ROSSO DI SERA
Finto intermezzo
La política italiana está en una pausa aparente, pero los partidos se mueven por debajo de la mesa tomando posiciones para el relevo en la Jefatura del Estado, que tendrá lugar en febrero
Alba Sidera 1/10/2021
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Desde hace un tiempo parece que vivimos una especie de intermezzo de este apasionante, delirante e instructivo teatro que es la política italiana. Empezó durante la pandemia, pero no era solo por la pandemia. Debajo del ruido sempiterno podemos observar que, en el fondo, nadie ataca seriamente a nadie. Obviamente, el motivo principal es que hay un gobierno de unidad nacional que contiene desde el centroizquierda a la extrema derecha de Matteo Salvini, pasando por los Cinco Estrellas y el inflado mini-partido de Matteo Renzi. En la oposición está el posfascista Fratelli d’Italia (Fd’I), que no aprieta mucho y alardea de hacer una oposición constructiva porque Giorgia Meloni está labrándose el camino para ser la nueva primera ministra de Italia. Y, por eso, hace ya un tiempo que ha cambiado de tono, aparece más comedida, menos fascista. Los medios italianos le han echado una buena mano: entrevistas personales y tiernas pero siempre con un porte institucional, y sin olvidar el propósito de fondo. Como dijo Steve Bannon, “Giorgia es perfecta para ser la cara racional del populismo de derechas”.
Este verano, en el que incluso ha tenido éxito publicando un libro sobre sí misma, ha sido sin duda el de Meloni. Logró lo nunca visto: su partido superó por unas décimas a la Liga, aupándose en los sondeos al primer puesto en Italia. Pero Giorgia aún no ha lanzado ninguna ofensiva contra Matteo: por ahora son rivales, sí, pero también socios en la mayoría de elecciones o de gobiernos fuera del ejecutivo de Draghi. Hace tiempo que la coalición de la Lega, Fd’I y Forza Italia (FI) obtiene alrededor de la mitad de los votos en todos los sondeos. Lo que ha cambiado en los últimos meses es el porcentaje que Meloni quita a Salvini, hasta lograr un empate. Pero por ahora todavía se necesitan.
A diferencia de Salvini, que frecuentó los ambientes burgueses milaneses cercanos al poder económico, Meloni proviene del popular barrio romano de la Garbatella. Es una política de batalla
Giorgia es el reverso de la moneda de Matteo como líder. Salvini es un oportunista capaz de defender una idea y la contraria, de cantar que los meridionales son unos perros apestosos y luego mandarles besitos y asegurar que sus playas son la mayor joya de Italia. Meloni, en cambio, es coherencia y perseverancia. Ingresó en las juventudes del neofascista Movimento Sociale Italiano a los 15 años. A diferencia de Salvini, que frecuentó los ambientes burgueses milaneses cercanos al poder económico, Meloni proviene del popular barrio romano de la Garbatella. Es una política de batalla, de las que se patean las calles, conocen a toda la militancia, no se escaquea de ninguna reunión; de las convencidas. Y por eso, peligrosa. Tiene el hándicap de ser mujer en un ambiente que incluso se jacta de ser machista, y eso ha retrasado su ascenso. Pero la suya es una carrera de fondo, y ha sabido demostrar que, al contrario del impetuoso Savini, sabe esperar.
Estos últimos tiempos, hemos visto al Partido Democrático (PD) y a sus medios afines rozar la autoparodia al alabar a Salvini definiéndolo como “europeísta” y “responsable”. Esto ocurría tras gestarse el gobierno de unidad nacional, y tenía su lógica: para justificar el hecho de gobernar con quien hasta entonces era su enemigo-espantapájaros preferido –con el que tapaban la falta de ideas propias– era necesario blanquearlo. ¿Que le hicieron un favor? Bueno, no es la primera vez que el centroizquierda da un pase de gol a la extrema derecha. Pero Salvini enseguida volvió a soltar sus habituales proclamas contra los de siempre (inmigrantes y colectivo LGTBI), y la comedia se volvió más embarazosa para los demócratas.
Lejos de la gestualidad vacía de la política que se hace pública, está la política que se hace por debajo de la mesa. Y ésta no se encuentra en pausa ni por asomo Por un lado, Confindustria, la potente patronal industrial, cada vez esconde con menos pudor que considera que el gobierno Draghi está a su servicio. Y Draghi no lo desmiente, ni con palabras ni con hechos. Por el otro, todos los partidos están moviéndose para preparar escenarios futuros.
La que rondan todos por un motivo u otro es la facción de la Lega más vinculada a los empresarios del norte de Italia, liderada por Giancarlo Giorgetti. Querrían ser el centroderecha anteriormente berlusconiano, populista pero controlable desde Bruselas, que grita pero no muerde. Salvini no acaba de encajar ahí. Lo que le llevó a alcanzar tanta popularidad –su personaje agresivo y totalitario– chirría a la hora de pactar con los poderes fuertes. La suerte para Salvini es que esta facción no tiene aún un sustituto, aunque las apuestas apunten hacia el gobernador del Véneto, Luca Zaia. Los de Giorgetti juegan a diversas bandas. Por un lado, querrían unirse con Forza Italia y entrar a formar parte del PP europeo. Por otro, son muy amigos de la parte más derechona de los grillini, encabezada por Luigi di Maio. Y están intentando dinamitar los pactos que el Movimiento ha hecho con los demócratas para concurrir en algunas elecciones regionales y municipales.
A Salvini, además, le ha surgido otro problemón: se ha quedado sin Luca Morisi, su spin doctor desde el inicio. El creador del personaje Salvini, el responsable de su éxito, el ideólogo de la agresiva maquinaria propagandística en las redes llamada “la Bestia”, ha tenido que dimitir porque la policía lo investiga por un turbio y aún confuso asunto de drogas y fiestas privadas. ¿Podrá seguir funcionando viento en popa la maquinaria de la Bestia sin quien se entregó en cuerpo y alma al proyecto?
Entre todo ello hay dos escenarios políticos importantes: las elecciones municipales del 3 y 4 de octubre este fin de semana, entre ellas Roma y Milán, que ayudarán a comprobar el peso de unos y otros, y la elección del presidente de la República en febrero. Fratelli d’Italia y la Lega de Salvini, que saben que ganarían las elecciones, querrían que Draghi pasase de Palazzo Chigi (sede del gobierno) al Quirinale (sede de la presidencia del Estado). El PD y los grillini, en cambio, lo prefieren en el gobierno porque así se libran, de nuevo, de unos comicios que les expulsarían del poder. Forza Italia querría que el presidente fuese Berlusconi: es el sueño no tan secreto del magnate desde siempre.
Y, por cierto, el Tribunal de Milan, cansado de que Berlusconi eluda comparecer en el proceso Ruby alegando “cuestiones de salud” (con esta táctica consiguió ya ocho aplazamientos), ha pedido una evaluación psiquiátrica. Él se ha negado, muy ofendido, y ha salido en su defensa nada menos que Romano Prodi, su histórico adversario. El también ex primer ministro dice que “proponer una pericia psiquiátrica para el exCavaliere es la enésima locura de Italia” y ha tenido palabras amables para quien, según él, “consiguió mover Forza Italia hacia una línea europea”. Con un centroizquierda como este es más fácil entender por qué la extrema derecha, aliada con su mentor Berlusconi, a pesar de todos sus problemas, consigue apenas la mitad de los votos –en las encuestas– que obtenía hace años.
Desde hace un tiempo parece que vivimos una especie de intermezzo de este apasionante, delirante e instructivo teatro que es la política italiana. Empezó durante la pandemia, pero no era solo por la pandemia. Debajo del ruido sempiterno podemos observar que, en el fondo, nadie ataca seriamente a nadie....
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Alba Sidera
Periodista especializada en la extrema derecha y el análisis político. Vive en Roma desde el 2008, donde trabaja como corresponsal. Autora del libro 'Feixisme Persistent'.
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