ARTE Y POLÍTICA
Documenta15: plomo fundido
Concluye la gran exposición de Kassel con amagos de censura y presiones del ‘lobby’ judío
Ángela Molina 1/10/2022
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La historia y los relatos viven ya vidas separadas y nuestras sensibilidades contemporáneas no parecen capaces de conciliarlas. Esto explica el triste papel de buena parte del periodismo, convertido en propaganda; también del pródigo y veleidoso arte, cada vez más sujeto a las leyes del mercado, al control, las cancelaciones, con la consiguiente falta de crítica, que vive la peor de todas las épocas.
El pasado 25 de septiembre, el mismo día que se clausuraba la Documenta15 –“el museo de los cien días” de Kassel–, el periódico israelí The Jerusalem Post proclamaba a Volodímir Zelensky el “judío más influyente de 2022” por “cambiar el mundo a través de su uso de los medios y la diplomacia y por poner a Occidente en contra de Rusia y su presidente”. Argumentan que la habilidad del presidente ucraniano y excomediante de televisión “ha sido tan grande que convenció a Estados Unidos y a Europa de denigrar no solo a Putin sino a todo lo relacionado con el país, desde los atletas rusos a los gatos azules. Logró que Suecia y Finlandia descartaran décadas de neutralidad militar y solicitaran ser miembros de la OTAN e inspiró a la UE a abandonar su política de no armar a las naciones involucradas en conflictos. Casi todo el bloque fue persuadido de sancionar a los productores de gas y petróleo rusos a pesar de que ha llevado los precios a niveles récord y causado estragos en sus economías. Su dureza y coraje –dice el panegírico– le han convertido en leyenda, a la altura de Winston Churchill”.
Reconoce el medio israelí que “Zelensky, hijo de padres judíos y abuelos víctimas del Holocausto”, minimizó su judaísmo durante su candidatura a la presidencia de Ucrania en 2019. “En un país donde el colaborador nazi Stepan Bandera es declarado oficialmente héroe y los grupos neonazis están formalmente incorporados al ejército era poco probable que centrarse en su origen étnico ayudara en su campaña”.
La noticia, no exenta de belicosidad, es de una ironía obscena para cualquier ideología. Resulta extraño que los judíos, tan perspicaces en encontrar competencia en todas partes, no sepan ver las consecuencias nefastas de sus acciones en algunos contextos, por admirable que consideren la causa. El lector más o menos aburrido por los acontecimientos que vive el mundo será incapaz de descubrir en la designación del “judío del año” alguna conexión interna entre la verdad objetiva y la seriedad. Hasta Woody Allen, a sus 86 años, haría magia negra con la noticia.
El filósofo polaco Zygmunt Bauman, hijo de judíos y huido del Holocausto gracias a una oportuna fuga a la URSS en 1939, declaró hace pocos meses que “los descendientes de las víctimas de los guetos nazis intentan convertir la franja de Gaza en otro gueto”. Valga este juicio libre y certero como arranque para el análisis de los tristes acontecimientos que han rodeado Documenta15 y que han derivado en un suplemento que creíamos superado: la supremacía estética.
Los críticos israelíes han obtenido lo contrario de lo que buscaban, cohesionar y fortalecer aún más las creencias y valores estéticos de unos discursos creados desde el sur global
Las consecuencias han sido paradójicamente tan perniciosas para el arte en general que ya se empieza a hablar de un nuevo efecto boomerang en la cara de los expedicionarios punitivos del judaísmo institucional, que no podrán decir que han levantado el trofeo de guerra contra la lucha palestina, pues la victoria psicológica ha resultado caer en la cesta de los comisarios de la cita artística internacional, el colectivo indonesio Ruangrupa. En contra de toda lógica militar, los críticos israelíes han obtenido lo contrario de lo que buscaban, cohesionar y fortalecer aún más las creencias y valores estéticos (la estética como ideología) de unos discursos creados desde el sur global, que promueven el colectivismo, la defensa del planeta y la convivencia pacífica entre los pueblos. Visto desde una perspectiva más clásica, sería una lucha de clases líquida. Con el plomo recibido, han construido su memorial.
Desde meses antes de la apertura de Documenta15, la diplomacia israelí ha ido derramando sobre este certamen artístico, considerado el más prestigioso del mundo, plomo fundido (así nombraron la brutal ofensiva contra Gaza en enero de 2009 que acabo con 1.400 palestinos muertos, la mayoría civiles, en tan solo veintidós días), acusándola de antisemitismo y antisionismo por “legitimar el odio a Israel y glorificar el terrorismo”.
Pero hagamos historia, si todavía es posible.
Los hechos, cronológicamente, se desarrollaron así.
Documenta, sociedad limitada con objetivos sociales cuyos socios son la ciudad de Kassel y el estado de Hesse –de los que recibe el presupuesto principal, al que se añaden las aportaciones menores del gobierno federal de Alemania, espósnores y cajas de ahorro: un total de 42 millones de euros–, es un evento artístico quinquenal. El comisario/a o comisarios son seleccionados por un comité de expertos de prestigio. Para la edición decimoquinta, deciden Ute Meta Bauer, directora del Centro de Arte Contemporáneo de Singapur; Charles Esche, director de Van Abbemuseum de Eindhoven; el cineasta Amar Kanwar; Elvira Dyangani Ose, directora del MACBA; Frances Morris, directora de la Tate Modern; y Jochen Voltz, director de la pinacoteca de Sao Paulo. Acuerdan la opción del colectivo indonesio Ruangrupa.
En enero de este año, aparecen las primeras acusaciones de antisemitismo desde el blog Alliance Against Anti-Semitism Kassel. Aseguran que los citados miembros del comité, el colectivo Ruangrupa y algunos artistas que participarán en el evento, están a favor del movimiento pro-Palestina BDS (Boycott, Divestment, Sanctions), que pide el boicot económico y cultural al estado de Israel. Y añaden que los colectivos The Question of Funding y Khalil al Sakakini Cultural Center (KSCC), ya muestran un sesgo antisemita en esta Documenta. Estalla el escándalo y el ruido en la prensa y televisión alemanas. Se exigen explicaciones. El alcalde de Kassel, Christian Geselle sale en defensa del trabajo de los comisarios y afirma que Documenta15 no es antisemita y que hay que respetar la libertad artística.
El 28 de abril, el presidente del Consejo General de los Judíos en Alemania, Josef Schuster, publica una carta dirigida a la ministra de Cultura, Claudia Roth, criticando Documenta15 con el argumento de que una serie de charlas que se desarrollarán antes de la inauguración, tituladas “We need to Talk! Art-Freedom-Solidarity”, se centran en el racismo antipalestino y que el Consejo General de los Judíos no ha sido invitado a participar en las discusiones. Ante las presiones, se cancelan las tablas de debate y Ruangrupa publica una carta abierta donde explica que las charlas se posponen y que apoyan al BDS, enfatizando que no son antisemitas.
El presidente Frank Walter Steinmeier avise de que hay límites a la libertad artística cuando se refiere a cuestiones políticas. El canciller Scholz asegura que por primera vez en treinta años el presidente del gobierno no irá a la inauguración
El 20 de junio encuentran “motivos antisemitas” en la obra del colectivo indonesio Taring Padi, un mural agit-prop de ocho por doce metros titulado People’s Justice, que se ha instalado en la Friedrichsplatz de Kassel. Se decide cubrirlo con tres lonas negras y un día después se descuelga. Según un portavoz de la embajada israelí, hay dos figuras en el mural que recuerdan la propaganda de Goebbels; uno de los personajes es un policía con cabeza de cerdo que luce una estrella de David y que lleva escrito en el casco “Mossad” –el nombre del servicio de inteligencia israelí–; el segundo es un hombre con colmillos de vampiro, rizos a ambos lados de la cabeza y una kipá, que claramente ridiculiza a un judío ortodoxo. Lleva una gorra con el emblema SS del cuerpo de élite de la Alemania nazi. Sus autores se disculpan por no haber sabido contextualizar el trabajo que, explican, fue realizado en 2002, en medio de las protestas estudiantiles durante el régimen de Suharto en Indonesia (una dictadura que duró tres décadas y que fue ayudada en las sombras por los servicios de inteligencia CIA, M15 y algunos gobiernos europeos). De hecho, el mural había sido exhibido en las últimas dos décadas en varias ciudades de todo el mundo, pero hasta Kassel nadie se había dado cuenta de que entre los cientos de personajes representados había “dos claramente antisemitas” (según Schuster).
Por fin se inaugura Documenta15 después de que el presidente alemán Frank Walter Steinmeier avise de que hay límites a la libertad artística cuando se refiere a cuestiones políticas. El canciller Scholz asegura que por primera vez en treinta años el presidente del gobierno no irá a la inauguración. La ministra de Cultura pide explicaciones y promete más control. Ruangrupa se excusa públicamente por no haber revisado cuidadosamente la obra antes de la inauguración, argumentando que no hubo la suficiente comunicación entre los diferentes miembros, pues no hay una estructura jerárquica en el proceso curatorial, en la que nueve colectivos estaban invitados y ellos, a su vez, invitaban a otros artistas, el sistema lumbung.
Se suceden las deserciones. Meron Mendel, director del Instituto de Educación Anna Frank, renuncia como asesor de Documenta. Y la artista alemana Hito Steyerl pide retirar su trabajo, con el argumento de que no ha habido voluntad para aclarar el escándalo y, de paso, denuncia las condiciones laborales. El 16 de julio, la directora general de Documenta, Sabine Schormann, deja el cargo.
La última nota estridente suena el 16 de septiembre, cuando las acusaciones de antisemitismo vuelven a pesar sobre la organización del evento. Antes, la prensa ha actuado de megáfono hasta crear el ambiente que impulsará, en el mes de agosto, la puesta en marcha de un comité de expertos que “controlará los contenidos”. Piden censurar la obra Tokyo Rees Film festival (TRFF), un trabajo basado en cuatro películas pro-palestinas, rodadas entre los años sesenta y ochenta, del colectivo Subversive Film, que consideran “altamente problemático”. En su informe, el grupo de asesores recomienda acciones inmediatas: “No son solo las películas, que contienen elementos antisemitas y antisionistas, sino también los comentarios que legitiman el odio a Israel y la glorificación del terrorismo presente en el material de origen a través de su discusión acrítica”. La respuesta de Ruangrupa, de los autores palestinos The Question of Funding y de los artistas que firman la pieza Subversive Film, además de prácticamente todos los artistas presentes en esta edición, es inmediata. Envían una carta de protesta a la junta directiva y a los accionistas de Documenta: “Estamos enfadados, estamos tristes, estamos cansados, estamos unidos. Porque defendemos nuestro rechazo a la censura, nos opusimos enérgicamente a la creación de ese panel asesor científico. No aceptamos las alegaciones de su informe preliminar, que descaradamente reproduce afirmaciones mal investigadas de los medios; asimismo, el informe carece de prueba científica, referencias académicas, argumentación rigurosa e integridad”. El domingo pasado, Documenta15 cerró sus puertas. La visitaron 738.000 personas.
Ese es el relato de lo ocurrido. Y ahora la historia. Hace un año, por estas fechas, el Museo Histórico Alemán de Berlín ilustraba en una exposición cómo la Documenta de Kassel debe su auge y estatus a su dimensión política. Es cierto –señalaba en el catálogo el presidente del museo berlinés, Raphael Gross… que Documenta “marcó un nuevo comienzo estético radical” tras el nazismo. Pero en realidad hubo líneas ininterrumpidas que procedían del nacionalsocialismo. Las obras de artistas judíos asesinados no encontraron lugar en las primeras ediciones”. Prosigue más adelante: “La mitad de los 21 miembros del consejo directivo de la primera edición (1955) había militado en el Partido nacionalsocialista, en las SS o en la Sturmabteilung, la milicia creada por los nazis en los años veinte”. Entre ellos, el cofundador de la cita artística, el historiador del arte Werner Haftmann, quien llegó a afirmar que “ningún pintor moderno fue judío”. Arnold Bode, otro de los fundadores de Documenta, también fue miembro activo del NSDAP (Partido Nacionalista Obrero Alemán). Y muchos artistas judíos que hablaban sobre los crímenes nazis fueron excluidos de la Documenta.
Es posible que todo el escándalo que ha rodeado Documenta15 no hubiera ocurrido si el colectivo Ruangrupa, que en todo momento ofreció y buscó diálogo con las posturas críticas, hubiera pertenecido a esas otras élites del mundo del arte, asentadas en el norte global de los sistemas culturales europeos y norteamericanos. Ruangrupa viene del sur, tiene una estructura horizontal, a sus miembros les interesa afrontar los temas postcoloniales, la crisis climática, las desigualdades de género y raza. Aseguran que no pretenden aniquilar el capitalismo, ni reformarlo, lo aceptan como un sistema que ha devenido simplemente destructivo. La clave para este colectivo es aprender a sobrevivir en este sistema económico catastrófico. Experimentan en propia carne los conflictos que han querido visibilizar y hacer circular en Documenta, a diferencia de otros comisarios que, con las mismas preocupaciones, parecen más “legitimados” como agentes sociales.
La Documenta11 (2002), inaugurada meses después del atentado del 11-S en Nueva York, con el escenario de fondo de una comunidad internacional altamente sensibilizada contra el islamismo, se abría con imágenes y vídeos de los supervivientes palestinos y miembros del movimiento Hamás tras sufrir los ataques de israelíes fuertemente armados en Hebrón y Gaza. El comisario de aquella edición era Okwui Enwezor (1963-2019), nigeriano formado en Estados Unidos con un amplio historial de bienales y exposiciones a sus espaldas. Enwezor no tuvo que justificarse ni dar demasiadas explicaciones por la inclusión de aquellos trabajos. El aclamado curador había conseguido imprimir una mirada crítica al postconialismo desde postulados neomarxistas. “Es necesario –solía decir– viajar a las raíces del conflicto para encontrar una solución sólida de futuro, y hace falta hacerlo desde la palabra: la palabra musitada, pintada, leída, por parte de artistas y colectivos inéditos y radicales. ¿De qué manera artistas, filósofos, coreógrafos, a través de imágenes, gestos, palabras, pueden recoger a otros públicos en el acto de escuchar, hablar, reaccionar, para dar sentido a los conflictos de nuestro tiempo?”.
Desde este pensamiento, el trabajo de Ruangrupa en Documenta15 es todo un ejemplo del poder transformador del arte, el que no tiene plomo en las alas.
La historia y los relatos viven ya vidas separadas y nuestras sensibilidades contemporáneas no parecen capaces de conciliarlas. Esto explica el triste papel de buena parte del periodismo, convertido en propaganda; también del pródigo y veleidoso arte, cada vez más sujeto a las leyes del mercado, al control, las...
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