ACTIVISMO
Van a por nosotros
Se está incrementando la represión sobre las personas que actúan contra el colapso climático
Juan Bordera 13/02/2023
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Se está produciendo un cambio, apenas perceptible si no se apunta bien la mirada. Poco a poco, paso a paso, se está incrementando la presión sobre las personas que se atreven a hacer algo respecto al tremendo problema que enfrentamos como civilización, la crisis ecosocial, justo cuando ese problema se hace más y más evidente.
Muchas personas están haciendo una labor que en demasiadas ocasiones se acaba pagando con la propia vida. Solo en el primer mes de 2023 se contabilizan ya veinte muertes de activistas medioambientales. Con un caso ocurrido, incluso, en la Tierra de la libertad suprema. Tenemos que comprender que van a por nosotros.
Paralelamente al calentamiento del planeta, que genera eventos meteorológicos cada vez más extremos y disruptivos, las protestas no dejan de aumentar e intensificarse. Aunque a aquellos que se manifiestan se les intenta silenciar. La apisonadora mediática de masas es capaz de eso y más, y tenemos decenas de pruebas recientes de personas que trabajaban por el bien común –con sus errores, sí, pero con honestidad– y han sido apartadas, llegando a entrar el lawfare judicial de por medio, evidenciando por enésima vez la connivencia entre poderes. Y esto ocurre porque el poder económico trata desde hace siglos de hacer el máximo daño posible a unas ideas, las represente quien las represente. Y no somos la excepción. Somos la norma. Van a por nosotros. En casi todas partes.
Aquí van unos cuantos ejemplos de lo que digo, sucedidos en mi propio campo de acción, pero imagino que esto es generalizado. Desde aquí hago un llamamiento para poner en común nuestras respectivas vivencias:
Si eres una periodista o fotógrafa, y grabas algo indebido, acabarás detenida. Ese es el mensaje.
Si tratas de evitar que un pueblo se convierta en una mina de carbón, si arriesgas tu cuerpo para evitar que se use la fuente energética más sucia, en un momento en el que deberíamos estar reduciéndolas todas –menos las renovables, pero ese es otro complejo debate que no toca abordar aquí–, te detendrán, te golpearán, harán lo que sea necesario con tal de defender el sacrosanto derecho de las multinacionales a seguir contaminando la atmósfera, que es de todos.
Si haces algo tan inocente y necesario como tratar de defender una huerta de la otra apisonadora, la productiva, tratarán de hundirte económicamente tanto como sea posible.
Si eres uno de los fundadores de un movimiento tan imprescindible como Scientist Rebellion (quienes hicieron posible las filtraciones del IPCC que publicamos), acabarás en prisión –les ha ocurrido a Mike Lynch-White y Tim Hewlett–. Como también les ha sucedido a muchos de los activistas en la rebelión internacional de la comunidad científica, que tuvo su foco en Alemania hace pocos meses. Allí fueron detenidas seis científicas y activistas de nuestro país.
Si se te ocurre reunir a científicos, divulgadoras y activistas, y protestas con sangre falsa biodegradable del color de la remolacha para exigir un cambio imprescindible para el bien común general, también te tocará hacerle una visita a “la justicia”.
Y quizá lo peor es que toda esta animosidad para “mantener el orden” procede de un sistema tan descaradamente hipócrita –en realidad es difícil encontrar palabras que acierten a describirlo– que sus cumbres del clima –sí, en minúscula– ya las patrocina Coca-Cola; o directamente las presidirá el director ejecutivo de una petrolera. Voces como Naomi Klein han propuesto fortalecer las cumbres alternativas para que sirvan como campamentos de protesta. Quizá con suerte y esfuerzo de ahí pueda surgir algo mejor.
La legitimidad de este sistema se encuentra más en entredicho que nunca. Mientras las protestas en las calles se multiplican, se están batiendo récords de emisiones persiguiendo el espejismo del crecimiento infinito.
Los que de un modo u otro estamos poniendo el cuerpo en acciones de concienciación y protesta, sabemos lo que esto nos cuesta –y también lo que nos enriquece–, pero, en el fondo, todos y todas tenemos una certeza: no hay otra opción. Van a por nosotros. Y ellos, al menos, sí lo saben.
Bien haríamos en olvidar nuestras rencillas en la medida de lo posible para acertar el tiro ante la tremenda amenaza que se cierne sobre el presente de toda la vida en este maravilloso planeta. El enemigo no es ese que piensa un-poco-diferente-y-por-eso-no-paras-de-chocar. Si a estas alturas no sabes quién es el enemigo, igual es que lo eres en parte, y no te has dado cuenta.
¿De verdad crees que no te va a llegar a ti? ¡Van a por nosotros!
Es tiempo de buscar alianzas. Una excusa, un lugar y un momento en el que volvamos a coincidir en diversos espacios, pero sobre todo en las calles, para presionar con fuerza coordinada, en todos los lugares del mundo que podamos. Sin esa coordinación no tenemos muchas opciones. Con ella, todo es posible.
Se está produciendo un cambio, apenas perceptible si no se apunta bien la mirada. Poco a poco, paso a paso, se está incrementando la presión sobre las personas que se atreven a hacer algo respecto al tremendo problema que enfrentamos como civilización, la crisis ecosocial, justo cuando ese problema se...
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Juan Bordera
Es guionista, periodista y activista en Extinction Rebellion y València en Transició. Es coautor del libro El otoño de la civilización (Escritos Contextatarios, 2022). Desde 2023 es diputado por Compromís a las Cortes Valencianas.
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