Las cifras de emancipación de los jóvenes españoles están en caída libre desde comienzos de este siglo. Y a pesar de que la economía comenzó a reactivarse de forma notoria a partir del tercer trimestre del año pasado, la crisis socioeconómica derivada de la covid no ha hecho más que acentuar las dificultades que sufren los jóvenes para abandonar el hogar familiar. Si en el primer semestre del año pasado esta tasa disminuyó de un 18,7% a un 17,3 %, a finales de 2020 este indicador continuó a la baja hasta llegar al 15,8 %. Es decir, casi tres puntos por debajo de los datos registrados en 2019. A finales de 2020 tan solo 1,6 jóvenes de cada 10 vivían en un hogar independiente al de origen. El peor dato visto desde 1999.

Según el último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España (CJE), esto se debe a las elevadas tasas de paro juvenil, sus condiciones habitacionales y su difícil inserción laboral, que lastran a la mayoría de las jóvenes desde hace años. Por citar un dato, a finales de 2020 la tasa de ocupación entre este grupo de población era de un 36,4 %. Cifras que empeoran si hablamos del caso de las mujeres (35%). 

A la baja tasa de ocupación juvenil hay que añadir su temporalidad, parcialidad y sobrecualificación como algunas de las variables que ponen de manifiesto la precarización laboral que trae de cabeza a los jóvenes en nuestro país y que los limita a la hora de comenzar su vida adulta de forma independiente. 

En el segundo semestre de 2020, más de cuatro de cada diez menores de 30 años con estudios superiores ocupaban un puesto para el que estaban sobrecualificados. Más de la mitad de los jóvenes que tenían un empleo era bajo un contrato temporal (52,1 %). Y, en el caso de la parcialidad, esta aumentó hasta alcanzar a más de una cuarta parte (el 26,1 %) de los jóvenes con trabajo. Son las mujeres las que se encuentran en mayor medida realizando jornadas a tiempo parcial (32,4 %), mientras que en el caso de los hombres esta tasa descendía hasta el 20,4 %. 

A las dificultades para acceder al mercado laboral, la temporalidad y parcialidad, además, hay que sumar los bajos salarios como otro de los principales problemas que soporta la población más joven. Una variable que ya no solo dificulta su emancipación, sino que sitúa a una de cada cinco personas jóvenes con empleo (el 20,2 %) en riesgo de pobreza y exclusión social, un 31,7% si hablamos sobre el total. 

Así, con un horizonte poco esperanzador, no es raro que cada vez más jóvenes decidan permanecer durante más años bajo el paraguas del hogar familiar. Según el informe de CJE, para que un joven pueda permitirse vivir solo en un régimen de alquiler debe destinar el 91,6% de su sueldo. Un salario que, según este mismo organismo, a finales del segundo semestre de 2020 se situaba de media en los 970 euros mensuales.

Aunque, en principio, la compra de vivienda resulte aparentemente más beneficiosa debido a que representa menos gastos, con una estimación de dedicación del 55,1% de la renta para el pago de la hipoteca, las posibilidades para acceder a ella se reducen por la falta de ahorros y la imposibilidad de acceder a créditos hipotecarios. Por lo que, en la mayoría de los casos, los jóvenes optan por la fórmula menos costosa: compartir el alquiler de la vivienda con otras personas. Un acceso a la emancipación que, según el CJE, para una persona joven asalariada supondría destinar el 27,8 % de sus ingresos.

Si los datos hasta ahora no eran muy esperanzadores, el futuro no parece ser más prometedor. El informe del Observatorio de Emancipación revela cifras preocupantes sobre el sobreendeudamiento de los jóvenes que viven en alquiler –cuando se dedica más del 40% del salario a la vivienda–, que creció en casi dos puntos (1,86), en 2019 y se sitúa en el 17% de los hogares jóvenes.