LA VITA NUOVA
Patria queridaaaaaaaa
Si lo perdemos todo, ganaremos una patria. Si ganan, si no ofrecemos itinerario a través de una mentalidad fundamentada en el Bienestar, si los derechos siguen reduciéndose, si lo perdemos absolutamente todo, obtendremos una patria
Guillem Martínez 27/11/2021
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1- Ahora, alehop, estoy en Oviedo, desde donde les saludo. Hola. Llueve. Tanto y con tan poca intensidad y tanta rutina que, a la media hora, se me pone cara de vaca cuando ve llover, momento en el que ves ya llover desde dentro. El resultado es una cara estoica, de mamífero que está de vuelta. Me voy, vaqueando bajo la lluvia, al Teatro Filarmónica, de Oviedo, que hay acto unitario de UGT-CC.OO. Por lo de la reforma laboral. Cantautores y, al final, los secretarios generales de UGT y CC.OO. Toma la palabra el de UGT. Pide derogación de la Ley Laboral. Aplausos. Habla del éxito de la reforma de las pensiones. No aplausos. Alude a la huelga de Cádiz. Habla de medidas a implantar en la negociación de la Reforma Laboral. A) Doblar las inspecciones de trabajo. B) Redoblar sanciones. Finaliza con un “no os voy a aburrir más”, que llega, tal vez, demasiado tarde. Turno de CC.OO. Su secretario general emite un discurso poco usual en el género. Habla de neoliberalismo. De cómo “coloniza las mentes de la ciudadanía” e “intensifica la batalla cultural para romper lo colectivo”, de manera que las “políticas antisociales llegan a ser avaladas por una mayoría social”. Habla de “reconstruir un contrato social” –vamos, de que ese contrato, que no es solo político, ya no existe–. Del neoliberalismo como “destrucción de la identidad colectiva”, y de lo de Cádiz como “construcción de identidad colectiva”. De lo común. Concluye con un “no hay sociedad perdida si se recupera el concepto de lo común”.
2- Es el secretario general de un sindicato hablando de teorías culturales de la recepción, de mentalidades, de lingüística cognitiva y de psicología social. Un pack que, como tal, ni siquiera existe, vivito y coleando y con ganas de liarla, en la universidad esp. Es una descripción sexy, muy de la época, de la política como choque de mentalidades, como conflicto cultural que se desarrolla en los cráneos, a través de objetos que ya no son materiales. El principal y más voluminoso, el lenguaje. Eso es poco habitual, incluso, en los líderes políticos, que hoy hablan como sindicalistas post-77, con la boca llena de fórmulas y medidas y ánimo y palabros eléctricos. Este-partido-lo-vamos-a-ganar, etc. Que se diluyen en la política real, ese choque de mentalidades, en el que el neoliberalismo es la mentalidad hegemónica. La sensación es que, desde la anterior crisis, la de 2008, algo ha pasado en CC.OO. No parece ser el sindicato que en el 77 asumiera los Pactos de la Moncloa. Parece haberse liberado de esa mentalidad. Hasta aquella asunción Esp fue, brevemente, un fenómeno sindical europeo. Se atisbaba el sindicalismo como una originalidad local, que determinaría la política y la vida cotidiana, con grandes, mastodónticas, afiliaciones. Que se detuvieron con los Pactos y la aceptación de paro estructural antes que inflación –fueron los únicos sindicatos del mundo mundial que aceptaron esa propuesta política y contra-sindical; fue, tal vez, la primera “colonización de mentes”–, y con la implosión –interna, vía pitote– y la explosión –externa, vía terrorismo de Estado– de la CNT, el único gran sindicato –un millón de afiliados, zas– que no aceptó los Pactos.
3- El conflicto de Cádiz, que al parecer ha concluido hace escasas horas, dibuja un poco donde estamos. Es un conflicto por la legalidad. En este caso, principalmente, por el cumplimiento de convenios. Así de bestia. Lo que explica el conflicto con el neoliberalismo como un choque entre legalidad e ilegalidad –o alegalidad–, que progresivamente, a trompicones, en etapas gubernamentales de intensificación de lo neoliberal, se va plasmando en contrarreformas legales. Explica lo que, en este preciso instante, son las izquierdas. Son algo legalista y con programas no radicales. El ejemplo puede ser el Sindicato de Inquilinos. No pide nada del otro jueves. Pide medidas moderadas, poco aparatosas, existentes en la legalidad de otras culturas, en Europa y USA, en las que prima lo neoliberal. En contrapartida a esas izquierdas, a nosotros, el neoliberalismo es revolucionario. Tiene un programa de cambios estructurales, desestabilizadores, ideológicos, espectaculares, que se realizan a través de la ley. Y, cuando no la hay, a través de la mentalidad. Las izquierdas se comportan como si el Bienestar –ese marco legal; la forma de la democracia desde el 45 hasta los 70– existiera. No existe. Ni siquiera es legal. La reforma constitucional del 12 acabó con el Bienestar. Las contrarreformas que se emitieron en ese periodo –la laboral y, por encima de todo, la Ley Mordaza, un corpus policial para mantener una nueva situación legal, sin Bienestar, posdemocrática, yuyu–, ensancharon el camino de algo que, previamente, había ensanchado la mentalidad. Hoy el Bienestar solo existe como mentalidad. Y no es la mentalidad mayoritaria.
4- Estadísticamente, parece ser que el conflicto de Cádiz se ha ganado. Un empresariado que ni siquiera asistía a las reuniones con sindicatos –algo ilegal/alegal–, ha asistido –algo legal–. Y se ha impuesto la legalidad –esto es, la mentalidad de las izquierdas contemporáneas–, a través de la aceptación de la cláusula de revisión salarial. Sin duda, eso es un éxito, se ponga uno como se ponga. Es un éxito más moderado, o incluso, a medias, si se piensa que las subidas salariales no se acercan al IPC, han quedado intactas las horas extras, ha quedado por ahí suelta la creación de una nueva figura laboral, por debajo de la del peón –¿el peón becario?–, y Airbus se pira de Puerto Real. Parar una huelga es, por otra parte, como advertía el Noi del Sucre en 1919 en una plaza de toros, un arte, no taurino. No parar bien aquella huelga, la de la Canadiense, le supuso la vida a Seguí, y a la CNT ir a medio gas por más de una década. Parece ser que, para desconvocar esta, se ha recurrido a recuentos de votos poco edificantes, y que ha primado, en alguna medida, cierta voluntad –política, no sindical– de no congestionar al Gobierno con nuevas tensiones. Ha implicado una voluntad política en CC.OO., esa cosa tan costosa sindicalmente, y que supuso un precio tan alto en los 70.
5- Plásticamente, en las mentalidades, la huelga dio un giro cuando apareció en Cádiz una tanqueta. Es una tanqueta polémica. Desde hace años, esa tanqueta ha ido dando vueltas por el Estado. Estuvo en BCN en su día. Su sola presencia sirvió como amenaza. Tuvo efectividad. En las mentalidades. Esa tanqueta es la época. El fin del Bienestar. La política por otros modos, una vez se ha cubierto un gran tramo legal que ya niega el Bienestar. Esa tanqueta es una frontera. Física. Que nadie se atreve a cruzar. El PP, que tanto se atrevió en 2017, no se atrevió con esa tanqueta, en tanto es un barroquismo. Innecesario. Habiendo una mentalidad rolliza de tanqueta, ¿para qué una tanqueta? Esa frontera la ha cruzado un Gobierno de izquierdas, invirtiendo su sentido, y dando no solo razón a la huelga, sino sentimiento de comunidad a sus participantes y a su entorno. Los sanitarios de Cádiz aplaudiendo a los del metal es comunidad. La comunidad es lo contrario a la tanqueta. En general, la sociedad civil, como su nombre indica, es lo contrario a una tanqueta.
6- Es hasta cierto punto lógico que los sindicatos apoyen a un Gobierno de izquierdas. En este tramo del conflicto –conflicto legalidad-ilegalidad, Bienestar-Neoliberalismo– es importante que el Gobierno esté ocupado, aunque sea parcialmente, por lo no-neoliberal. Simplemente para que no esté ocupado por su contrario, un neoliberalismo más efectivo y programático. Que desde el Ejecutivo, y desde su mayoría en el Legislativo, no se legalice lo ilegal, esa labor en la que participa plenamente –no, si te has de reír– el Judicial. Pero también es necesario que, para ello, el Ejecutivo sea consciente del valor –hoy revolucionario– del Bienestar. Que lo intensifique, y no que lo recorte. Es importante que no desprecinte tanquetas, que derogue la reforma laboral –parece como que no–, que aporte una reforma de las pensiones con una mentalidad alejada de la mentalidad del neoliberalismo, y que acabe con la viga estructural de la agenda del neoliberalismo: la Ley Mordaza. Que elimine la autonomía policial tan acusada, que limite la participación de la policía en el conflicto político, que retire a la policía lo que se le otorgó, que se aleja de la mentalidad democrática. Parece que su reforma, en ese sentido, será leve, cosmética, anecdótica. Lo justo para iniciar una guerra de mentalidades con la extrema derecha, ese bicho especializado en ganar guerras de mentalidades. Exemplum: la presunción de veracidad policial, un animal de compañía desde hace años, que posibilita condenas a ciudadanos por delitos inverosímiles, únicamente testificados por un poli, se ampliará a los funcionarios de prisiones. Yupi.
7- Hay serios indicios de que el Ejecutivo –esto es, los partidos que lo integran– no percibe el carácter dramático del cambio de época. Es la mayor amenaza de la democracia desde los años 30. No es el fascismo. Es la extrema derecha 2.0. Capas de cebolla contradictorias y confusas, ordenadas en nacionalismos, y que encierran un núcleo neoliberal, que no aporta ningún derecho. En contrapartida aporta la certeza de pertenencia a un grupo, con una propuesta revolucionaria: la nación, el pueblo. Por mecanismos alejados del fascismo, por fin volveremos a ser todos alemanes, sin distinción de clases. La amenaza no sólo es seria, sino imparable. Lo suficiente como para llamar a la alarma. Para modificar tácticas. Es decir, crearlas. Solo se puede combatir todo eso con democracia. Esto es, con Bienestar. Otro campo de juego sería sangriento.
8- Oviedo. Lluvia. Ojos de vaca que ven la lluvia, tenue, continua, que lo cala todo. Lo que es una metáfora del neoliberalismo. Vuelvo al hotel. En el hotelazo, en sus sótanos, se está realizando un casting de niños prodigio para una tele. Un atajo, una solución –ya no quedan otras– para huir de una vida que huele a patata hervida. En el hall, una mamá no está satisfecha con el casting de su niña. Cree que ha sufrido un abuso injusto. Para quejarse de ello expone sus derechos: “¡Soy española! ¡Tengo una Patria!”, dice, repite. Podría haber dicho otra cosa. Pero dice esa. Está pasando en Europa, en USA. Por aquí abajo, está pasando en todos los territorios. Y en varias lenguas. Y en diversas banderas. La mentalidad, esa tanqueta que no se ve, previa a la tanqueta. Si lo perdemos todo, ganaremos una patria. Si ganan, si no ofrecemos itinerario a través de una mentalidad fundamentada en el Bienestar, si los derechos siguen reduciéndose, si lo perdemos absolutamente todo, obtendremos una patria. Banderas que lo envuelvan todo. Es decir, nada. La bandera no es un truqui para crear comunidad, esa cosa que se crea con derechos y calidad de vida. Es el aplazamiento, por décadas, de la comunidad, de la sociedad. Algo que ya pasó. En los 30.
1- Ahora, alehop, estoy en Oviedo, desde donde les saludo. Hola. Llueve. Tanto y con tan poca intensidad y tanta rutina que, a la media hora, se me pone cara de vaca cuando ve llover, momento en el que ves ya llover desde dentro. El resultado es una cara estoica, de mamífero que está...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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