MUJERES RURALES (IV)
“Alcohujate se ha quedado para vacaciones y fechas señaladas”
Amelia Sanabia tuvo que marcharse del pueblo en busca de trabajo cuando tenía 16 años. Durante más de cinco décadas ha seguido yendo siempre que podía, y hace dos años y medio volvió para quedarse a vivir allí
Diego Delgado 2/08/2022
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Amelia Sanabia nació en Alcohujate (Cuenca) hace 72 años, y a los 16 tuvo que marcharse en busca de un trabajo. Hoy nos recibe allí, de vuelta en su pueblo, donde lleva viviendo desde marzo de 2020. Son poco más de las seis de la tarde y está a punto de reunirse en el bar con sus amigas para jugar la partida diaria de chinchón, pero accede a contarnos su experiencia como mujer que lleva siete décadas viviendo en primera persona los cambios que se han producido en el lugar en el que asegura que es feliz.
Empezamos con una breve presentación. ¿Quién eres y cómo llegaste a Alcohujate?
Me llamo Amelia Sanabia y soy nacida aquí, en Alcohujate, en 1950. Estoy viviendo en el pueblo justo desde antes de la pandemia. Me vine el 10 de marzo de 2020, por lo tanto el inicio de la pandemia me pilló aquí. Voy a revisiones médicas a Madrid y vuelvo, pero de momento estoy aquí al menos hasta que pase el verano.
En 1966 me fui a Madrid, estuve un año allí, volví al pueblo durante otro año y luego me fui, definitivamente, a trabajar a Madrid. Terminé mi graduado escolar y aquí, en Alcohujate, no había nada que hacer, así que me fui a trabajar. Desde entonces anduve yendo y viniendo mientras estaban mis padres aquí; una vez se marcharon, seguíamos yendo y viniendo y luego yo ya me casé.
¿Qué es Alcohujate para ti?
Para mí es lo más, aquí estoy feliz. En cuanto a estar con mi gente, los que he visto más a menudo, mejor, y con los que veo de tarde en tarde, bien también. En definitiva, aquí estoy feliz, estoy feliz.
¿Cómo afecta la despoblación a la vida en Alcohujate?
La despoblación es total y absoluta. Aquí, antiguamente, había dos bares, estaba el casino con Francisca, la casinera. Estaba el bar arriba y abajo, había baile. Esas personas fueron falleciendo y trajeron otros bares, mi tío fue uno de los que tuvo un bar aquí y después ha habido otras personas… pero veo muchísima diferencia. Entonces estaban las calles llenas, las casas llenas y evidentemente, cuando se despobló, todo el mundo se marchó: algunos a Madrid, otros a Barcelona, otros a Valencia. Esto se ha quedado principalmente para vacaciones, semana santa y fechas señaladas.
Delibes escribió, en El camino, que “las calles, las plazas y los edificios no hacían un pueblo. A un pueblo lo hacían sus hombres y su historia”, lo que él llama “un modo propio y peculiar de vivir”. ¿La despoblación está haciendo desaparecer los pueblos al quitarles su gente y sus formas de vida?
Parcialmente sí, es que se queda vacío de sentido. Yo he venido aquí durante muchas temporadas desde que se jubiló mi marido y, cuando me asomaba a la puerta, no veía a nadie, absolutamente a nadie. De pronto te cruzas con alguien de casualidad y dices “mira, ha venido Fulanito”.
Es evidente que aquí hay muy poca gente. Empadronados habrá… bueno, los que viven aquí y están empadronados desde luego que no son más de seis. Algún empadronamiento más hay, pero es porque le interesa de alguna manera. [Según datos publicados por el INE, a 1 de enero de 2021, Alcohujate cuenta con 29 personas empadronadas].
Cuando se va la gente, se queda un pueblo desierto, no ves a nadie. Eso sí, en cuanto llega un fin de semana que aclara un poquito, la gente empieza a venir. Mis hijos, mi hija, todos, vienen al pueblo con la pandilla a pasarlo bien. Claro, pasan unos días y se queda otra vez despoblado totalmente.
Los que viven aquí y están empadronados desde luego que no son más de seis
¿Crees que Alcohujate sigue existiendo como algo más que un sitio de vacaciones?
Yo creo que sí, que hay un pueblo más allá de eso. Seguimos teniendo nuestro Ayuntamiento, por tanto no dependemos de otro pueblo, que hay sitios en los que ocurre eso. Seguimos haciendo nuestras cosas por nosotros mismos.
¿La pandemia ha supuesto algún cambio para la vida en el pueblo? ¿Notaste que venía más gente a vivir aquí?
La pandemia me pilló aquí. Yo vine el 10 de marzo y el 14 ya empezaron las restricciones.
Sí, sí. No éramos demasiados, pero mínimo había 30 o 40 personas que nos quedamos aquí con la pandemia. Todos más o menos mayores, y lógicamente pues no nos movíamos de aquí. Estábamos haciendo las cosas que nos decían que teníamos que hacer, pero la libertad era mucho mayor. Aquí salías a la calle y podías bajarte la mascarilla porque no te encontrabas a nadie. Se podría decir que, entre comillas, no nos hemos enterado tanto de la pandemia como en otros lugares.
Cuando ha bajado la intensidad de la pandemia, ¿se ha vuelto a vaciar el pueblo?
Totalmente no, porque hay unos cuantos matrimonios que nos hemos quedado aquí. Ha sido otra cosa en comparación a lo que era antes. No tiene que ver nada con el primer año de pandemia, evidentemente, pero no se ha ido todo el mundo.
Cuando viene la gente de las ciudades a pasar las vacaciones en Alcohujate, ¿se nota algún cambio en el día a día del pueblo?
Vienen con sus costumbres, sus ideas, sus formas de divertirse, que están muy bien y yo las respeto, porque la gente es joven y se tiene que divertir. Por otra parte, hay momentos en que se olvidan de que están viniendo a un pueblo en el que hay personas que viven aquí y a las que a lo mejor les molesta la música y la juerga a las cuatro de la madrugada. Esa es la única cosa que puedo decir respecto a eso.
¿Sigue habiendo una forma de vida propia del pueblo?
Sí, no tiene nada que ver. Aquí hay libertad en todo, porque entras y sales sin un horario. No hay miedo a que te puedas encontrar con peleas ni con problemas de ningún tipo. Esta vida es comodísima comparada con Madrid, que es donde yo he vivido también.
Y la gente que viene de otros lugares sí mantiene esta forma de vida propia del pueblo, totalmente.
Si tuvieses la oportunidad de hablar con la persona o el grupo de personas que pueden cambiar las políticas de gestión del medio rural, ¿qué les pedirías?
Si pudiesen, que hiciesen algo para que los pueblos no se quedasen cada vez más muertos. Lo que sea, alguna actividad, o bien alguna casa para que viniese alguna familia para poblar un poquito. Si no da para que haya aquí un colegio, que es evidente que no, pero que viniese un autobús a recoger si hubiera algún niño… Para que esto no se muera. Porque si no, vamos condenados a eso, a que poco a poco se quede en un lugar al que los jóvenes vienen puntualmente. Yo, con el tiempo y por edad, me iré también y a mí me gustaría que el pueblo fuese para arriba, que no se muriese.
Amelia Sanabia nació en Alcohujate (Cuenca) hace 72 años, y a los 16 tuvo que marcharse en busca de un trabajo. Hoy nos recibe allí, de vuelta en su pueblo, donde lleva viviendo desde marzo de 2020. Son poco más de las seis de la tarde y está a punto de reunirse en el bar con sus amigas para jugar la partida...
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Diego Delgado
Entre Guadalajara y un pueblito de la Cuenca vaciada. Estudió Periodismo y Antropología, forma parte de la redacción de CTXT y lee fantasía y ciencia ficción para entender mejor la realidad.
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