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Mijaíl Gorbachov nos ha dejado mientras su país y el mundo vuelven al abismo que él quería evitar desesperadamente. Imagínense la amargura y el dolor que tuvo que soportar al ver cómo se truncaban sus esperanzas. Había soñado con un mundo más seguro que rechazara el uso del poder militar. Había soñado con que el pueblo ruso disfrutara de unas libertades que nunca antes había experimentado. Pero nos ha dejado justo cuando el mundo se tambalea al borde de la confrontación y Rusia se ha convertido de nuevo en una fortaleza hostil.
Podría haber gobernado hasta hoy, convirtiéndose en el nuevo Brezhnev. Nada había puesto en peligro su poder, pero decidió apostar por la paz. No se trataba de la ruleta rusa a la que siempre les ha gustado jugar a los dirigentes del Kremlin, burlándose del mundo y poniendo a prueba su adrenalina. Gorbachov tenía en mente un proyecto diferente: presentar al mundo una Unión Soviética con “rostro humano”.
Ofreció a los alemanes la oportunidad de unirse en un solo Estado. (¡Cómo intentaron impedirlo Londres y París!)
Gorbachov fue el único líder contemporáneo que cambió la trayectoria del mundo de un modo excepcional. Enterró el comunismo. Puso fin a la Guerra Fría. Desmanteló el enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética como base del orden mundial. Dio libertad a Europa Central y Oriental. Ofreció a los alemanes la oportunidad de unirse en un solo Estado. (¡Cómo intentaron impedirlo Londres y París!) Gorbachov fue el primer líder ruso que tuvo el valor de rechazar los pilares de un sistema político personalista: la coacción, el militarismo y el afán de dominar a otras naciones.
Gorbachov creó una tríada de reformas: mayor transparencia oficial (glasnost), reestructuración económica (perestroika) y transición a la democracia (demokratizatsiia). No sólo socavó la tradición soviética, sino que desafió a Occidente. En primer lugar, llegó a la conclusión de que el poder militar era un instrumento demasiado peligroso, especialmente cuando se poseen misiles nucleares. En 1986 propuso la idea de la “paz no nuclear” mucho antes de que lo hiciera el presidente Barack Obama. En segundo lugar, declaró que cada nación tiene derecho a tomar sus propias decisiones. Esto fue impactante incluso para Occidente, que seguía aplicando políticas de Realpolitik para justificar sus áreas de influencia. En tercer lugar, dio libertad a una sociedad soviética que estaba cómodamente encadenada. Gorbachov, un producto de la tradición soviética, sorprendió al mundo tirando esa tradición a la basura.
Gorbachov dio al Hombre Soviético la oportunidad de oponerse a las autoridades sin temer la venganza. Rechazó el gobierno basado en el sometimiento. Solía decir: “Yo no quería el poder por el poder, y no quería dictar mi voluntad a nadie”. Para Rusia era una blasfemia. Rusia nunca había tenido un líder que se debilitara a sí mismo para fortalecer a los demás.
Gorbachov entra en la historia como una figura trágica. Cambió el orden mundial. Pero durante décadas el mundo no supo gestionar los cambios que aportó. Liberó a su propio país sólo para ver cómo el ímpetu que desencadenó le expulsaba de la escena política.
Algunos dirán: “Idealizas al hombre”. ¿Y qué hay del derramamiento de sangre en Bakú, Tiflis y Vilnius? Efectivamente, Gorbachov no logró contener la lógica totalitaria. Pero evitó el derramamiento de sangre en Moscú, y ese fue el golpe que asestó al sistema-monstruo.
Gorbachov comprendió su dilema: para preservar la URSS habría que derramar una enorme cantidad de sangre. No estaba preparado para ello
Al final, Gorbachov comprendió su dilema: para preservar la URSS habría que derramar una enorme cantidad de sangre. No estaba preparado para ello. No quiso aceptarlo. En cambio, dejó que el castillo de naipes se derrumbara. Mató al líder soviético que llevaba dentro antes de dejar que la defensa de la Unión Soviética matara a muchos.
Ahora, en Rusia, cuesta creer que la perestroika de Gorbachov tuviera lugar. La clase dirigente ha logrado reconstruir todo lo que él desmanteló.
Durante décadas, este hombre solitario se ha erigido en una antítesis del régimen actual, de su mentalidad y de su forma de vida. Ha recordado al régimen los tiempos que éste quería olvidar. Ha sido considerado un renegado y un error histórico. El recuerdo de la glasnost, de su rechazo al uso de la fuerza y al chantaje nuclear, de su decisión de no luchar por permanecer en el poder, todo ello le convirtió en un excluido de la élite política rusa.
Sus socios e interlocutores fallecieron mucho antes que él: Reagan, Mitterrand, Thatcher, Kohl. Solo cabe imaginar lo que Gorbachov pensaba cuando paseaba solo por su dacha, sin su esposa, Raisa (fallecida en 1999). Era un hombre brillante y estaba al tanto de los acontecimientos mundiales. ¿Qué pensaba de la vuelta de Rusia al estado que había intentado cambiar?
Dio a los rusos la oportunidad de aprender a hablar, discrepar, discutir y luchar, y de criticar al Kremlin. Nos dio la oportunidad de disentir y de oponernos al poder sin miedo. No tenía nada de qué avergonzarse. No tenía nada que ocultar. No tenía que huir de su país. Podía decirse a sí mismo con orgullo: “Lo intenté”.
No supimos aprovechar la oportunidad que nos dio. No fue culpa suya. Pero el hecho de que tuviéramos la oportunidad significa que aún hay esperanza.
No hace mucho, durante la pandemia, llamé a Gorbachov al hospital y me lamenté de que todo estaba sumido en la oscuridad y el pesimismo. Me dijo con voz severa: “¡Deja de quejarte! Tienes que ser fuerte”.
Ahora repito esas palabras buscando su fortaleza.
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Lilia Shevtsova es autora de Interregnum: Russia Between Past and Future [Rusia entre el pasado y el futuro] (2014) y Putin’s Russia [La Rusia de Putin] (2010).
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Journal of Democracy.
Traducción de Paloma Farré.
Mijaíl Gorbachov nos ha dejado mientras su país y el mundo vuelven al abismo que él quería evitar desesperadamente. Imagínense la amargura y el dolor que tuvo que soportar al ver cómo se truncaban sus esperanzas. Había soñado con un mundo más seguro que rechazara el uso del poder militar. Había soñado con que el...
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Lilia Shevtsova
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