeño grupo de amigos, de regreso del cine Chaplin, buscando la parada de la Ruta 174. Eran alrededor de las 11:00 p.m. y sus amigos y él, entretenidos en la conversación que llevaban, solo reaccionaron ante la situación que tenían ante ellos, cuando un oficial de la policía, dirigiéndose a mi hijo y a otro amigo, los únicos que tenían el pelo por debajo de la nuca, les espetó: “A ver, ustedes dos, enséñenme los carnés de identidad”.

De nada valieron las preguntas de mi hijo, de su amigo y del resto del grupo sobre la causa de la detención. Solo le dijeron: “Dale, móntense en este camión, que los vamos a pelar cuando lleguen a la estación”.

Ni a mi hijo, ni a ningún otro de los cerca de 20 jóvenes que pernoctaron esa noche en un calabozo de la Estación de la PNR de Plaza los pelaron, pero todos supieron enseguida que la causa fundamental de que estuviesen allí era precisamente que tenían el pelo demasiado largo, que vestían o se comportaban de forma “rara” o que venían de otros municipios a importunar el sueño de los vecinos de la Avenida de los Presidentes, con sus conversaciones, sus risas, sus cantos y sus guitarras. Fue el tiempo en que, en esa arteria principal del Vedado, grupos de jóvenes, de diferentes gustos, reparteros, rockeros, emos, se reunían en las tardes-noches de los fines de semana a compartir sus canciones, sus experiencias y tal vez una botella de ron, convenciéndose unos a otros de la validez de sus teorías sobre la vida.

Mi hijo fue liberado luego de que su hermana se presentara en la unidad de policía. Había llegado a la casa una hora después de la llamada telefónica y me convenció de que era mejor que ella fuera en mi lugar, ya que lo haría mucho más rápido. Yo solo le advertí: “Por favor, deja aclarado allí que voy mañana a ver al jefe de la Unidad para que me explique bien lo sucedido”. Y mi hija regresó con la promesa del Político, que fue quien la atendió, que me recibirían al otro día, en horas de la mañana.

II

Llevo ya casi dos horas sentada en el vestíbulo del edificio de la PNR del Municipio Plaza. Frente a mí está la carpeta. Durante este tiempo varios policías se han acercado y me han mirado, algunos de forma directa, otros de soslayo. Creo que se preguntarán qué hace una señora mayor allí, sentada en un banco de piedra, sola y sin aspecto de haber cometido algún delito. Desde que me ordenaron esperar a que me atiendan, he tratado de ordenar mis pensamientos y me preparo mentalmente para no ceder ante la cólera y la impotencia que me devoran por dentro.

Al fin se acerca el Político, se presenta, me dice que fue él quien atendió ayer a mi hija, trata de explicarme que no es necesario molestar al jefe de la Unidad, que todo fue ya aclarado, y que a mi hijo no lo molestarán más. “Total”, dice, “un acta de advertencia no pasa a los antecedentes penales”. Cuando comprende que no me iré de allí sin ver al jefe y que solo estoy solicitando un derecho ciudadano, algo que él mismo le prometió a mi hija que ocurriría, se retira unos minutos y regresa invitándome a seguirlo.

III

La oficina del teniente coronel Batista es amplia, clara y ventilada. Él está sentado tras un buró. Hay dos cómodos butacones, además de un sofá, en la habitación. En la oficina también se encuentra otro agente, que hace un ligero gesto cuando yo entro y doy los buenos días. Sin levantarse de su silla, el teniente coronel Batista devuelve mi saludo y me invita a sentarme. Es un hombre alto, un poco fornido, trigueño y de bigote. Aparenta tener unos 55 años.

Comienza a hablar de forma pausada, repitiendo más o menos lo mismo que había dicho antes el Político, y recalcando que mi hijo solo había sido multado por algo que “está prohibido por ley”, según el Código Penal vigente. Sin que yo pronuncie una palabra, sigue su monólogo, tratando de explicarme la responsabilidad que él tiene ante el pueblo, que se queja constantemente de “estos ciudadanos” que alteran el orden, que molestan y no dejan dormir a los vecinos, con sus gritos, risas, sus cantos, hasta horas de la madrugada.

“Ya estamos cansados de las quejas”, dice de pronto con irritación visible, “y tuvimos que dar un escarmiento. A ver si logramos que, finalmente, los que no viven en este municipio, vayan a escandalizar en los suyos”.

Me doy cuenta de que debo tener mucha paciencia para no perder la compostura ante un personaje que parece más un represor que un jefe de una Unidad Provincial de la PNR. Cuando finalmente puedo hablar, me presento y le pregunto cuál fue el delito cometido por mi hijo para que en su multa y su carta de advertencia apareciera la frase “alteración del orden público”, si él y sus amigos solamente transitaban por esa esquina, buscando la parada de una guagua para regresar a su casa. Parece sorprendido y dirige una mirada al Político, que confirma con un gesto lo que yo acabo de decir. Mira entonces al otro oficial y le pide que busquen el acta de advertencia.

IV

Ahora está visiblemente enojado, comprende que ha sido cogido en falta, pero no se da por vencido. Tiene que hacer su papel de demagogo-represor y comienza entonces a hacer alusión a un tal Decreto-Ley (dice un número) que establece que la Policía, cuando está haciendo una “redada”, puede cargar con cualquier persona que pase por el lugar. Le pregunto, extrañada, si ese decreto ampara que se hayan podido llevar detenido a mi hijo, cuando pasaba caminando por allí, solo por “tener el pelo largo”, según le dijeron, que lo hayan tenido toda una noche en un calabozo y que solo lo liberaran cuando firmó un acta en la que aparecía un delito que él no había cometido. Respira hondo, como tratando de calmarse, y me mira, por primera vez, con un poco más de interés. Su discurso cambia, trata de encontrar alguna empatía conmigo, o al menos eso me parece.

“Si usted es profesora de la Universidad”, me dice de pronto, “entonces debe conocer muy bien el decreto al que hice alusión hace un rato. Ese y otros más, porque tengo entendido que todos los profesores universitarios discuten con sus estudiantes los decretos-leyes de nuestro país”.

“Soy Profesora de Química. Supongo que son los profesores de Derecho los que tienen esa tarea con sus alumnos”, le aclaro, sin asomo de ironía.

“Ah, pues yo tenía entendido que era obligación de todos los profesores”, todavía insiste.

“Escuche”, dice de repente, y ya no hay en su rostro ni un atisbo de querer convencerme de algo, “sobre mis hombros cae una responsabilidad muy grande. No sé si usted sabe que en esta ciudad tenemos cinco tendencias delictivas en estos momentos y que nosotros tenemos la tarea de arreciar nuestros controles y nuestro trabajo policial”.

“Estas tendencias son”, prosigue sin esperar respuesta de mi parte, “los asediantes, las jineteras, los rockeros, los travestis y los rastafaris”.

Trago saliva dos o tres veces, creo que parpadeo también, busco un poco de calma para poder hablar sin que se note demasiado mi desconcierto. ¿Ha dicho “tendencias delictivas”? No puedo creerlo, y trato de encontrar las mejores palabras para seguir la conversación.

Ahora trato de parecer una ignorante confiada, que busca respuestas oficiales para dudas que, al parecer, son propias de una persona que no conoce de leyes, ni de decretos-leyes, algo que recién acabo de reconocer.

“Disculpe, por favor”, digo con la mayor calma posible, “entiendo que las dos primeras ‘tendencias’ que usted menciona lo pueden ser legalmente. Sé que el proxenetismo y la prostitución están prohibidos en nuestro país, pero ¿por qué caen en ese saco las otras tres? Ser rockero o travesti o rastafari, ¿es ilegal?”.

“Mire, compañera”, dice con convicción absoluta, “los rockeros son drogadictos y le aconsejo que si su hijo es rockero, se viste, o se comporta como tal, trate de hablar con él”.

Ahora ya no finjo ignorancia, ni trato de contener mi ira, aunque todavía me comporto decentemente. Le digo, de forma directa y clara, que mi hijo se viste, se comporta y tiene las preferencias musicales que desee, y que lo único que a mí me ha interesado siempre en su educación es que sea una persona honesta, responsable y decente.

Él también pierde un poco la compostura, habla un poco más alto, de forma enérgica y contesta mis dudas con frases cortantes: “Los travestis son inmorales, andan por la calle metiéndose con los hombres” o “los rastafaris parecen indigentes, afean la ciudad y tenemos que eliminarlos de la vía pública. Los extranjeros no pueden ver ese espectáculo”.

Una calma extraña me llena por completo. Me parece que no estoy aquí, frente a una persona tan ignorante y arrogante (dos características letales cuando van de la mano) y que es, además, un alto funcionario de la Policía Nacional Revolucionaria. Me siento como si estuviera en un teatro o en un cine, viendo una obra o una película, que tiene un guion y una trama que ya está escrita y cuyo desenlace no depende de mí. Entonces comprendo que lo más importante ya lo sé: que nunca, jamás, se podrá hacer entrar en razones a un represor que cumple las órdenes de otros represores y que, al final, no tiene ni cerebro, ni sentimientos para cuestionarse nada de lo que le indiquen hacer.

Me voy ahora con el logro de que la multa de 30 pesos se haya cancelado y con el compromiso (que un día más tarde voy a corroborar en instancias superiores) de que el acta de advertencia será anulada.

Camino de regreso a la casa de mi hija, donde me esperan la sonrisa y los mimos de mi nieto, que de seguro tranquilizarán mi agitado corazón.

------------

Este testimonio se publicó originalmente en El Estornudo.

Es una mañana soleada de la primavera cubana de 2005. Estoy preparando el almuerzo de mi pequeño nieto, mientras no dejo de pensar en mi hijo. La noche anterior no durmió en la casa, y aunque no es común...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Inés Casal (El Estornudo)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí