Arte vivo
Inmolarnos junto a ‘Los girasoles’
Una reflexión sobre el “ataque” activista a la obra de Van Gogh
Deborah García 23/10/2022
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Hay algo que no se me va de la cabeza y es que la mayor parte de las personas, a lo largo de su vida, accederá siempre a las obras de arte a través de su reproducción física o digital. Verán los nenúfares de Monet en la portada de algún libro, el retrato de Frida Kahlo en la taza en la que toman su café con leche y La noche estrellada de Van Gogh, la buena, la del Ródano, en el calcetín que deslizan por el pie de la chica con la que se van a acostar. Pienso todo esto con mucho ruido detrás, con el ruido que hacen muchas personas creyendo firmemente que si no hubiera habido un cristal protector y la sopa de tomate hubiera sido radiactiva y, finalmente, Los girasoles de Van Gogh se hubieran desvanecido, la pérdida sería inconmensurable. Como si fuéramos a recibir una carta desde Patrimonio Mundial en la que nos dijeran: “Sentimos informarle de que ya no disfrutará en su casa, cocina, baño, de los cinco minutos que le correspondían de Los girasoles. En su lugar le hacemos llegar una reproducción de la obra como imán para su nevera”.
El pasado 14 de octubre, unas activistas del colectivo Just Stop Oil tiran una lata de tomate contra el cristal que protege el cuadro de Vincent Van Gogh, posteriormente se pegan con pegamento a las paredes del museo. Tras hacer esto, lanzan el siguiente mensaje:
“La creatividad y el brillo humano se muestran en esta galería, pero nuestro patrimonio está siendo destruido por la incapacidad de nuestro gobierno para actuar sobre el clima y la crisis económica. Las 100 licencias de petróleo y gas propuestas destruirán toda nuestra cultura, junto con la civilización humana tal como la conocemos. ¿Por qué estamos protegiendo estas pinturas cuando no estamos protegiendo los millones de vidas que se perderán debido al clima y al colapso social? ¿De qué sirve el arte cuando nos enfrentamos al colapso de la sociedad civil? El establishment del arte, los artistas y el público amante del arte deben dar un paso adelante en la Resistencia Civil si quieren vivir en un mundo donde los humanos estén cerca para apreciar el arte”.
Cuando vi la acción y después escuché lo que decían me pareció absurdo y contradictorio. ¿Por qué destruir algo para llamar la atención sobre la propia destrucción? ¿Por qué esta destrucción al cuadrado? Mi primera reacción, por lo tanto, fue calificar de vacía la acción, pero después empecé a dudar. ¿Cómo pensar en el beneficio político si el contrario no siente ningún riesgo? Soy capaz de disfrutar con el acto simbólico, me siento, veo, leo y como palomitas pero sé que hay algo más. La obra está protegida por un cristal, evidentemente ellas lo sabían, igual que lo saben la mayor parte de las personas que “atacan” las obras para reivindicar.
Gracias a esta acción de la sopa de tomate me enteré de que British Petroleum financia muchos museos de arte en Reino Unido. La National Portrait Gallery, de hecho, dejó de aceptar financiación de BP después de unas protestas a comienzo de este año. De repente lo entendí, las entendí. La acción, lejos de moverse en el vacío y lejos de ir en contra del Arte y de la obra de arte, usa la propia obra de arte, usa Los girasoles y su impacto mediático y emocional para hacernos llegar su mensaje. Se alinean. Caminan juntas. Toman el cuadro y lo hacen suyo, nuestro, luchan junto a él. Luchamos junto a Los girasoles. La obra se hace carne.
De repente me pareció fascinante la forma en la que Los girasoles había cobrado vida de una forma completamente nueva y completamente política. Fue entonces también cuando pensé en la inteligencia a la que estábamos asistiendo. No era destruir la obra de arte, era performar la destrucción de la obra de arte, para, junto con la obra de arte, lanzar al mundo un mensaje completamente necesario: los museos no son neutrales, no son instituciones justas. Suay Aksoy como presidenta del ICOM (Consejo Internacional de Museos) dijo:
“Los museos no son neutrales. Nunca lo han sido y nunca lo serán. No están separados de su contexto social e histórico y cuando parece que están separados, eso no es neutralidad, eso es una elección. Elegir no abordar el cambio climático no es neutralidad. Elegir no hablar de colonización no es neutralidad. Elegir no defender la igualdad no es neutralidad. Son elecciones y podemos elegir mejor”.
Escribo esto y sigo pensando en las contradicciones que suscita, pero, ¿qué sentido tiene querer conservar todo el patrimonio en un mundo que se basa en la reproducción de la reproducción del arte? En un mundo que se termina pero en el que hoy difícilmente podría desaparecer un cuadro. El patrimonio no es sagrado y debemos exponer la responsabilidad que ha tenido y tiene en el sufrimiento que lo ha provocado. Durante unos minutos, durante unos segundos quizá, Los girasoles ha sido más nuestro que nunca. Sacaron la obra del museo y se paseó por las calles, en cierto sentido, en un sentido poético y artístico y también violento y radical y bello. El icónico lienzo de Van Gogh, como epítome de todas las obras, se da a nosotras, y afirma que sí, que hay que quemarlo y destruirlo todo, y que no le importa inmolarse junto a nosotras si se nos asegura que lo que va a venir es mejor que todo esto.
Nota: Gracias a Lara Alonso Corona por la información que me ha brindado estos últimos días en relación a la financiación de BP a diferentes museos.
Hay algo que no se me va de la cabeza y es que la mayor parte de las personas, a lo largo de su vida, accederá siempre a las obras de arte a través de su reproducción física o digital. Verán los nenúfares de Monet en la portada de algún libro, el retrato de Frida Kahlo en la taza en la que toman su café con leche...
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Deborah García
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