Illuminatus!, publicada en 1975, es la biblia del pensamiento conspirativo. En ella conviven todas las teorías posibles: sectas como los Iluminados de Baviera, asesinatos ordenados por masones, pandemias, submarinos secretos, control telepático, guerras de falsa bandera o delfines parlantes (sí, hay gente que cree comunicarse con los delfines). Los autores trabajaron juntos en la revista Playboy de 1965 a 1971 y, con todo el conocimiento que como estudiantes poseían de las conspiraciones y las nuevas religiones, se aplicaron a la redacción de un texto capaz de alucinar y hacer conspirar a varias generaciones. 

La novela de culto empieza con el intento de atentado al editor de un periódico liberal. Este intentaba destapar una conspiración mientras las fuerzas ocultas trataban de provocar el fin del mundo a partir del conflicto geopolítico con una isla llamada Fernando Poo que antaño formó parte de la Atlántida.

Puede parecer este un argumento de una novela de Thomas Pynchon, y quienes lo pensasen no andarían demasiado errados; se trata del mismo espíritu enciclopédico aplicado a una serie de nuevas creencias de segunda mitad del siglo XX digeridas por los dos autores y que Robert Anton Wilson en solitario sistematizaría años más tarde en ensayos como Everything is under control: Conspiracies, Cults and Cover-Ups (1998).

Robert Anton Wilson presumía en algunas entrevistas de, durante la escritura de sus famosos libros, dar una calada a un porro cada vez que terminaba una línea

Trituradas como parte de la trama podemos encontrar, entre otras muchas referencias, los monstruos de Charles Fort, la interpretación junguiana de la mitología y los fenómenos celestes, la ufología en general, los conceptos de tune in o mind opening del mago Aleister Crowley y el psiconauta Timothy Leary, autores como James Joyce o Philip K. Dick y la metarreligión paródica que es el discordianismo, credo que adora a la diosa del caos Eris.

Robert Anton Wilson presumía en algunas entrevistas de, durante la escritura de sus famosos libros, dar una calada a un porro cada vez que terminaba una línea para estar suficientemente colocado para la siguiente. En redes puede encontrarse con facilidad su defensa humorística e intelectual de la marihuana, que alcanzó un nuevo valor cuando se convirtió en su medicamento durante los años finales de su vida, al enfrentar con ella los efectos tardíos de la polio que había sufrido en la infancia.

Nacido en Brooklyn en 1932, Robert Anton Wilson estudió ingeniería eléctrica y mecánica sin lograr el título antes de ponerse a trabajar como ayudante editorial en la revista erótica Playboy. Posteriormente, después de mucha formación autodidacta, consiguió el doctorando en Psicología. Su vida quedaría marcada por la tragedia del asesinato de una de sus hijas durante un robo. 

Hablar de Anton Wilson, más allá de la defensa y propaganda de la marihuana, implica situarlo como uno de los filósofos visionarios del siglo XX. Podría decirse que pertenece a la misma escuela de pensamiento lisérgico que el antipsiquiatra Ronald David Laing, y cabría asociarlo con Timothy Leary y el LSD o con Aldous Huxley y su ensayo Las puertas de la percepción. Su figura ha sido posteriormente reivindicada por figuras como Alan Moore, Genesis P-Orridge o la banda KLF. Esta faceta intelectual de defensor de la expansión de conciencia puede encontrarse en ensayos suyos como Sex and Drugs: A Journey Beyond Limits (1973), Prometheus Rising (1983) o Quantum Psychology (1990).

Para ejemplificar sus tesis que fusionan psicología e historia de la religión: el cerebro es para este autor un software que solo podemos medir por utilidad y placer, no por un sistema de referencias o correlaciones. Es una especie de sistema confabulatorio. Así pues, cada cerebro crea su propio túnel de realidad con trozos de símbolos con el resultado final de que diversas cosas del mundo operativo podrían ser simultáneamente verdaderas por pertenecer a dos túneles de realidad distintos. De ese modo cualquier teoría conspirativa, como por ejemplo el terraplanismo, en su modelo es cierta, parcialmente verdadera y falsa, porque tiene todos esos valores en distintos túneles de realidad individuales.

La Trilogía de la Discordia

La faceta como novelista de Robert Anton Wilson se estructura sobre cuatro trilogías. La escrita con Robert Shea probablemente sea la más conocida, seguida por Schrödinger’s Cat Trilogy (1980-1981) y The Historical Illuminatis Chronicles (1982-1991), que siguieron explotando el filón con el que había logrado el éxito. Hay una cuarta trilogía de carácter autobiográfico llamada Cosmic Trigger Trilogy (1977-1995).

Tanto Illuminatus! como el Principia Discordia, la biblia del discordianismo, que es tan importante en la trama de la trilogía, han sido al fin publicados este año en nuestro país por la editorial Orciny Press, permitiendo al fin el acceso a un texto fundamental que viene a ser el mejor ejemplo de la hiperstición de la conspiración.

Con este motivo contacté con el editor, Hugo Camacho, para preguntarle sus motivos y lo que aportaba la obra al lector español:

“Recibí en mi casa una serie de amenazas que me conminaban a hacer una edición oficial de esta trilogía. Nunca se identificaron, pero sospecho de quiénes podían ser. No solo temí por mi integridad, sino que se me aseguró que si me avenía a editarla, esta misma gente me ayudaría a estimular mi glándula pineal para alcanzar la iluminación, así que supuse que tampoco debía ser tan malo. Espero que en algún momento envíen a algún agente a cumplir con lo pactado. En cuanto a ese tal señor lector español, no lo conozco y no sé qué le puede aportar, pero creo que de alguna manera se está llenando un hueco que estaba ahí mirándonos, como el recuerdo de una muela fantasma, y viene a responder una pregunta que mucha gente se descargaba de los servidores del imaginario colectivo: ‘¿Por qué nadie edita la trilogía Illuminatus!’. Pues porque en una época en la que cada día salen diez o doce teorías conspirativas nuevas, había que enseñarle a la gente cómo se hace si lo quieren hacer bien. Y qué mejor que con la obra que se puede considerar la madre de la literatura conspirativa, conspiranoica, conspiranética y conspiraciosa”. 

De ese modo cualquier teoría conspirativa, como el terraplanismo, en su modelo es cierta, parcialmente verdadera y falsa, porque tiene todos esos valores en distintos túneles de realidad individuales

Camacho tuvo a bien refrescarme el papel de otros autores en la construcción de muchas de estas teorías: “Creo que en realidad no podemos hablar solo de RAW. No podemos olvidarnos de Shea (el coautor de la trilogía) ni de Lord Omar, Malaclypse el Joven y todos los discordianos que contribuyeron a la Operación Jodementes. Y seguramente tampoco nos podemos olvidar del fiscal Jim Garrison y sus secuaces, que le dieron alas cual Trump que nombra a Q en uno de sus tuits y que convirtieron en real toda esta locura. [...] Lo que hicieron Shea y Wilson fue recoger todo esto (y mucho mucho más) y darle forma en un libro cuyo mensaje (el intencionado y el accidental) llegó mucho más allá de sus propias páginas. Después sí que RAW continuó con el tema, gracias a Eris. Al leer Illuminatus! llega un momento en que tu cabeza funciona como la de un conspiranoico con sobredosis de foros, y si lo analizas, puedes comprender cómo funciona todo esto y hasta donde llegan sus ramificaciones”.

El proyecto de traducción español tiró hacia adelante gracias a un multitudinario Verkami y algunos han podido ver el avance titánico para una editorial independiente a través de las redes. En numerosos casos nombraron las dificultades de la traducción, que Juan Manuel Santiago, como corrector, tiene a bien explicarme: “La corrección ha sido una locura. En cierto modo están codificando buena parte de las leyendas urbanas y mitos de la cultura estadounidense, lo insertan todo en la narración con muy mala leche, porque nunca estás seguro de hasta qué punto están introduciendo infodump, cuentan algo relevante para la trama o directamente están inventándose cosas [...] La búsqueda del término exacto también nos ha dado algún que otro problema, ya que, al ser una novela hija de la contracultura estadounidense de los años sesenta y setenta, maneja terminologías marxista o junguiana muy específicas, y en ese sentido no hemos tenido más remedio que zambullirnos en esa época y acabar pensando como hippies conspiranoicos puestísimos de ácido pero al mismo tiempo capaces de citar de memoria a Marx”.

Queda al fin esta biblia o bomba en la mano de toda una generación de lectores que no necesitan ya que les recuerden que viven en ese período de la historia en que las visiones de conspiranoicos arrojan más luz sobre la realidad que el resto de sistemas. A la nueva normalidad le sienta divina esta traducción.