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Lanzo la pregunta de si la cultura LGTBIQ+ está llegando al gran público a Alberto Rodríguez y a Gonzalo Izquierdo, editores de Dos Bigotes, sello especializado en esta literatura; a Sofía Castañón, que ha dirigido el documental Que sirva de ejemplo. La heteronorma en la cultura; y a Vanina Bruc, escritora, ilustradora y modelo performática trans, y la respuesta de las tres partes es la misma: “Queda mucho trabajo por hacer”.
Aunque dentro de cada réplica hay diferentes matices. Sofía Castañón apunta que, pese a que sin duda hay muchos más discursos desde voces no cisheteronormativas en el mainstream, no se atrevería a hablar de cultura LGTBIQ+ como un todo. “Esto sería volver a caer en un esencialismo que es justo del que creo que a todas, todos y todes nos interesa huir si de lo que se trata –y en mi opinión de eso va la cosa– es de ampliar la divulgación de la cultura en toda su diversidad”.
Unas palabras que van en consonancia con las de Vanina Bruc, quien se pregunta qué entendemos por gran público. “¿La cisnorma, lo hetero, la cultura predominante e impuesta? Creo que sí que está llegando, pese a que el patriarcado más arraigado quiera pretender que no. Hay series y libros y producciones de éxito mundial en plataformas que están disponibles en buena parte del mundo y nos movemos con tal orgullo y belleza que nos ven brillar aunque no quieran”, comenta. Y muestra de ello son ficciones como Pose o el personaje de Jules en Euphoria, que “redefinen el panorama y son historias y personajes escritas por nosotres mismes, que es una diferencia abismal a ser un tokenismo o estereotipo”, apunta.
Para los editores de Dos Bigotes, sin embargo, la cultura LGTBIQ+ sigue ocupando espacios pequeños y alternativos y todavía hay ciertos prejuicios sobre ella. “Está claro que no tiene la visibilidad dominante”, sostienen. “Y el ejemplo perfecto son series como Veneno o programas como Drag Race, que se emiten en plataformas de pago. Pero esto sucede también con obras de teatro, la literatura, etc.”. Además, se sigue pensando que están dirigidas únicamente a personas del colectivo, que no son universales, aunque “en parte sí sea así, ya que es imprescindible y necesario ofrecer y encontrar referentes”.
Una situación que, aunque ha mejorado gracias al empuje del activismo, se sigue dando porque, como apunta Vanina Bruc, el mundo se concibe como “un tótem inamovible cisgénero y hetero que tiene la potestad y el poder y tolera a la otredad en su excentricidad. Nunca han tenido que probar su valía y lugar en el mundo porque les ha venido dado. La sorpresa es que la sociedad la constituimos todes y, por lo tanto, no están en una ética superior que les permita aprobar la existencia de las personas LGTBIQ+. Y segunda sorpresa, que deberían ser ellos quienes aprendieran de nosotres, porque hemos hecho muchísimo más trabajo personal y espiritual”.
Mayor diversidad, mayor diversidad, mayor diversidad
Darle la vuelta a esto solo pasa por dos palabras: mayor diversidad. En las directivas de las editoriales, en las productoras, en las plataformas, en los medios. “Más mujeres, más personas trans, más personas LGTBI, más personas racializadas”, apunta Sofía Castañón. Y añade: “No se trata de que haya un complot consciente para eliminar los discursos que trasgreden la heteronorma cis y blanca, lo que ocurre es que cada quien mira desde su sesgo y si es el sesgo es abrumadoramente hetero, blanco, masculino y cisgénero, el resultado de las propuestas tenderá de forma natural también a reproducir eso”.
Unas palabras que también secundan los editores de Dos Bigotes. Para ellos, además de visibilidad y apoyo, también haría falta hacer hincapié en estas tres cuestiones: “La primera sería no tratar los temas del colectivo como algo extraño o ajeno al resto de la sociedad, sino como algo inherente a ella y una parte fundamental para su desarrollo y progreso. También habría que evitar que se convierta en una moda pasajera o en algo mainstream sin contenido. Por último, haría falta invertir en educación y que desde cualquier edad los contenidos LGTBIQ+ se integren en la formación de una persona”.
Vanina Bruc, sin embargo, cree que el problema radica más en la concepción general de las cosas, en el entendimiento de que el odio no es una ideología y que nadie está en posición de decidir que otra persona no existe o que ocupa un lugar inferior en la escala humana. Y se explica de manera obvia, pero necesaria. “Somos personas y convivimos con personas y amamos a personas y aprendemos de personas, y es una cuestión de bondad, de corazón y empatía. También hay que dejar de ver lo LGTBIQ+ como únicamente eso, y a la gente trans únicamente como gente trans, cuando somos una amalgama fabulosa de cosas como lo que compone a cualquier otro ser humano”, comenta.
Una existencia que suele aflorar cuando se trata de creadores y creadoras que ya tienen su espacio consagrado, su cuota de visibilidad conseguida. Los editores de Dos Bigotes dan los nombres de Pedro Almodóvar, Luisgé Martín o Eduardo Mendicutti para ejemplificarlo. Y Sofía Castañón recuerda unas palabras de la escritora Alana Portero, quien sostiene que “el canon sabe lo que hace cuando aprieta, pero también cuando se ensancha”. “Canon y mercado van de la mano, por lo que cuando se generan excepciones muchas veces parten de un alto nivel de visibilidad. El problema es que estas excepciones pueden tener un factor catalizador que desdibuje todo lo demás y que genere la ilusión de que se representa con una excepción la realidad, y por lo tanto una realidad no heteronormativa también sea leída como excepcional. Y no lo es”, apunta Castañón.
¿Qué se pierde la sociedad dejando de lado esta realidad?
Gonzalo Izquierdo y Alberto Rodríguez, de Dos Bigotes, tienen clara la respuesta después de más de siete años luchando contra ello: “Conocer realidades y culturas que no pertenecen a la corriente dominante es el primer paso para vencer los posibles prejuicios que pudiesen existir en torno a ellas. Además, ese conocimiento de manifestaciones artísticas que dan voz a lo que nos es “ajeno” no solo nos enriquecerá, sino hará que tengamos una visión más completa de la diversidad del mundo en el que vivimos”.
O, traducido en palabras de Sofía Castañón, de otras posibilidades de vida. “La cultura no es sólo reflejo (ilusión y selección de reflejo, quiero decir) sino que también es construcción porque nos socializamos desde la cultura (entendida además mucho más allá de la producción cultural en sí). Los referentes que tengamos nos abrirán horizontes o los imposibilitarán hasta en nuestra imaginación. Claro que se pueden ejercer resistencias, y gracias a eso tenemos otras voces y miradas (que se han quedado en los márgenes o que han acabado formando parte del canon de manera excepcional o a las que ahora volvemos con otras perspectivas de lectura fuera del canon y descubrimos que se colaron porque no vieron el mensaje subversivo que contenían), pero se trata de poder acceder sin un esfuerzo especial, que lleguen a quien así lo quiera. Dejar de impedir (por acción directa, como vimos por la magistrada del Juzgado de lo Contencioso de Castellón hace poco aceptando la denuncia de Abogados Cristianos para prohibir 23 libros por ofender supuestamente los sentimientos religiosos; o por dinámicas estructurales) que las producciones culturales no normativas lleguen a su público, que potencialmente somos el conjunto de la sociedad”.
Por último, Vanina Bruc se cuestiona sobre el error de la pregunta, que deja fuera al colectivo, como “si no pagáramos impuestos y sueldos públicos. Pienso con toda la honestidad del mundo que lo que debería hacer la cisnorma es admirarnos y sentirse inspirados por nosotres, porque la fuerza y resiliencia y hermosura de espíritu al que llegamos siendo nosotres mismes es algo por lo que probablemente nunca vayan a pasar”. Y cierra haciendo hincapié en esta idea: “Yo soy deliciosamente queer, una chica victoriana, una inspiración anime, una creadora de ficción y palabras e imágenes y ciencia ficción y un espíritu independiente y peculiar y esta supuesta sociedad basada en conceptos de religiones monoteístas, del hombre, de la marcialidad y de lo “siempre ha sido así” porque alguien lo decidió puede llegar a perderse eso, como tantas cosas fascinantes de este mundo. Y la sorpresa es, que yo, como otras personas trans, componemos esa sociedad del mismo modo y de hecho hacemos que sea un lugar mejor”.
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Carlos Madrid es periodista. Jornalero freelance a sueldo de cultura, medioambiente, sociedad y viajes. También es jefe de prensa en varias editoriales.
Lanzo la pregunta de si la cultura LGTBIQ+ está llegando al gran público a Alberto Rodríguez y a Gonzalo Izquierdo, editores de Dos Bigotes, sello especializado en esta literatura; a Sofía Castañón, que ha dirigido el documental Que sirva de ejemplo. La heteronorma en la cultura; y a Vanina...
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Carlos Madrid
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