MUJERES RURALES (II)
“En el pueblo nos juntamos una panda de mujeres para jugar al chinchón. Nos llaman las chinchoneras”
Manoli Merinero llegó a Alcohujate hace casi cinco décadas y, a pesar de vivir allí durante la mayor parte del año, reconoce que cada vez se hace más difícil por la despoblación y la falta de servicios
Diego Delgado 22/07/2022
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Con una superficie de apenas 27 kilómetros cuadrados, Alcohujate (Cuenca) siempre fue un pueblo pequeño. Sin embargo, el impacto de la despoblación ha sido enorme, y cada vez es más difícil vivir allí. Manoli Merinero (65), por ejemplo, ha tenido que venir a Guadalajara para acudir a una consulta médica, y explica que, por suerte, ella tiene carnet y puede ir y volver cuando lo necesite, algo que no ocurre en la mayoría de los casos. De las 29 personas que, según el INE, viven allí –en 1950 llegó a haber 517–, muchas dependen de familiares que les faciliten el transporte si quieren seguir evitando engrosar las listas de emigrados forzosos a la ciudad.
Empezamos con una breve presentación. ¿Quién eres y cómo has terminado viviendo en Alcohujate?
Me llamo Manoli, tengo 65 años y llegué a Alcohujate hace 47 o 48 años. Me quedé a vivir allí porque es un pueblo muy tranquilo y había mucha gente (ahora también, pero solo en verano). Yo me tiro allí viviendo prácticamente todo el año, porque me gusta estar allí más que aquí [en Guadalajara]: estoy más tranquila, se duerme mejor en verano y nos juntamos una panda de mujeres para jugar al chinchón, que nos llaman las “chinchoneras”.
¿Qué es Alcohujate para ti?
Alcohujate es como mi casa, sí, se está muy bien. Estoy allí casi todo el año excepto los meses de invierno, que hace mucho frío y me vengo a Guadalajara.
En unos meses, cuando tenga a mi nieta, quiero que vaya a Alcohujate; y el año que viene, en Santa Tecla –que es la patrona del pueblo–, también.
Hace muchos años que llegaste a Alcohujate. Desde entonces, ¿has notado el impacto de la despoblación?
Ha bajado mucho la gente, mucho. Y ha afectado para mal. Se nota cambio, sí, este año hay muy poquita gente, menos que el año pasado.
¿Ese descenso se ha traducido en la pérdida de servicios, comercios, etc.?
No, eso sigue igual. Tenemos un farmacéutico que le llamas hoy y mañana te trae las medicinas; el médico va los lunes y los miércoles, y eso sigue siendo así desde hace muchos años. Las ambulancias también van muy rápido, y para las urgencias hay un helicóptero que nos lleva a Cuenca.
Cuando la pandemia estaba todo el pueblo lleno, hasta arriba, todo llenito
¿Notaste algún cambio en el pueblo con la llegada de la pandemia?
Cuando la pandemia estaba todo el pueblo lleno, hasta arriba, todo llenito. Pero ahora otra vez ha bajado, no sé si es por miedo o por qué. De todas formas, este año también ha habido covid en Alcohujate, unas ocho personas.
Delibes escribió, en El camino, que “las calles, las plazas y los edificios no hacían un pueblo. A un pueblo lo hacían sus hombres y su historia”, lo que él llama “un modo propio y peculiar de vivir”. ¿La despoblación está haciendo desaparecer los pueblos al quitarles su gente y sus formas de vida?
Esa vida ha dejado de existir. La forma de vida del pueblo la hemos perdido, se ha perdido. Antiguamente, cuando empecé a ir, yo he visto a la gente trabajando allí con las mulas y los borricos. Estaba el pueblo bastante lleno, las casas llenas y las puertas abiertas, la gente sentada en las calles. Ahora es diferente, ya no se puede estar así, hay que tener más cuidado.
Cuando eran las fiestas, me acuerdo del callejón que estaba delante de mi casa lleno de personas que subían y bajaban. Claro, también estaba abierto el bar grande, que eso le dio la vida al pueblo. Desde que no está, el pueblo ha caído y la vida no es igual. Las puertas ya no se pueden dejar abiertas.
¿Alcohujate sigue existiendo como algo más que un lugar de descanso para gente que viene de la ciudad?
Bueno, todavía hay gente que trabaja en el campo. Son pocos, y debería de haber más. Eso es lo que tienen que hacer, llevar gente buena. Necesitamos a una persona que arregle el bar y la terraza, que es lo que da la vida. El hostal también lo han hecho polvo, da pena verlo por dentro ahora, con lo bonito que era.
Pediría que vuelvan a poner transporte, porque la gente que no conduce ya no puede ir al pueblo
Cuando va la gente de ciudad a pasar las vacaciones allí, ¿hay vida de pueblo otra vez? ¿Las personas que no viven allí se adaptan, o van con sus costumbres de la ciudad?
Hay vida de pueblo, sí, porque la gente está acostumbrada también a esa vida. Vuelve a haber personas en las casas y por las calles. Cuando llega agosto es cuando se abren todas las puertas, lo que pasa es que ahora mismo falta muchísima gente. En dos o tres meses han faltado seis o siete personas, y eso se nota.
Si tuvieses la oportunidad de hablar con la persona que puede cambiar las políticas de gestión del medio rural, ¿qué le pedirías?
Que nos den más ayudas. Y que venga alguien que se preocupe de verdad por el pueblo. Por ejemplo, yo en la puerta de mi casa tengo un problema con el agua y no se hace nada por arreglarlo.
Tienen que preocuparse más por el estado del pueblo y darnos más ayudas. En Cañaveruelas [el pueblo más cercano] están dando muchas ayudas, porque hay una alcaldesa que se preocupa por el pueblo. Si viene alguien que se preocupe, yo le voto.
También pediría que vuelvan a poner transporte, porque la gente que no conduce ya no puede ir al pueblo.
Con una superficie de apenas 27 kilómetros cuadrados, Alcohujate (Cuenca) siempre fue un pueblo pequeño. Sin embargo, el impacto de la despoblación ha sido enorme, y cada vez es más difícil vivir allí. Manoli Merinero (65), por ejemplo, ha tenido que venir a Guadalajara para acudir a una consulta médica, y...
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Diego Delgado
Entre Guadalajara y un pueblito de la Cuenca vaciada. Estudió Periodismo y Antropología, forma parte de la redacción de CTXT y lee fantasía y ciencia ficción para entender mejor la realidad.
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