ALMA COLCHONERA
El polvo del paso de los caballos
Atlético de Madrid 1 - Real Madrid 0
Ennio Sotanaz 9/05/2022
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Lo más parecido a sentir lo que debía ser una visita de las tropas del señor feudal es seguramente enfrentarse al Real Madrid. Al menos, para un colchonero. Y no hablo de lo que pasa en el campo, que podría ser cualquier cosa, sino de lo que ocurre fuera del mismo. Me refiero a esa especie de razia incómoda que se detecta en el entorno desde varios días antes y que sigue oliendo varios días después. A esa oda a la intolerancia en la que, desde todos los ángulos y desde todos los puntos cardinales, le dicen a uno cómo tiene que vivir, pensar, sentir, jugar, ganar, perder, celebrar, admirar, respetar, animar y rendir vasallaje.
Si alguien se atiene a esa especie de oficialidad que monopoliza los debates, a eso que incluso muchos profesionales llaman información, parece que existe una única forma de entender la vida. Una tan omnipresente, que cree tener el derecho a definir o censurar el discurso sentimental de cualquier facción herética. Es todo tan ridículo, que me recuerda a la definición de dictadura que hacía ese genio llamado Enrique Jardiel Poncela: sistema de gobierno en el que lo que no está prohibido es obligatorio.
Lo triste de este viaje a la sinrazón es que donde antes había un partido de fútbol maravilloso, uno que los niños colchoneros teníamos marcado en el calendario, ahora hay una suerte de trago amargo y perezoso que lo mejor es que pase cuanto antes. Ganando y perdiendo, que quizá sea lo más lamentable. Pero no caigamos en la trampa y centrémonos en el césped, que realmente es lo único que importa.
El Atlético de Madrid se ha llevado los tres puntos de eso que antes se llamaba derbi porque ha sido el equipo que más ha hecho por llevárselos. Puede parecer Perogrullo, pero en una temporada tan extraña para los rojiblancos como la presente, que la victoria caiga del lado del que la merece seguramente tiene un valor especial. Como si los últimos partidos pertenecieran a un pasado irreal o fueran simplemente el fruto de una pesadilla, los de Simeone saltaron al campo con el objetivo en la cabeza. Superando en intensidad al rival (novedad), imponiendo el ritmo (novedad), dominando el balón (novedad), siendo verticales (novedad) y fallando goles, que quizá fue lo único que recordó al equipo de las últimas semanas. Y es que ese es uno de los puntos que está lastrando el final de Liga: la acuciante falta de gol. Los dos jugadores más destacados en esa faceta (Luis Suárez y Griezmann) estaban ayer en el banquillo sin que nadie se sorprendiera por ello. El siguiente estaba lesionado (Félix) y Correa y Llorente no pasan tampoco por su mejor momento.
Para poner el partido en su justa perspectiva, hay que decir también que enfrente no estaba la mejor versión del Real Madrid y que su motivación era muy diferente de la de su rival. Pero este año hemos visto naufragar al Atleti contra equipos bastante inferiores que esta versión madridista, así que no deberíamos restar valor a lo conseguido.
La primera parte cayó del lado colchonero con total justicia. Se impusieron en el campo a base de ganas y también de fútbol, gracias a un Kondogbia especialmente inspirado en el arte de la anticipación, a una defensa solvente, a un Koke mucho más dinámico de lo que últimamente nos tenía acostumbrados, a un Cunha que no paró de amargar la tarde a los centrales rivales y a un Carrasco estelar, al que solamente su exceso de querencia por la conducción y su falta de mordiente a la hora de transformar en gol todo lo que genera hace que no estemos hablando de un jugador verdaderamente letal.
El Atleti pudo haberse adelantado con un disparo cruzado de Correa al poco de empezar y con una gran jugada de Carrasco que marró en boca de gol. Al final, el gol tuvo que llegar de penalti, por un claro pisotón a Cunha que el árbitro solamente tuvo en consideración cuando alguien desde el VAR le avisó de que debería ir a verlo. Carrasco, tirando de personalidad, fue el que se encargó de echarse el equipo a la espalda para inaugurar el marcador.
La segunda parte fue algo más viva y estuvo algo más rota, pero fue igualmente rojiblanca. El Real Madrid fue introduciendo jugadores de refresco que aparentemente mejoraban el equipo, pero solamente fue capaz de generar peligro en los minutos finales, donde Oblak tuvo que sacar tres o cuatro manos para mantener la victoria de su equipo. Cosa que no debería haber sido necesaria en virtud de la gran cantidad de ocasiones clarísimas que tuvieron los de Simeone. Que yo recuerde, disparo de Carrasco por encima del larguero desde dentro del área, mala resolución de Cunha delante del portero tras buena jugada de Griezmann, remate del mismo francés desde el punto de penalti que sale rozando el palo y remate al poste de Carrasco después de otro gran contrataque por la izquierda.
Tres puntos. Quédense con eso, porque, en el fondo, no hay más. Tres puntos que despejan el panorama para lo que queda de competición y que hacen que sólo un desastre evite que el Atleti esté el año que viene en Champions (necesita obtener tres puntos en los tres partidos que quedan).
Y volviendo al principio, usted y yo sabemos que quedan todavía unos pocos días hasta que se difumine el polvo del paso de los caballos. Ya saben, a falta de victorias que deglutir vendrán otro tipo de polémicas sintéticas con las que evitar la abstinencia. Polémicas de usar y tirar en las que usted, como extranjero hostil al régimen, será el culpable. Paciencia. Ya lo decía Antonio Machado, es propio de hombres de cabezas medianas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza.
Lo más parecido a sentir lo que debía ser una visita de las tropas del señor feudal es seguramente enfrentarse al Real Madrid. Al menos, para un colchonero. Y no hablo de lo que pasa en el campo, que podría ser cualquier cosa, sino de lo que ocurre fuera del mismo. Me refiero a esa especie de razia...
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