MUJERES RURALES (I)
“Llegué a Lupiana hace 10 años por amor y no lo cambiaría por nada”
Estefanía y Paula, dos mujeres en la treintena, hablan desde un pueblo cercano a Guadalajara. Destacan la libertad, pero también las carencias
Diego Delgado 15/07/2022
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Ni la cercanía con Guadalajara, ni el famoso monasterio que corona una de las lomas que rodean el pueblo, ni siquiera su cifra de habitantes (268 el 1 de enero de 2021, según el INE), superior a muchos de estos enclaves de la España vaciada, hacen que las calles de Lupiana (Guadalajara) tengan demasiada vida. Es martes, son las cinco de la tarde y el sol aprieta. Una pista de fútbol sala, vacía, da la bienvenida al lugar; un bar, cerrado, hace lo propio con la amplia plaza.
En ella solo rompen el silencio dos cosas: la actividad de dos hombres que, aparentemente, trabajan en la obra de una casa, y las alegres voces de siete niños y niñas. A su lado está Estefanía (37), resguardada del calor a la sombra de un soportal. Accede rápidamente a hablar sobre su pueblo y los pequeños bajan la voz de pura curiosidad. Durará poco. La libertad que les da Lupiana, como después confirmarán las entrevistadas, hace que las ganas de jugar puedan con todo. Justo antes de empezar a charlar llega Paula (39), madre de tres de las criaturas, que también se anima a participar de la entrevista.
Empezamos con una breve presentación. ¿Quiénes sois y qué hacéis en Lupiana?
Estefanía: Mi nombre es Estefanía, nací en Valdepeñas (Ciudad Real) y llegué a Lupiana hace 10 años por culpa del amor. Y aquí me he quedado.
Paula: Yo soy Paula, tengo tres hijos y vine aquí primero para llevarles al colegio, porque vivía en el pueblo de al lado, y ahora me he venido aquí a vivir con los peques.
¿Qué es Lupiana para vosotras?
E: Yo aquí, en Lupiana, primero empecé trabajando y ahora ya tengo mi vida, mis hijos van al colegio aquí. La verdad es que yo no cambiaría Lupiana por nada. He vivido en la capital –en Guadalajara–, también en otros pueblos más grandes, pero lo que más me gusta es Lupiana.
Aquí aparcas en la puerta de tu casa, vas a comprar y no tienes que esperar ni pensar en coger el coche, subir la compra, aparcar bien, etc. Además, los niños. Tienen una libertad que en Guadalajara o cualquier otra capital no la tienes. [En ese preciso momento, llegan corriendo cinco de los pequeños al lugar de la entrevista, después de haber dado una vuelta por las calles cercanas]. Esto, por ejemplo, no podrían hacerlo en otro sitio.
P: Para mí, Lupiana es el paraíso. Así te lo digo. Es mi refugio, me da una libertad con los niños que no podría tener en otro sitio, aunque también…
Echamos de menos actividades para los niños, eso sí. O una piscina, por ejemplo
E: Echamos de menos actividades para los niños, eso sí. O una piscina, por ejemplo.
P: Da libertad, pero también nos la quita, porque hay algunas carencias. Sin embargo, yo he organizado mi vida para poder vivir aquí con ellos. Y, repito, para mí esto es el paraíso.
E: Sí.
Cuando llegó la pandemia, los pueblos empezaron a verse como una especie de lugar seguro. ¿Se notó en Lupiana?
E: Sí, sí, todavía sigue viniendo gente, eh.
¿Solo ha influido a nivel de personas que llegan o también veis un cambio en la opinión pública? ¿Está mejor visto ahora decir que vives en Lupiana?
P: Ahora parece que es un privilegio, sí.
Parece que nos han querido hacer un poco más de caso, aunque yo creo que rápidamente nos dejarán otra vez de lado
¿Este foco de atención ha servido para cubrir algunas de las carencias de las que hablabais antes?
P: Sigue igual. Bueno, nos han puesto un cajero. (Risas).
E: Yo creo que sí ha servido. Este invierno nos han puesto, aparte del cajero, una monitora para los niños.
P: Sí, es cierto, hay una monitora y eso es bueno.
E: Parece que nos han querido hacer un poco más de caso, aunque yo creo que rápidamente nos van a dejar otra vez de lado.
P: Veremos, no se sabe.
Delibes escribió, en El camino, que “las calles, las plazas y los edificios no hacían un pueblo. A un pueblo lo hacían sus hombres y su historia”, lo que él llama “un modo propio y peculiar de vivir”. ¿La despoblación está haciendo desaparecer los pueblos al quitarles su gente y sus formas de vida?
E: El pueblo lo hace la gente, claro. Y la verdad es que aquí tenemos un poco de suerte porque, realmente, el tema de la pandemia no ha llegado, no ha tocado a gente de aquí.
P: Es verdad, no ha modificado la vida, porque tampoco hay más opciones de que la gente venga.
E: Aquí la gente del pueblo sigue haciendo lo mismo: sigue yendo al huerto, sigue tomando su cerveza… Para mí la vida del pueblo no ha cambiado.
P: Hay que tener en cuenta que Lupiana siempre ha estado igual de vacía. No ha habido un gran cambio, en estos últimos diez años no ha habido ni siquiera una despoblación, incluso hay más gente nueva.
E: Sí, hay más gente nueva pero también se han ido muriendo personas mayores, que antes te podían contar cosas que ellos y ellas sabían del pueblo y sus costumbres. Cosas que yo, por ejemplo, tendría que aprender porque no las sé.
P: Había más vida de pueblo antes que ahora.
¿Lupiana sigue existiendo como algo más que un lugar de descanso para gente de ciudad?
E: Aquí sigue viviendo gente.
P: En el caso de Lupiana, sí sigue existiendo como algo más allá de un lugar de veraneo.
Hay mucha gente que quiere venir a vivir y no puede porque no hay casas en alquiler, habiendo mil cerradas
¿Notáis algún cambio en esa vida de pueblo cuando viene la gente de ciudad a pasar sus vacaciones?
P: No, se quedan las tradiciones de aquí, la gente se adapta.
E: Lo que sí es cierto es que a mí me molesta que, cada vez que viene la gente hay más coches en el pueblo, y eso genera que haya más peligro para los niños, tienes que estar más atenta.
P: Bueno, y también hace que haya más dinero, genera trabajo. Lo que pasa es que te estás volviendo muy de pueblo. (Risas).
E: Sí, sí. (Risas).
Si tuvieseis la oportunidad de hablar con la persona que puede cambiar las políticas de gestión del medio rural, ¿qué le pediríais?
E: Más negocios. Que siga existiendo la vida del pueblo, pero con más actividad.
P: Que no tengan miedo. Que no pasa nada por que esto se abra y haya negocios y haya gente que quiera hacer cosas, porque eso le va a dar vida, una mejor economía…
E: Que den facilidades para que siga habiendo una esencia de pueblo, que no se pierdan las costumbres, pero que la gente pueda venir aquí a vivir.
P: Claro, que se mantenga la tranquilidad, eso sí. Pero que no pasa nada si esto se abre un poco, porque si no lo que va a pasar es que va a haber una despoblación total y va a terminar siendo solo un pueblo de vacaciones.
Es miedo a lo nuevo, miedo a la gente nueva. Aquí tampoco puedes hacer Nueva York, pero lo que hay se deja morir. Hay mucha gente que quiere venir a vivir y no puede porque no hay casas que alquilen, habiendo mil cerradas.
Ni la cercanía con Guadalajara, ni el famoso monasterio que corona una de las lomas que rodean el pueblo, ni siquiera su cifra de habitantes (268 el 1 de enero de 2021, según el INE), superior a muchos de estos enclaves de la España vaciada, hacen que las calles de Lupiana (Guadalajara) tengan demasiada vida. Es...
Autor >
Diego Delgado
Entre Guadalajara y un pueblito de la Cuenca vaciada. Estudió Periodismo y Antropología, forma parte de la redacción de CTXT y lee fantasía y ciencia ficción para entender mejor la realidad.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí