Tecetipo
Messi en Hamlet
El argentino idolatrado en Barcelona, el que maravilló al mundo en su club y decepcionó sistemáticamente con su selección ha conseguido volver a una final del Mundial ocho años después, y lo ha hecho de un modo nuevo
Gerardo Tecé 15/12/2022
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Messi durante el partido de Argentina contra México en fase de grupos del Mundial 2022.
Hossein Zohrevand | Tasnim News Agency (CC BY 4.0)En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Horas después de que Estados Unidos le anunciase al mundo el primer paso hacia una fuente de energía inagotable, un Messi que daba sus últimos pasos le anunciaba al mundo que su energía se había transformado en otra cosa. Diferente a la que conocíamos. Apenas queda un puñado de hinchas argentinos capaces de mantener, en este diciembre de 2022, que el Messi de Qatar es el de siempre o, incluso, asegurar que está mejor que nunca. El resto reconocemos con dolor que es mentira. Si al hincha le quitas la cámara de televisión, también lo reconocerá. El hombre que compitió con éxito e inconsciencia contra la gigantesca sombra de Maradona ya no es el que era. Los años pesan. Sus carreras ya no son tan explosivas. Sus regates no tienen la eficacia quirúrgica que tuvieron años atrás. Aquel tipo bajito al que le bastaba con medio segundo y cincuenta centímetros para asesinar a todo un sistema defensivo de fornidos guerreros que habían trabajado durante toda una semana para frenarlo, ahora necesita varios metros y muchos intentos fallidos.
Un futbolero sabe que Messi no es el que era porque identifica a los sujetos mirando sus botas como el policía científico los identifica mirando sus huellas dactilares. Esas botas no son las del tipo que nos hizo ser del Barça aunque fuésemos de otros equipos. Messi no es ya el hombre perro, como lo definió Hernán Casciari. Decía el escritor argentino que, tras horas de visionado compulsivo de vídeos de Messi, un día descubrió que le recordaba a un perro que tuvo en la infancia. Totín, un perro torpe en casi todos los ámbitos de la vida, con tan pocas habilidades sociales que lamía las botas de los ladrones que entraban a robar a casa, pero con un talento natural único para mover de forma obsesiva y de un lugar a otro una esponja sucia que había en la cocina. El Messi perro cuyo sistema nervioso central era controlado desde unas piernas que se dedicaban a llevar obsesivamente el balón al interior de las porterías no ha viajado a este mundial que está a un paso de ganar.
El Messi de Qatar es otro. Cuando recibe el balón, sabe que sobre sus hombros recaen toneladas de literatura. Es consciente y se le nota. Un Messi que sabe que en estos momentos se está escribiendo la última página de una historia que millones de personas hemos seguido y seguimos con más interés que cualquier serie de moda. Un Messi por primera vez conectado con el mundo exterior, con el hándicap que eso supone para cualquiera que sea un genio en lo suyo. Lo primero que hizo tras mutar a este nuevo estado fue derogar el estatus de independencia de sus piernas y ponerlas a trabajar para la historia, cosa que nunca habían hecho hasta ahora porque siempre habían jugado inocentemente. En el tercer gol contra Croacia emuló a Maradona, mienten en portada los diarios argentinos comparando al Diego que sobrevolaba en avión supersónico el planeta fútbol en 1986 con el Messi que hoy sufre a ras de suelo intentando darle una respuesta afirmativa a la pregunta universal: ¿será capaz de ganar al fin un mundial y entrar así en el Olimpo sin necesidad de invitación? Si esto fuera un asunto literario –si no lo es, lo parece–, la historia de Lionel tendría mayor peso y calidad argumental que la de Diego. El guion de los últimos pasos de Messi sobre los terrenos de juego, su salida del Barça, la decepción en París, el ridículo frente a Arabia y finalmente las puertas de la gloria ante él, parece estar escrito por las mismas mentes extraterrestres que escribieron The Wire, Guerra y Paz o Hamlet.
El argentino idolatrado en Barcelona, el llamado catalán con mofa en Argentina, el que maravilló al mundo en su club y decepcionó sistemáticamente con su selección, el que representa el fracaso argentino del que tiene que largarse a Europa para que la vida le sonría, el que parecía haber perdido su último tren vomitando sobre aquel césped de Maracaná en 2014 ha conseguido, ocho años después –tres siglos en piernas de futbolista–, llevarnos de la mano hasta el último capítulo de esta obra. Lo ha hecho de un modo nuevo. Con un esfuerzo y sufrimiento del que nunca tuvo que tirar en sus años de apogeo. Aunque a veces lo parezca, el fútbol no es literatura. Si lo fuese, todo acabaría aquí, en este preciso momento. En estos días de lluvia de diciembre del año 22 en los que Messi logró, contra todo pronóstico, tener esa última oportunidad. Si fuera literatura nos quedaríamos para siempre a vivir en este instante mágico en el que no sabemos cómo se cerrará la mayor historia deportiva de las últimas décadas. Cuando llegue el domingo todo habrá acabado. Ojalá esa final no se jugase.
Horas después de que Estados Unidos le anunciase al mundo el primer paso hacia una fuente de energía inagotable, un Messi que daba sus últimos pasos le anunciaba al mundo que su energía se había transformado en otra cosa. Diferente a la que conocíamos. Apenas queda un puñado de hinchas argentinos capaces de...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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