1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Lectura

La salud mental y la herida del silencio

Fragmento de ‘Contra el diagnóstico’, una obra que habla de las consecuencias que puede tener para las personas ser etiquetadas con una categoría psiquiátrica

Marcos Obregón 11/05/2022

<p>Melancolía. Edvard Munch (1892).</p>

Melancolía. Edvard Munch (1892).

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Desde que sufrí una rotura en otoño de 2005 he dedicado muchas horas a intentar descifrar qué es lo que ocurrió. He tenido que replantearme mi lugar en el mundo, lo que me reveló una profunda sensación de soledad que me había acompañado en silencio hasta entonces. Me viene a la cabeza un verso de uno de mis poemas favoritos, de John Donne:

“Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad”.

Al final del poema, Donne nos previene de preguntarnos por quién doblan las campanas pues en realidad lo hacen por todos nosotros. Si ninguna persona es una isla, me pregunto qué nos lleva a convertirnos en ellas. A callar lo que nos pasa, fingiendo que no pasa. A preguntar por quién doblan las campanas. A no escuchar: los silencios de uno mismo y los de los otros. A no atender a esos otros. Mudez que se convierte en malestar. Y malestar que se transforma en espada.

¿Y cómo iba a hablar de mí si apenas recuerdo nada? Cuatro o cinco imágenes que han permanecido registradas en mi memoria por su naturaleza traumática. Y lo demás: una nebulosa difuminada. Seis años de un vacío abrumador e inquietante que he ido ocupando con lo que las personas más cercanas me descubrían. Poco a poco dejé de discernir entre lo que era un retrato propio y lo que me habían asignado mi familia, amigos, pareja. Una psicóloga se esforzó durante un tiempo en que pudiera dar una salida o, quizá mejor, una entrada a esa gran grieta que se había formado en mi recuerdo: una suerte de escotoma mental (ciñéndome a la concepción de Oliver Sacks). No obtuvimos grandes resultados. Por otro lado, ¿me servía la memoria de mi gente para apaciguar la zozobra que me acompañaba? Los recuerdos que me relataban eran anécdotas reeditadas con tal de sacar algo bueno de todo lo malo que nos pasó. Habíamos desechado el resto con resolución.

¿Me servía la memoria de mi gente para apaciguar la zozobra que me acompañaba?

Vivo en el piso de arriba de mi madre. Nos vemos casi siempre para la cena. Estamos un rato comentando el día o viendo juntos algún programa y después yo subo a mi casa. Una de esas noches, después de haberle dado vueltas, le pregunté: “¿Qué te parece si te hiciera una entrevista y revisamos la época en la que tuve la crisis?” Me contestó con vaguedades: “¿Para qué ahora? Quizá más adelante, cuando estemos en el pueblo, más tranquilos, ¿no?” Para eso faltaban casi seis meses. No fue hasta más tarde, ya en Galicia, en plena conversación, que no interpreté el significado de esa indecisión. Para ella era muy doloroso desempolvar la memoria de aquellos años. Afrontar sus actos, los posibles errores. Cada una de sus aportaciones la abrigaba con tal prudencia y delicadeza, que se me hicieron palpables sus esfuerzos por no hacerme daño ni hacérselo a ella misma. Aunque esto último no se logró en ninguno de los encuentros con ninguno de los entrevistados: “No quería llorar. Es que me ha quedado el miedo en el cuerpo de si te vuelve a pasar. Es solo eso, que te quedan secuelas”.

Había tenido ya varias entrevistas. Algunas muy duras. Y en todas notaba los beneficios que íbamos obteniendo la dos partes: la posibilidad de que ese otro y yo pudiéramos enunciar aquello que normalmente se sortea, se arrincona o simplemente se sepulta, pero fue con mi madre cuando me resultó notorio que descubrir mi pasado velado no era el principal objetivo que buscaba. La herida había quedado abierta y los encuentros nos procuraban la cicatriz. “Ahora lo que estás haciendo tú es tratar de explorar esas respuestas que ellos no supieron buscar en ese momento”, me diría mi amigo Martín tiempo después. Y ese ellos lo representaban unos profesionales con prácticas poco éticas pero por los que, en cambio, incluso llegué a sentir una especie de ciego síndrome de Estocolmo.

Cuatro años antes me habían cambiado de psiquiatra por enésima vez. No me lo había tomado nada bien. Por aquel entonces me visitaba en el Clínic con Marcial Capó. Un joven indolente pero con la suficiente cordialidad como para no desear probar con un posible peor. Me explicó que tenía que derivarme al CSMA (Centro de Salud Mental de Adultos) que me pertenecía por padrón: “Ya no nos permiten llevar pacientes que no estén censados en la zona”. Tengo asignado el Centro de Salud Camp de l’Arpa, me adjudicarían un profesional del CSMA correspondiente. No siempre es fácil dialogar con tu psiquiatra. Se genera cierta desconfianza cuando uno entiende que según lo que le cuentes te pueden sancionar con más medicación. Es un problema común que he advertido en muchos compañeros, no mencionan sus malestares o angustias. A veces incluso da igual que el médico sea confiable. Levantan un muro impracticable, sea quien sea quien tengan delante, a causa de las malas experiencias pasadas. A pesar de que yo abogué siempre por el diálogo, no en pocas ocasiones me he sentido en desventaja, con la sensación de estar hablando más con un centinela que no con alguien que se preocupe por mi bienestar.

Así que el primer día llegué repleto de suspicacias ante mi nueva y jovencísima psiquiatra, la doctora Milena Ávila. El primer cambio que detecté es que se preocupaba por mi vida social. No podía atenderme como necesitaba por falta de tiempo, pero escuchaba mis malestares sin referirse a la medicación como único modo de atajarlos. Le pregunté si era posible reducir la dosis del antipsicótico. Solicitó una analítica para ver mis niveles de clozapina en sangre y dijo que con los valores actuales no se arriesgaba a bajar. Me frustré. Aunque identificaba una mayor atención y afinidad. Había salido ganando con el cambio. Dos años después, volvían a sustituir a mi médica referente. Todavía me enfadé más. En esta ocasión me asignaban uno que había conocido en mi estancia en el Hospital de Día unos años antes, Miguel Estero. Mi recuerdo de él no era especialmente bueno. Lo tenía por altivo. Ese prejuicio saltó por los aires ya en los primeros compases. Se molestó en explicarme cómo actuaban en mi cuerpo cada uno de los fármacos que tomaba, qué efectos secundarios me provocaban. Sabiendo esto, me ofreció pensar cómo quería distribuir yo mismo la pauta. Valoré de qué manera hacerlo y, al razonarle mi elección, me sugirió una pequeña modificación para asegurar un descanso adecuado. Después de este cambio, me alentó a que rebajáramos algo la dosis. Y así lo estuvimos haciendo durante un par de años. Me avisaba de que quizá en algún momento podíamos probar a interrumpir el tratamiento. Yo no las tenía todas conmigo. La medicación había pasado a convertirse en talismán, sin ella guardaba la impresión de no estar protegido. Me lo habían repetido una y otra vez desde hacía más de diez años.

Finjo que formo parte de la sociedad igual que los demás, pero no lo siento así. Desde que me diagnosticaron me he sentido apartado de ella

En poco tiempo, había pasado de un psiquiatra con más bien pocas ganas de trabajar y de ser importunado, a uno que usaba referentes literarios para equiparar emociones, que me ofrecía el poder de administrar la pauta y que buscaba que tuviera una vida lo más digna posible, asumiendo la tarea (y riesgo) de atender las situaciones adversas potenciales. En mis fantasías, vivir sin medicación psiquiátrica, además de desterrar los molestos efectos secundarios que empecé a padecer desde el mismo día que tomé la primera pastilla, me proporcionaría la posibilidad de reemprender una vida sin disfraz. Finjo que formo parte de la sociedad igual que los demás, pero no lo siento así. Desde que me diagnosticaron me he sentido apartado de ella. He tenido que trabajarme mucho para desprenderme de la vergüenza. Pasé de corregir libros, dar clases de interpretación actoral y estar bien considerado en mis trabajos a ser bipolar, con vida de bipolar, con pensión de bipolar. Algunos te juzgan con desconfianza, te ven holgazán. Otros no pueden evitar una mirada más paternalista. Y una gran mayoría disimula su recelo.

La reducción de la medicación era solo una consecuencia más de una trayectoria en la que mi propósito no es otro que dejar de sentirme pequeño. Hace unos años entré en Nikosia, una asociación que trabaja por los derechos y la dignidad de las personas que han pasado por un sufrimiento psíquico o por el peso de llevar a las espaldas un diagnóstico psiquiátrico. Había seguido algunos circuitos relacionados con la salud mental, pero me acababa sintiendo un enfermo en ellos. Allí me sorprendió y redescubrí una ya remota mirada que había olvidado, la mirada hacia un Marcos no enfermo. ¿Y por qué nadie había reparado en mí de esa forma en los últimos tiempos? ¿Qué veían las personas que me habían tenido a su cuidado, los llamados especialistas? ¿Quizá me pensaban como enfermo y por eso yo me juzgaba del mismo modo? ¿Quién era yo ahora y quién había sido antes? ¿Por qué yo me había quedado a aquel lado de la mesa? Al principio del brote buscaba urgentemente volver a mi situación anterior. Huía de hacer cualquier reflexión sobre lo que me había pasado. El porqué había alcanzado esa situación límite no era significativo. Quería recuperar lo que intuía que estaba perdiendo: mi vida. Era fácil no aceptar la invitación al lugar que me ofrecían. O al no lugar, si queremos definirlo con rigor. Por otro lado, mi insistencia en volver a la misma vida de antes sin una reflexión de por medio provocaba una constante colisión con los mismos e insistentes escollos. Insistía en repetir el mismo proceder que me había provocado esa circunstancia.

Pienso en la cantidad de malestares que crecen en uno, con miedo a compartirlos, y así mismo van forjando muros difíciles de salvar

Así que, si bien mi intención inicial era aliviar mi desazón mediante la recuperación de la memoria perdida, pronto entendí que el libro se había convertido –quién sabe si siempre fue ese mi verdadero propósito– en un pretexto para darme la oportunidad de revelar la palabra callada. Y esa misma palabra compartida al cobrar voz se tornaba cura. Decía Pizarnik: “El silencio es la piel, el silencio cubre y cobija la enfermedad”. Encerrado en el silencio que uno mismo construye no te puedes ver. Pienso en la cantidad de malestares que crecen en uno, con miedo a compartirlos, y así mismo van forjando muros difíciles de salvar. Muros que aíslan de tal forma que convierten el malestar en soledad, en miedo, en culpa.

Silencio

yo me uno al silencio

yo me he unido al silencio y me dejo hacer

y me dejo beber me dejo decir

Pizarnik

Mi madre, que quizá había evitado el encuentro por sortear esas culpas, acababa reconociendo su aún hoy preocupación: “Cuando una cosa te lo hace pasar muy mal, se te queda. Si a lo mejor veo, por ejemplo, que haces muchas compras seguidas y que te pones muy animado, siempre tengo la tendencia a pensar: ‘A ver si le va a pasar, a ver si le va a pasar de nuevo’. El miedo queda, eso no se puede evitar”. Puede ser que no lo podamos evitar, pero sí podemos aprender a convivir mejor con él. Son los miedos los que nos llevan a esa sobreprotección asfixiante. En muchos casos no damos aire a la duda. Queremos resolver. Y es difícil resolver lo complejo. Una pastilla no puede hacerlo. Puede ayudar en un momento determinado, pero no soluciona. Negar ese miedo, esconderlo de por vida tras la medicación, ofrecer explicaciones simplistas sobre química alterada, todo ello lo único que hace es contribuir a que ese miedo sea cada vez mayor y crónico. Y detrás de un problema de salud mental se esconde sobre todo miedo. Mucho miedo.

Una de las entrevistas más difíciles para mí fue la de Elena, una amiga muy querida que estuve a punto de perder por el estado metamorfósico en el que me vi sumido en el brote. No sabía que ella conservaba tanto resentimiento y me alegré de que me lo pudiera expresar, a pesar de lo arduo que se me hizo recibir su testimonio. Después de transcribir sus palabras me planteé si quería realmente que saliera a la luz esa faceta oscura mía que ella tan bien relataba. Ya me lo había planteado con algunos pasajes de mi exmujer, Thanh-vân, y Elena me confirmaba que en las crisis psicóticas pueden aflorar aspectos clandestinos de uno que habitan silenciosos en un estado de mayor moderación. El recelo de escribir sobre una persona que en no pocas ocasiones me caía mal se despejó con la evocación de un poema de Pessoa.

¡Ojalá pudiese oír la voz humana de alguien que confesara no un pecado, sino una infamia;

que contara, no una violencia, sino una cobardía! (…)

¿Quién hay en este ancho mundo que me confiese que ha sido vil alguna vez?

Cuando me sobrevenía desasosiego, tristeza y recato al reconocerme como un verdadero imbécil, me preguntaba:

“¿Yo he sido así? ¿Yo soy ese de quien hablan?” La respuesta inequívoca que siempre hallo es afirmativa

“¿Yo he sido así? ¿Yo soy ese de quien hablan?” La respuesta inequívoca que siempre hallo es afirmativa. Estoy acostumbrado a escuchar a otras muchas personas con diagnóstico que identifican dos individuos diametralmente opuestos: por un lado, sitúan al que les acompaña en el día a día cotidiano; por el otro, el que está en crisis, en una euforia o en un delirio. Los diferencian de tal manera que parece que uno no tenga que ver con el otro. Al decir que a mí me cuesta asimilar a ese personaje es precisamente porque procuro huir de fabricar un divorcio. Soy yo siempre. YO en unas circunstancias determinadas, bajo unos condicionantes, y quizá, como en algún momento algunos relatan, “he perdido el contacto con la realidad”, pero continúo siendo yo. Es la única forma que he encontrado de entenderme, de poner responsabilidad en mis actos y de desentrañar las motivaciones con las que rastrear y recuperar mi mejor versión.

------------

Marcos Obregón es presidente de Radio Nikosia y autor de Contra el diagnóstico. Desmontando la enfermedad mental.

Desde que sufrí una rotura en otoño de 2005 he dedicado muchas horas a intentar descifrar qué es lo que ocurrió. He tenido que replantearme mi lugar en el mundo, lo que me reveló una profunda sensación de soledad que me había acompañado en silencio hasta entonces. Me viene a la cabeza un verso de uno de mis...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Marcos Obregón

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí