Niñering
Niños grandes peleando por el mismo juguete
Ayuso, Casado y quienes se esfuerzan de un modo sonrojante estos días por mostrar su apoyo a uno u otra son sólo párvulos maleducados peleando por un capricho
Adriana T. 21/02/2022

Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado en el inicio de legislatura.
PP Comunidad de MadridEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Por razón de mi curro, muy a menudo sucede que tengo que mediar como jueza entre dos o más niños caprichosos que pelean por el mismo juguete. Si habéis tratado con críos de manera regular, estaréis más que familiarizados con la situación. El instinto de posesión y agresividad está muy arraigado en el ser humano desde pequeñito. Cuando esto sucede, adopto casi siempre la misma resolución: si no podéis poneros de acuerdo, me quedaré el juguete yo. Cuando les digo esto, los niños de pronto abren mucho los ojos, cesan los forcejeos, se cortan el llanto y las acusaciones de golpe. Lo que sucede después es más interesante de observar. Unas veces optan por terminar con las hostilidades y colaborar entre sí para poder seguir jugando. Lo que llamaríamos un win-win. Sobre todo para mí, que puedo volver a mis quehaceres tranquilita sin aguantar más chillidos. Pero en algunas ocasiones, uno de ellos me responde ufano y empapado de rencor algo así como “eso, llévatelo, quédate tú el juguete y que no sea para ninguno”. Lidiar con niños cabezotas y atravesados por esos relámpagos de mezquindad también forma parte de mi trabajo, qué le vamos a hacer.
Soy niñera. Mi capacidad como analista política es muy limitada. Veo unos tuits, escucho cortes de declaraciones en la radio, suspiro hondo, me pongo a pensar en otras cosas. Ni siquiera creo que el presente y bochornoso affaire entre Ayuso y Casado que nos ocupa en los últimos días sea política. Es otra movida, la de siempre. Su movida. Son chanchullitos, peleas de niños pijos de ICADE, intrigas y conspiraciones propias de gente que ha crecido siempre demasiado ociosa y no ha tenido que fichar a su hora en la vida. Más allá de los breves destellos de expectante diversión cuando se tiran los trastos a la cabeza, y aun siendo consciente de que, de algún modo todo esto me terminará por afectar, a mí esta peña y sus cuitas me aburren soberanamente.
No alcanzo a entender en ningún caso la fascinación que parece despertar Ayuso entre sus votantes –más bien sus fans– dispuestos a defenderla incluso cuando la sombra de la corrupción que se extiende sobre ella empieza a volverse cada vez más corpórea. Ni siquiera sé si me interesa entenderlo.
En el mundo adulto lo más probable es que esos compañeros de juego a los que has intentado engañar acaben por votarte y corear tu nombre
Esos atisbos de mezquindad en los niños de los que hablaba antes son fáciles de corregir. A menudo es tan sencillo como premiar la generosidad y castigar o reprender de algún modo las conductas indeseadas. A mí me gusta aplicar el método que llaman de las “consecuencias lógicas o naturales”, una suerte de entrenamiento para la vida adulta con el que los niños aprenden a responder ante las salpicaduras de sus actos. De los buenos y de los malos. Pero a veces me pongo a pensar y se me antoja que soy una farsante. Les estoy enseñando todo mal. No es verdad que en la vida adulta la mezquindad y la corrupción se castiguen y la honradez se premie. No es verdad que portarte mal atraerá sobre ti consecuencias indeseadas. No es verdad que los otros niños te darán de lado si haces trampa por sistema cuando juegas con ellos. Por algún motivo, en el mundo adulto lo más probable es que esos compañeros de juego a los que has intentado engañar acaben por votarte y corear tu nombre en bochornosas manifestaciones multitudinarias.
Ayuso, Casado y quienes se esfuerzan de un modo sonrojante estos días por mostrar su apoyo a uno u otra –imagino que confiando en cobrarse pronto quién sabe qué promesa– son sólo niños grandes, caprichosos y maleducados peleando por un juguete. Habiendo llegado a este punto, lo mejor que nos podría pasar es que alguien se lo quite de las manos cuanto antes. Y a ser posible, que no se lo devuelva nunca más.
Por razón de mi curro, muy a menudo sucede que tengo que mediar como jueza entre dos o más niños caprichosos que pelean por el mismo juguete. Si habéis tratado con críos de manera regular, estaréis más que familiarizados con la situación. El instinto de posesión y agresividad está muy arraigado en el ser humano...
Autora >
Adriana T.
Treintañera exmigrante. Vengo aquí a hablar de lo mío. Autora de ‘Niñering’ (Escritos Contextatarios, 2022).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí