Bengalas después del fin
Conservador como Dios manda
El desahogo identitario de Feijóo, el erigirse en portavoz de la “gente de bien”, revela una mentalidad clasista. Más que virtuosa, es una expresión propia de una sociedad de círculo vicioso. Excluyente
Manuel Rivas 3/03/2023
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Manuel María Puga y Parga, alias ‘Picadillo’ para la historia de la gastronomía, era un contundente conservador. Llegó a pesar 275 kilos. De joven, fue compañero de redacción de Wenceslao Fernández Flórez en El Noroeste. Y a él está dedicada una de sus famosas recetas de La cocina práctica: “Se coge una hoja de bacalao muy delgada, tan delgada como Wenceslao Fernández Flórez, y se toman unos tomates muy gordos, tan gordos como yo. Se sala a Flórez y se me parte a mí en pedazos…”. Hay otro asunto, además del culinario, por el que debería ser recordado Picadillo. En julio de 1917, Eduardo Dato, presidente del Gobierno, lo designó alcalde de A Coruña. A los pocos días, el 13 de agosto, se convocó en España una huelga general que tuvo bastante seguimiento en la ciudad. Se pedían unas “condiciones decorosas de vida” y se protestaba contra la insoportable “carestía en los artículos de primera necesidad”. Puga y Parga consideró muy razonables lo uno y lo otro. Así que el alcalde conservador de A Coruña apoyó públicamente aquella huelga declarada por socialistas y anarquistas. Como persona de orden, entendía que la injusticia era el primer desorden. Fue destituido de forma fulminante. En octubre de 1917, se celebró una manifestación libertaria con este insólito llamamiento: “Los sindicatos obreros de resistencia de La Coruña rinden testimonio de gratitud y simpatía a don Manuel María Puga y Parga por su noble actitud desde la alcaldía”. No hubo banquete, pero para ‘Picadillo’, según declaró, fue el día más importante de su vida.
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Cada vez es más difícil ser conservador y de derechas. La gente conservadora, si de verdad lo es, no podría ser otra cosa que conservacionista. Por naturaleza y etimología: étymos (verdadera) y lógos (palabra). De hecho, hace tiempo que no escucho a nadie de derechas decir que es conservadora. En un currículum político lo que se destaca no son las ideas y proyectos, ni siquiera recetas de cocina, sino los másteres como trofeos de caza. Y hay másteres de todo tipo, desde el Máster de Marketing Político y Reputación “Alégrame el Día” hasta el preciado Executive Máster de la Escuela de Negocios “Resiliencia & Tax Haven”, pasando por el Máster en Gestión Sostenible “Greenwashing”. Lo que no existe, lo que es imposible de cursar, es un Máster del Buen Conservador. Ni en la FAES aceptarían semejante propuesta de formación. Ya estoy viendo la expresión de Aznar a quien llevase semejante propósito: “Tiene usted un brillante futuro a sus espaldas”.
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La primera preocupación de una persona conservadora sería proteger la comunidad y el hogar en el que vive. Y eso significa poner freno a la depredación de los recursos, al envenenamiento del planeta, a la excitación destructiva de las guerras, ese negocio eternamente sostenible. Un conservador se rebelará ante los ecocidios. Como se sentirá abrumado ante las matanzas innecesarias de animales como trofeos, perpetradas con el eufemismo de “caza deportiva”. Fraga Iribarne mató en 1971 uno de los últimos ejemplares del urogallo (Tetrao Urogallus) de los Ancares, esa comarca mágica de Galicia y León. Hubo una persona que trató de impedirlo, alertando al urogallo con sus gritos, pero esta ave está indefensa y localizable, no percibe el peligro justo cuando canta de celo, y ese es el momento que aprovecha el depredador al acecho. El héroe que trató de impedir la fechoría fue identificado por la Guardia Civil. Días después, recibió la notificación de una multa por “interferir en la caza”. Fraga, jerarca franquista en aquel tiempo, intentó pasar a la historia como un modelo de patrón conservador. Definía la caza del urogallo como “el tiro más prestigioso, que justifica todos los desplazamientos”. Pero, lo que ocurrió aquel día en Azevedo de Donís, cerca de la cumbre de Tres Bispos, podemos verlo hoy como una impugnación histórica. El urogallo está hoy extinguido en Galicia. ¿Quién era el auténtico conservador en aquel escenario? ¿Quién representaba el orden y el desorden?
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Un conservador defiende la seguridad y la propiedad. Hoy en día, la primera causa de inseguridad planetaria es la emergencia climática. Los negacionistas, o quienes la relativizan, nada tienen de conservadores: compiten alegremente por el mejor camarote en el Titanic. Por otra parte, la propiedad más valiosa es lo que llamamos estado de bienestar: la sanidad, la educación, el tiempo libre, el aire sano, el amparo de una vivienda digna. La privatización de servicios públicos en beneficio de una facción política, o de una banda de privilegiados que pretende okupar el Estado es, en el fondo, la mayor amenaza para la libertad, la seguridad y la propiedad.
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El desahogo identitario de Feijóo, el erigirse en portavoz de la “gente de bien”, revela una mentalidad clasista. Más que virtuosa, es una expresión propia de una sociedad de círculo vicioso. Excluyente. Ni conservadora, ni liberal: señorita. En su diatriba contra Sánchez, podría haber dicho con más solemnidad “Deje de molestar a la gente que es como Dios manda”. Pero Dios se ha dado a la fuga del lenguaje, despavorido, entre otras cosas, ante el estado de abusos a menores perpetrado en la Iglesia por una “tropa de sotanas”.
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Una cosa es ser reaccionario, y otra, conservador. Tenemos una derecha con una historia de excitación reaccionaria, pero muy poco conservadora. Durante siglos se consideró que la base fundacional de España estaba en la religión católica. “Una idea de España como sujeto nacido en la mente de Dios”, escribió Francisco Tomás y Valiente en A orillas del Estado. En ese libro se rememora a Pedro Inguanzo, el que sería cardenal de Toledo, quien bramó en las Cortes de Cádiz cuando se acordó abolir el Tribunal del Santo Oficio: “Lo español desde el III concilio de Toledo es, y será perpetuamente, la defensa de la fe católica por el poder político. Y quien no esté de acuerdo con esto no es español: Inguanzo dixit”. Tomo estas citas de un libro reciente, A historia de España baseouse en falacias (Edicións Xerais, 2023), del historiador Calo Lourido, quien anota con retranca un proverbio popular: “Los españoles estamos condenados a andar siempre con los curas. O delante de ellos con un cirio, o detrás con un palo”. En 1936, la jerarquía de la Iglesia católica bendijo como una “cruzada” la guerra fascista contra la República. ¿Qué ocurrió en la Transición? Cuando el cardenal Tarancón apoyó el proceso democrático, el trato que se le dispensó en el círculo vicioso de la “gente de bien” fue el de “traidor”. La identificación histórica no se daría, pues, entre España y la fe católica, sino en el sometimiento colectivo a una especie de “perpetua Inquisición”.
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Es muy chocante la actual actitud de la derecha española hacia el papa Francisco. Cuando no reina el silencio, lo que asoma es una especie de desdén. Incluso algunos chusqueros ilustrados, en su reenganche con la “gente de bien”, vindicaron al papa Ratzinger frente al “papa peronista”. ¿Sorprendente? No. Ratzinger era un reaccionario y Francisco es un conservador.
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¿Dónde meterse si uno quiere ser conservador? La derecha española es hoy un simple campo de aterrizaje del neoliberalismo. Una posibilidad es hacer lo que hizo el escritor brasileño Graciliano Ramos, autor de la maravillosa y tremenda Vidas secas. Él era un demócrata, un amante de la libertad, y más bien conservador. En la dictadura, trabajando de periodista, lo detuvieron varias veces y lo apalizaron por “comunista”. Así que un día, después de la enésima paliza, decidió que lo lógico era entrar en el Partido Comunista. Es decir, en el partido conservador.
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Este artículo se publicó en gallego en la edición impresa de la revista mensual Luzes.
Manuel María Puga y Parga, alias ‘Picadillo’ para la historia de la gastronomía, era un contundente conservador. Llegó a pesar 275 kilos. De joven, fue compañero de redacción de Wenceslao Fernández Flórez en El Noroeste. Y a él está dedicada una de sus famosas recetas de La cocina práctica: “Se...
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Manuel Rivas
Es escritor y periodista. Premio Nacional de Narrativa por su libro de relatos “¿Qué me quieres amor?”. Su última obra publicada es “La tierra oculta” (Alfaguara, 2023). Es co-director de la revista mensual en lengua gallega "Luzes".
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