MUJERES RURALES (V)
“Solo nos vemos el lunes en el frutero. ‘¡Estás vivo! ¿Qué tal la semana?’”
Katia Ruiz Jodra llegó a Pálmaces de Jadraque hace diez años. Nacida en Francia tras huir su familia de la represión franquista, disfruta del silencio y la paz que le ofrece su pueblo
Diego Delgado 11/08/2022
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
La España rural también nos habla de huidas y regresos, de deseos familiares y de una memoria desahuciada por el desdén político. Es el caso de Katia Ruiz Jodra, que nació a muchos cientos de kilómetros del pueblo de su familia, de su pueblo, por culpa de la dictadura franquista. Hoy, de vuelta en sus raíces y desde una terraza con maravillosas vistas al embalse de Pálmaces de Jadraque, asegura con orgullo que lo dejó todo para estar en “el paraíso”.
Empezamos con una breve presentación. ¿Quién eres y cómo llegaste a Pálmaces?
Me llamo Katia Ruiz Jodra, tengo 55 años y me vine aquí porque este era el pueblo de mis abuelos maternos. Aquí nacieron, de aquí se tuvieron que ir a Francia en 1936, echando leches, y cuando murió Franco mi abuelo tenía la ilusión de volver a su pueblo, que no pudo venir en 40 años, para construir una casa. Entonces construyó esta casa, que ahora no tiene nada que ver con la que hizo, pero él la levantó desde cero, hacía incluso los ladrillos y todo eso. Cuando él ya no pudo venir aquí, nosotras arreglamos la casa a nuestra forma y yo me vine a vivir.
¿Cuántos años llevas viviendo aquí?
Llevo aquí diez años, pero había estado diez años antes en Madrid. Yo he vivido en Francia toda mi vida, conocí a un chico y me vine a Madrid con él, pero a mí no me gustaba, me sentía muy sola con cuatro millones de habitantes, así que me vine aquí. No me aburro ni un momento. Es más, cuando me llama la gente más de dos veces al día me pongo nerviosa porque no me da tiempo a hacer todo lo que tengo que hacer.
¿Qué tienes en Pálmaces que no tenías en Francia ni en Madrid?
Paz. Silencio. A la gente le da miedo el silencio. Las vistas, levantarte y ver esto [mirando hacia el pantano y los montes que se ven desde su balcón] todos los días… Hay veces que digo “pero ¿cómo hace la gente para vivir de otra forma?”.
Y, sobre todo, no encontrarte a nadie por las calles. Por eso a mí el verano me angustia un poco.
¿Qué es Pálmaces para ti?
Yo lo llamo “mi paraíso”. De hecho, cuando pongo un wasap muchas veces escribo “saludos desde el paraíso”.
Yo siempre he sido y me he sentido de Pálmaces, todo el mundo me dice que soy más de pueblo que las bellotas, y es verdad. También es cierto que siempre me he sentido más cercana a la cultura española, incluso en Francia.
¿Cómo ha afectado la despoblación a tu vida?
Yo estoy encantada. Cuando veo a la gente que quiere repoblar, me parece fenomenal para ellos, pero yo estoy encantada con que aquí no haya nadie. [Según el INE, en 2021 Pálmaces de Jadraque contaba con una población de 44 habitantes].
No hay ningún servicio. Ni siquiera el médico. Aquí viene una hora a la semana, cuando viene. Y no avisa si no viene
Durante el confinamiento vino bastante gente a quedarse, precisamente porque aquí se podía respirar, pero no cambiaba mucho porque no nos veíamos. Solo nos vemos el lunes en el frutero, ese es el momento social donde nos saludamos: “¡Estás vivo! ¿Qué tal la semana?”. Si no, aquí… bueno, de una casa a otra nos saludamos, pero…
Que haya despoblación no solo implica que haya menos gente, sino que también afecta a los servicios.
Es caótico, no hay ningún servicio. Ni siquiera el médico. A veces veo en la televisión que dicen que el médico viene una hora al día y pienso, “qué suerte”. Aquí viene una hora a la semana, cuando viene, que no es siempre. Y, además, no avisa si no viene. Ayer le tocaba venir y puso un wasap a una persona del pueblo diciendo que está en Austria de vacaciones.
Precisamente en los pueblos donde hay gente mayor es donde debería haber médicos. Luego tenemos a la enfermera, que viene también una hora a la semana; se supone que tiene que venir uno el miércoles y la otra el viernes, para que al menos haya dos horas a la semana, pero la mayoría de las veces vienen juntos, cuando vienen. Y no hay forma de cambiar de médico, no sé cómo hacerlo.
Delibes escribió, en El camino, que “las calles, las plazas y los edificios no hacían un pueblo. A un pueblo lo hacían sus hombres y su historia”, lo que él llama “un modo propio y peculiar de vivir”. ¿La despoblación está haciendo desaparecer los pueblos al quitarles su gente y sus formas de vida?
Probablemente, porque desde luego ahora no vivimos como hace 40 años. Yo tengo internet –cuando no se va la luz, que ocurre cada dos por tres–, no trabajo en el campo, no me levanto a las cinco de la mañana para currar, no como habichuelas todos los días. No tiene nada que ver, al menos en mi caso. Hay otras personas aquí que sí viven una vida un poco más rural, que tienen ovejas, gallinas, huerto…
¿La gente que viene de fuera a pasar sus vacaciones en Pálmaces trae su forma de vida o se adaptan al ritmo del pueblo?
Sí, traen su ruido de Madrid. Tienen la ventaja de hacer aquí lo que no pueden hacer en Madrid. Los chavales están corriendo por la calle sin tener a los padres detrás. Los de 15 años se tiran toda la noche por ahí y no pasa nada… Pero, desde luego, el ruido lo traen de Madrid, porque aquí ruido no hay. Además, como esto es el pueblo y pueden hacer lo que les da la gana, lo hacen.
Entonces la forma de vida del pueblo se va perdiendo, ese saber rural se pierde, ¿no?
Aquí no hay forma de salir si no tienes coche. Yo no tengo y no puedo salir de aquí, tengo que ir andando 5 km para poder moverme a cualquier sitio
Sí, eso pasa a medida que se van muriendo las personas mayores de los pueblos. Mi referencia histórica del pueblo era mi vecina, y murió el pasado octubre. Desde entonces, yo creo que se ha perdido el 90% de la memoria del pueblo. Ella se sabía todas las familias, los eventos importantes del pueblo, etc. Yo recuerdo lo que me ha dicho ella, poco, pero es que ella lo vivió. Eso ya se ha acabado.
¿Crees que existe el peligro de que, si se siguen perdiendo las costumbres rurales, Pálmaces quede únicamente como un lugar al que se va a pasar las vacaciones?
Bueno, aquí hay dos cosas que hacen que todavía el pueblo sea una piña: el Pinar, que es una asociación que coge todo el pueblo, y el triatlón, son cosas en las que el pueblo se reúne y actuamos juntos. Por ejemplo, el triatlón lo organizamos entre todos y de forma voluntaria, todos nos involucramos en una cosa u otra y nadie nos paga ni nada, es para que avance el pueblo.
Luego, El Pinar es que todo esto [de nuevo, señala hacia el paisaje que rodea la casa] pertenece al pueblo y hay una asociación que se creó hace unos 30 o 40 años, que hace que haya una reunión anual y, como es una cosa del pueblo, la gente sí participa. Vienen bastantes personas a las reuniones para saber lo que pasa en el pueblo y lo que se hace. Es la gente la que tira del pueblo.
Si tuvieses la oportunidad de hablar con la persona que puede cambiar las políticas de gestión del medio rural, ¿qué le pedirías?
Tengo muy claro lo que pediría, tengo un programa electoral y pensaba presentarme en las elecciones en 2023.
Para la mayoría de la gente lo que hace falta es internet
Primero, que venga un autobús hasta el pueblo. Aquí no hay forma de salir si no tienes coche. Yo no tengo y no puedo salir de aquí, tengo que ir andando cinco kilómetros para poder moverme a cualquier sitio, y tengo que estar pidiendo favores cada dos por tres. El autobús se mete en pueblos donde no hay nadie, o sea que también podría hacerlo aquí.
Segundo, exigir un médico. Exigir, no pedir por favor que venga.
Y luego para la mayoría de la gente lo que hace falta es internet. Y aquí funciona un día sí y un día no. Mi casa no, no sé por qué, pero el resto del pueblo ha estado una semana entera sin internet, ni red de teléfono ni nada. La gente que ha estado aquí teletrabajando, como mi vecino, lo ha tenido imposible.
La España rural también nos habla de huidas y regresos, de deseos familiares y de una memoria desahuciada por el desdén político. Es el caso de Katia Ruiz Jodra, que nació a muchos cientos de kilómetros del pueblo de su familia, de su pueblo, por culpa de la dictadura franquista. Hoy, de vuelta en sus...
Autor >
Diego Delgado
Entre Guadalajara y un pueblito de la Cuenca vaciada. Estudió Periodismo y Antropología, forma parte de la redacción de CTXT y lee fantasía y ciencia ficción para entender mejor la realidad.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí