Promesas y realidades
La reforma laboral, una epopeya a la inversa
En contra de lo que han dicho, es posible técnicamente derogar la reforma laboral y no se ha hecho. Europa no había condicionado la llegada de fondos a que no se tocasen las partes realmente lesivas de la reforma de 2012
Juan Rubiño 17/01/2022
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Habemus reforma y, sin embargo, habiéndola y estando aún calentita, no pretendo realizar un análisis jurídico profundo. Por muy reciente que esté, llegaría tarde, pues a las pocas horas de publicarse en el BOE todos los periódicos habían ya finalizado la carrera por publicar sus análisis, conclusiones y críticas.
La misión que acometo es más sosegada a la par que elevada pues trato de responder a dos preguntas trascendentales como son las de: ¿k pasao?, ¿otra vez?
Efectivamente, el último suspiro del año 2021 nos trajo la modificación del Estatuto de los Trabajadores tras muchos meses de negociaciones, filtraciones, mensajes intencionados a la prensa, faroles de unos, promesas de otros… O sea, toda la escenografía que se despliega cuando de cambios legislativos de calado se trata.
Todo lo épico está en el comienzo de la trama y lo prosaico va haciéndose con el guion para culminar con un final bastante gris
Escenografía; teatro. Una epopeya a la inversa en la que todo lo épico está en el comienzo de la trama y lo prosaico va haciéndose con el guion para culminar con un final bastante gris y repetido.
El contexto histórico de la obra nos lo daban las reformas laborales del año 2010 y 2012 que habían flexibilizado el mercado laboral; eufemismo este de recorte de derechos de las trabajadoras.
Es así que el telón se alza en 2015 con un Pedro Sánchez erigido como principal opositor al gobierno y declarando solemnemente que “lo primero que haremos será derogar la Reforma Laboral”. Era el 15 de diciembre de aquel año. Su asalto al poder estaba preparándose cuando a los pocos meses fue víctima de un giro de guion al más puro estilo de Juego de Tronos. Sus oficiales se le rebelan y sufre un motín. Pedro Sánchez es defenestrado por el malvado aparato del partido.
La segunda escena sigue participando del clima heroico. Se inicia con Pedro Sánchez antes de coger la A4, de pie junto a la puerta a medio abrir de su automóvil (un Peugeot 407 de 2005). En ese momento pronuncia aquellas grandilocuentes palabras: “Cojo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar a aquellos que no han sido escuchados, los militantes y los votantes de izquierdas de nuestro país”. Quién me va a negar que no son palabras dignas de un protagonista clásico. En realidad, fueron escritas en Twitter un 29 de octubre de 2016, 27 días después de su caída. Era el comienzo de su exitosa reconquista.
En la tercera escena ya estamos al comienzo del año 2020. Tras una serie de batallas y repeticiones electorales, aquel conductor del Peugeot es proclamado presidente de Gobierno merced a un pacto entre PSOE y Unidas Podemos. A partir de aquí comienza la línea descendente del guion, aunque mantiene algún que otro pico de intensidad.
En este pacto se adquiere el compromiso de derogar partes de la reforma laboral, pero, en realidad, indultaban las medidas más graves del Gobierno de Rajoy. Cierto es que como necesitaban el apoyo de Bildu se comprometen con ellos meses después a la derogación íntegra de la reforma de 2012.
También entra en escena un nuevo personaje que va ganando protagonismo, su nombre es Yolanda Díaz y es la autora de recuperar la promesa de derogar la reforma laboral afirmando “que, si no lo hacemos, se equivocará el país, el Gobierno y España”. No hace mucho de esto, era septiembre de 2021, y fue la última vez que pronunció la palabra “derogación” con orgullo.
Llegamos a la escena final. El BOE publica una edulcorada reforma laboral con el apoyo de los representantes de los empresarios, de los representantes de los grandes sindicatos y con el beneplácito de las instituciones de la Unión Europea que por lo visto observaban de reojo.
Finalmente no, no se derogó la reforma laboral. Ni mucho menos. Díaz afirmaría en el epílogo de la obra que “esta es la primera reforma laboral que recupera y gana derechos para los trabajadores”. No le falta razón, pero … ay, Sra. ministra, ¿qué quiere que le diga? A esta epopeya sólo le faltaba que hubiera terminado limitando los derechos de los trabajadores para convertirla en tragedia o comedia.
Dos semanas antes de que se publicara el texto de la ley escribí este artículo, al que remito a quien le interese conocer algo sobre el contenido de la reforma, donde analizaba y comparaba someramente:
- Lo que las reformas del año 2010 y 2012 habían transformado.
- Lo que se prometió hacer antes de la entrada en el Gobierno.
- Lo que se prometió hacer en el pacto de Gobierno.
- Lo que parecía que realmente se estaba negociando.
En él confeccioné un cuadro resumen, en el que otorgaba una puntuación del 1 al 10 a cada una de las medidas según el grado de lesividad que yo mismo consideraba, y que voy a trasladar aquí incorporando una nueva columna en la que recojo el resultado final de la reforma.
Es el siguiente:
En este cuadro he añadido ahora dos medidas publicadas, que he adjudicado a Yolanda Díaz solo por el hecho de que estas materias no eran elementos reformados en el año 2010 ni en el 2012, sino que son mejoras para los trabajadores que se incorporan en esta reforma. La primera hace referencia a la eliminación de la figura de los contratos de obra y servicio, uno de los grandes nichos de fraudes de ley por parte de las empresas.
La otra figura es la de la subcontratación. En concreto hace referencia a la práctica de muchas empresas de subcontratar un puesto de la estructura organizativa de la empresa a otra empresa externa. Es así que muchas de las “kellys” de los hoteles no pertenecen a las empresas hoteleras sino a subcontratas que pagan menos porque tienen peores convenios o directamente no tienen. Es un caso muy recurrente también para los puestos de conserje o porteros o, en general, muchos de los que ofertan las empresas multiservicios. Se pretendía pues, que se rigieran por el convenio de la empresa contratista para evitar esta exclusión del convenio. Con la nueva reforma pareciera que se ha logrado, pero (y me decían acertadamente por México que después de un pero siempre viene mierda) han establecido que si la empresa tiene convenio propio, este sea el dominante de la relación. O sea, que en la práctica va a haber mucho empeño en las empresas por tener convenio para que nada cambie.
Hasta aquí la explicación de la reforma en la que he de reconocer que me he esmerado poco. Me voy a justificar en que lo que pretendo en este artículo no es tanto un análisis legal o técnico como cuestionar y preguntar por el proceso en el que parece que casi todos los actores que participan han salido contentos y los que no han participado pues parece que, en su mayoría, también. Así es que:
- El Gobierno está satisfecho porque dice haber cumplido su promesa.
- Yolanda Díaz está contenta porque es la primera reforma que mejora condiciones para los trabajadores y porque sin duda es la beneficiaria de un tanto simbólico que le coloca como perfil presidenciable.
- Nadia Calviño ya ha envainado tranquila el acero de la espada del liberalismo económico. Ella está contenta porque la reforma no cambia el signo de los cambios del PP del año 2012 y por lo tanto no pone en peligro los fondos europeos prometidos para la recuperación económica.
- Y entonces, ¿está contenta Europa? Difícil pregunta. Europa y la democracia son dos. No dudo que entre bambalinas anduviera ella nerviosilla de acá para allá pero sobre el papel no era obstáculo para derogar lo que quisiéramos derogar. Por eso, ante la enérgica irrupción en escena de Nadia Calviño en nombre de los fondos europeos, muchos nos hemos quedado extrañados releyendo una y otra vez el documento de compromisos que adquirió España para obtener las ayudas a la recuperación. Desde aquí reto a cualquiera a que en las 90 páginas de este texto (componente 23; Nuevas políticas públicas para un mercado de trabajo dinámico, resiliente e inclusiva) me indique el lugar en el que el Estado español se compromete a no tocar alguna de las reformas del año 2012.
Por cierto, ya podría haber sido ese compromiso con la Unión Europea el texto de la reforma laboral, muchísimo más ambicioso y garantista que lo que hemos tenido.
- Los que se dicen representar a los empresarios están contentos porque por momentos tuvieron miedo de que se derogaran algunos de los aspectos más lesivos de las reformas anteriores.
- Los que dicen representar a los trabajadores están contentos porque se les ha devuelto poder en aspectos importantes para ellos como son la negociación colectiva (ultraactividad de convenio o preeminencia del convenio sectorial sobre el empresarial).
- Sindicatos más combativos y con presencia mayoritaria en ciertas comunidades (Galicia, Cataluña y País Vasco) … umm, estos no están contentos porque los representantes en Madrid se han olvidado ¿pretendidamente? de darle prioridad aplicativa a los convenios provinciales o autonómicos.
- Se cuenta que se ha visto a gente de Bildu escribiendo grafitis que rezan “emosido engañado”; estos tampoco deben estar contentos; que vaya preparando la chequera el gobierno si quiere que se lo convaliden en fase parlamentaria.
- Un señor al que no conozco está exultante, y también bastante insultante en mis redes sociales, por lo conseguido por Yolanda Díaz con tan solo 35 diputados.
- ¿Y mi cascarrábica opinión? ¿por qué no estoy yo contento? No sé, igual hay algo de envidia por no sentir míos ninguno de los 350 escaños; o quizás porque en las reformas quitaron diez, nos prometieron que los devolverían y solo nos han traído uno de vuelta. No me salen las cuentas sabiendo, además, que si no ha sido ahora ya no será.
Yolanda Díaz ha pedido que pongamos la atención en la foto que cuenta el instante exitoso. A mí, sin embargo, me interesa, más que la foto, el vídeo que relata la historia. Es esta una historia en la que el mercado laboral se flexibiliza, donde no se garantizan rentas ni estabilidad que otorgue la base material para la dignidad de todas, donde en un partido desigual se limita más al árbitro que hacía del juego algo menos injusto.
Yolanda Díaz ha pedido que pongamos la atención en la foto que cuenta el instante exitoso. A mí, sin embargo, me interesa más el vídeo que relata la historia
Nos enseñan en la facultad que el derecho laboral tiene naturaleza tuitiva, esto significa que debe proteger y defender a los trabajadores, a la parte débil. Tiene lógica hasta desde un punto liberal donde los actores que acuden a un mercado (y el trabajo lo es) deberían hacerlo en igualdad de condiciones. Cada vez sucede menos.
Pero, sobre todo, y retomando mi hipérbole, me preocupa la puesta en escena por la que todas las epopeyas (vivienda, ecología, trabajo, sanidad, leyes mordaza, poder judicial…) se reconduce a tramas que nos llevan a finales carentes de potencia de transformación.
Lo representativo ha actuado como un teatro que se dedica a triturar, concretamente deseos. Y es que el deseo de transformación existe en gran parte de la población, a la que se prometió derogar una reforma injusta. El mismo deseo que clamaba por apostar por lo público, por derogar las leyes que penalizan la organización y crítica social, por devolver la sanidad a todos, por el derecho a una vivienda digna...
Pedro Sánchez alzando la voz y diciendo que lo PRIMERO, permítanme ponerlo en mayúsculas, que va a hacer al llegar al gobierno es DEROGAR la reforma laboral; lo que realmente estaba haciendo era capturar los deseos de mucha gente que ha sufrido con lo que nos vino en el año 2007; que ha visto como se gastaban cantidades ingentes de dinero público en rescatar bancos que siguieron siendo privados mientras a ellos les recortaban las indemnizaciones, mientras a ellos se les culpaba de lo sucedido, mientras se premiaba con fondos y reformas a los culpables.
Pedro Sánchez lo sabía y Pedro Sánchez elegía bien: LO PRIMERO, DEROGAR.
Convencido estoy de que el deseo compartido por muchísimas personas contiene la potencia de crear nuevas realidades. Ese deseo una vez canalizado hacia la representación política es convenientemente tratado por la máquina de captura que interpreta un teatro en el que los sujetos deseantes son a veces escenografía y a veces público, pero ya nunca más protagonistas. Es esta el arma devastadora por el que se despotencia el deseo de cambio y nos convierten en sujetos pasivos identitarios. Somos los tuyos, cierra filas.
Tengo dudas, tan grandes como sinceras, sobre si está dinámica acontece de forma necesaria o contingente en el momento en que se toca escaño.
Lo cierto es que irremediablemente se acaba por traicionar el compromiso, por lo que, para que el incumplimiento de las promesas no parezca tal, se genera el clima de opinión necesario. En él se dice que la política es compleja y su materia prima es la realidad posible, no los deseos infantiles y primarios de la gente. Los críticos son tachados de gente abonada a las pasiones tristes incapaces de celebrar ningún éxito; negligentes a la hora de hacerles el juego a la derecha al generar división en el bando.
Si la historia comenzaba con un Pedro Sánchez diciendo que se montaba en su “coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar a aquellos que no han sido escuchados, los militantes y los votantes de izquierdas de nuestro país”, la misma termina traicionándolos, infantilizándolos y pidiéndoles lealtad.
Pero a pesar de este discurso, la realidad es que, en contra de lo que han dicho, es posible técnicamente derogar la reforma laboral y no se ha hecho; que Europa no había condicionado la llegada de fondos a que no se tocasen las partes realmente lesivas de la reforma de 2012; que nunca estuvo en el pacto de gobierno la derogación de las partes más dañinas; y que ni siquiera se ha cumplido el pacto de gobierno por completo.
A la vista de lo anterior pareciera ético que el incumplimiento de la promesa de derogar la reforma de 2012 no debiera venderse como un logro.
A esta altura es obvio que lo que no me gusta no es el guion de la obra sino el teatro en sí. Como le decía Rick a Morty “Don’t hate the player, hate the game, son” (“No odies al jugador, odia el juego, hijo”). Frente a lo que llaman política de lo posible habría que gritar fuerte que otro estatuto de los trabajadores, otra forma de hacer política y otra democracia son posibles.
Desde ahí me nacen preguntas: ¿Cómo lograr que las historias sigan siendo bonitas en su transcurrir y que no pierdan su capacidad de transformar? ¿Cómo hacer para que el deseo siga operando? ¿Cómo escapar de la máquina que lo captura?
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Juan Rubiño es abogado de Red Jurídica.
Habemus reforma y, sin embargo, habiéndola y estando aún calentita, no pretendo realizar un análisis jurídico profundo. Por muy reciente que esté, llegaría tarde, pues a las pocas horas de publicarse en el BOE todos los periódicos habían ya finalizado la carrera por publicar sus...
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