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EDITORIAL

El Nord Stream y la voladura de los valores democráticos de Occidente

La renuncia de los países de la UE y de sus grandes medios no ya a investigar sino siquiera a hablar del sabotaje confirma la capacidad de Washington para imponer su ley y su relato

16/02/2023

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Seis meses después de la explosión que destruyó tres de las cuatro tuberías de los gasoductos Nord Stream 1 y 2, un artículo del veterano periodista de investigación estadounidense Seymour Hersh, que afirma que el presidente Joe Biden lideró y ordenó la misión secreta que provocó las explosiones, ha puesto sobre la mesa el papel que están jugando Estados Unidos y los medios occidentales en la guerra entre Rusia y Ucrania.

Como ya avanzó Hersh en su reportaje, publicado el 8 de febrero en la plataforma Substack y traducido al español por CTXT, Washington ha negado las acusaciones sin dar más explicaciones, pero la información ha generado ya un agrio enfrentamiento verbal entre Estados Unidos y Rusia, ha suscitado las críticas de China y ha empezado a producir los primeros efectos políticos en Alemania, donde Oskar Lafontaine ha acusado al canciller Olaf Scholz de rendir vasallaje a Washington.

Hersh es un reportero que lleva 60 años denunciando abusos de la Administración estadounidense; ganó el Pulitzer por sus investigaciones sobre la masacre de civiles vietnamitas a manos de las fuerzas estadounidenses en 1969, y documentó la brutalidad con los prisioneros iraquíes tras la invasión en 2003, aunque su reputación se había resentido en los últimos años por supuestos errores –que él nunca quiso rectificar– en sus trabajos sobre la muerte de Bin Laden y sobre un ataque con armas químicas en Siria. 

El inexistente tratamiento informativo sobre la voladura del Nord Stream es un síntoma de que algo va realmente mal en las democracias occidentales 

Los principales medios de comunicación estadounidenses, entre ellos The New York Times y The Washington Post, y los de Europa occidental han mantenido durante meses un estruendoso silencio sobre la voladura del Nord Stream, y ahora ignoran también la investigación de Hersh, que por otro lado no hace más que confirmar las numerosas amenazas proferidas por la Administración Biden contra la empresa ruso-europea Nord Stream que llevaba más de una década inyectando gas barato ruso a Alemania y a sus socios europeos –el 35% de la energía que la UE importaba de Rusia–.

La renuncia de los países de la UE y de sus grandes medios no ya a investigar sino siquiera a hablar del sabotaje –seguramente el incidente internacional más revelador de lo que llevamos de conflicto entre Rusia, Ucrania, Europa y la OTAN– confirma la capacidad de Washington –que ha externalizado a la Unión Europea todo el coste y ninguno de los beneficios de la guerra de Putin– para imponer su ley y su relato. Así, asistimos a un nuevo y alarmante episodio de dejación de funciones y autocensura colectiva que recuerda mucho al que sucedió cuando la Administración Bush forzó al New York Times, y después por ósmosis a todos los demás medios serios occidentales, a tragarse sin rechistar el montaje de las armas de destrucción masiva en Irak. Años después, cuando se descubrió que la corresponsal política del Times era una agente infiltrada del Gobierno Bush, el periódico tuvo que pedir disculpas a sus lectores. Pero nadie parece haber querido o podido aprender aquella lección. 

El inexistente tratamiento informativo sobre la voladura del Nord Stream es solo un síntoma de que algo va realmente mal en las democracias occidentales. Cuando las democracias se comportan como matones sin escrúpulos y los medios miran hacia otro lado o, peor aún, intentan matar al mensajero, ¿qué tipo de periodismo y de democracias tenemos? En teoría, los europeos estamos librando esta guerra para defender los valores de las democracias liberales que Putin –un canalla y un autócrata de la peor especie– quiere aniquilar. Pero, paradójicamente, nuestros medios más importantes se han dejado seducir por el relato impuesto desde Washington y han apostado todo a un fervor belicista y atlantista absolutamente acrítico, de modo que nuestras viejas democracias se parecen cada vez más a la posmoderna autocracia rusa. 

En el caso del ataque a los gasoductos, no deja de ser curioso que CTXT haya sido uno de los escasos medios que ha republicado de forma íntegra la investigación de Hersh para que los lectores puedan hacerse una idea cabal de un trabajo cuyo interés informativo es indiscutible: el reportaje da muchísimos datos y detalles sobre el operativo secreto, la preparación y el ataque en dos fases ordenado por Biden, y responde con claridad a las cinco preguntas clave del buen periodismo: quiénes lo hicieron, cuándo lo hicieron, cómo lo hicieron, dónde lo hicieron y por qué lo hicieron. 

En CTXT confiamos más en los periodistas que escrutan e incomodan al poder que en los poderosos que atacan, presionan y manipulan a los periodistas. Y pensamos que los más de 100.000 lectores que ya han leído la pieza de Hersh están hoy mejor informados sobre el ataque al Nord Stream y sobre el papel y la estrategia de Estados Unidos en esta guerra de lo que estaban antes. Y no solo nuestros lectores. Después de una semana de disimulo generalizado y de burdos intentos de desacreditar al único periodista que se ha atrevido a profundizar en el asunto, incluso la OTAN ha reaccionado. El 15 de febrero, la Alianza anunció que creará una célula específica para vigilar las infraestructuras críticas y evitar que se repitan episodios como el del Nord Stream. De repente, la OTAN reconoce “la vulnerabilidad de estas infraestructuras y el impacto que pueden tener ataques y sabotajes como el sucedido en el gasoducto ruso”, tras el que las primeras investigaciones ven la mano de un “actor estatal”.

Si no fueran trágicos, el momento y el contenido del anuncio serían dignos de un festival del humor, porque la vigilancia de la OTAN sobre el Mar Báltico lleva décadas siendo muy intensa, pero seis meses después de las explosiones, la mayor estructura militar del mundo todavía no ha sido capaz de averiguar qué “actor estatal” destruyó los gasoductos. Y eso que se trata de un atentado único en su especie, porque daña a un enemigo de Estados Unidos (Rusia) pero también a un supuesto socio prioritario (Alemania), y además requiere de la anuencia o la implicación de otros aliados de la OTAN (Noruega, Suecia, Dinamarca).

El reportaje da muchísimos datos sobre el operativo secreto, la preparación y el ataque, y responde con claridad a las cinco preguntas clave del buen periodismo

La investigación de Hersh podrá contener errores o inexactitudes, aunque hasta ahora nadie ha podido desmentirla, pero tiene un valor fundamental: reabre el debate sobre el papel de la Administración Biden en la guerra de Ucrania y plantea numerosos interrogantes, a los que esta revista tratará de dar respuesta en las próximas semanas. Avanzamos algunos: ¿Qué supondrá este acto de guerra sucia para la relación política, económica y militar de Alemania y de Europa con EE.UU.? ¿Qué efectos ha tenido y tendrá en la enloquecida escalada bélica que se vive ya en Ucrania? ¿Qué influencia tuvo la voladura en el envío de armas decidido por Alemania? ¿Desde cuándo la OTAN puede destruir infraestructuras de sus aliados sin ofrecer al menos una explicación plausible y sin que nadie se la exija en público? ¿Ha pedido Berlín esa explicación? ¿Se la dará el canciller Scholz al Bundestag?

La actitud de los medios y los periodistas plantea también preguntas sobre el estado de la libertad de prensa y de expresión en Occidente. ¿Podrá la prensa soportar las presiones del líder del mundo libre y abandonar la autocensura y la comodidad del relato único? ¿Se llevará esta guerra por delante lo que queda de la libertad de prensa en Europa? ¿Quedan ahí fuera medios y periodistas que todavía piensen que nuestro deber ético y profesional consiste en cuestionar las versiones oficiales –siempre, pero más todavía en tiempos de guerra– en vez de en acatar los deseos / órdenes del poder y tratar de acallar a los pocos periodistas que todavía intentan contar lo que los dueños de la imprenta no quieren que se cuente? 

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Seis meses después de la explosión que destruyó tres de las cuatro tuberías de los gasoductos Nord Stream 1 y 2, un artículo del veterano periodista de investigación estadounidense Seymour Hersh, que afirma que el presidente Joe Biden lideró y ordenó la misión secreta que provocó las explosiones, ha puesto sobre...

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  1. pedrobox

    ¿Que necesidad tiene este medio de apuntar y disparar, (por usar un lenguaje bélico), "un canalla y un autócrata de la peor especie" referido a Putin. Estoy hasta el gorro de estos medios "progres" que intentan convencernos de que la equidistancia es un valor en sí mismo, pero practican, realmente, un lenguaje que para nada es equidistante, actuando de esta forma como los medios de la derecha y la extrema derecha. Ejemplos hay. Por millones. Nunca he leído que "el régimen de Joe Biden sea el más terrorista del mundo". "Régimen" y "terrorista" son términos reservados a esos asquerosos países que deciden ser independientes. Los EE.UU., esos pacíficos estados del norte de América, con bases en multitud de países alrededor del mundo mundial, que marcan de buenos o malos a los gobiernos que no le bailan el agua. Ese régimen que condena a muerte o a algo peor, una vida sin futuro no salida, a pueblos enteros que solo pretenden tener un lugar bajo el sol. Esos pueblos que han sido invadidos y saqueados por otros "canallas y autócratas de la peor especie", amigos del malnacido régimen del terrorista Joe Biden que apoya el genocidio de Palestina, del Sáhara (en este tema el régimen de Pedro Sánchez actúa como cómplice necesario) y de tantos otros pueblos que han de aguantar estoicamente el tratamiento racista e injusto de nuestro lenguaje, además de la humillación constante que tantos bienintencionados equidistantes les ofrecemos. En cuanto a los requisitos para comentar aquí, estoy totalmente de acuerdo con Marcoafrika, si he ingresado (log in) aquí es porque soy socio, con lo cual no debería hacer falta ningún otro requisito.

    Hace 1 año 9 meses

  2. juan-ab

    “Se acumulan señales de que un peligro mayor puede estar en el horizonte. A nivel de la opinión pública y del discurso político dominante, la presencia de este peligro se presenta mediante dos síntomas opuestos. Por un lado, las fuerzas políticas conservadoras no solo detentan la iniciativa ideológica, sino también una presencia privilegiada en los medios de comunicación. Son polarizadoras, enemigas de la complejidad y de la argumentación serena, usan palabras extremadamente agresivas y hacen encendidos llamamientos al odio. No les perturba el doble rasero con el que comentan los conflictos y la muerte (por ejemplo, entre muertos en Ucrania y en Palestina), ni la hipocresía de apelar a valores que desmienten con sus prácticas (denuncian la corrupción de los adversarios para esconder la suya). En esta corriente de opinión conservadora se mezclan cada vez más posiciones de derecha y de extrema derecha, y el mayor dinamismo (agresividad tolerada) proviene de estas últimas. (...) Este dispositivo pretende inculcar la idea del enemigo a destruir. La destrucción por las palabras predispone a la opinión pública a la destrucción por los actos. A pesar de que en democracia no hay enemigos internos sino solo adversarios, la lógica de la guerra se traslada insidiosamente a supuestos enemigos internos, cuya voz ante todo debe ser silenciada.(...) Sólo el fortalecimiento de la democracia en Europa puede conducir a la contención del conflicto entre Rusia y Ucrania e, idealmente, a su solución pacífica. Sin una democracia vigorosa, Europa caminará, sonámbula, hacia su destrucción.(...) Sin Rusia, Europa es la mitad de sí misma, económica y culturalmente. La mayor ilusión que la guerra de información ha inculcado a los europeos en el último año es que Europa, una vez amputada de Rusia, podrá restaurar su integridad con el trasplante de Estados Unidos. Justicia sea hecha a los Estados Unidos: cuidan muy bien sus intereses. La historia muestra que un imperio en declive siempre busca arrastrar consigo sus esferas de influencia para retrasar la decadencia ¿Y si Europa supiese cuidar de sus intereses?” Extracto del artículo “¿Adiós a Europa?” de Boaventura de Sousa Santos (Other News). Motivos tiene CTXT (y desde luego sus suscriptores) para sacar pecho en el nuevo editorial, entre otras muchas cosas, por haber publicado la importante investigación de Seymour Hersh relacionada con el atentado contra los gasoductos, así como la entrevista que le hizo Fabian Scheidler. Pero cualquiera diría que entre tanto “Orgullo y pasión” se ha salido disparado de la camisa un canalla botón. Abrazos.

    Hace 1 año 10 meses

  3. Marcoafrika

    He dejado tres veces un comentario que no aparece y que yo sepa no contenía nada censurable, ni siquiera malsonante. Soy un suscriptor de esa revista pero me piden dejar nombre y correo. No entiendo nada, lo he hecho y he contestado a las estúpidas preguntas de "no soy robot". Esta era la única revista de "izquierda" que me quedaba como ejemplo de que algo se puede hacer en este "Occidente criminal" para luchar contra el relato único de buenos y malos que pretende el Imperio USA. Supongo que lo borrarán, también. ¿O se trata de más errores técnicos?.

    Hace 1 año 10 meses

  4. Marcoafrika

    La destrucción de los oleoductos fue anunciada mucho antes de que sucediera...pero ya hace bastantes años el Imperio USA destruyó otros oleoductos en Asia central con el mismo propósito, boicotear ese "libre comercio" que dicen defender aunque para ello tengan que exterminar físicamente a sus competidores. Me parece increíble el tono agresivo e insultante de su artículo cuando se refiere a Putin como un "canalla y autócrata de la peor especie" que pretende destruir los "valores de nuestras democracias liberales". ¿Que valores son esos?, ¿qué "democracias" liberales?. Que yo sepa y un análisis histórico riguroso lo confirma, Rusia no ha recurrido nunca a esa estrategia de eliminar competidores comerciales y pese a todos los errores de una economía planificada que no pudo sostener su método y se colapsó por sus múltiples contradicciones, las que dieron origen a la formación de una nueva clase "burguesa" (burocrática) y posteriormente a un renacimiento del capitalismo que intentaron derrotar con la revolución bolchevique, mantuvo sin embargo una política de pleno empleo aún en las condiciones más difíciles de asedio, hostigamiento internacional, guerra mundial en la que sacrificaron millones de personas para defenderse y defender a Europa de la barbarie nazi y el totalitarismo fascista con el que muchas de estas "democracias liberales" coquetearon. Cuando se cuenta una historia hay que tener en cuenta quien es el verdadero criminal, el país que se ha elegido como dueño de todos los recursos del planeta e invade otros estados para robar sus combustibles fósiles aduciendo que se trata de "recursos estratégicos", el mismo criminal que dice defender la "democracia" y la libertad aunque no sabemos a que tipo y que libertad se refiere cuando impone aranceles, decreta embargos internacionales y elimina estados como Libia, Iraq, Somalia...etc. cuando son los únicos en haber utilizado la energía atómica para destruir ciudades y vidas humanas de un país como Japón cuya intervención bélica se estaba terminando. A mí, la verdad, "los canallas y autócratas" que conozco son los presidentes (unos más que otros pero todos sin exclusión) de los EEUU. Sus violaciones del derecho internacional son innumerables, desprecio por la mayoría de los estados de este planeta y por supuesto forma de gobierno que nada tiene que ver con la democracia sino con la plutocracia o gobierno de los ricos. Los EEUU disponen sin reparo y con total "libertad", eso sí, de los organismos internacionales creados para la paz, desde la ONU hasta la OMS, infiltrando con su ponzoña financiera cualquier estamento con pretensiones igualitarias o sociales que se oponga a ese paradigma destructivo que es el capitalismo. Escribamos y hablemos con propiedad de autócratas canallas, por favor, que son ustedes la única revista de "izquierda" que me queda para no desertar ya de cualquier medio informático "occidental".

    Hace 1 año 10 meses

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