Comparecía de urgencia Pedro Sánchez el pasado viernes 27 de agosto en lo que suponía la inauguración del nuevo curso político. Cuando un presidente del gobierno convoca de urgencia a los medios, llámese Afganistán, llámese como se quiera llamar el bolo, el acto suele tener más que ver con los intereses del convocante que con los de los convocados. Palacio de La Moncloa. Solemnidad y perfil alto en la sala de prensa de las grandes ocasiones para lanzar un titular de esos que los periodistas, cual perros adictos al frisbi, no pueden resistirse a agarrar al vuelo: “Misión cumplida”. Informaba el presidente de la evacuación española en Afganistán, completada con éxito, y lo hacía con una fórmula cercana a la superproducción norteamericana. Preguntado por los flecos pendientes, Sánchez –misión cumplida, baby– explicaba que seguían en Afganistán un buen número de colaboradores a los que aún no se había logrado evacuar. Es decir, que la “misión cumplida” en realidad no lo estaba. Un asunto menor ya que, a esas alturas de flecos y minucias, los periodistas y teletipos enviaban al mundo las palabras hollywoodienses que servían como titular del día. Un titular de Schrödinger para un tiempo político de Schrödinger: todo suceso vendido como una cosa puede ser en realidad su contraria, sin que eso suponga un dilema. Como tampoco parece ser un dilema que la misma semana en la que España presume de referente europeo en la defensa de los DD.HH. el Gobierno deporte a menores a Marruecos de manera ilegal. Como norma general y con nuestras costas convertidas en un gran cementerio, cualquier celebración de los derechos humanos por estas tierras debería ser, por lo menos, discreta.

Entrados en semana doméstica, y con el precio de la luz pulverizando sus mejores marcas, la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, pedía a las eléctricas “empatía social”. Algo así como pedirme a mí que abandone voluntariamente la ingesta de dulces teniendo una tableta de chocolate a mano. De una ministra para la Transición Ecológica de un gobierno de izquierdas uno esperaría, quizá, un discurso diferente al que podría comprar al peso cualquier ministro de Economía de un gobierno de derechas. Uno esperaría, más allá de palabras amables –llámenme radical– hechos. Hechos para solucionar un grave problema de acceso a un bien básico en medio de una crisis económica. Intervenir el precio de la energía podría ser un buen comienzo, tal y como permite la regulación europea, pero el partido que lidera el gobierno no parece dispuesto a dar pasos en lo que podríamos llamar ya síndrome ‘Ramón Sampedro’ cada vez que toca demostrar valentía económica. De crear una compañía estatal, tal y como permite la Constitución Española, ni hablamos. Uno puede entender cómo funciona la complejísima factura de la luz con un buen tutorial en unos 5 minutos, pero puede pasar toda una vida y no lograr entender al PSOE. O sí.

En España se cumplen 1.000 días de gobierno ilegítimo de los jueces y el PP, lejos de lamentar la anomalía democrática, la celebra. Si en un principio el problema para negociar la renovación eran los nombres propuestos, si después el problema fue Pablo Iglesias, ahora el problema es la presencia de Podemos en el Gobierno. Si mañana no existiera Podemos y el PP siguiera en minoría, hasta el perro de Esperanza Aguirre sabe que la traba para justificar un bloqueo que les beneficia a la hora de controlar los juzgados sería otra. Se me ocurre como motivo de bloqueo del CGPJ los aires acondicionados, que hay sitios donde los ponen a tope y uno necesita una rebeca en pleno verano y eso no puede ser. La buena noticia es que esta anomalía tiene fecha de caducidad: el día que la derecha tenga de nuevo mayoría parlamentaria, la izquierda pactará, por responsabilidad, la renovación del CGPJ. Cuando eso suceda, que nadie espere que la derecha española lo entienda como una lección moral recibida porque lo entenderá como una nueva victoria cosechada. Empieza nuevo curso político que arranca con los mismos juegos de luces con los que acabó el anterior, con las mismas parálisis, las mismas trampas y la misma falta de política real y honesta que necesitamos como el comer. Como dice Nacho Vegas, nuevos planes, idénticas estrategias. Bienvenidos.