Debe de ser la primera vez en siete años que la línea editorial de CTXT coincide con una propuesta política sustancial de Ciudadanos. Pero así es: tal y como pidió el partido naranja tras las elecciones regionales del domingo 13 de febrero, nosotras también creemos que el resto de partidos, con el PSOE a la cabeza, deben acordar con el PP un nuevo Gobierno en Castilla y León para evitar que la extrema derecha forme parte por primera vez de un Ejecutivo en el Estado español. Cierto es que CTXT llegó a esta idea bastante tiempo antes de que Ciudadanos se hiciera la foto de Colón: esta revista lleva cinco años pidiendo y promoviendo el cordón sanitario (o mejor, democrático) contra el partido neofascista, mientras la inmensa mayoría de los medios, el PP y el propio Ciudadanos, se dedicaban a sonreír y a blanquear a la extrema derecha. 

Hasta ahora el cordón democrático era motivo de debates académicos. Pero ha llegado el momento de la verdad. Y todavía hay tiempo y forma de parar a la bestia haciendo lo mismo que hacen los partidos más serios y votados en Alemania y en Francia: unirse contra el partido que quiere desvirtuar la democracia, destruir el sistema (el autonómico, en este caso) y recortar los derechos ciudadanos.

El cordón democrático no significa excluir a Vox de las elecciones, sino del poder. Dado que representa una amenaza al sistema (entre otras cosas, pretende ilegalizar partidos), el resto de las fuerzas políticas tienen plena legitimidad para sumar sus votos e impedir, por medios plenamente democráticos, que la extrema derecha entre en las instituciones. Dado el resultado de las elecciones en Castilla y León, se presentan dos alternativas: o el PP gobierna con Vox, o el PSOE y los demás partidos menores se ponen a disposición del grupo popular para permitirle escapar del abrazo del oso. Sabemos que la idea no será fácil de asimilar por los socialistas, que tendrán inmensos reparos en dar sus votos sin pedir gran cosa a cambio a un partido echado al monte, liderado por un Casado desquiciado, que no para de imitar los usos y bulos de la extrema derecha, y todavía lleno de políticos corruptos. Pero el coste de esa concesión para el PSOE nunca será más alto que el de mirar para otro lado y permitir con su inacción que la extrema derecha llegue a la vicepresidencia de un gobierno autonómico, legitimando así una fórmula nefasta que podría repetirse, ya sin el menor pudor, en las próximas elecciones nacionales. Para hacer más llevadero el sacrificio del PSOE, el resto de partidos debería involucrarse en esta operación de resistencia democrática. 

Pedro Sánchez y el PSOE deben, además, este gesto democrático a la sociedad. Si tras las elecciones de abril de 2019 el presidente del Gobierno hubiera querido formar un Ejecutivo de coalición con Podemos, se habrían evitado las segundas generales en noviembre, en las que Vox aceleró el ritmo de crecimiento que mostraba desde las elecciones andaluzas de diciembre de 2018.

Del PP de Casado, por su parte, no cabe esperar movimientos demasiado inteligentes ni altruistas. Pero hay que confiar en que en el partido haya todavía cabezas pensantes que hagan ver a su líder que, tras deshacer su alianza con Ciudadanos para obtener una victoria pírrica, debería tener la generosidad y la visión a largo plazo necesarias para virar de rumbo y no depender de Vox. Si no lo hace ahora, quizá Casado pueda llegar en dos años a la Moncloa subido en el caballo de Abascal. Pero alguien debería advertirle, a él y a su mentor (Aznar), del peligro letal que encierra esa opción. Como decía el viejo Le Pen, cuando uno adopta los discursos y las ideas de la extrema derecha, legitimándolos, la gente suele acabar prefiriendo el original a la copia.