CANTAR PATRÁS
¿Qué les pasa, señores, con lo inclusivo y lo transversal?
Formar ciudadanos “solidarios, ecologistas y feministas”, como enuncia la LOMLOE, significa acompañar a los jóvenes a un posicionamiento crítico en el mundo concreto y plural en el que viven, que no pueden dejar en el perchero al entrar en la escuela
Aurora Fernández Polanco 8/11/2022
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Me gustaría comentar brevemente algunos artículos publicados estos días en CTXT que, como diría la maravillosa poeta gallega Luz Pichel, no han abierto precisamente en mí senderitos para adentro. Se trata de “LOMLOE, de vuelta a la caverna”, de Javier Mestre y la entrevista que Esther Peñas le hace a Pascual Gil Gutiérrez. Valoro en ellos, como no podía ser de otra manera, la defensa de la educación pública y gratuita y, como los mencionados autores, huyo de la mercantilización y la irracional burocratización de la misma. Detecto, sin embargo, una serie de desaforados ataques a la LOMLOE que no puedo rebatir con conocimiento profundo de la ley, pero que causan en mí un malestar del que trataré de dar cuenta desde mi experiencia como profesora a pie de aula. Aunque sea universitaria.
La primera desazón tiene que ver con el conocimiento racional, desinteresado y universal que se reivindica en el artículo de Mestre, un conocimiento “accesible hasta para el esclavo analfabeto de Menón”. Para rebatir la tesis sin caer en la trampa de su negación, se me antoja jugar metafórica y anacrónicamente a sustituir al esclavo de Menón, entregado al cuestionamiento socrático, por la esclava de Tales de Mileto que, según cuenta Platón, reía como loca cuando el pobre filósofo se precipitaba en una zanja, mirando como estaba siempre a las alturas. El filósofo de Mileto provoca la risa de una persona que, con los pies en la tierra, se ocupa de sus cuidados y de otros menesteres. Las carcajadas de la esclava tracia, tachada siempre de ignorante, tienen su miga y necesitan ser revisadas –si es que no se ha hecho ya– por pensadoras que miren de otra forma a esta sirvienta que le achaca a Tales el desarraigo de la teoría: ¿cómo miras tan lejos y no ves lo que tienes cerca, es decir, no atiendes a las condiciones materiales de tu vida? Con cierto y reconocido atrevimiento, intento arrimar el ascua a mi sardina feminista y alumbrar con ella los aspectos necesarios de la vida práctica y ecodependiente presentes en los currículos del sistema educativo por venir. Como imparto clases universitarias en Artes, nos podemos permitir estas licencias, pero seguro que la discusión puede ser también provechosa en institutos de educación secundaria: la esclava tracia y Menón, ¿hay forma de hacerlos coincidir?
¿Por qué los amigos de la universalidad –y enemigos acérrimos de la “totalidad” de la LOMLOE– se toman a chanza el hecho de que la ley recoja la necesidad de trabajar por una sociedad más inclusiva y solidaria? ¿Qué tiene lo universal y de qué adolece lo inclusivo? ¿Cuál de los dos está mas cerca de denunciar la brecha socioeconómica, la devastación del planeta, la violencia contra las mujeres, las opciones sexuales o el racismo cotidiano? Con la crisis ecosocial que padecemos, ¿no debe estar la educación a la altura de un nuevo paradigma donde la “instrucción” adelgace y las bandas transversales del currículo –la sostenibilidad, el feminismo y la inclusión–, dejen de ser meros adornos formales (parerga), para convertirse en arterias que lo irriguen? Cada contexto escolar es distinto. Por eso, está bien aterrizar el currículo en problemas que, a buen seguro, atañen hoy más a nuestras estudiantes que el teorema de Pitágoras en su “esencial impersonalidad”.
Formar ciudadanos “solidarios, ecologistas y feministas”, como enuncia la LOMLOE, no significa estar entregados al “marasmo ideológico de las redes y de internet”, como escribe Mestre, sino acompañar a los jóvenes, en cada vertiente curricular, a elaborar un posicionamiento crítico en el mundo concreto y plural en el que viven y que no pueden dejar en el perchero al entrar en la escuela, el instituto o la universidad. Y ha de hacerse de forma interdisciplinar, transversal, aunque este sea un término denostado por los amigos incondicionales de la universalidad. Y de la disciplina (en el doble sentido de la palabra). Poner a trabajar las materias supone mezclarlas con otros saberes y haceres que competen y que tienen (en su haber cotidiano) las y los estudiantes, quienes no son ciudadanos ideales del mundo, sino que provienen de contextos y situaciones muy distintas. De ahí, simplemente, la educación inclusiva. De ahí, la mal entendida educación personalizada, que no es otra cosa que rebajar la pretensión de transmitir unos conocimientos “para todos” a través de temarios encapsulados y repetitivos al servicio, en última instancia, del negocio de los libros de texto.
Se puede decir que el arte y las humanidades sirven para algo sin que por ello se nos acuse de agentes del mercado
Me extraña que todavía se hable del saber por el saber o el arte por el arte. Se puede compaginar el hecho de que la idea estética te ayude a pensar mucho y que las prácticas artísticas se puedan “usar”. Hay un uso que no tiene por qué confundirse con el utilitarismo. Y sí, se puede decir que el arte y las humanidades sirven para algo sin que por ello se nos acuse de agentes del mercado. Les dejo un ejemplo concreto y esperanzador.
Tuvo lugar el curso pasado en el campo en el que me desempeño, un proyecto de largo aliento entre el artista Antonio Ballester, el Área de Educación y Programas Públicos de la Fundación Cerezales y el profesorado y estudiantes del IES Pablo Díez de Boñar (León). De modo transversal, saltaban chispas entre el arte, la artesanía, la ecología, la educación, los saberes y haceres ancestrales y los porvenires. Las y los estudiantes se volcaron en el proyecto durante meses. En Lengua, Inglés, Francés y las asignaturas del departamento de Geografía e Historia trabajaron la comunicación con todo tipo de textos, las entrevistas, la comunicación oral, la edición de sonido y el código abierto. En Dibujo y Educación Física se dedicaron a la ergonomía, realizaron mediciones de sus cuerpos, aprendieron teoría de higiene postural, tan útil para su día a día, y el proceso de carga y descarga desde el taller Hacendera: un corro (2022), impartido por profesores del Centro de Oficios y Artes Plásticas de León. De la ecología se encargaron con un foco más preciso la Tecnología y la Biología: organizaron salidas de campo y charlas con técnicos forestales. Plantaron árboles para compensar la madera que habían utilizado para hacer su bancada ideal (el corro para compartir discusiones), intentaron mejoras en el huerto. En Matemáticas, Tecnología y Economía, trataron cuestiones de logística: presupuestos, montaje, herramientas. También cuestiones relativas a las diferencias entre arte, artesanía, diseño, seriación o autoproducción. Todo ello se recogió en videos y piezas (como la bancada comunitaria) que pudieron verse en la exposición de la Fundación Cerezales. Como les digo, un caso práctico de lo que se viene reclamando en la LOMLOE.
Dicen –y lo comparto– que nuestra salvación como especie pasa por la educación de hábitos, de valores, de gustos. Desde los sectores de la enseñanza sabemos que esto no ocurre por arte de magia: no está de más que los impuestos no bajen para los más ricos y que los Estados democráticos nos amparen con leyes que permitan mejor vida material para los más desfavorecidos. Roman Krznaric en El buen antepasado (Capitán Swing, 2022) sostiene que nuestra habilidad imaginativa es capaz de planificar y pensar a largo plazo. La mayor crítica que podríamos llegar a hacer a la LOMLOE es que falte financiación para que esta imaginación intergeneracional pueda luchar contra la tiranía de la inmediatez.
Me gustaría comentar brevemente algunos artículos publicados estos días en CTXT que, como diría la maravillosa poeta gallega Luz Pichel, no han abierto precisamente en mí senderitos para adentro. Se trata de “
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Aurora Fernández Polanco
Es catedrática de Arte Contemporáneo en la UCM y editora de la revista académica Re-visiones.
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