PENSAMIENTO
Erradicar la barrera de color
La lucha antirracista del sociólogo panafricanista W.E.B. Du Bois
Azahara Palomeque 24/09/2021
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Adentrarse en la obra de W.E.B. Du Bois (1868-1963) estando en Filadelfia es hacerlo en parte desde la calle. En la librería de la Universidad de Pensilvania, un suntuoso edificio coronado por un Starbucks, sus libros reposan estratégicamente colocados a la entrada, como honrando el legado de quien, a pesar haber trabajado en esta Ivy League, nunca recibió un contrato como profesor titular. Pero, más allá del campus, fuera del ámbito académico que siempre frecuentó el primer hombre negro en doctorarse por Harvard (1895), en el corazón de South Street, sobre la fachada de la única estación de bomberos que empleaba a afroamericanos en la época, se encuentra un colorido mural que celebra el trabajo de Du Bois. En él se infiere su lucha incansable contra la discriminación racial; su activismo por los derechos civiles hasta el día que murió, con el pasaporte americano confiscado, en Ghana; su labor investigadora en ese mismo barrio, el llamado distrito séptimo, entonces arrabal de negros sobreviviendo en condiciones infrahumanas, y hoy uno de los enclaves fiesteros de Filadelfia, donde viví durante tres años.
Música, festivales constantes, bares, sex shops, hamburgueserías y salas de conciertos. No muy lejos de la zona histórica, donde algunas casas se venden por más de un millón de dólares, pueden también observarse algunos carteles que homenajean la memoria de Du Bois, fundador de la Asociación Nacional para el Progreso de los Negros (NAACP, en sus siglas en inglés) y simpatizante del socialismo, cuyos estudios influyeron en el pensamiento de un gran número de activistas más jóvenes, desde Martin Luther King Jr. al escritor James Baldwin. En 1896, un recién doctorado Du Bois viajaba a esta zona de la ciudad para realizar el trabajo de campo del que resultaría su primer libro académico, The Philadelphia Negro, obra mayor de la sociología estadounidense que ha sido considerada el primer estudio no racista sobre la población negra del país. Valiéndose de métodos estadísticos avanzados, y desafiando la creencia común de la época, según la cual los negros eran un problema, el investigador va casa por casa, entrevista a gente y produce mapas con información empírica que atribuyen las desgracias de su raza a las condiciones sociales derivadas de la esclavitud. No fue hasta que, en 2008, una profesora del mismo centro que lo expulsó, Amy Hillier, rescatara aquel libro de los anaqueles para escenificarlo en las calles cuando los habitantes de Filadelfia comenzaron a aprehender de manera masiva la historia racial –y racista– latente en aquella cartografía cuadriculada. Ella se encargó de movilizar a la ciudadanía en la elaboración del mural, rememorar la vida de Du Bois en un documental, y fomentar durante años otras formas de acción colectiva como tours por el séptimo distrito. Yo asistí a uno de ellos, lo que dio paso a una serie de lecturas duboisianas que me llevaron, hace poco, a uno de sus volúmenes más impactantes.
Las almas del pueblo negro
Publicado recientemente por Capitán Swing, y traducido por Héctor Arnau, Las almas del pueblo negro desarrolla, con una prosa amena, ideas que ya estaban presentes en su libro anterior sobre Filadelfia. No se trata esta vez de un análisis cuantitativo de la desigualdad feroz que afrontaba la población negra sino, por el contrario, de contar el relato de sus vidas, especialmente en el Sur, desde que se abolió la esclavitud (1865) hasta el presente de entonces (1903). Du Bois recoge, en catorce ensayos, reflexiones que pasan por lo personal –la muerte de su primer hijo a los diecinueve meses– pero que profundizan de manera tajante en las consecuencias de una Reconstrucción mal implementada, y unas leyes Jim Crow que dejaban a la población afroamericana sin representación política o derecho al voto. Cada uno de ellos viene enmarcado por un “canto de aflicción”, es decir, una canción popular entonada por los antiguos esclavos que solía partir de motivos religiosos. “El problema del siglo XX es el problema de la barrera de color”, reza el prefacio, adelantándose a lo que sería una centuria de batallas civiles a la procura de unos derechos que, a día de hoy, todavía no han sido plenamente conquistados. Leer a Du Bois se transforma así en una experiencia de constante fricción temporal porque, si por una parte Las almas está anclado al periodo en que fue escrito y discute algunos problemas prácticamente superados –como la conversión de los antiguos esclavos en aparceros que, debiendo pagar alquileres abusivos por un pedazo de tierra, trabajaban “a cambio de casa y ropa”–, por otra parte, interpela duramente a la lectora contemporánea en los análisis de injusticias aún vigentes. Así, su denuncia de la falta de interacción social entre blancos y negros del Sur encuentra ecos en la segregación actual; la acusación dirigida al sistema penal por la “severidad excesiva” con que trataba al colectivo negro está presente en las cifras de población reclusa –de mayoría negra, a pesar de que sólo constituyen el 13% de Estados Unidos–; por último, la imposibilidad de votar, erradicada en 1965, fue parcialmente restaurada por el Tribunal Supremo en 2013, cuando éste dio luz verde a una serie de restricciones que afectan especialmente a las minorías.
Aunque quizá lo que más destaque de este espectacular ensayo sea la creencia en la mejora intelectual y espiritual de todos los hombres mediante la educación. Du Bois se sitúa en el paradigma ilustrado para abogar por un avance de la civilización en que participe la población negra a través de su acceso no sólo a la enseñanza primaria o a “escuelas taller”, sino también a centros universitarios. Mucho antes de que maduraran sus posicionamientos socialistas, reclama que no se eduque exclusivamente para el trabajo; al contrario, el fin de la formación académica debe ser la emancipación de las almas, tal y como lo ha conseguido él mismo: “Desde las cavernas de la noche, que oscilan entre la tierra, pesada y vigorosa, y la filigrana de las estrellas, convoco a Aristóteles… Así pues, casado con la verdad, habito por encima del Velo”. El libro le sirve como justificación de su propio liderazgo intelectual en la lucha por los derechos civiles, que él busca extender a otros. El “velo” actúa como metáfora de la opresión y una dualidad en la que habita todo negro estadounidense: la raza y la nacionalidad, de imposible convivencia. Entre líneas, puede leerse esa bifurcación en el mismo autor, quien, a pesar de su prominente labor académica y política, desde su puesto de profesor en la Universidad de Atlanta, continúa sujeto a los obstáculos del racismo: “Quien esto suscribe pertenece en cuerpo y alma a los que viven por dentro del Velo”, afirma. Consecuentemente, a veces habla de la población negra en tercera persona, con una distancia científica; otras veces se incluye en el grupo, pero sin victimizarse. Como rareza histórica, afroamericano que cruza esa barrera y se desempeña en el seno de muchos círculos blancos, Du Bois no está exento de dicha fragmentación identitaria, décadas antes de que las identidades se transformasen en moneda discursiva de cambio, en commodity o eslogan vacío en las universidades del país.
La semilla de lo radical
De Du Bois ha dicho Cornel West, el reputado profesor negro a quien Harvard le denegó la plaza (la historia no se repite, pero genera rimas perversas), que “proporciona el armamento intelectual y político necesario para preservar la tradición democrática radical en nuestro tiempo”. En Las almas ya se perfila esa tradición a pesar de algunas contradicciones; escrito para un público blanco, Du Bois no niega ni la supuesta holgazanería ni la inmoralidad (asociada a la promiscuidad) de algunos negros, pero insiste en localizar las causas en un pasado de explotación y violencia, cuando lo normativo era atribuirlas al carácter. Esa será una de sus obsesiones, y no es casual que su libro más aclamado haya sido Black Reconstruction in America (1935), que retorna al periodo de la Reconstrucción tras la Guerra Civil para desgranar sus fracasos. Durante sus 95 años de vida, el pensamiento de Du Bois fue cambiando, pulió sus imperfecciones conforme también mudaban las circunstancias históricas, y acabó dejando un legado imprescindible para entender movimientos como el Black Lives Matter y el racismo sistémico que aún asola Estados Unidos. En sus obras de juventud, tanto como en las calles de Filadelfia, puede respirarse aún esa semilla de lo radical.
Adentrarse en la obra de W.E.B. Du Bois (1868-1963) estando en Filadelfia es hacerlo en parte desde la calle. En la librería de la Universidad de Pensilvania, un suntuoso edificio coronado por un Starbucks, sus libros reposan estratégicamente colocados a la entrada, como honrando el legado de quien, a pesar haber...
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Azahara Palomeque
Es escritora, periodista y poeta. Exiliada de la crisis, ha vivido en Lisboa, São Paulo, y Austin, TX. Es doctora en Estudios Culturales por la Universidad de Princeton. Para Ctxt, disecciona la actualidad yanqui desde Philadelphia. Su voz es la del desarraigo y la protesta.
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