Homenaje
Bill Russell: una leyenda dentro y fuera de las pistas
Fallecido a los 88 años, el jugador con más anillos en la historia de la NBA es recordado por su legado como deportista pero también como un destacado activista que luchó contra el racismo y por la igualdad de los derechos civiles
Ricardo Uribarri 5/08/2022
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De su trascendencia deportiva en la NBA hablan sus éxitos, inalcanzables para cualquier otro. También lo hace el actual comisionado de la liga estadounidense de baloncesto, Adam Silver, que le ha calificado como “el campeón más grande de la historia de los deportes colectivos”. De su legado como persona en la lucha contra el racismo y por la igualdad de los derechos civiles hablan sus actos, más importantes incluso que su palmarés. Así lo cree, por ejemplo, Steve Kerr, entrenador de los actuales campeones de la competición, Golden State Warriors, que ha declarado que “lo que hizo por su país, por la sociedad y la comunidad afroamericana simplemente eclipsa lo que logró en la cancha”. La suma de ambas facetas da como resultado una figura legendaria, Bill Russell, que es recordado estos días en todo el mundo tras fallecer a los 88 años.
En las 13 temporadas en las que jugó en la NBA, entre 1956 y 1969, el pívot logró 11 títulos de campeón, todos ellos con Boston Celtics, el único equipo en el que militó a nivel profesional. Nadie tiene tantos anillos (trofeo que se entrega a cada jugador que queda campeón) como él en la historia del torneo. Se da la circunstancia que los dos últimos los consiguió ejerciendo la doble función de jugador y entrenador. Fue cinco veces el jugador más valioso de la competición y en 12 ocasiones estuvo entre los elegidos para disputar el All-Star, el partido que reúne a los mejores jugadores del torneo. En toda su carrera promedió 15 puntos y 22,5 rebotes por partido. Con sus 2,08 de estatura, destacó especialmente en la faceta defensiva, haciendo de su envergadura, inteligencia y determinación sus mejores cualidades. En un partido llegó a coger 51 rebotes y en dos alcanzó los 49. Hoy en día sigue vigente su récord de rebotes en una parte, con 32. En 12 temporadas seguidas atrapó al menos mil rebotes, acabando su carrera habiendo cogido un total de 21.620. El hecho que desde 2009 el trofeo al mejor jugador (MVP) de las finales lleve su nombre refleja su importancia histórica.
En las 13 temporadas en las que jugó en la NBA, entre 1956 y 1969, el pívot logró 11 títulos de campeón
Nació en 1934 en la localidad de Monroe, Luisiana, un estado del sur de Estados Unidos donde en aquella época las agresiones racistas eran algo cotidiano. Lo sufrió durante años su familia. Su abuelo tuvo que rechazar a tiros una noche al Ku Klux Klan cuando fue a buscarlo a su casa. Su padre se escondió en una zanja después de que unos supremacistas blancos le persiguieran cuando iba andando por una carretera. Al ir a repostar a una gasolinera tenía que esperar a que todos los clientes blancos hubieran sido atendidos. A su madre, un policía la hizo volver un día a su casa a cambiarse de ropa porque iba con “un vestido de mujer blanca”. A él mismo le llamaban “mapache”, “gorila” o “niño de chocolate”. Todo eso hizo que la familia se mudara a la Costa Oeste, a Oakland, cuando Bill tenía ocho años. Poco después, su madre moría, con apenas 33 años. De ella siempre recuerda una enseñanza: “Ningún blanco es mejor que tú”.
El joven Bill tuvo su primer revés deportivo en el instituto McClymonds, donde, a pesar de su altura, al principio no contaron con él para el equipo principal de baloncesto. En su segundo año logró entrar y finalmente el equipo se proclamó campeón estatal. Buscó una universidad que le diera una beca por interés deportivo, pero sólo hubo una que se la ofreció: San Francisco. Con ellos logró los campeonatos universitarios de 1955 y 1956, ganando 55 partidos consecutivos. En esa época empezó a demostrar sus habilidades, llegando a poner 13 tapones en un partido. Tal fue su incidencia en el juego que forzó a la NCAA (Asociación Nacional Deportiva Universitaria) a modificar varias reglas, conocidas como “reglas de Russell”. Una de ellas fue ensanchar la línea de tiros libres al doble para obligar a los pívots a jugar más lejos de la canasta.
En esos años vivió varias experiencias de carácter racista. Como cuando fueron a jugar un torneo navideño en Oklahoma City y los hoteles se negaron a alojar a Russell y sus compañeros negros. Como respuesta, el equipo entero acampó en una residencia de estudiantes y se negó a jugar. Sucesos que fueron forjando su carácter y que le llevaron en la universidad a estudiar al revolucionario haitiano Henri Christophe, que tras nacer en la esclavitud llegó a ser presidente de una parte del país caribeño, y a relacionarse con el que posteriormente sería cofundador del partido de los Panteras Negras, Huey Newton.
Bill fue el capitán del equipo estadounidense que en 1956 ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Melbourne, que tuvieron lugar entre noviembre y diciembre de ese año. Eso impidió que empezara la temporada con el que iba a ser su equipo en la NBA, los Boston Celtics, que habían logrado hacerse con él en el draft (sorteo) de esa temporada gracias a un intercambio de jugadores con St. Louis Hawks, que tenía sus derechos. El interés en contar con él del mítico entrenador Red Auerbach fue decisivo para que se llevara a cabo esa operación a pesar de que muchos no la entendieron. Entonces, los pívots destacaban por ser determinantes en ataque y aportar muchos puntos, lo contrario de lo que era Russell, pero Auerbach pensó que era lo que necesitaba el equipo. No se equivocaba. Desde su llegada empezó una etapa que convirtió a Boston en el gran dominador de la siguiente década.
Al margen de su carrera deportiva, Russell siempre tuvo una intensa actividad en la lucha contra las desigualdades, siendo integrante de la NAACP
El hecho de convertirse rápidamente en uno de los jugadores más importantes del conjunto verde no evitó que fuera de las canchas tuviera que seguir viviendo episodios racistas. En Boston, una ciudad de ascendencia irlandesa y mayoritariamente de población blanca, nadie le facilitó una casa (“porque ese lugar no era para gente de su raza”, le decían) y se tuvo que ir a Reading, a 25 kilómetros, donde era el único afroamericano y donde sus hijos eran los únicos negros en la escuela. La policía tenía que escoltarle todos los días hasta Boston para evitar problemas, aunque las pedradas a las ventanas de su casa se convirtieron en algo habitual. Años más tarde, cuando ya había ganado seis títulos con el equipo, unos individuos entraron en su casa, destruyeron sus trofeos y tras defecar en su cama, mancharon las paredes con las heces y escribieron “maldito negro”.
Episodios que hicieron crecer en él un sentimiento de animadversión hacia la ciudad y muchos de sus habitantes. Hasta el punto de que llegó a decir que “prefiero estar en una cárcel de Sacramento que ser alcalde de Boston. Es un nido de racistas”. Eso quizá influyó en que no fuera un jugador accesible para los aficionados al margen de las pistas. No solía firmar autógrafos ni hacerse fotos con ellos. “Nunca trabajé para que me entiendan, acepten o guste”, confesó. En 2013, la ciudad quiso resarcirse con él y levantó una estatua en su honor en el ayuntamiento. Claro que Boston no era el único lugar donde pasaban estas cosas. En 1961, en Kentucky, los responsables de un restaurante se negaron a servir a los deportistas negros del equipo. Ninguno de los afectados jugó el partido y los Celtics se presentaron con solo siete jugadores.
Al poco de llegar a la NBA se preguntó porqué ningún equipo tenía a más de tres integrantes negros en sus formaciones, una cuestión que respondía a un acuerdo no escrito entre las franquicias. Empezó a hablar con jugadores de unos y otros conjuntos y denunció el tema, preguntándose: “¿Hay una cuota establecida, es un accidente o de qué se trata?”. Hasta el punto de que el entonces comisionado, Walter Kennedy, le llamó y le preguntó: “¿Qué estás tratando de hacernos, Bill?”. Russell le contestó: “Si me atrapas en una mentira deberías echarme de la liga, pero mientras diga la verdad puedes irte al infierno”.
Russell estuvo presente en la marcha por los derechos civiles que encabezada por Luther King reunió a 250.000 personas en Washington en 1963
En aquellos exitosos años en los Celtics coincidió en el equipo con Bob Cousy, un base blanco que era el preferido de los aficionados y el mimado de la NBA. Cuando cumplió 85 años, Cousy le escribió una carta en la que le ponía: “Sé que tú y yo no fuimos grandes compañeros. Pero mirando para atrás creo que tendría que haber hecho mucho más. No fui consciente de lo que estabas sufriendo. Sé que todo esto llega tarde, pero al menos puedo pedirte: perdóname, Bill”. Russell le contestó con una llamada en la que le dijo: “Fue lo que fue y punto. Vivimos en un mundo terrible y, por favor, no te sientas mal por ello. Te siento como un hermano. Gracias por la carta”.
Al margen de su carrera deportiva, Russell siempre tuvo una intensa actividad en la lucha contra las desigualdades, siendo integrante de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP). Estuvo presente en la marcha por los derechos civiles que encabezada por Martin Luther King reunió a 250.000 personas en Washington el 28 de agosto de 1963, pudiendo hablar con el pastor activista por los derechos civiles horas antes del evento. No faltó en 1964 a la marcha que tuvo lugar en Mississippi en apoyo a la Ley de Derechos Civiles y a la Ley de Derechos de Votación. También estuvo presente en la conocida como Cumbre de Cleveland, que tuvo lugar el 4 de enero de 1967, en las que varios reconocidos deportistas de color apoyaron al boxeador Cassius Clay por su decisión de no ir a la guerra de Vietnam, lo que le costó perder el título de campeón del mundo e ir a la cárcel.
Bill también dio un paso al frente cuando fue asesinado el activista por los derechos civiles Medgar Evers y acudió a su estado natal, Mississippi, para organizar un campus de baloncesto en el que jugaron niños blancos y negros a pesar de las amenazas que recibió. También fue el primer profesional de la NBA que acudió a África a dar cursos. A muchos sorprendió que aceptara entrevistar en un programa de televisión a un conocido segregacionista sureño, Lester Maddox, que llegó a ser gobernador de Georgia. Bill confesó que lo hizo porque “la libertad es permitirles a todos, incluso a las personas más detestables, hablar. Y hacer eso también expone cómo una persona puede llegar a tener semejantes posturas”.
Su actividad en la defensa de los derechos civiles le hizo merecedor de ser condecorado con la Medalla Presidencial de la Libertad, máxima distinción a un civil en EE.UU.
Auerbach se retiró de los banquillos antes de la temporada 66-67 y nombró a Russell su sucesor, desempeñando durante tres campañas la función de entrenador-jugador y haciendo historia al convertirse en el primer técnico afroamericano en la NBA. En la primera se les escaparía el título, que fue a parar los 76ers de su gran rival en las canchas, Wilt Chamberlain, pero en las dos temporadas siguientes volvieron a quedar campeones. El 5 de mayo de 1969, Bill se despidió a lo grande ganando el anillo en el séptimo partido de la final en la cancha de Los Ángeles y aportando 21 rebotes. A la temporada siguiente, ya sin él, los Celtics no lograron meterse en los play-offs por primera vez desde 1950. Boston retiró su dorsal número 6 en 1972, en un acto que no contó con público por expreso deseo del pívot.
Su actividad en la defensa de los derechos civiles le hizo merecedor de ser condecorado con la Medalla Presidencial de la Libertad, máxima distinción que se otorga a un civil en Estados Unidos, que le impuso Barack Obama en 2011. Y a recibir en 2019 el Premio Arthur Ashe, que se entrega a las personas que con su coraje y espíritu ayudan a cambiar el mundo. Hasta sus últimos años mostró su activismo, como hizo en febrero de 2019 cuando se fotografió arrodillado en apoyo a Colin Kaepernick, el mismo gesto que hacía el jugador de la NFL en protesta por situaciones de racismo.
“Nunca me permití ser una víctima”, afirmó más de una vez Bill, que dejó una especie de epitafio sobre su pensamiento en un artículo que escribió en The Players Tribune en 2020. En él escribió cosas como que “mientras gran parte de los estadounidenses consideren la esclavitud, Jim Crow y el racismo como notas al pie de la historia (errores corregidos hace ya tiempo) no hay forma de superar el racismo. 53 años no servirán, y tampoco 153”; “Cuando era niño, me encontré con una línea en un libro de historia que aún abrasa mi alma. Decía que los esclavos estaban mejor viviendo como esclavos que siendo libres en África. Me enfureció aún siendo un niño. La vida sin libertad no es vida en absoluto”; “Los niños negros hoy no crecen preocupados de que el Ku Klux Klan los mate en medio de la noche; les preocupa que la policía lo haga”.
De su trascendencia deportiva en la NBA hablan sus éxitos, inalcanzables para cualquier otro. También lo hace el actual comisionado de la liga estadounidense de baloncesto, Adam Silver, que le ha calificado como “el campeón más grande de la historia de los deportes colectivos”. De su legado como persona en la...
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Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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