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CARTA DE PARÍS

Zemmour, el nuevo mariscal de la ultraderecha francesa

A seis meses de las presidenciales, el comunicador y polemista judío bereber se ha convertido en el favorito de la Francia ‘eterna’ para disputar el Elíseo a Macron, aunque todavía no se ha declarado candidato

Elizabeth Duval 8/10/2021

<p>Éric Zemmour.</p>

Éric Zemmour.

Luis Grañena

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No es un desguazador al uso del Estado con formas neoliberales, como nuestra ultraderecha patria, sino casi un estatólatra que se reclama heredero de una línea de grandes hombres (tan diversos hacedores de la Historia como Robespierre, Napoleón, el colaboracionista Pétain o De Gaulle). No es un outsider, sino un polemista que aparece en televisión todos los días, incluso en varias cadenas, especializado en compadrear con los poderosos y con la jet set político-cultural de la que él mismo forma y ha formado parte. Éric Zemmour presentándose a las elecciones presidenciales de la República francesa es el equivalente a Federico Jiménez Losantos comunicando cortésmente a los líderes de las derechas que va a tomar las riendas, que ya se ha cansado de sus tonterías. A finales de septiembre, los sondeos le daban el tercer puesto, un punto o tres por debajo de Marine Le Pen. Ahora, a principios de octubre, ya hay sondeos que dicen que la superaría, llegando a una disputada segunda vuelta con Macron… Y eso que ni siquiera ha confirmado su candidatura. 

Zemmour presentándose a las elecciones presidenciales francesas es el equivalente a Jiménez Losantos comunicando cortésmente a los líderes de las derechas que va a tomar las riendas

Quedan seis meses para las elecciones presidenciales, así que todo puede desinflarse o ir a peor. Los cenáculos –lo han dicho Paris Match, Le Parisien, y periódicos reaccionarios cercanos como Valeurs Actuelles– apuntan a que podría declarar oficialmente su candidatura el 11 de noviembre, aniversario del Armisticio, y a que su candidatura se llamaría, risas, redoble de tambores, Vox Populi. Romperá el tablero de las elecciones francesas. Es más: ya lo ha hecho. Marine Le Pen ya ha respondido virando todo a la derecha para proteger su espacio político: quiere meter en la Constitución francesa el control de la inmigración, la prioridad nacional y la superioridad del derecho francés sobre el derecho internacional. Casi nada.

Éric Zemmour (Montreuil, 1958) no encaja en la imagen clásica de la ultraderecha. Quizá sí en su faceta de señor tradicionalista sentado en plató de televisión, afirmando su odio a las feministas y la necesidad de defender Francia de la inmigración (“legal e ilegal”, dijo recientemente, “como defendía el Partido Comunista Francés hace 50 años”). Lo demás –¿quién iba a imaginarse a un judío bereber al lado de conocidos antisemitas franceses?– entra dentro de su mutación más novedosa: la de incorporar a minorías aquiescentes a los mensajes de odio contra sí mismas. Está por ahí Ignacio Garriga en Vox, maneja en Alemania la política lesbiana y ultraderechista Alice Weidel.

Elogios del viejo Le Pen

Fue la periodista de Le Monde Ivanne Trippenbach quien sacó de Le Pen padre una de las declaraciones más reveladoras sobre la figura de Zemmour: “Nuestra única diferencia es que él es judío, así que es difícil llamarlo nazi o fascista: eso le da mayor libertad”. Es verdad: Zemmour ha dicho, por ejemplo, que el régimen de Vichy protegió a los judíos franceses... Una falacia, pero dicha por un judío. Puede exhibir una fervorosa islamofobia, pero nunca podrán decir de él que se trate de un antisemita. Jean-Marie Le Pen, que ya ha confirmado que apoyará a Zemmour si le va bien en los sondeos, se equivoca, y se equivoca queriendo, porque hay equivocaciones que sólo son formas de camuflar lo que de verdad se quiere decir: la única diferencia entre Zemmour y Le Pen es que él es judío, sí, pero eso cobra aquí un cariz onomástico. La principal diferencia es que Zemmour no se llama Le Pen: el olivo en lengua bereber sustituye a la cabeza bretona y todo el peso diabólico del apellido se esfuma, como cuando Marion, nieta del patriarca, insiste una y otra vez desde 2018 en que la llamen Maréchal, lo cual transmite otro miedito francés: ¿mariscal… quién?. No es poca cosa: según cómo repartan las cartas, apellidarse Zemmour y no Le Pen puede ser la diferencia entre un cordón sanitario o frente republicano y un terremoto político.

Zemmour era omnipresente en el ecosistema mediático francés hasta hace unas semanas, cuando el Consejo Superior Audiovisual declaró que el tiempo que pasara en pantalla debía medirse como si se tratara de un candidato más. Antes de eso y durante años –si sólo valoramos el audiovisual, más de veinte; si contamos su participación en periódicos, lleva formando parte de los medios desde su veintena, o sea, desde los años ochenta– tuvo espacio para propagar y difundir a gusto sus ideas. Pero nadie en Francia se imaginaba que fuera a pasarse al otro lado e intervenir activamente en política. Su candidatura, a principios de 2021, era una improbabilidad, sólo alentada por algunas declaraciones tras la derrota de Marine Le Pen en la segunda vuelta de 2017. 

Entonces llegó la llamada Génération Z, un grupo de jóvenes derechistas que llenó las ciudades francesas de carteles “Zemmour président” a finales de junio, justo después de los resultados de las elecciones regionales y municipales en las que la Agrupación Nacional se pegó un histórico batacazo. Nada surge de la nada, y son acciones muy bien coordinadas, antes de las cuales todo parecía demasiado improbable. Los sondeos empezaron a considerar su participación electoral tras una entrevista en un canal de YouTube cercano a Marion-Maréchal Le Pen. Desde verano, en apenas unos cuantos meses, ha pasado de un 5% a un 17%. Los últimos sondeos declaran que sería él, y no Le Pen, quien pasara a la segunda vuelta contra Emmanuel Macron, si bien en un escenario ajustado. ¿Cómo sabemos que ha dado el pistoletazo de salida? Parecerá una broma: la tradición francesa es sacar libros en campaña electoral. Éric Zemmour lanzó libro el 15 de septiembre, La France n’a pas dit son dernier mot, o Francia aún no ha pronunciado sus últimas palabras, vendió 80.000 ejemplares en cinco días y agotó a toda velocidad una primera tirada de 200.000 ejemplares. Por establecer una comparación: Anne Hidalgo, candidata de los socialistas, también sacó un ensayo personal el mismo día, Una mujer francesa. En los mismos cinco días que Zemmour, 975 ejemplares. Sabemos que las ventas de libros no se traducen en votos, pero cualquier extrapolación puede ser desoladora.

¿Cuáles son sus principales diferencias con Le Pen, más allá del nombre? Una paradoja peligrosísima. Paul-Marie Coûteaux, un colaborador cercano –favorable en un principio a la unión de “soberanistas de ambas orillas”, de izquierda y derecha, y luego a la unión entre Los Republicanos y el Reagrupamiento Nacional–, dijo en Paris Match que su objetivo era recoger los votos de “esos dos franceses de cada tres que confían en la autoridad del Estado, creen que la familia es un padre, una madre e hijos y, por ello, juzgan que es necesaria la unión de las derechas”.

Los Republicanos no pasan por su mejor momento, absorbidos a un lado y otro –aunque con conquistas en las regionales– por una guerra interna no abiertamente declarada entre candidatos que ni siquiera pertenecen al partido y dudan si pasar por primarias o presentarse directamente. El Frente Nacional –ahora Reagrupación–, en su permanente intento de no parecer diabólico ante los electores franceses, sigue de capa caída. En esa circunstancia surgen nuevos monstruos.

El erudito educado

Zemmour se cuida mucho de transmitir la imagen de un erudito, un hombre “educado” y culto –aunque su estilo sea la interrupción constante y su muletilla el “ben voyons” (pues vamos a ver)–, con constantes referencias a la historia y grandeza de Francia, capaz de complacer –aunque su mensaje sea radical– a la burguesía ilustrada mientras “habla claro y sin morderse la lengua”, sin maquillar tanto lo que es como para que el maquillaje sea evidente. Pero ha asumido un discurso complotista que lo coloca, en sus intervenciones televisivas, a la derecha de la Reagrupación Nacional. 

Algunos de los grandes ejes de la política francesa en los últimos años han sido el islam, la inmigración, la seguridad, el comunitarismo y el “islamoizquierdismo”. La propuesta de Zemmour es la más radical del panorama francés: casi siguiendo las palabras de Renaud Camus, afirma que existe un proceso de gran sustitución de la población –en este caso francesa– por población musulmana a través de la inmigración masiva, lo que provocará  –y aquí citamos a Zemmour– que en 50 años Francia pueda parecerse “al Líbano en más grande”, convirtiéndose “en una República Islámica” por culpa del “choque de civilizaciones”. Como judío bereber, es inmune a todo aquel que intente recordarle cuánto suena algo así a la conspiración antisemita del plan Kalergi… Pero gusta a los mismos que hablan de ese plan, ya que el enemigo ha pasado a ser árabe. Y el relato cuadra con su historia de grandes hombres y grandes naciones, con una concepción del mundo en la cual Francia siempre está al borde del abismo hasta que llega alguien para levantarla y hacer que se rebele. Zemmour desea con todas sus fuerzas ser ese hombre. Lo que es peor: lleva tantos años en televisión, se ha instalado en tantas casas y cae tan bien a la derecha tradicional, que sus probabilidades de hacerlo podrían ser mejores que las de Marine Le Pen, a la cual califica tranquilamente como “una moderada”, resistiéndose a llamarla “una progre”.

Lo más probable es que, aunque logre un muy buen resultado, Zemmour no triunfe. Según todos los sondeos, Macron volvería a ganar las presidenciales, pues sale de momento victorioso de todos los posibles duelos en la segunda vuelta. Puede que Zemmour haya alcanzado su pico electoral muy pronto, en septiembre, y se desinfle en la campaña, cuando su discurso se vea confrontado al del resto… Pero sólo quedan seis meses, y no parece que su careo con Mélenchon, el líder de la izquierdista La Francia Insumisa, le resultara en absoluto nocivo. En una esfera política y cultural cada vez más derechizada, como es la francesa, donde incluso el ministro de Interior le dijo a Le Pen que era demasiado suave en materia de inmigración, el surgimiento de figuras como Zemmour era inevitable. Macron parece tranquilo en el Elíseo, pero la ultraderecha francesa vuelve a creer que es posible ganar las elecciones, y para ello tiene un nuevo mariscal. Planea una última duda… Que, aunque no venza, quizá acabe convenciendo.

No es un desguazador al uso del Estado con formas neoliberales, como nuestra ultraderecha patria, sino casi un estatólatra que se reclama heredero de una línea de grandes hombres (tan diversos hacedores de la Historia como Robespierre, Napoleón, el colaboracionista Pétain o De Gaulle). No es un outsider,...

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Autor >

Elizabeth Duval

Es escritora. Vive en París y su última novela es 'Madrid será la tumba'.

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1 comentario(s)

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  1. Fernando

    Gracias por esta magnífica colección de reportajes sobre nuestro país vecino. La "internacional del odio" está muy activa por el mundo globalizado y controlado por la corporatocracia. El revisionismo histórico y los medios de comunicación dependientes de las corporaciones están promoviendo a la extrema derecha.

    Hace 2 años 8 meses

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