ALMA COLCHONERA / Sevilla 2 - Atlético de Madrid 1
Confianza
El Atleti se enfrenta a un problema de confianza y, como decía Hemingway, la mejor forma de averiguar si puedes confiar en alguien es confiando en él
Ennio Sotanaz 19/12/2021
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Cuando aterrizó en el Vicente Calderón hace diez años para hacerse con los mandos del Atlético de Madrid, los periodistas le preguntaron a Simeone cómo pensaba hacer para sacar al equipo de la situación tan crítica en la que se encontraba. Él contestó que no pensaba a largo plazo porque eso distraía; y siguiendo con esa misma línea, rubricó el razonamiento con una frase que pocos meses después se convertiría en himno: “partido a partido”. Sonaba a boutade, pero diez años después sigue en el mismo sitio.
Hay voces que dicen que el Simeone de este año es un entrenador que se ha traicionado a sí mismo. Imagino que tienen razones para pensarlo y aunque yo no soy de esa opinión, reconozco que me cuesta reunir un puñado de hechos que lo contradigan. Es cierto que el actual Atleti se parece poco a ese equipo de acero que sirvió para crear el estereotipo que hoy sigue funcionando en la mayoría de las redacciones, pero creo que no es muy diferente del Atleti que ganó la Liga hace cuatro días.
Personalmente no veo dónde está el problema de intentar adaptarse a un mundo que no se queda quieto. Es más, creo que no hay otra vía, pero es evidente que algo se ha torcido por el camino. Lo muestra la clasificación y lo muestra el desempeño del equipo en la mayoría de los partidos de la temporada. Simeone no da con la tecla, las circunstancias externas no acompañan y es probable que, sin que nos hayamos dado cuenta, la plantilla se haya quedado sin ese carácter sobre el que antes era tan fácil construir. Dicho lo cual, sigo pensando que el principal problema no está en los pies, sino en la cabeza. En ese bloqueo mental, en esa falta de fe, que ya no solo afecta a los jugadores, sino que se extiende por el universo colchonero como la nada por el Reino de Fantasía.
Si he llegado al cuarto párrafo de esta crónica sin decir todavía una sola palabra del partido es porque creo que esta vez el fútbol no explica bien lo que hemos visto en el campo. No, porque no creo que el Atleti haya sido inferior a su rival. Es más, creo todo lo contrario. Entiéndanme, el resultado es el que es y en el fútbol los goles son la única realidad, pero igual que las victorias morales son una memez, tampoco deberían servir para infectar heridas o explicar cosas que no han ocurrido.
Es difícil jugar al fútbol de élite teniendo en la cabeza la sensación de que no te va a salir nada, pero así es como el Atleti sale al campo últimamente. Sin ser muchas veces inferior a su rival, el marcador suele ponerse cuesta arriba por pura inercia. Y eso es lo que ha pasado en Sevilla. Los de Simeone empezaron el partido con buena actitud, teniendo el equipo equilibrado y amenazando la portería contraria. Primero con una típica jugada de Llorente por la derecha que Lemar no terminó de conectar, y después con un intento de genialidad por parte de Correa, que disparó desde el centro del campo con el portero adelantado. Apenas habían pasado cinco minutos. El Sevilla no había llegado a la portería rival, ni tampoco llegaría después, pero un disparo de Rakitic desde muy lejos acabó entrando en la portería por la escuadra de Oblak. Suele ser tendencia eso de buscar culpables cada vez que se produce un gol. Esta vez yo no los veo. Mientras Correa disparó sabiendo que el balón se marchaba, Rakitic disparó sabiendo que entraba. Esa es seguramente la mejor explicación.
Aupados por el gol, los sevillanos adelantaron la presión y consiguieron que la circulación de balón colchonera fuese espesa e imprecisa. Otra vez. El partido era áspero y trabado, pero el Sevilla no volvió a llegar a la puerta de Oblak. El Atleti, con más empeño que ideas, sí lo hizo, aunque tampoco de forma excesiva. Consiguió igualar el partido antes del descanso después de un saque de esquina rematado por Felipe, lo que les hizo marcharse al descanso con mejores sensaciones.
Hasta ese momento el partido había estado igualado. A partir de ahí fue el equipo de Simeone el que dominó el encuentro. Con João Félix en el campo, los rojiblancos ganaron en fluidez y en verticalidad. Se quedaron con el balón, comenzaron a jugar en campo contrario y se fueron claramente a por el partido. Pero sin Griezmann y Luis Suárez en el campo, la capacidad goleadora del equipo se resiente considerablemente. Ya lo hemos visto. Y quizá eso explique la falta de contundencia. Cuando Carrasco no estaba rápido en el remate, a João se le marchaba por poco. Y es que el gol, ya sabemos, se tiene o no se tiene.
El Sevilla lo pasaba mal, pero llegó al minuto 88 con la moral intacta. No recuerdo una llegada del equipo de Lopetegui en toda la segunda parte, pero acababa el partido y habían conseguido un córner. Suficiente para soñar. Un córner que los sevillistas sacaron sabiendo que lo iban a meter. Un córner que los rojiblancos defendieron sabiendo que lo iban a fallar. Y esa, sin entrar a valorar la generosidad del árbitro a la hora de juzgar ciertas acciones, es seguramente la mejor explicación.
Es la tercera derrota seguida en Liga del equipo colchonero, cosa que no había ocurrido antes en toda la era Simeone. Es evidente que hay un problema en el equipo. Lo que no tengo tan claro es dónde está ese problema. A pesar de tener un esquema táctico mutante, de que Simeone parece incómodo, de las posiciones desequilibradas, de los jugadores en bajo estado de forma, de la falta de intensidad en momentos críticos y de un montón de cosas más, creo que el Atleti se enfrenta en los próximos días a un problema importante de confianza. De falta de ella, realmente. En varios niveles y en varias direcciones. Pero en esto, yo me quedo con lo que decía Hemingway: la mejor forma de averiguar si puedes confiar en alguien es confiando en él.
Cuando aterrizó en el Vicente Calderón hace diez años para hacerse con los mandos del Atlético de Madrid, los periodistas le preguntaron a Simeone cómo pensaba hacer para sacar al equipo de la situación tan crítica en la que se encontraba. Él contestó que no pensaba a largo plazo porque eso distraía; y...
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