ECOSISTEMA DISCOGRÁFICO
El sello musical y las raíces
¿Siguen teniendo importancia los sellos musicales? ¿Importa el rastro, la historia, la marca que dejan ciertos catálogos? ¿Se conservan esos archivos y fondos musicales? ¿Cómo tratamos nuestra cultura, nuestras raíces?
Andrés Castaño 22/10/2021
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Viendo el documental Revelando a Mario (2020) de Simó Mateu (disponible en Filmin), me fascinó aquella magia que tenía Mario Pacheco para captar las esencias musicales de una época, para construir un catálogo conjugando calidad, frescura y el espíritu musical de la calle. El documental cuenta la historia de Mario Pacheco, el director del mítico sello discográfico Nuevos Medios, fundado en 1982 junto a su mujer Cucha Salazar con logotipo de Joan Miró. Me pregunté si los sellos discográficos que tanto nos marcaron en décadas anteriores siguen manteniendo un papel fundamental en nuestros tiempos, o si por el contrario representan un romanticismo de otra época. Así empezó este reportaje, como una travesía incierta por terrenos movedizos y sin un rumbo claro.
Nuevos Medios apoyó el flamenco y sus fusiones, el jazz y otras músicas. Era un sello que buscaba las raíces, lo singular, a la vez que la modernidad. Cuando Pacheco falleció en noviembre 2010 la industria ya transitaba por otros derroteros. En la primera década de los 2000 triunfaba la piratería musical por lo que se vendían menos cds y discos. El negocio estaba orientándose a lo digital, a las plataformas de streaming y al directo. ¿Desapareció una manera de entender la música? Posiblemente sí, aunque siguen quedando muchos rastros e hitos, que hacen que los sellos permanezcan, que sigan teniendo un sentido, una función.
“Creo que la cultura del sello discográfico tiene menos importancia que hace 30 años. Aunque sigue siendo igual de prescriptor. Pero si que se ha perdido un poco ese seguimiento del sello por parte del aficionado a la música. Que no es ni bueno ni malo”, me comenta por teléfono Pablo Gil, jefe de cultura del diario El Mundo y exdirector del programa de radio 3 Multipista. “En mi caso –prosigue–, una de mis carpetas es sellos discográficos. Todas las semanas hago un barrido por un montonazo de sellos que son los que me sirven de guía. Luego descubro mucha música de ese modo. Fiándome de sellos que siempre sacan cosas que me parecen interesantes. Lo que ya no sé es si eso mismo lo hace ahora mismo la gente”, asegura. Por su parte, el periodista, escritor, locutor y artista de spoken word Bruno Galindo nos comenta que “los sellos tienen menos importancia que antes, dado que cada vez es más frecuente la autoedición o la edición a través de los sellos de los propios artistas”. Realidades diversas, algunas precarias o de autogestión.
Pero conviene no olvidar la función de historia, de legado que tiene un sello. “En 2014 me di cuenta de que tenía que hacer un trabajo de recuperar, remasterizar fondo de catálogo, porque son clásicos y atemporales, o mantenerlo con una o dos referencias al año. A mí lo que me interesaba era el fondo propio, casi por una razón sentimental, porque se mantuviera en la memoria todo el trabajo que habían hechos mis padres”, me confiesa María Pacheco. María venía de trabajar en producción audiovisual y no quiso trabajar en la industria discográfica hasta que falleció su padre. Todos los sellos internacionales que distribuía Nuevos Medios pasaron a Karonte. De 2010 a 2014 Nuevos Medios dejó de publicar. Desde 2016 volvió a sacar referencias, pero ya había perdido su envergadura y su volumen como editora. “Me gusta hacer las cosas bien, sin prisa, y no tengo grandes pretensiones. Mi intención es dedicarle todo el tiempo y el esfuerzo que precisan. Para que las pocas cosas que haga, vayan bien. Prefiero calidad a cantidad”, precisa María.
Mario Pacheco rechazó una oferta millonaria de Warner, 600 millones de pesetas, para hacerse con su sello, con él como director. “La independencia le otorgaba una libertad que iría a perder. Llevaba muchos años trabajando de forma independiente, y eso le gustaba: saber que tienes el control total de elegir y decidir, con unos medios limitados”, recuerda su hija María. “La ventaja de la independencia es que puedes estar abierto a todo. Ves que puedes hacer lo que quieras. Te puedes dejar llevar siendo realista. Teniendo claro que si algo te gusta, lo sacas. No tienes que rendir cuentas a nadie, más que a ti mismo. Te da esa libertad y creo que tienes que aprovecharla. Lo único que tienes que hacer es sobrevivir. Para eso tienes que tener estructuras pequeñas, flexibles, que te permitan sobrevivir así. Disfrutemos de eso, que no tienes ninguna necesidad de publicar algo que no te gusta”, declara María.
El patrimonio discográfico
La riqueza cultural se guarda, se conserva, se mantiene a través de esos archivos, de esas pizarras, vinilos, cassettes, cds… que permiten que se reproduzcan una y otra vez. Hoy en día una mayoría están digitalizados. La realidad constata que esa creatividad no surge de la nada. El artista se impregna de lo que le rodea, de su pasado, de su entorno o de ir en contra de lo que ve. “Los artistas necesitan nutrirse de cosas y conocer las raíces. Porque conocer eso te puede abrir horizontes. En general el ser humano sin historia no es nada. La historia de la música es de una importancia clave. En el flamenco es básica esa historia. Menos mal que ha habido una comunidad como la de los gitanos flamencos, que han ido enseñando y transmitiendo, generación tras generación, esa cultura. Si no se transmite, se pierde. Y seguro que se han perdido muchas cosas”, nos comenta María Pacheco.
El ilustre periodista Diego A. Manrique va más lejos y nos habla de lo poco que se valora conservar esos fondos fonográficos. “Todo esto deriva en la falta de consideración del disco como producto artístico. Es un drama que no se cuide su supervivencia. Lo único que queda, e imagino que se mantiene, es entregar equis copias a la Biblioteca Nacional. Pero resulta que el disco es un producto de alta tecnología. No basta con las copias. Se necesitaría conservar los masters. Ahí es donde ocurre la eliminación masiva de los archivos. Es algo trágico. El cine tiene la filmoteca con condiciones técnicas para conservar las películas. Y luego una legislación proteccionista que concede el copyright durante muchísimos años pero que no toma medidas para obligar a las discográficas a cuidar ese patrimonio artístico con cada traslado de sus sedes. Y no hablo solo de las cintas sino de las partes de producción, incluyendo también los fotolitos y todo lo demás. Una historia que me parte el corazón por ejemplo es cuando Phonogram, parte del grupo Philips abandona en su momento su oficina y fábrica, que estaba en Avenida de América, al lado de la gasolinera. Pasa por allí el productor Ricardo Pachón, y ve un container todo lleno de cintas grandes de dos pulgadas, la primera que ve es ensayos de La Leyenda del Tiempo. Pudo rescatar eso, pero ¡cuántas cosas se habrán perdido!”.
La conservación del material fonográfico aparece como una necesidad de primer orden para disponer de ese legado, de esa tradición musical. Sin embargo, ese papel lo hacen en muchos casos particulares. “Hay un coleccionista que se llama Carlos Martín Ballester que está sacando unos libros-discos o libro-estuches de obras completas de Tomás Chacón, de Pavón y tiene preparado desde antes de la pandemia una integral de La Niña de los Peines que creo que son 9 cedés. Este hombre es un coleccionista de pizarras, un tratante, con ensayos de una profundidad absoluta, y te incluye la discografía completa de esta gente en dos o tres cds. Temas que no salieron pero que sí se prensaron en acetato, que era un paso previo a la fabricación de los discos. Que es difícil que se conserve porque el acetato se desgasta cada diez o doce veces que lo pones. Este hombre es un coleccionista asombroso, con su discográfica ¡Habría que llevarles una copia a las multinacionales para ver cuántos de estos recopilatorios han hecho!”, comenta con cierta retranca Manrique.
Lo que cuenta Manrique es desolador. “Se ha perdido el ecosistema, porque antes las discográficas asumían que tenían una función cultural y sacaban discos a fondo perdido. Que luego han resultado rentables. Por ejemplo, Hispavox sacó una Antología del Cante Flamenco, Vergara hizo otra realizada por Caballero Bonald que llevaba el magnetófono a las casas de los flamencos y grababa allí. Hispavox también hizo la Antología de Música Antigua Española de dónde salieron los Monjes de Silos. Y lo que parece que puede vender poco, con la portada adecuada y el marketing adecuado, puede ser un fenómeno millonario, no era lo habitual pero tampoco era tan raro”.
“Casi todas las compañías grababan alguna cosa tradicional, y sobre todo flamenco. Columbia, es una compañía donostiarra, que tiene un catálogo extraordinario de música folclórica de todo el país. El único disco de Agapito Marazuela, el padre de la recuperación de la música castellana, lo tienen ellos. Cuando era un señor prácticamente vetado por republicano. Las discográficas también grababan música clásica, incluso jazz en España en los años 60. Tenían la idea que las discográficas tenían que reflejar una realidad. Y eso se perdió. Eso fue en los años de vacas gordas, en los años 80 y 90, cuando ya no sabían qué hacer con el dinero que podrían haber invertido en todo tipo de proyectos. No lo hicieron porque querían prolongar los momentos dulces. No querían embarcarse en cuestiones más complejas”, señala Manrique.
La realidad discográfica actual
Juan Antonio Vázquez, responsable de los programas radiofónicos Mundofonías (junto a Araceli Tzigane), A la fuente y La ruta de las Especias (Radio Clásica, RNE), El Palabrero (Radio 5, RNE) y de Transglobal Underground World Chart (red de más de 60 periodistas especializados en músicas del mundo de los 5 continentes), nos lo resume muy bien. “Pasa mucho que los sellos intentan minimizar el riesgo. En muchas ocasiones es el artista o el grupo el que corre con el gasto de prácticamente toda la producción. Y luego ya tienen un acuerdo con el sello. Pero la inversión la tiene que poner el grupo muchas veces. Casi no se diferencia mucho de la autoedición, aunque sí que tiene una repercusión mucho más grande estando en un sello más importante”.
En la actualidad existen otras herramientas, otras plataformas, otras claves. El ecosistema musical ha cambiado. Se ha globalizado y amplificado la difusión, a través de mayor número de canales. “YouTube es una buena herramienta, que usa mucha gente en el sector. Se ha facilitado la difusión y ha empeorado el retorno económico. Para los grupos, una grabación de un disco es un hito que les obliga a trabajar, a dar un paso más en todo. Muchas veces es en crear repertorio, otras veces es en mejorar lo que están haciendo”, nos relata Araceli Tzigane.
La realidad ha cambiado porque “las playlists, las listas de reproducción sustituyen a la radio. Te dan garantía de lo que quieres escuchar, por los algoritmos. Pero hay de todo. Hay playlist que están hechas con inteligencia y otras no tienen ningún tipo de cabeza. Ves que no tienen sistema de comprobar la calidad, porque hay grabaciones malísimas o deficientes. Y Spotify te impide comprobar las diferentes versiones de una canción. En muchos casos recurren a portadas recientes, no a portadas históricas, imagino que porque los sacan de los cds”, nos comenta Diego A. Manrique quién dirigió ‘El Ambigú’ en Radio 3 durante 18 años.
“Creo que lo más importante de un sello, aparte de su filosofía, es el catálogo, ya que en él se puede encontrar variedad y por lo tanto llegar a diferentes géneros musicales y gustos. Cuando un sello o una banda cesa su actividad, siempre queda su legado para poder descubrirse y disfrutar por futuras generaciones” nos comenta el mánager y promocionero del mundo del rock y del metal Álex Nooirax.
Pablo Gil cuenta que tiene una sobrina que le dijo algo que le impactó: “Le pregunté si le gustaba un grupo, le dije que seguro que lo tenía que haber escuchado, se lo puse, y me dijo “¡Buah, qué rollo! ¡Esto tiene guitarras eléctricas!”. No había pensado que podía tener ese prejuicio. No es sólo que Coldplay o Muse, les parezca música de viejos, y no me refiero a Led Zeppelin. O Arcade Fire. Lo escuchan pero les parece música de padres”,
“La forma en que ha impactado la música urbana en esa generación es brutal. De forma que muchos de ellos ya sólo escuchan esos sonidos como un lenguaje con el que ellos se sienten identificados. Y los otros lenguajes les parece que no son para ellos. El pop-rock de guitarras, lo que hemos considerado la música hegemónica durante décadas y décadas, para ellos no lo es. Que luego la música urbana está tendiendo al pop. Y hay un grupo de oyentes que escucha mucha música latina, mucho reguetón, mucho trap, muy identificado en un estilo. Pero a lo que están tendiendo esos artistas es a formas más pop. Bad Bunny es un ejemplo, muy astuto y listo. C. Tangana también. Casi todos tienden a eso. Los regeatoneros y traperos más ultras están tendiendo a formas más pop”, remata Gil.
Álbum vs single
Con el auge del streaming y de canales como YouTube ha proliferado el single frente al álbum. Pero queremos saber cómo respiran los periodistas y los sellos. “El disco sigue estando ahí pero el sencillo es lo que prima, la canción suelta, la isla paradisiaca frente al pueblo costero con entidad y personalidad. Ahora todo artista, antes del LP, saca varios singles. Pero son de broma porque son singles sin cara B. No es el objeto apetecible que se fabricaba antes. Únicamente tiene funciones promocionales, para decir estoy aquí y voy a sacar un disco en unos meses. Y luego por que todavía funcionan las radiofórmulas que requieren ese filtrado previo de nuevo material que le dan las discográficas, apuntando por lo que van a apostar. Luego está el vídeo que es la confirmación de que ahí hay una inversión” nos comenta Diego A. Manrique.
“Desde Mundofonías nos ceñimos al formato de álbum, que es con el que trabajamos. Y sí que hay movimiento. Hemos percibido que sí que hay muchos sellos discográficos que hacen una labor vocacional, de explorador, de arqueólogos musicales, que buscan grabaciones de los años 70 en Senegal, en Etiopía, en Somalia. Van editando eso: algo como un poco distinguido, elitista… Son muy acérrimos del vinilo. Que es un formato que ha sobrepasado recientemente al cd en ventas. Hay tendencias curiosas, incluso algunas un poco inesperadas. Muchas ediciones son en vinilo y en digital, ya ni siquiera salen en cd”, explica Juan Antonio Vázquez.
Sobre los formatos hay disparidad de opiniones. “Yo soy del álbum, sin duda. Por una cuestión generacional, pero también porque creo que es el formato que sigue dando la medida real de la valía de un artista, de su amplitud de registros. Para mí, sigue siendo la prueba del algodón”, reconoce Carlos Pérez de Ziriza, periodista musical y editor de la web musical Mússica.
¿El oyente / usuario / auditor es del single pero los prescriptores son más del álbum? ¿Vivimos en una época acelerada que solo busca saciar un consumo musical inmediato? ¿Se ha perdido el interés por una obra de larga duración? Afortunadamente estas preguntas no tienen una respuesta categórica y excluyente.
Intercambios y raíces
Una sensación que recoge Pérez de Ziriza es que “sigue habiendo ciertos prejuicios a ambos lados del Atlántico. Pero no solo entre España y América Latina, sino entre España y otros países europeos (como Francia e Italia) con los que, paradójicamente, el intercambio de sus mercados musicales era más fluido antes de internet y la globalización”. No deja de ser sorprendente que internet no sólo no haya globalizado aún más la música sino que también ha propiciado ese cierre hermético entre culturas.
“La música se mueve sola. Al final la música ha llegado a entenderse como un arte global con múltiples orígenes y direcciones”, puntualiza el periodista y escritor Bruno Galindo, autor de las soberbias memorias musicales Toma de tierra, publicadas por Libros del KO. “Lo que es notable es la proliferación de propuestas que rescatan y fusionan las músicas tradicionales. De esto último se desprendería que los legados están vivos –prosigue Galino–-. Para hablar de sellos que hayan puesto el foco en las raíces habría que irnos a los primeros trabajos del sello Hispavox porque ahora se buscan artistas que ya tengan resultados en forma de clic, y se establece con ellos pactos comerciales muy diferentes a los clásicos, que eran de tutela y dirección de sus carreras. Ha cambiado el concepto de los sellos independientes del siglo XX, que era el de pequeñas factorías que iban construyendo catálogos con visión más artística que comercial. Ahora hay más, más pequeños y, creo yo –igual me equivoco– con menor alcance y poder de predicamento, también porque la industria periodística es más débil”.
Dentro del folclore, Araceli Tzigane menciona la dificultad de formación y traspaso de esas músicas. “Hay alguna intención de hacer un conservatorio musical. Pero no tiene sentido. Cuando intentas aplicar métodos de la música clásica o moderna a la música tradicional, no funciona. Y de momento no se ha encontrado otra fórmula para la música tradicional más que ese aprendizaje durante años, de constante contacto con esa realidad. Al intentar normalizar el aprendizaje, de la música tradicional con los parámetros de la música moderna, y meterla una partitura con unos compases y unas armonías, el resultado es que se pierde muchísimo: naturalidad (y complejidad) de la música tradicional. Además la música tradicional tiene mucha improvisación. Se están apropiando del lugar de la tradición pero sin respetar sus tiempos y sus formas, y la transmisión no es tan fácil. En el mundo del folk si tú no tienes calidad, de sonido, de concepto, no vas a convencer a nadie. El problema de la música tradicional en buena medida, es un tipo de romanticismo, buenrollismo, que parece que es suficiente justificación con que viene de la tradición. Y que hay que respetar la tradición sin más”, remarca Tzigane.
El caso español
En nuestro caso, los sellos independientes arrancaron en los 80, algunos vinculados a las multinacionales. En la década de los 90 surgieron una serie de sellos que fueron la flor y nata de la escena pop, rock, alternativa. Muchos mimetizaban las tendencias anglosajonas, otros se movían por otros parámetros, buscando cierta diversidad, como el caso de Munster Records y su sello Vampi Soul, el hardcore del sello barcelonés BCore, el pop orquestal del sello Siesta o la colección Música para un Guateque Sideral del sello Subterfuge. Ya en los primeros 2000 llegó la consagración de estos sellos, en algunos casos la defunción. “Tenemos la suerte de contar con grandes artistas dentro de nuestras fronteras. Por ejemplo, últimamente se ha visto un boom de la psicodelia progresiva con bandas claramente influenciadas por Triana, Smash, The Storm, ejemplos de lo que acontecía en Andalucía en los 70. También el rap, la electrónica y los sonidos latinos se han fusionado en los distintos estilos urbanos que han aparecido desde hace pocos años hasta ahora. Pienso que la mezcla de estilos es lo que da frescura a la música e invita a la exploración y experimentación para poder avanzar en composiciones y creatividad. Esperemos que la música siga mutando, absorbiendo influencias del pasado pero desarrollando ideas del presente y del futuro”, comenta Álex Nooirax.
Para Pérez de Ziriza los sellos independientes en España han dado “a conocer decenas de propuestas que, sin su ayuda, lo habrían tenido mucho más complicado para acceder al gran público. Apostar por músicas alejadas del mínimo común denominador. A veces, incluso, han servido de vivero para las multis, o han llegado a ser absorbidas por ellas. Pero en cualquier caso, su concurso ha sido esencial durante tres décadas (80, 90 y 2000) en las que han dado voz a decenas de subestilos y ramificaciones que explican lo que es la música pop hoy en día”. Y subraya que “muchos sellos que surgen de la tradición de sus pueblos, y que ahora (por suerte) están reviviendo desde nuevos lenguajes a través de la música de gente como Rodrigo Cuevas, Baiuca, Maria Arnal i Marcel Bagés, Sandra Monfort, Los Hermanos Cubero y tantos otros”. Destaca entre otros El Genio Equivocado, Elefant, El Volcán, Hidden Track, Subterfuge, Lovemonk, You Are The Cosmos, BCore, La Castanya, entre otros. “Algunas de ellos, como Elefant, El Volcán o Subterfuge, están muy atentos a captar nuevos talentos de eso que entendemos como “músicas urbanas” o nuevo pop español, y eso me parece muy interesante, muestra que siguen evolucionando”.
Dos sellos contemporáneos
Como ejemplo de dos sellos contemporáneos que han creado estilo y marca, a su manera, cabe señalar los sellos Sonido Muchacho y Raso Estudio. Hablamos con Luis Fernández y Alan Queipo, sus directores.
“Siempre tuve mucho interés en tratar de hacer, no un sello de género, pero sí un sello totalmente impredecible y que se salga de los cánones del circuito de sellos”, comenta Queipo. “Pero por lo general, a mí siempre me interesó mucho la recuperación de la música de raíz. La resignificación de algunos códigos de la música pop o de la música alternativa”.
“A mí lo que me gusta como sello es crear un relato. Que haya una estética, que sea lo suficientemente abierta como para que no sea un sello de género, pero que también te cuente cosas solamente con ver el catálogo. Sellos en los que entras en un contexto al publicar allí. Te ayuda a construir una identidad más allá de que el artista también la tenga, empiezas a formar parte de otra cosa”, puntualiza Queipo. “Ahora no es necesario estar en un sello, porque existen otras estructuras como las agregadoras o distribuidoras (como The Orchard u otros) que están ejerciendo un poco de sellos hablando con los artistas”. Señala entre sus sellos favoritos Mandioca o Los Años Luz, en Argentina y Repetidor, Foehn y Humo en España.
Queipo se expone claramente. “Como mínimo sé que para mí la música es un vehículo fundamental para explicarme como persona. Hay un resurgir del folclore que ayuda a explicar muchas cosas de España pero también de la civilización”. Y sus deseos son “que Raso estudio tenga una vida coherente. No me gustaría que la industria se comiera a Raso. Que siga siendo apasionante sacar discos y que sean discos que tengan cosas que decir”.
Por su parte Luis Fernández nos cuenta que “Sonido Muchacho lo montamos en la universidad, en el último año. Como un hobby. Era una cosa de colegas, de editar a grupos que nos gustaban. Aunque ahora el concepto y todo es muy profesional. Empezamos quizás más en el underground. Hay quién nos dice que nuestra banda Fresquito y Mango es mainstream. Pero la realidad es que todo va cambiando. Yo sí que noto que hay muchos menos vicios de descubrir música ahora. Cada vez que sacas un grupo, cuánto más joven es, ya directamente no hay ningún tipo de prejuicio. Una de nuestras señas es la tendencia sin prejuicio. No tenemos un género preestablecido. Sacamos cosas que nos gustan, da igual que sea Erik Urano, Carolina Durante o Cariño. Lo que sí que es cierto es que está pasando algo muy de tendencia. Luego lo complicado es convertir esa tendencia en un catálogo. Al final ahí hay un trabajo que el tiempo dirá”.
Sonido Muchacho “mantiene la frescura y la inmediatez porque es un sello muy de lo que está pasando. Y son cosas totalmente diferentes”. Fernández ve el álbum “como la culminación del proyecto, también a nivel artístico. Porque es el sitio en el que puedes exponer todas tus ideas, puedes crear una narrativa y un discurso. El single es muy presente pero siempre lo ha sido. En la radio el formato single siempre ha estado ahí. Pero de repente el álbum tiene una importancia brutal. Es un concepto que cierra un círculo, etapas, siempre va a estar ahí. Pero lo importante son las canciones. El futuro va a seguir siendo la canción. Todo depende de las canciones”, subraya.
“El panorama a veces es más alentador, porque veo que todo se está profesionalizando más. La industria tiene sellos pequeños súper interesantes que van creciendo. Yo cuando empecé había un montón de sellos pequeños. Y no queda ni uno. Es una pena que se queden en el camino. Sobre los festivales, se repiten los grandes grupos de siempre. Sí, pero al final tienen que vender entradas. Lo que sí que creo es que va a cambiar el perfil de los artistas. Habrá un público que ya no irá a festivales. Habrá una renovación de público. Y será más evidente ahora”, subraya Fernández.
Coda: El panorama actual
“Lo que manda ahora es el big data. Ya ni siquiera los A&R cuentan. Analizan lo que se escucha en cifras. Técnicos que informan de lo que se lleva, de lo que se escucha. Hacen un esfuerzo por escucharlos, y quizás contar con ellos. La miniaturización de las discográficas ha llegado hasta tal punto que ya ni siquiera hacen lo de toda la vida: mandar a cazatalentos a los locales de ensayo, a las salas de conciertos o a escuchar los programas de radio. Es algo terrorífico. Se ha perdido el modelo de las grandes compañías, son unos hijos de puta con todas las letras, pero tenían un ecosistema muy cuidado. Buscaban superventas y al mismo tiempo trabajaban con una serie de artistas que podían ser superventas o que sabían que no iban a serlo, pero les interesaba tener por prestigio, por placer o por lo que fuera. Y luego tenían el departamento de catálogo que iba renovando, recolocando, reempaquetando su historia. Ahora todo eso ha disminuido. Siguen teniendo ese departamento porque es un chollo, discos superrentabilizados de los que sacan demos o grabaciones ocultas”, remata Diego A. Manrique.
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Andrés Castaño es periodista y redactor free-lance especializado en cultura y espectáculos, colaborador en El Duende de Madrid y en las webs El Asombrario e Indienauta, entre otros muchos medios de prensa y digitales.
Viendo el documental Revelando a Mario (2020) de Simó Mateu (disponible en Filmin), me fascinó aquella magia que tenía Mario Pacheco para captar las esencias musicales de una época, para construir un catálogo conjugando calidad, frescura y el espíritu musical de la calle. El documental cuenta...
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Andrés Castaño
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