El humor no es una broma. Mark Twain dejó dicho que el mejor humor es aquel que viene del dolor. Quien también estaba al tanto de ese asunto era el padre del humorista y autor de teatro Quico Cadaval, quien, en la taberna, amonestó a un gracioso que estropeó la historia riendo antes de tiempo: “¿Tú cómo pretendes contar un chiste, si no sabes ser un hombre serio?”.

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El mayor espectáculo navideño de Madrid es, para mí, la cola gigantesca de gente que culebrea la zona de Callao, entre Gran Vía y Sol, en peregrinaje a la administración de lotería Doña Manolita. Hay personas que duermen de pie para no perder el turno. Pero lo que más me impresionó fue el silencio taciturno de los peregrinos de la suerte cuando una transeúnte, con aire de Cayetana castiza, se paró de repente, recorrió con mirada burlona el tramo próximo de la cola y sentenció en tono políticamente indeseable: “¡Anda que no os queda ná!”. 

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Ni siquiera Dios sobrevive al humor formulado con seriedad. Napoleón interrumpió al astrónomo Laplace cuando estaba explicando el sistema planetario: “Ni una sola vez habéis nombrado al creador de ese sistema”. Y el astrónomo respondió al emperador, sin inmutarse: “Señor, no tenemos necesidad de esa hipótesis”. 

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¿Cuál es el lugar más importante en las sedes de muchas grandes empresas? ¡La lavandería! Hay dos prácticas en esa obsesión con la limpieza. Una, la más tradicional, es la money laundering, el blanqueo o lavado de pasta. Y la otra es ahora mismo una consigna de acción frenética. Se trata del greenwashing. O sea, “lavado ecológico”. También conocido con la denominación más técnica: ODSwashing, es decir, “lavado en Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Pintar de verde la publicidad, los discursos, los logos, los envoltorios. Y lo más importante: conseguir fondos y subvenciones para sostener y hacer todavía más rentable lo insostenible. Una de las grandes operaciones es que incluyan las centrales nucleares como fuentes “limpias” contra el cambio climático. Y los masters más requeridos, debidamente camuflados, irán de la mano como una moderna alquimia: Money Laundering & Greenwashing. La Mafia, siempre en vanguardia, va al grano. Le llama: “Riciclaggio di denaro”.  

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Prueba de la distopía en que vivimos es que sobre Julian Assange está a punto de caer todo el peso de la injusticia. El juez británico no considera consistente el riesgo de suicidio del fundador de Wikileaks en caso de que lo extraditen. Ni siquiera contempla el riesgo de que lo suiciden.  

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El humorista Tono, de la línea surrealista de La Codorniz, decía con seriedad un chiste por el que ya merece ser recordado: “Todas las noches llevo a la cama un vaso de agua lleno de agua por si tengo sed y otro vacío por si no la tengo”. No sé por qué, pero cada vez que Pablo Casado hace una declaración “histórica” me parece estar viendo a Tono con sus dos vasos camino de la cama. 

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En los Diarios de Rafael Chirbes, en la primera parte recientemente publicada, aparecen referencias críticas a escritores contemporáneos y que algunas crónicas perezosas tratan como chismes. Malaparte decía que los escritores contemporáneos no se leen entre sí: “se vigilan”. Chirbes deja testimonio de que sí leía a los de su tiempo, y en sonda de profundidad. Pero a mí lo que más me emocionó fue su pasión por Charlot, como cuando se demora en el carácter de uno de sus últimos personajes, monsieur Verdoux. Inolvidable esa secuencia final en que el “santo criminal” le dice al sacerdote que lo acompaña al patíbulo:

– Padre, ¿en qué puedo ayudarlo?