En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Siempre ha habido diferencias y debates dentro del feminismo. No hay nada nuevo en discutir, marcar distancias, ponerle la “s” plural a este movimiento que lo es. Probablemente la diferencia más sustancial con el momento actual es la mayor agresividad y dureza en las interpelaciones, redes sociales mediante, y el efecto de estas en la simplificación de los contenidos. El excesivo ruido se erige como el principal obstáculo para cuestionarse y atravesar caminos en la búsqueda de respuestas que son complejas. En medio de tanta confusión, determinados discursos formulados en nombre del feminismo generan un gran desapego y una desarticulación del que estaba siendo un eje de movilización social masiva. Son discursos basados en la victimización de las mujeres, la retirada de su poder de decisión, el establecimiento de las fronteras identitarias y los límites de la moral.
Personalmente estoy muy lejos de esos postulados, pero es bueno recordar que, pese a las infinitas diferencias en contenido y el requerimiento por cambiar las formas belicosas, existen lugares comunes: que la violencia machista es una lacra social con terribles y múltiples expresiones, que el sistema sexo-género impone un orden opresivo, que el capitalismo vive y se alimenta del ángel del hogar, que existe un control sobre la sexualidad de las mujeres y la reproducción en el que los Estados también intervienen. Que el patriarcado es, como dice Rita Segato, un “orden político” que, además, actúa en connivencia con el racismo estructural.
En una campaña masiva por la despenalización del aborto en América Latina en la que participaron feministas de más de veinte países, la demanda unánime era “las mujeres deciden, la sociedad respeta, el Estado garantiza”. Creo que en esta expresión que aunó grandes consensos hay aspectos tremendamente relevantes y tan válidos para la decisión de la mujer de continuar o interrumpir un embarazo como para muchas otras decisiones que podamos tomar y que conciernen a nuestras vivencias y cuerpos, por más que estas estén marcadas por el patriarcado, el capitalismo y un sistema de mierda que no a todas nos ofrece muchas opciones donde elegir.
El sistema sexo-género impone un orden opresivo, el capitalismo vive y se alimenta del ángel del hogar, existe un control sobre la sexualidad de las mujeres
Las mujeres deciden. Vamos a pararnos en esta idea del poder de decisión que se defiende con garra en determinadas situaciones, pero que nos resulta aberrante en otras, como si alguna de ellas no estuviera marcada por los estrechos límites del cisheteropatriarcado y un sistema económico turbina de desigualdades estructurales. Y vamos a hablar de la agencia de las mujeres, esa habilidad que tiene una para definir sus propias metas y conducir para conseguirlas. ¿Podemos soñar con escapar de las estructuras opresivas? Por supuesto. Y trabajar con ese horizonte ¿Podemos condenar a cada individuo por sus decisiones en el marco de la agencia factible? No. No podemos ir señalando como esclavas del patriarcado a las trabajadoras del sexo, a las que se identificaron en un género cuyo sexo no coincidía, a las que decidieron llevar hijab. Existen enormes contradicciones en los discursos que sostienen la defensa del empoderamiento de las mujeres y las disidencias sexuales, pero que a su vez señalan a quienes viven o se expresan en términos que chocan con la moral imperante o con lo que un supuesto feminismo ha decidido que está bien.
No hay tesis liberadora desde la salvaguarda de la moral que señala a las malas mujeres, quienes no lucharon suficientemente por romper con la losa del sistema de género binario y estrecho, quienes no consiguieron acabar con instituciones patriarcales como la prostitución que permite a los hombres obtener sexo a cambio de dinero. No abolieron el género, no abolieron la prostitución… ¡no abolieron el patriarcado con sus ejemplos vitales! En una fiesta popular, ocurrió que la comisión feminista de la organización hizo bajar del pódium a una mujer que bailaba como gogó acompañando al DJ al que habían contratado. Cuando la chica pidió explicaciones le dijeron que su presencia y la exhibición de su cuerpo les resultaban insultantes, que no estaba bien enseñarse y exhibir su sexualidad porque así se ponía ella –y con ella todas las hembras de la humanidad– a disposición del deseo de los hombres. Siervas del patriarcado. Malas mujeres. O víctimas. Porque claro, en la retirada de la capacidad de decisión de las mujeres puedes optar por esta alternativa que deja conciencias mucho más tranquilas. Una opción sostenida en la categorización del sexo más esencialista que defenderá que las mujeres, bondadosas, tiernas, manipulables, no pueden reivindicarse, por ejemplo, como trabajadoras sexuales. Y estarán siempre sometidas a la dominación masculina, a la opresión religiosa, a la explotación sexual… aunque ellas lo nieguen rotundamente. Las víctimas no gozan de criterio.
No hay tesis liberadora desde la salvaguarda de la moral que señala a las malas mujeres, aquellas que no abolieron el patriarcado con sus ejemplos vitales
Y aquí… ¡cuidado! Cuidado con los peligros de la victimización. Entre otras cosas porque, como dice Katherine Angel en El buen sexo mañana,“da pie a que los hombres protejan a las mujeres, pero también les proporciona acceso a ellas”. Es también válido para dar entrada a los mecanismos represivos del Estado que, con la excusa de la protección, como ocurre con la industria del rescate y las políticas que persiguen a las trabajadoras sexuales o que prohíben u obligan el hijab, reducen los derechos de las mujeres y profundizan en los estigmas y las discriminaciones que viven. Sumemos aquí la mirada islamófoba que identifica abiertamente a las mujeres musulmanas como víctimas del patriarcado religioso y portadoras de una cultura atrasada que amenaza nuestra modernidad. La sociedad respeta y el Estado garantiza. Desde las propuestas que ubican a las mujeres en el estatus de víctimas perpetuas, seres sin criterio a los que salvar, es justamente desde donde se les acaban negando derechos, desde donde se las controla y se las niega. La agencia se pierde por mujer pérfida y por víctima.
Es urgente que nos activemos, porque el contexto de enorme riesgo de merma de derechos da miedo. Las que salen perdiendo de las políticas de la persecución tienen agencia para decidir sobre sus vidas pero no tienen demasiados altavoces para llegar con su sentido común y sus razones a la opinión pública. Entablemos un diálogo desde la horizontalidad, el reconocimiento y la validación, porque en una sociedad plural y diversa, el paternalismo, la superioridad y la anulación solo conducen a la dominación que se está intentando combatir. Preocupémonos por las condiciones materiales de las mujeres, por el acceso a la vivienda, por la garantía de rentas, por la violencia institucional que reciben, por la ley de extranjería. En definitiva, más centralidad para las políticas que mejoran la vida de las personas.
----------------------
Laura Pérez Castaño es tenienta de alcaldía de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Barcelona.
Siempre ha habido diferencias y debates dentro del feminismo. No hay nada nuevo en discutir, marcar distancias, ponerle la “s” plural a este movimiento que lo es. Probablemente la diferencia más sustancial con el momento actual es la mayor agresividad y dureza en las interpelaciones, redes sociales mediante, y el...
Autora >
Laura Pérez Castaño
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí