autonomía
Yo también he abortado, ¿y qué?
El sistema, siendo una estructura machista y repugnante, es algo que no nos deja de sorprender, pero el estupor es mayor cuando en 2023 la izquierda empieza a comprar este discurso rancio y catolicista
Inés Hernand 22/01/2023
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Pensaba que no tendría que volver a utilizar la consigna “Fuera los rosarios de nuestros ovarios”, pero para mi sorpresa, habrá que buscar una rima que incluya en esa frase a las neoamas de casa de izquierdas.
Nací en 1992, año de la Expo de Sevilla y su Curro, los Juegos Olímpicos de Barcelona y, también, momento en el que si querías interrumpir voluntariamente tu embarazo tenías que presentar un informe psiquiátrico y cruzar los dedos para que se valorase como una cuestión de riesgo para que te practicaran un aborto. Imagina tener un informe de esas características en tu expediente de ciudadana, que pudiera ser expuesto en otra cuestión como la impugnación de un despido o una denuncia por agresiones: “No, mire, es que esta señora está fatal. ¿Ve este informe que presentó en su momento? ¿Cómo va a creer a alguien con estos antecedentes psicológicos?”.
El sistema, siendo una estructura machista y repugnante, es algo que no nos deja de sorprender. Parece que mirar al pasado podría dar un vértigo que hiciera que asomarnos al abismo nos disuadiera de acercarnos a tiempos oscuros, pero el estupor es mayor cuando en 2023 la izquierda empieza a comprar el discurso rancio y catolicista que ahora nos quieren meter en el hipotálamo, como si esto fuese Matrix.
Sigo refrescando que no es hasta 2010 –wow, literalmente ayer– cuando las mujeres hemos podido dejar ‘un poco’ atrás la clandestinidad e insalubridad sin garantías sanitarias, pero por lo que sea no podemos olvidar la perspectiva de clase y el poder permitirnos un aborto libre y gratuito. He matizado ‘un poco’ porque en 2021 hubo 12 provincias en las que ningún centro, ni público ni privado, notificó ningún caso de interrupción voluntario del embarazo. Fíjate qué casualidad.
En ese mismo año, las mujeres de Jaén, Huesca, Teruel, Toledo, Soria o Zamora, entre otras provincias de España, tuvieron que desplazarse forzosamente a otros lugares para poder practicar una interrupción del embarazo, porque en sus provincias no había un hospital público que lo hiciera. Esto se debe a los famosos objetores de conciencia, una especie de dementores sanitarios a los que titerean políticamente a cambio de un salario de director de especialidad –y por supuesto, lejos de criterios médicos–.
No sé cuándo es la primera vez que escuchaste la palabra ‘aborto’, pero en mi caso la recuerdo en el instituto como forma de insulto en los pasillos. No se planteaba siquiera como algo que se pudiera practicar a modo de elección, sino como algo accidental y entristecedor para una mujer. Ni que decir tiene que esto estuviera introducido en ningún tipo de debate de educación sexual integral. Era una opción para las malas personas y parece que quieren que ese estigma se perpetúe en la decisión libre de la mujer.
Cuando me enteré de que estaba embarazada de ocho semanas en el año 2017, recuerdo como a todo mi entorno de amigas y a mi propia pareja de entonces les dio una especie de rigor mortis instantáneo que resolví con un grupo de WhatsApp que se llamaba ‘Amigos de Juno’ para destensar el drama.
Tuve claro que quería interrumpir el embarazo, y no necesariamente hubo que acompañar esta decisión de llantos o justificaciones ridículas de “no sé qué ha podido pasar si he tenido cuidado”, “no es el momento”, “no estoy preparada” o “¿cómo voy a traer un niño al mundo si no tengo dinero ni para subsistir yo?”. Sencillamente, no quería ser madre y punto.
Me parecía que era indiscutible que la gente estuviera a favor del aborto, pero este arma arrojadiza entre una diarrea legislativa de más de 66.000 leyes vigentes, moviliza internamente algo más: la herencia de una España resignada y obediente ante la escasez y el conservadurismo. Y eso es intolerable.
Cuando escucho las declaraciones de ese bebé gigante fascistilla y mediocre que ahora cogobierna Castilla y León solo pienso en las 474.000 personas que están en riesgo de pobreza y/o exclusión social en esta comunidad autónoma (dato del informe AROPE 2020). Pero, claro, ese medio millón de personas como si se caen de un quinto frente a un coágulo de células y una madre con una decisión tomada.
Frente a las violencias, nuestra autonomía. Jamás negaré la experiencia personal de nadie, pero por el amor de dios, que no nos hackeen el sistema para que nos sobrevenga la pesadumbre cada vez que se habla de ello.
Pensaba que no tendría que volver a utilizar la consigna “Fuera los rosarios de nuestros ovarios”, pero para mi sorpresa, habrá que buscar una rima que incluya en esa frase a las neoamas de casa de izquierdas.
Nací en 1992, año de la Expo de Sevilla y su Curro, los Juegos Olímpicos de Barcelona y,...
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Inés Hernand
Ha sido más camarera que presentadora (Gen Playz, Saldremos Mejores, Benidorm Fest) o abogada. No le gusta la vanguardia de la precariedad AKA: coliving, coworking, meeting, call. Recomienda 'Panza de Burro' de Andrea Abreu.
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