ALMA COLCHONERA
Volver a caminar por el suelo
Atlético de Madrid 2 - Espanyol 1
Ennio Sotanaz 18/04/2022
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Es muy complicado volver a caminar por el suelo después de haber estado volando por las nubes. Es como bajar del escenario para ponerse a hacer la cena. Como abrir el ordenador después de unas vacaciones en las que te habías olvidado la contraseña. Hace apenas unos días, el Atlético caminaba por el epicentro del planeta fútbol con la dignidad de los que se habían ganado estar allí. Hace apenas unos días, los focos estaban pendientes de unos jugadores que peleaban en la cima del mundo sin necesidad de estimulantes para el alma. Pero hoy todo eso ya no estaba. Se había marchado con el frío del invierno y tocaba volver a poner los pies en la tierra. Y no es fácil.
Simeone apostó por cambiar la línea de cinco de las últimas semanas y usar una defensa de cuatro sin Reinildo. Quizá para acumular más gente en el centro del campo, intuyendo que iba a tener que tener más el balón. Quizá para dar descanso al mozambiqueño. Fuese lo que fuese, el resultado se diluyó en la espesura de una primera parte para olvidar. Ninguno de los dos equipos se salió de su dibujo, la velocidad fue la propia de un caluroso día de domingo a las cuatro de la tarde y el fútbol brilló por su ausencia. El Atleti estaba lento, espeso y predecible. Un centro del campo atorado, sin ayudas, que se perdía en pases imposibles y balones colgados a la nada. Enfrente, un Espanyol completamente pasivo, que esperaba un error del rival mientras perdía todo el tiempo que podía. Lo único que recuerdo de los primeros cuarenta y cinco minutos es una gran diagonal de João Félix tras pase de Kondogbia que no resolvió bien frente a Diego López. Bueno, eso y un pisotón dentro del área al mismo portugués, que los árbitros, ni el de campo, ni el de VAR, quisieron ver.
Simeone meneó la alineación en el descanso y eso aportó un juego más dinámico, más potable y más acorde con lo que se esperaba. Griezmann se incrustó en esa zona de creación que este año parece un solar y Carrasco aportó una salida mucho más fácil por la izquierda. Cunha, que también había salido por un João Félix renqueante desde el penalti-no-penalti, tuvo la primera ocasión al poco de empezar a rodar el balón, aunque el remate fue anulado por fuera de juego. No perdonaría Carrasco poco después, recogiendo un buen pase de su compañero brasileño, recortando a su marcador y metiendo el balón por el palo que cubría el portero espanyolista.
Si les soy sincero, mi sensación era que el partido se terminaba con ese gol. El Atleti decidió cambiar a defensa de cinco con Reinildo y no veía al Espanyol capaz de salir del letargo en el que él mismo se había metido. Y aunque es cierto que Oblak tuvo que hacer un par de intervenciones de las suyas, creo que fueron más fruto de la imprecisión local que del empuje visitante. De hecho, el Atleti llegó varias veces a las inmediaciones del área rival, pero ese empeño de Carrasco, Correa, Llorente o Cunha por no tirar a puerta hasta regatear a todos los rivales, tener la portería despejada y esperar a que la luna estuviese en el ascendente de Acuario hizo que todas esas ocasiones fuesen tan estériles como las sombras chinescas.
Hasta que llegó el show del señor colegiado.
Sé que soy recurrente con el tema, pero es que el fútbol español tiene un problema con el estamento arbitral. O no, según se mire. Y no es ya que ralenticen el juego, vivan ajenos a lo que es el fútbol o utilicen ademanes propios de las esquinas de los barrios conflictivos de Baltimore, es que jornada tras jornada se transforman en actores principales de una función que no es suya. Condicionan el juego, la táctica y el resultado como no deberían hacerlo. Lo de hoy, más allá de ese descuido con João Félix en la primera parte, se concretiza en dos jugadas. La primera, para mí, es la más sangrante porque sólo puede explicarse desde una interpretación retorcida y torticera del reglamento. Que el rechace a un disparo del rival que da en la pierna de un compañero y rebota en tu mano sirva para expulsarte del campo es impropio de una primera división arbitrada por presuntos profesionales.
La ejecución de la mano de Kondogbia sirvió para que el Espanyol empatase el partido. El lanzamiento de falta de Raúl de Tomás no fue atajado por Oblak y el balón se coló en su portería.
Después de eso, el Atleti se fue a por los tres puntos con más corazón que cabeza, frente a un Espanyol sorprendentemente timorato y reservón. Y fue en el último minuto de la prórroga cuando asistimos a la segunda jugada conflictiva. En un córner sacado por el Atleti en el que el balón salió rechazado y los jugadores locales reclamaron mano. Nada nuevo bajo el sol, hasta que varios segundos después, con el balón ya parado, el árbitro hizo gestos de que le habían dicho algo desde el VAR. ¿De qué hablaron durante los minutos siguientes? No lo sé, pero me parece absurdo prolongar esa situación de histerismo generalizado. Si te han avisado vete a verlo y decide, en lugar de seguir concentrando las miradas.
Carrasco fue el que transformó el penalti para delirio de la parroquia local.
¿Fue penalti realmente? No lo sé. Fue mano, eso sí. Y también es cierto que al Atleti (y a otros) le han pitado penaltis parecidos en contra. Dicho lo cual, para mí, honestamente, es el tipo de manos que no deberían serlo nunca.
El Atleti salva el órdago in extremis y se asegura unos días de tranquilidad, además de una posición algo más cómoda para encarar un tramo final que se antoja divertido. Agárrense porque vienen curvas.
Es muy complicado volver a caminar por el suelo después de haber estado volando por las nubes. Es como bajar del escenario para ponerse a hacer la cena. Como abrir el ordenador después de unas vacaciones en las que te habías olvidado la contraseña. Hace apenas unos días, el Atlético caminaba por el epicentro del...
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