A bocajarro
La doble muerte
La ruptura de Messi con el Barça llega con estruendo y sorpresa. Tal vez por eso tenga un impacto igual de salvaje o mayor que el anuncio del año pasado
Felipe de Luis Manero 6/08/2021
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Lo de Messi y el Barcelona yo lo sufrí en mis carnes hace unos cuantos años. Bauticé el proceso como doble muerte. He buscado el término con denuedo en la red y no encuentro nada que se parezca a mi teoría, de modo que apartaré mi habitual modestia a un lado por una vez y me atribuiré la ocurrencia. En realidad, es bastante sencillo de entender. Hay una persona cercana a ti que está muy enferma, lleva agonizando días, está a punto de morir. El médico, que no quiere líos y cuyo salario no depende de la cantidad de buenas noticias que pueda dar al mes, te dice que no hay nada que hacer, que te vayas haciendo a la idea y que, para vivir así, pues tal vez sea lo mejor. Y tú, que otra cosa no, pero obediente ante los tipos de bata blanca eres un rato, le haces caso y comienzas a asimilar la pérdida.
Pero pasan un par de días y, ¡oh, milagro!, el enfermo comienza a remontar. No es que se haya recuperado del todo, claro, pero logra estabilizarse dentro de la gravedad y no se muere. Y tú estás contento, aliviado, aunque por poco tiempo. Porque te paras a pensarlo y concluyes que la situación, en el fondo, no ha mejorado demasiado: si el enfermo no muere hoy, morirá en una semana, un mes, el tiempo que sea, pero morirá. Y finalmente sucede, esa persona termina muriendo y tú, entre abatido y reconfortado, te das cuenta de que en realidad llevas arrastrando el duelo desde aquella primera muerte. Ahora –piensas avergonzado– ya no duele tanto.
Pero no nos pongamos melodramáticos, este invento mío de la doble muerte sirve también, por ejemplo, para el amor. Seguro que os ha pasado alguna vez: la típica relación que entra en barrena, los dos avistando el final pero sin querer dar el paso definitivo, la discusión rotunda (y salvadora) que lo destruye todo y, de repente… ¿una reconciliación? Vamos a ver, que vosotros ya habíais hecho planes, que ya sabíais qué números de la agenda tocar, que lo de estar repantigados en el sofá, solos y en ropa interior, blandiendo el mando a modo de florete, iba a ser el mejor plan de vuestro último año y quizá de vuestra vida. ¿Y ahora toca volver? Pues vale, pero que esta segunda parte no dure mucho.
La primera muerte de Messi como jugador del Barça tuvo lugar hace un año. El argentino, con ese grado de crueldad que solo puede conferir la asepsia burocrática, ondeó un burofax en señal de despedida. Al final se contentó con cumplir el sueño del grueso de los mortales, que no es otro que humillar a sus jefes y seguir cobrando –en su caso una salvajada– como si nada hubiera pasado. Siguió, pues, un poco a regañadientes, pero pronto se recompuso y volvió a partirla en el césped, demostrando que el verdadero jefe siempre sería él.
Pero algo se había quebrado. En el interior de los aficionados del Barça, seguro. La desazón por ver a su ídolo ceñudo, distante, loco por largarse de su casa, no desapareció con los primeros goles de Leo. Porque la punzada de alegría después de un golazo de libre directo, de una finta mágica o de un pase inverosímil a un hueco que nadie había visto porque simplemente no existía se desvanecía rápidamente ante la inevitable aparición de la angustia. Y la que viene después de la alegría es una angustia muy cabrona porque te recuerda que esa alegría, como bien has comprobado, se puede acabar en cualquier momento. Y esa angustia inevitablemente se transforma en agonía.
Y ese estado de agonía, como una niebla espesa e incontrolable, se instaló en el vestuario y en los despachos del Camp Nou. El problema no había acabado, ni mucho menos, tan solo se postergaba unos meses. Lo sabían sus compañeros, lo sabía la vieja directiva, lo supo la nueva. Y todo empezó a girar en torno a Messi de una manera asfixiante, el pánico había cundido: ¿qué pasará con los patrocinadores si se va?, ¿qué pasará con los títulos si se va?, ¿qué pasará con el mundo si se va?
Y al final, cuando parecía que el enfermo comenzaba a estar sano de verdad, va y se muere. Si no estaba realmente recuperado, todos lo estaban disimulando muy bien. Se nos dijo que lo del límite salarial no iba a ser un problema, que ya encontrarían la solución. Se nos dijo también que el acuerdo entre las dos partes era un hecho, casi se podía tocar, solo faltaba el plácet de La Liga. Y cuando tuvimos constancia del cuantioso rescate que el fondo CVC iba a acometer en el fútbol español, todos dimos por hecho –los amantes del salseo con cierta decepción– que Messi sería inscrito como jugador del Barça sin mayor problema. Es verdad que el comunicado del club catalán criticando el acuerdo de La Liga con el citado fondo olía un poco raro, pero nada hacía prever este desenlace.
Así que esta segunda muerte llega con estruendo y sorpresa. Tal vez por eso tenga un impacto igual de salvaje o mayor que la primera, no lo sé. Pero creo que ahora todos podrán respirar tranquilos, empezando, naturalmente, por el Barça. Esa constante y angustiosa incertidumbre (¿se irá, no se irá?) estaba resultando insoportable. La presión por encontrar dinero donde no lo hay, además, amenazaba con llevarse por delante al mismísimo Joan Laporta, para muchos el garante mayor de la continuidad vitalicia de Leo. Ahora, la entidad blaugrana tiene ante sí la oportunidad de demostrar a todos que, además de ser más que un club, es también más que un jugador, aunque este sea el mejor del planeta.
Pienso que también será lo mejor para el propio Messi, atrapado en un bucle de difícil salida: daba la sensación de que cuanto más pedía, menos podían darle. Incluso es posible que alguno de sus compañeros –me fijo en Griezmann– pueda experimentar cierta liberación con su marcha. Por lo pronto, igual ya no hace falta que nadie se marche para cuadrar los números.
¿Y nosotros? Aquí hemos sido unos privilegiados, lo hemos disfrutado, lo hemos exprimido, qué bien lo hemos pasado. Ya habrá tiempo para elegías, las merece todas. También para analizar si el Barça debió esforzarse más o no en retener a su estrella o para leer entre líneas en ese magro comunicado de despedida. Pero ya está, se acabó. Ha llegado la hora de constatar si el mundo sigue girando sin Leo Messi. Yo creo que sí, pero no estoy seguro.
P.D: En el momento de terminar este artículo ningún jugador del Barça se ha pronunciado sobre la marcha de Messi. Leo en algunos digitales que eso es un motivo para mantener la esperanza. No descarto que todo esto sea un órdago del club catalán a La Liga y que esta segunda muerte no sea la definitiva. Veremos.
Lo de Messi y el Barcelona yo lo sufrí en mis carnes hace unos cuantos años. Bauticé el proceso como doble muerte. He buscado el término con denuedo en la red y no encuentro nada que se parezca a mi teoría, de modo que apartaré mi habitual modestia a un lado por una vez y me atribuiré la ocurrencia. En realidad,...
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Felipe de Luis Manero
Es periodista, especializado en deportes.
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