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En primera persona

Ellos vienen con la muerte. Nosotras respondemos con la vida

Instantes de la Caravana Abriendo Fronteras 2021

María González Reyes 9/08/2021

<p>Una mujer migrante habla en uno de los actos en Canarias.</p>

Una mujer migrante habla en uno de los actos en Canarias.

Caravana Abriendo Fronteras

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I

Camiseta rosa y pañuelo mostaza en la cabeza. En cada oreja un pendiente con la forma de África que cuelga sin llegarle a los hombros.

Habla en francés, pero arranca aplausos como si toda la gente que la escucha comprendiera.

“Nada nos impedirá ser libres. No tenemos miedo. No tenemos miedo. No tenemos miedo. No tenemos miedo”.

Detrás de ella hay una pancarta que dice: “Ningún ser humano es ilegal”.

II

Suena música en directo.

La plaza de la Isleta en Las Palmas comienza a llenarse de reencuentros de gente de distintos territorios.

Un hombre de sudadera amarilla tiene las manos colocadas sobre la barandilla en la parte más alta de la plaza. Observa la escena desde arriba.

Decenas de personas se han juntado en Canarias para abrir fronteras.

III

Un chico cuenta su viaje.

Sin comida. Sin bebida. Sin gasolina. Sin rumbo.

Alguien traduce.

¿En qué parte del fondo del mar están las personas que no llegaron?

Otra pancarta dice: “Canarias ni cárcel ni tumba”.

IV

Café. Madera. Peces. Coltán. Las mercancías tienen rutas más seguras para atravesar las fronteras que las personas que vienen de esos mismos lugares.

Tener un precio te permite moverte por el mundo con más libertad.

V

Se van leyendo nombres. Uno a uno. Nombres. Nombres. Nombres. Son muchos.

Las personas que mantienen su nombre hacen un minuto de silencio por las que lo perdieron tratando de atravesar fronteras.

No son ahogadas. Son asesinadas

Comienza la manifestación. Es domingo en la playa.

VI

La tarde empieza con una asamblea en el instituto que prestó su espacio para dormir. En las paredes hay murales con palabras de igualdad y feminismo.

Se habla de cuidar el espacio, de cuidarse, de las mascarillas.

Micro abierto para decir las cosas que están saliendo bien y las que se pueden mejorar.

Surgen preguntas: ¿qué pasa con la visibilidad de las personas blancas en las acciones, no será demasiada?

VII

Abu toma la palabra.

Salió de Camerún hace casi cinco años. Dos y pico de viaje. Dos y pico viviendo en Canarias. Muchos sin ver a su familia.

Dice: “Quiero contaros por qué venimos”.

Dice: “Venimos porque hemos perdido nuestra identidad. Nuestros monumentos nunca tienen el nombre de personas autóctonas ¿Hay algún monumento en España con el nombre de un camerunés? Es momento de pensar cómo devolver la identidad que han robado a países como el mío”.

VIII

Ocho mujeres se sientan para hablar. Comienza el Encuentro con Asociaciones

“La blanquitud tiene que pensar que no necesitamos salvadores. O nos infantilizan o nos criminalizan”.

“Tenemos que visibilizar quién nos da de comer: las temporeras. Ellas también necesitan escuchar ‘Yo sí te creo’”.

“El efecto llamada es, en realidad, un efecto expulsión de nuestros territorios”.

“En las fronteras se castiga la desobediencia al orden colonial. Tratar de saltarlas es nuestra manera de resistir”.

“Sentirnos hermanas, aunque no hayamos nacido en la misma tierra, es lo que nos salva”.

“¡Viva la resistencia migrante!”.

Aplausos

“Hay muchas cosas que nos impiden avanzar en la vida. Una de ellas es el miedo. Fui trabajadora sexual para pagar una deuda no elegida. Yo no me considero una víctima. Soy una vencedora”.

Aplausos

Se cierra el acto. 

“Seguimos aprendiendo de ustedes. Gracias por venir a contarnos”.

Aplausos. Aplausos. Aplausos…

IX

Es un día para clausurar lugares que no deberían existir: Frontex, CIEs, buques de acción marítima, subdelegación de gobierno…

Cifras: en la isla hay un soldado por cada 145 habitantes, una matrona por cada 100.000 y una trabajadora social por cada 24.000.

Nos dicen que la seguridad es militar. Nosotras pensamos que la seguridad la brindamos otras personas, no las armas.

Las fronteras son un nicho de mercado. El objetivo de militarizar es defender los intereses de las grandes empresas.

Cuando se militarizan las rutas se hacen más mortíferas.

Para la guerra nada. Para la vida todo.

Hay personas sosteniendo carteles. Frente a su racismo.... Fraternidad. Resistencia. Organización. Naturaleza. Ternura. Encuentro. Conexiones. 

Las paredes de Frontex se llenan de papeles con listas de decenas de miles de personas muertas que han sido documentadas. Nombre. Edad. Región de origen. Causa de la muerte.

No son muertes, son asesinatos

La Caravana no puede llegar al CIE. Solo pueden acceder personas migrantes detenidas y policías. Fue cerrado como cárcel franquista hace mucho tiempo y abierto, de nuevo, para reprimir a las personas en movimiento.

Lugar donde se incumple la dignidad, donde se rompen vidas.

Todas las vidas importan. Todas las muertes importan.

Sin justicia, no hay paz.

Sobre una pequeña colina de hierba, un grupo de personas se junta para hacer un taller de acción directa no violenta. En el centro de la plaza, sentado en círculo, otro grupo ensaya canciones para la manifestación del día siguiente.

Quizás estén imaginando, por un momento, que la clausura de estos lugares fuera tan irreversible como la muerte de las personas que no llegaron a la costa.

X

“Aunque pongáis vallas y fronteras siempre vamos a tratar de llegar y muchos lo conseguiremos. Si no nos dejáis tranquilos en nuestros pueblos seguiremos viniendo. Cuando lo has perdido todo ya no tienes miedo. Nosotros pasamos cosas peores que la muerte por eso no tenemos miedo a las vallas”.

XI

Voz que sale de lo más profundo, de donde el dolor se quedó agarrado para no soltarse. Llora. Casi nadie comprende su idioma. Pero da igual. Se entiende perfectamente lo que está diciendo. Habla de muerte. Habla de familias desgarradas. Habla con urgencia de que se escuche su voz que son muchas voces. Habla de que los migrantes son personas que quieren volar como pájaros. 

Trata de explicar a los chicos jóvenes que no se embarquen en un viaje hacia la muerte, como lo hicieron sus dos sobrinos.

XII

Amanece nublado en Las Palmas.

El viento mueve las banderas blancas y azules de la Caravana.

Hay policías antidisturbios custodiando cada uno de los lugares por los que pasan. Como si la normalidad residiese en impedir la posibilidad de disentir.

XIII

Las ventanas de la sede de El Diario de la Provincia reflejan lo que hay fuera pero son opacas hacia el interior. Varias activistas las forran de papeles. Son portadas y noticias publicadas por ese medio con titulares que criminalizan o dan información errónea sobre las personas migrantes. Noticias que estigmatizan y generan miedo, odio y rechazo.

Violencia a mano armada, noticia mal contada

XII 

Cementerio de Agüimes. Hace viento. Un hombre toma la palabra.

“No somos las familias de las víctimas”, dice. “Somos también víctimas porque sufrimos cada día”. 

“Si no conseguimos identificar a cada desaparecido no recuperaremos su dignidad”, dice.

“Luchemos por la identificación de cada resto, de cada fosa común, para que sean entregados a sus familias”, dice.

Dónde están, dónde están, nuestras hijas dónde están.

Otro hombre coge el micrófono. Pelo afro, ya blanco.

“No les voy a contar cómo fue todo cuando apareció esa embarcación cargada de personas muertas porque ustedes tienen que mantener alto el ánimo. Esta no es una historia simple. Nadie quería recogerlas. No se recogen vivas. Menos se recogen muertas.

Finalmente conseguimos un lugar para enterrarlos. Ese día, cuando salía del cementerio, me crucé con una señora que me preguntó. Yo le conté. Ahora, cada semana, ella lleva un ramo de flores siemprevivas a las tumbas”.

En la puerta del cementerio alguien cuelga un cartel. 

No conocemos tu nombre, pero te llevamos en la memoria.

Caravana Abriendo Fronteras

XIII

Se lee un poema.

Cuenta que solo dejas tu hogar cuando tu hogar no deja que te quedes.

Cuenta que nadie pone a sus hijos en un barco a no ser que el agua sea más segura que la tierra.

Cuenta que pierdes tu nombre si te subes a una patera que no llega.

Cuenta que quieren volver a casa, pero la casa es la boca del tiburón.

XIV

Amanece como cada mañana, pero hoy las caravaneras se levantan antes: el ferry hacia Tenerife sale temprano. 

El agua del océano se mueve. Olas que generan mareos y vómitos a los pocos minutos de partir. ¿Cómo será el trayecto en una patera sin asientos, sin baño, sin techo, sin bolsa para vomitar?

Al llegar un grupo de personas con pancartas escritas sobre cartones reutilizados da la bienvenida. Palabras en árabe, francés y castellano. 

En el paseo marítimo, al lado del puerto, se forma un círculo de música y baile. Sonidos para celebrar el encuentro. Ritmos que suenan a otro continente al que, en realidad, pertenece este lugar.

Al fondo, picos de montañas que se parecen a las que dibujan las niñas y los niños.

XV

Rueda de prensa. Los gritos de “¡Libertad, libertad, libertad!” se lanzan hacia las personas que deciden, desde despachos pulcros y mantenidos siempre a la temperatura de máximo confort, si las personas tienen o no derecho a moverse del lugar que les vio nacer.

Una semilla de diente de león vuela entre la gente mientras distintas personas cogen el micrófono para hablar.

Pelo negro, liso, corto. Mujer mexicana: “De esta manera subversiva le decimos al sistema capitalista que las personas somos más importantes. Que nuestra manera de resistir es construir redes”.

XVI

La manifestación continúa hasta la Delegación del Gobierno. Allí ocurre que la violencia llama a la calma, porque aunque la policía pega a varias personas que se manifestaban pacíficamente y retiene a una compañera, las personas de la Caravana se sientan en el suelo. No empujan. Confrontan, disienten, desobedecen y resisten sentadas en el suelo. 

“Hasta que no suelten a nuestra compañera, no nos vamos a mover de aquí”. 

XVII

Parece como si el orden natural de las cosas se hubiera invertido. Como si lo normal fuera que haya policías custodiando los lugares donde se deciden políticas de muerte. Como si lo natural fuera pegar a las manifestantes. Como si la libertad estuviera colocada en el lugar de lo que no puede ser. 

XVIII

Las sombras comienzan a hacerse hueco en la plaza de El Fraile. Las caravaneras se van sentando sobre ellas.

Desayuno colectivo elaborado por mujeres de la Asociación de mujeres senegalesas. Comienza la asamblea. Micro abierto para hablar.

“Para los chicos que viven aquí comer es tan necesario como comunicarse con sus familias por teléfono. Es importante revisar desde dónde se cuestionan sus necesidades”. 

XIX

Abren la manifestación chicos subsaharianos con pancartas hechas en cartones. 

Gritan: “Queremos continuar nuestro viaje”.

Abren la marcha como se abrieron paso en el mar y en la tierra que tuvieron que pisar antes de llegar a la costa. Haciendo a un lado el miedo. Sin pedir permiso para estar aquí. 

Una pancarta dice: “No más rivotril, no estamos enfermos”. 

A varias personas se les pone la piel de gallina al leerla.

Hace sol. Mucho. 

Hay personas que se paran a mirar la manifestación. Unas graban, otras gritan palabras de ánimo, alguna persona increpa. Casi todas aplauden.

XX

La policía detiene a dos compañeros que venían en la marcha. Dos compañeros que son detenidos y no tienen papeles.

El nivel de tensión con la policía se notaba desde la mañana.

La Caravana se detiene. No puede seguir si faltan dos personas. 

En silencio, 300 personas caminan hacia la comisaría. Para que ellos sepan que no están solos. Para que la policía sepa que estamos. El silencio como acción directa. Finalmente los sueltan.

¿Cuándo comenzamos a consentir como sociedad estas detenciones? ¿Cuándo nos comenzó a parecer normal? ¿Cuándo nos rendimos a tratar de cambiar este orden de las cosas asesino y macabro?

XXI

Toldos azules agarrados con palos y palets. Hace viento. Ese viento que no cesa y que dicen que es capaz de enloquecer a la gente.

Algunas botellas de plástico tiradas. Algún colchón, trozos de madera para hacer leña. Mantas y el suelo seco porque los árboles que hay son eucaliptos. 

Estamos en el campamento de Las Raíces. Donde las personas sin papeles pasan un día detrás de otro. No pueden salir de Canarias.

La policía, presente siempre.

Mohamed lee un texto. Tiene 15 años. Migró porque los buques europeos se llevan todos los peces de su costa. Es pescador. Lleva una sudadera azul con una capucha que todavía no se ha puesto. Quizás después, cuando haga más frío. En su viaje en patera estuvo cinco días sin comer ni beber. Hambre. Sed. Frío. No podía dormir porque había que sacar el agua para no hundirse.

Tiene la esperanza de que le permitan continuar su viaje.

Quiere los mismos derechos que las personas que nacieron de este lado de las vallas.

Quiere que le dejen ir a la escuela para aprender. 

Quiere federarse en el equipo juvenil de fútbol.

Quiere que todos los menores puedan vivir donde quieran.

Agradece la ropa, el alimento, el apoyo moral, el cariño.

Dice que hace mucho tiempo que están en el campamento Las Raíces. Demasiado. Sin derechos.

El sol, cada vez está más bajo. Personas en círculo. A contraluz no se diferencian los tonos de piel.

El campamento está situado en la zona más fría de la isla. 

XXII

Incertidumbre. Desconfianza. Ansiedad. Los chicos que están aquí tienen repetidos intentos de autolesiones.

Han dormido en el suelo, bajo la lluvia. Debería estar prohibido dejar a la gente dormir en la tierra húmeda.

Muchas personas se autoorganizaron para atender la urgencia de las que llegaban por el mar. Se creó una red de apoyo muy importante por parte de la sociedad canaria.

Las mujeres que provienen de Filipinas también se unieron a la red. “Nosotras no tenemos muchas cosas que dar”, dijeron, “pero podemos enseñar a compartir”. 

El campamento de Las Raíces tiene un muro blanco y una pared de chapa verde. Alta. Lisa. Difícil de saltar.

La violencia contra las mujeres migrantes es todavía mayor. A las que vienen con niños y niñas les hacen pruebas de ADN porque se pone en duda que sean sus hijas e hijos. Se duda de su palabra. No se duda de la palabra de las mujeres que cruzan las fronteras por un lugar que no es el mar.

Los focos de luz se encienden dentro de Las Raíces. Fuera, donde están las casas improvisadas con toldos azules, no se enciende nada.

Una mujer toma la palabra. Dice que hay que escuchar a estas personas, escuchar sus historias de vida. Tienen cosas que decir.

Todo el que tiene capucha se la pone. Con la oscuridad hace más frío. 

Otra mujer habla. Dice que en los centros de acogida la palabra más repetida es “mañana”.

—Me duele la cabeza. 

—Vuelve mañana.

—Necesito un abogado.

—Vuelve mañana.

—Quiero mis derechos.

—Vuelve mañana. 

Hay un árbol muy alto y fino. Con este viento parecería imposible que se mantenga erguido. Pero ahí está, contra todo pronóstico, igual que la gente que resiste en estas condiciones de vida.

XXIII

Tres chicos del campamento cogen el micro. Aplauden. Hablan con entusiasmo. Ríen. 

Lo que quieren es salir de aquí, cruzar fronteras, continuar su viaje. 

Aquí solo comen y duermen. Comer y dormir. Nada más. Muchos son niños y adolescentes. 

Piden un minuto de silencio por las personas que no consiguieron llegar.

El sonido del viento y luego aplausos.

La Caravana les dice: “No estáis solos”.

Otro chico coge el micrófono. Habla en inglés. Dice que tienen que luchar por sus derechos, aunque a veces a los que luchan por sus derechos en las Raíces los meten en la cárcel. 

Comienza a sonar música, la canción es Plus rien ne m’étonne. Por un instante ese lugar se convierte en otro lugar, el polvo del suelo se levanta al ritmo del baile en el que se enredan los chicos del campamento. Se formó un instante de fiesta.

Gritan: “Abrir las fronteras”. 

Mientras, el viento sigue moviendo los plásticos azules.

Bailamos porque estamos vivos.

XXIV

De día se ve más el polvo en el campamento Las Raíces. Viento y polvo. En una de las paredes cerca de la entrada hay colgados dos mapas. También hay escritas muchas cosas. Una de ellas es la palabra Libertad.

Suenan voces. Corros de gente hablando. Las nubes se mueven rápido porque el viento es ágil en este lugar. Se escucha un pájaro, uno de esos que tiene más libertad para atravesar fronteras que las personas.

Dentro de la valla que rodea el campamento se ven tiendas blancas y sacos de dormir sobre las rejas. Se ven las tiendas y se ve el aeropuerto. Están casi pegados.

Hay una furgoneta de antidisturbios. Todos los días hay policía. Pistola. Guantes. Porra. Chaleco antibalas.

La manifestación comienza.

Una pancarta que dice “No más sueños ahogados” pasa justo al lado de una pintada en una pared “Me quiero salvar haciendo la revolución”.

XXV

En esta ciudad hay muchas casas cerradas en las que no vive nadie y mucha gente sin casa. Hace falta amor y poder empatizar. Todas las personas sufren opresiones, si piensas en las que tú vives quizás te sea más fácil entender a estas personas.

En Europa no hay falta de recursos, hay falta de amor.

XXVI

La lluvia empapa la plaza. La tarde es para hablar de las mujeres.

Frases colgadas para hacer talleres por grupos. Muchas palabras que aprietan los pulmones y hacen difícil respirar.

No más cuchillas entre nuestras piernas

Esta frase, aclaran las mujeres migrantes, se refiere a las cuchillas con las que se hace la mutilación genital pero, también, a las concertinas de las vallas.

La frase más repetida es: “¿Dónde están todas las mujeres?”.

XXVII

Distintas mujeres van cogiendo el micrófono. La lluvia persiste.

La migración tiene cara de mujer. Algunas con hijos, otras sin ellos porque se los han quitado, el mar o las instituciones. 

“Nací en República Dominicana y quiero decir que cada persona del planeta tiene derecho a caminar como lo hace el primer mundo. Ahora ya no tratan de engañarnos con espejitos, ahora son las multinacionales”. 

“El tránsito por la condición de ser mujer, pobre y racializada hace que esté atravesado por todas las violencias”.

“No nos preocupan los techos de cristal sino las mujeres que limpian los cristales. Son las que sostienen al capitalismo gracias a su trabajo”.

XXVIII

La muerte está organizada. Hay un plan para asesinar a gente. A veces se juntan, casi todos son hombres, y firman leyes y acuerdos que determinan la vida o la muerte de quien quiere o tiene que salir de su país.

Cada vez hay más razones para migrar, el cambio climático es una razón importante.

Migrar es un derecho. Pero hay otro derecho igual de importante, el derecho a no migrar, a poder quedarte en tu país.

XXIX

La forma más genuina de saber que el mundo es bello es reconocer la diversidad. Como no queremos que se repitan las situaciones que se dan en nuestros países venimos a compartirles nuestras vivencias con las fronteras. La historia si no se sana se repite.

El horror de las rutas migratorias es igual en todos los continentes. En la bestia, en el mar… Morir por querer encontrar la vida.

En la ruta migratoria mesoamericana se dan masacres y desapariciones y violaciones a diario. Por eso un grupo de madres comenzaron a juntarse hace más de una década para recorrer la misma ruta que hicieron sus hijos desaparecidos en busca de información. Se cuelgan una foto de su hija, de su hijo, también de las de otras mujeres, y caminan juntas buscándolos.

A veces, los familiares que buscan a algún desaparecido también son desaparecidos.

XXX

Jalila no ha podido venir, pero manda una carta. Dice muchas cosas. Dice que perdió a sus dos hijos. Hedi y Mahdi. Dice que su recuerdo es suave e intenso. Dice que le duelen las fotos de familia en las que no aparecerán. Dice que todos los días trata de convertir este dolor en una lucha contra las políticas migratorias que matan a nuestros hijos. Contra el silencio. Dice que decidieron hacer la “Manta de la memoria” porque sirve para construir una memoria común de resistencia frente al olvido. En ella bordan los nombres de los hijos. Dice que la libertad de movimiento algún día será el derecho de todas las personas.

Las madres son las guardianas de la memoria de lo que pasa en las fronteras. Es su forma de no rendirse a la violencia.

XXXI

“Os preguntaréis qué hace una mujer con tacones aquí hablando en un día de lluvia”, dice Lala. “Yo me crié en un campo de refugiados y de pequeña ponía piedras en las chanclas para hacerme unos tacones. Soy mujer, migrante, refugiada, saharaui, abogada. Soy una migrante privilegiada, por eso llevo tacones. He tenido una infancia feliz a pesar de vivir en un campo de refugiados. Ahora sé que mis privilegios me colocan en una situación de responsabilidad respecto a los que no pudieron salir como yo. La alegría más bonita que yo he visto ha sido dentro de mi continente, en África. Trabajo para personas migrantes que llegan por vía marítima. Para los que tienen un pasaporte verde en vez de rojo. 

Tenemos una responsabilidad. ¿Qué podemos hacer? Pues lo que estamos haciendo, juntarnos un día de lluvia, para visibilizar, denunciar. Juntarnos para construir algo diferente”.

XXXII

La última historia de la caravana la cuenta una mujer. Habla de la frontera montañosa que las y los migrantes tratan de atravesar hacia Francia desde Italia. Habla del frío y de que no tener ropa y calzado adecuado puede suponer la muerte. Habla de la solidaridad que se ha creado en esa región para ofrecer una cama, una ducha, una guía de ruta de por dónde continuar el camino, un abrazo. Cuenta que, en ese lugar, hay desde hace muchos años un movimiento de fuerte resistencia al tren de alta velocidad. Dice que esa experiencia ha facilitado unir esa lucha social con un espacio de solidaridad, porque luchar contra el tren no es solo luchar contra el tren. Se ha creado un movimiento en red fuerte, un movimiento también de amor y de ahí surge el apoyo a los migrantes.

“Cuando cocino para cien personas que están en la ruta migratoria estoy haciendo un acto político no de beneficencia”.

XXXIII

Son las ocho pasadas. Todavía es de día. Suena música en directo en la plaza. Es el acto de cierre de la sexta Caravana abriendo fronteras.

Una mujer dice: “Los chicos de Las Raíces se tienen que volver para el campamento”.

Donde el viento que no cesa.

Poco a poco los colores de piel que hasta ese momento se mezclaban bailando se van agrupando por tonalidades.

Alguien comienza a aplaudir mientras ellos van cruzando la plaza en la dirección opuesta a donde sigue la fiesta.

Quien no tiene las palabras atragantadas grita: “O la la, o le le, solidarité avec les sans papiers”.

Los aplausos sin música suenan hasta que el último de los chicos de Las Raíces dobla la esquina.

––––––––-

María Gozález Reyes, participante en la Caravana.

I

Camiseta rosa y pañuelo mostaza en la cabeza. En cada oreja un pendiente con la forma de África que cuelga sin llegarle a los hombros.

Habla en francés, pero arranca aplausos como si toda la gente que la escucha comprendiera.

“Nada nos impedirá ser libres. No tenemos...

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Autor >

María González Reyes

Es escritora, activista de Ecologistas en Acción y profesora de Educación Secundaria.

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